Terres de Lleida


Del 29 de octubre al 1 de noviembre 2021
Cuando hablamos de Cataluña, parece como si esta provincia colindante con Aragón fuese la gran olvidada de las cuatro que componen la ansiada República Indpendiente. Pero nada más cruzar Tarragona, y adentrarnos hacia el interior, siguiendo el curso del río Ebro, descubrimos que no sólo Lérida ocupa una gran extensión, sino que además, quizás por estar más cerca del “enemigo” es la más independentista, o por lo menos esa sensación nos dio a lo largo de nuestra estancia en “Terres de Lleida”.

Quizás por la falta de costumbre, con casi dos años de confinamiento por el maldito virus, nos equivocamos al salir de la autopista, y en vez de salir en Amposta, salimos más al norte sin saber muy bien por qué carretera llegaríamos a la capital. Un toque de aventura, no tanta ruta cuadriculada tampoco nos venía mal y gracias al despiste pasamos por pueblos tan bonitos como Tivissa. De la lista de los 33 pueblos más bonitos de Cataluña, éste ocupa el quinto lugar según la revista Time out. En la ribera del Ebro, Tivissa pertenece a la provincia de Tarragona y está ubicada en una colina. Las callejuelas del centro histórico, la plaza del Mercado donde se celebraban los juicios en la época medieval y el castillo son de visita obligada. Nosotros no paramos porque nos habíamos retrasado ya en la salida de casa, pero, lo apunto aquí en el diario porque lo que pudimos ver desde la carretera nos gustó y lo dejamos como pendiente de ver en otra ocasión.

A la capital leridana llegamos antes de comer, con tiempo para dejar las maletas en el Hotel Real, muy bien ubicado en el centro histórico, a orillas del río Segre. No tienen parking propio pero justo en frente de la entrada principal hay un parking subterráneo que por unos 15 euros se puede dejar el coche 24 horas. El “desembarco” cuando viajamos con Tuca y Lola es de película trágico-cómica. Me río yo de las quejas de las madres de bebés cuando tienen que descargar todos los bártulos de la criatura. Pienso, boles de comida, camitas…. (que ahora que lo pienso, ya que pagamos suplementos por cada mascota podían por lo menos facilitar los recipientes para darles de beber o comer no? ) . Da para un debate lo de viajar con mascotas, nos queda mucho por aprender en este bendito país. Pero bueno, poco a poco….

Ya colocados todos los trastos en la habitación, salimos a comernos Lleida literalmente. Es una ciudad pequeña con un centro que se puede visitar en un día sin estresarse. Desde la Calle Mayor se accede a todos los edificios que destacan sobre los demás. A mí personalmente me fascina el estilo modernista y en Lleida hay un itinerario que incluye varios edificios restaurados como el Teatro Municipal del Escorxador (calle Lluís Companys, s/n), la Casa Melcior (Calle Sant Francesc, 2), la Casa Morera (Avenida Blondel), la Casa Magí Llorens (calle Mayor, 76) o las Casas de Balasch (Rambla de Aragón 31. Recorriendo las calles del centro hay que echar la vista hacia arriba y maravillarse con estas fachadas y balcones espectaculares.

Paseando por la calle Mayor, llegamos a la plaza dónde se encuentra la Catedral nueva de estilo neoclásico. Se construyó en la parte baja de la ciudad, a orillas del río Segre ya que la antigua estaba siendo utilizada con fines militares. Justo en frente de la Catedral nueva se ubica el Antiguo Hospital de Santa María. Flanqueados por estos dos edificios, nos sentamos a picar algo en una terraza, antes de seguir nuestra ruta hacia el punto más alto de la ciudad, hacia la Seu Vella y el Castillo de Suda.

Desde la plaza más concurrida de Lleida, la plaza de San Joan se puede coger un ascensor para subir a la colina de la Seu Vella, pero nosotros optamos por ir caminando y atravesando un barrio “cosmopolita”. Al igual que en la parte vieja de Alicante, cerca del castillo de Santa Barbára, o en Lavapiés en Madrid, en Lleida las tiendas de pakistaníes, las peluquerías de peinados afro o los restaurantes de Kebab son los nuevos comercios de barrio. Subsaharianos en su mayoría, nos miraban un poco extrañados. ¿Qué hacía por allí una pareja con dos perros paseando?. Las ventanas y puertas tapiadas con ladrillos de obra para evitar “okupas” no invitan a la alegría, barrios que antes tenían vida, están abandonados a su suerte… es la España de los adosados en las afueras, de las compras por internet, del cierre de las tiendas de “toda la vida” y centros históricos que van muriendo poco a poco.

Cuando llegamos a la cima, el esfuerzo tuvo su recompensa. Ahí estaba la Seu Vella, digno escenario de la serie “Juego de tronos” (no lo fue, pero podía), toda para nosotros, no había un alma. Se construyó en estilo románico, aunque sus bóvedas son de crucería ojival góticas. Se alza en el cerro conocido como Turó de Lleida que domina la ciudad y la comarca del Segriá.

Tras la conquista de la ciudad por Felipe V, su lugar estratégico fue visto como un sitio ideal para utilizarlo con fines defensivos. La catedral fue desafectada para el culto, y utilizada como cuartel militar. Desde entonces nunca ha vuelto a desempeñar funciones religiosas (entre otras razones porque fue reemplazada por una nueva catedral neoclásica en la parte baja de la ciudad). https://es.wikipedia.org/wiki/Catedral_de_la_Seo_Vieja_(L%C3%A9rida)

 A su lado, por el flanco izquierdo, según entras en el área, se ubica el castillo de la Suda, que en árabe significa “área urbana cerrada”, Era el palacio donde residía el monarca en sus estancias en Lleida. Su construcción responde a diferentes etapas situadas entre finales del siglo XIII y XIV, motivo por el cual conviven formas románicas y góticas.

Fue el edificio civil más importante de la ciudad y un importante centro de decisión política. En el Castillo del Rey se celebraron Cortes en diversas ocasiones, si bien las más significativas fueron las del año 1214, cuando un niño de 6 años, el futuro Jaime I el Conquistador, fue coronado rey por aragoneses y catalanes. También se firmaron grandes acuerdos como los Pariajes de Andorra (1278 y 1288) o la Querimònia del Valle de Arán (1313). Cuartel militar en la guerra de los Segadores, polvorín o campo de concentración en la Guerra civil, el castillo y la Catedral, fueron testigos mudos de muchos momentos trágicos de la historia de este país.
http://www.turoseuvella.cat/es/el-conjunto-monumental/castillo-del-rey-suda/sintesis-historica

Uno de los puntos más espectaculares del conjunto es el claustro, que sólo pudimos ver desde el exterior ya que no permitían la entrada con mascotas (el recepcionista me lo dijo con resignación, “a ver si cambian los protocolos pronto”). Con un total de 17 arcos ojivales, y su extraño emplazamiento delante de la fachada principal (por eso pudimos ver una parte desde el exterior) es uno de los claustros más grandes de Europa. He encontrado un vídeo muy didáctico: https://www.youtube.com/watch?v=GIvU_bd0vIw

Las vistas desde allí sobre la ciudad son espectaculares, justo al otro lado, en frente se encuentra el Castillo templario, buenos los restos, del Castillo de Gardeny, al que fuimos al atardecer, como colofón de nuestra visita a Lleida. Al acabar nuestro paseo por la Seu Vella, volvimos a bajar hacia la “civilización” por las mismas calles “cosmopolitas”.  Llegamos al río Segre, cerca del hotel y pasamos por delante del edificio del Ayuntamiento. La fachada neoclásica que da al río es un poco “fría”, hay que meterse por dentro, por la calle Mayor paralela, para acceder al Palacio de la Paería que es la sede de la casa consistorial y admirar su estilo gótico catalán. Según me informo, “El término “paer” procede de la palabra latina “patiarium”, que significa hombre de paz. Esta forma de nombrar los alcaldes, en el caso de la ciudad de Lérida es un privilegio otorgado en el año 1264 por el rey Jaime I en los antiguos cónsules de la ciudad. Es decir, el término «Paeria» designa a los ayuntamientos de Lérida y Cervera. https://www.catalunya.com/el-palacio-de-la-paeria-sede-ayuntamiento-17-16003-202?language=es

Por el lado del río, cruzando el Puente vell (justo en frente del ayuntamiento por su cara neoclásica), llegamos por casualidad a otro lugar que nos gustó mucho, el “Parque de los Campos Elíseos”. Empezaba a chispear pero no nos importó seguir paseando por la avenida principal, a la sombra de gigantescos plataneros. Muy “versallesco” todo, un parque con zonas ajardinadas, templete barroco de música e incluso, un acuario. Había varios grupos escolares que gritaban y un par de ellos, se reía de un pobre chaval, ante la mirada impasible de la profesora. No me atreví a intervenir pero ganas no me faltaron. Les tenía que haber soltado a mis “fieras”.

Desde el parque se ve, en la cima, la Seu Vella dominando la ciudad. Cuando volvimos a cruzar el puente, la lluvia ya caía un poco más fuerte y cogimos el coche para visitar el Castillo de Gardeny. Al decirnos la recepcionista del hotel que era un buen sitio para ir con las perras, porque estaba rodeado de parques, pensé que estaría a las afueras de la ciudad pero no, está en una colina, que se ha utilizado como fortín militar durante siglos. La zona está abandonada, una lástima que fuera un conjunto templario ejemplar. El museo tiene un horario restringido y no pudimos acceder, una pena… Cuando digo abandonado, no me refiero al castillo en sí, sino al cuartel militar de la guardia civil que hay al entrar, en ruinas. Un poco decadente el lugar, nada que ver con los jardines versallescos que acabábamos de visitar. Para  más información, dejo aquí el enlace: https://www.turismedelleida.cat/es/visitar/monuments-1/castell-templer-de-gardeny

Y así, poco a poco, se fue acabando el día. Subimos a la habitación a descansar un poco antes de cenar, y como empezó ya a llover con ganas, decidimos cenar justo al lado del hotel, en un restaurante que pertenece al mismo hotel. Vi en Internet que tenían los famosos “Caracols a la llauna” (a la brasa) y bajamos a probarlos. No pasarán a la historia…. Recalentados al microondas, los comimos por comer, las bravas aún estaban un poco mejor. Ya lo decía mi padre, “dormir en hotel, comer en un restaurante”. 

Sábado 30: Guimerá – Montfalcó Amurallat – Florejacs – Seu d´Urgell
Dormir con mascotas es lo que tiene, no hace falta alarma, su paseo escatológico tempranero no perdona. Mientras yo bajé en varios viajes todos los bártulos al coche (qué pereza, sólo para una noche), Daniel fue a pasear con las “niñas”. Desayunamos en la habitación y a pesar del cielo gris, salimos con ganas hacia el primer destino del día: Guimerá, en el valle del río Corb. Para llegar hasta allí, cruzamos extensiones kilométricas de campos de árboles frutales, y pasamos por Tárrega, dónde destaca el “fabricón” de “Borges”. Me cuenta Dani que exportan muchísimo sus aceites y frutos secos y que sus precios son más altos que la media.

Pocos kilómetros antes de llegar a Guimerá, vimos al salir de la autovía otro pueblo con castillo que se llama “Ciutadilla”. No lo tenía yo “fichado” en mi ruta pero merece la pena acercarse hasta el castillo que funcionó como fortaleza militar hasta que en el siglo XVI se reformó como palacio en estilo renacentista. Estuvo habitado hasta 1908. Más adelante, y siguiendo la carretera hacia Guimerá, también vimos los restos del Monasterio de Santa María de Vallsanta, no hace falta desviarse, se ve desde la misma carretera comarcal. Cuando llegamos finamente a Guimerá, nos sorprendió la falta de turistas, para ser uno de los pueblos medievales más bonitos de Cataluña. La situación de tensión política por la causa independentista y el maldito covid aún coleando tampoco ayudan.

Aparcamos el coche sin problemas, en el paseo que bordea el río Corb, justo en la parte baja del pueblo encaramado a una pendiente. Para subir hasta la torre que corona el pueblo, lo mejor es perderse por el laberinto de calles empedradas que serpentean la colina. Nada más empezar el ascenso, aparece la Plaza mayor, dónde se encuentra el museo, ubicado en la antigua casa de la “Cort del Batlle”, un espacio donde se decidían asuntos importantes de la vida cotidiana y se hacía justicia en nombre del Señor feudal. En la placita, aunque sea la mayor, hay una mini panadería (todo es mini en Guimerá) en la que sólo puede entrar un cliente y en frente un ultramarinos de los de “Maricastaña” dónde venden embutidos catalanes y otras delicias de la “terreta”. Hicimos cola en la panadería, pero no muy larga, comparando con la otra panadería que está subiendo una cuesta, hacia la cima. Allí la cola era importante, y daba la sensación de que era todo por encargo, gente del pueblo o de la zona. Compramos un pan tamaño XXL, “pan de Payés” que le llaman (tuvimos pan para los 4 días) demasiada miga y poco crujiente. Si me leen los del pueblo igual me juzgan en la “Cort del Batlle”. ..

El ascenso fue inclinado, pero no nos importó porque las calles y casas empedradas con sus parras trepadoras, teñidas de los colores rojizos del otoño, nos gustaron tanto, que nos olvidamos de la falta de aire en los pulmones al llegar a la cumbre, a la Iglesia parroquial de Santa María. Construida entre los siglos XII y XIII, se ubica sobre una gran roca justo debajo de las ruinas del castillo y sorprende especialmente por un interior lleno de colores y su ábside con un retablo de alabastro realizado por Josep María Jujol, discípulo de Gaudí. También destaca otro tesoro, realizado por el mismo autor, una réplica de su mejor obra realizada entre 1402 y 1412 llamada “Gran Retablo de Santa Maria de Guimerà” que consiste en 23 tablillas conservadas (de las 32 originales) con escenas del antiguo y nuevo testamento.

La visita en las alturas de Guimerá acabó con la torre cilíndrica visible desde cualquier parte que se engloba en el conjunto de las ruinas de lo que debió ser una imponente fortaleza en el S.X y S.XI construida con función estratégica durante la Reconquista sobre un antiguo poblado íbero para defender la comarca de La Segarra. Es posible subir a la torre gracias a unas escaleras habilitadas para obtener las mejores vistas de la ciudad.

La bajada fue más complicada, el suelo estaba mojado y a mí, especialmente, me costó un buen rato domesticar mis vértigos. Ya en la parte baja, recompensamos con un pic-nic espontáneo a orillas del río Corb. Si cruzas el río, hay un bar con terraza con unas vistas increíbles sobre Guimerá. Se llama “Hosteleria de Guimerá” y, aunque su cocina no es la más valorada, las vistas son espectaculares. Con fuerzas renovadas volvimos a coger el coche para seguir nuestra ruta hacia otra localidad medieval: Montfalcó amurallat. La carretera comarcal que cogimos nos gustó mucho, a orillas del río Corb, pequeños pueblos de piedra y un balneario decimonónico escondido entre el follaje de bosques otoñales. Se llama Balneario Vallfogona de Riucorb, para los amantes de las burbujas: https://hotelbalneari.com. Siempre que pasamos por un balneario, decimos lo mismo: “A ver si algún día en vez de ver tantos sitios, descansamos unos días en un balneario”…. No ha llegado aún el día, la carretera nos tira demasiado.

“Montfalcat amurallat”, mucho ruido y pocas nueces. Me esperaba otra cosa. Subes a lo alto de una colina para encontrarte con cuatro casas de piedra, una mini plaza central y una muralla alrededor, ni más ni menos. No sé si será el pueblo más pequeño de Cataluña pero no merece la pena hacer mucho desvío para ver este recóndito lugar. El que sí que nos gustó fue el último que teníamos en la ruta del día: Florejacs. Tampoco había gente, mejor dicho, no había un alma por sus calles. Para ser un pueblo pequeño, pero no tanto como el previo, cuenta con dos castillos, uno en el centro y otro a dos kilómetros. Históricamente, el castillo de Florejachs, junto con el vecino castillo de Les Sitges, formó parte de la línea fronteriza entre el mundo árabe y el mundo cristiano en la época de la Reconquista y la repoblación de las tierras de la comarca. La parte vieja del pueblo está encerrada en un recinto que sigue la forma de lo que fue la muralla del castillo medieval. Del castillo del pueblo se conserva una gran torre almenada del siglo XIV y el basamento de la muralla, presumiblemente del siglo XI, sobre el que se asienta un casal señorial del s.XVI En la Edad Media, no existía el pueblo, y tan solo vivían en el lugar los habitantes del castillo y un reducido número de personas de su servicio. 

Tuca y Lola se volvieron locas con tantos gatos, había gateras en todas las esquinas. Seres humanos vimos apenas dos niños que jugaban en la calle. Dimos la vuelta al pueblo, y en el recorrido nos encontramos a dos cabras muy simpáticas que no dejaron de posar mientras yo les sacaba fotos. Vimos unos carteles que nos llamaron la atención. Anunciaban la feria que se celebra el primer fin de semana de abril en honor a la “la Dama de les flors”, una mujer que según una leyenda local poseía un encanto especial, atraía los hombres y cuando se cansaba de ellos, los convertía en flores. El mito se convierte en realidad en el mes de abril con una feria que engalana el centro del pueblo con flores y se celebran talleres, obras de teatro y venta de productos locales.

Al salir del pueblo, hacia la Seo de Urgel, dónde íbamos a dormir, vimos el segundo castillo, de Sitges que está a las afueras del pueblo. Nos metimos por un camino de cabras y reculamos porque no tenía buena pinta. (no sería la primera vez que me arrepiento de coger un camino sin salida). Vimos a los lejos el castillo, no supimos encontrar el acceso “transitable”.
Aquí dejo un enlace muy completo sobre este castillo, una pena no haber llegado porque de lejos tenía muy buena pinta: https://www.castillosnet.org/fortificacion.php?r=L-CAS-118&n=Castillo%20de%20Les%20Sitges.

Pasadas las tres de la tarde llegamos finalmente a la Seo de Urgel. El Mercadona a rebosar de Andorranos. No sé cómo definir esta ciudad, o pueblo grande, a tan sólo 10 kms del principado. Hay una mezcla un poco extraña, las típicas casas pirenaicas con sus tejados de pizarra, junto a otros edificios sin rasgos definidos que podrían estar en cualquier otra ciudad y de repente, la única catedral de estilo románico existente en Cataluña. El centro lo pateamos en silencio, no había nadie por las calles, los comercios cerrados, nada que ver con el gentío que habíamos visto en el Mercadona. Cuando entré en la oficina de turismo le pregunté a la chica que me atendió y me aclaró que a partir de las 5 de la tarde abrían y que veríamos más ambiente por las calles.

Así fue, cuando volvimos a callejear por el centro, ya vimos un poco más de humanidad y de jaleo. La verdad es que el conjunto arquitectónico que rodea la Catedral es único pero está algo encajonado, entre edificios de viviendas. La Catedral de la Seu d´Urgell, Santa María de Urgel, es románica del año 1110, por lo que estábamos ante la única catedral románica de Cataluña íntegramente realizada en este estilo. Es la sede del obispado. Su espectacular claustro no lo pudimos ver, una vez más, porque no nos dejaron entrar con Tuca y Lola. No nos dejaron entrar y tuvimos que conformarnos con ver la fachada de otro edificio importante: el Palacio Episcopal, del siglo XV, construido como una fortaleza para alojar al Obispo de Urgel, que ha sido, y sigue siendo el co-príncipe de Andorra.

La calle Mayor que vimos más tarde, algo más animada, es interesante porque en sus pórticos se alojan los comercios y las puertas de acceso a varias casonas señoriales. El Ayuntamiento en la plaza del Oms, junto a la catedral y Sant Domenech (antiguo convento de los dominicos), era el antiguo hospital que se convirtió en la casa de la Villa en el siglo XV, en pleno Renacimiento.

Antes de dejar la Seo de Urgel, se puede visitar el Castellciutat, un importante conjunto histórico-turístico formado por el antiguo castillo, la fortaleza abaluartada y un hotel de 4 estrellas situado al pie de la colina. Aquí residieron, a partir del siglo IX, los Condes de Urgel, con una dinastía propia, hasta que pasaron a formar parte de la Corona de Aragón: https://es.wikipedia.org/wiki/Condado_de_Urgel

Ciudad pirenaica, fronteriza y cargada de historia. Nos despedimos de sus calles cuando ya anochecía. Teníamos que dormir en un pueblo muy cercano llamado Arfa, en un apartamento que había reservado en Airbnb: apartamentos Cal Aloy. La dueña muy amable nos esperaba en el puente, a la entrada del pueblo, para entregarnos las llaves. Un pueblo bonito, a orillas del río Segre, con un entorno muy bucólico pero que a esas horas del día no invitaba a pasear, hacía un frío que pelaba. Nos metimos en el apartamento y no salimos del calor de la estufa de pellets hasta el día siguiente.

Domingo 31 de octubre: Sort – Valle Boí
Como mandan los cánones de la vida canina, el primer paseo matutino, caigan chuzos o relámpagos, es imperativo, preciso e indiscutible. Allá que nos fuimos las tres a dar una vuelta al otro lado del río, mientras nuestro macho alfa, el jefe de la tribu, nos preparaba el desayuno. Nos esperaba un día largo, de más de dos horas y media de coche, de ida y otras tantas de vuelta, porque el objetivo primordial de este viaje era conocer el famoso y recóndito Valle del Boí, y sus iglesias románicas. Dos puertos de montaña, muchas curvas y un extravío nos costó alcanzar y llegar a nuestro destino, pero valió la pena. Los bosques otoñales de los pirineos nos acompañaron durante todo el viaje, y sólo por ver ese espectáculo de la naturaleza nos mereció y mucho la pena el palizón.

Después de una hora de ruta y de curvas, cruzando el primer puerto, llegamos a Sort, el pueblo de la lotería de Navidad. ¡Qué infeliz! Busqué la administración de lotería de la famosa bruja de Sort para comprar décimos y ¿qué nos encontramos? Una fila kilométrica de gente haciendo cola para comprar. Por un momento dudé pero enseguida la voz de mi conciencia, es decir, mi co-piloto, mi Santo, me dijo: ¡ni hablar, no perdemos ni un minuto haciendo cola! y eso hicimos, no parar ni para echar un pis, visto y no visto el pueblo de la Sort. Al iniciar la subida del segundo puerto nos perdimos, y fuimos a parar a una aldea con cuatro casas y una señora muy amable, en perfecto español con acento alemán, nos dejó muy claro que por allí no teníamos que seguir, que teníamos que volver por dónde habíamos venido, y volver a cruzarnos con el pobre burro que pastaba tranquilamente, mientras Tuca y Lola no dejaban de ladrarle. Volver a la civilización no nos costó mucho, fue un desvío tolerable. Cuando por fin llegamos al Valle de Bohí, Vall de Boí en catalá, entramos en un valle de cuento de hadas, y otra vez yo y mis contradicciones. Por un lado me pareció espectacular pero al mismo tiempo, era todo tan perfecto que me pareció un parque temático del románico, muy cuidado todo, por momentos, hasta excesivamente cuidado. Ese fue el primer impacto, luego a medida que fuimos descubriendo las iglesias y los pequeños pueblos dónde se ubicaban estas joyas del románico, me fui “aclimatando” al medio.

Dice el eslogan publicitario: “Donde los pirineos tocan el cielo”. Patrimonio mundial de la Unesco, este conjunto es excepcional por la concentración en un espacio reducido de un elevado número de iglesias de un mismo estilo arquitectónico y en un enclave natural tan bello, como es el Parque natural de Aigüestortes. La ruta de las iglesias no es complicada, hay 8 iglesias y 1 ermita para ver, en aldeas que están muy cercanas entre sí,  en un radio de unos 10 kms.

El primer pueblo que vemos al entrar en el Valle, es Barruera. Es el pueblo más grande del valle y justo a la entrada, a la derecha nos encontramos con el río Noguera de Tor y la iglesia Románica de Sant Feliu. No paramos al entrar en el valle, sino al salir, dejamos Barrera para el final. A unos 6 kms paramos en el siguiente, Boí, desde donde salen taxis para ir al Parque natural de Aigüestortes- En Boí, la Iglesia románica de Sant Joan destaca entre las calles y casas empedradas con sus tejados de pizarra. Allí, nos informan de los horarios de apertura de las iglesias, ya que en temporada baja no todas están abiertas todo el día. La cerveza fría contemplando el valle y los turistas que no habíamos visto los días previos, la tomamos en una terraza, justo detrás de la Iglesia.

La tercera parada, la hicimos antes de comer en Taüll, dónde hay 2 iglesias para ver, la de San Climent y la de Santa María. Muy bonitas las dos, la primera por lo que allí vimos es la más fotografiada de todas, su ubicación sin nada alrededor también ayuda. Además, en la de San Climent se proyecta un vídeo espectacular con el que se va dibujando el Pantocrator original y todos los murales de iconos que en su día existieron. Sus pinturas originales fueron arrancadas entre los años 1911 y 1922. Hoy están en el Museo Nacional de Arte de Catalunya. https://youtu.be/9nR1x1ULKrA


La otra iglesia, la de Santa María, está más escondida, subiendo al pueblo, entre casas de piedra gris. La curiosidad de ésta es que su torre campanario está bastante torcida. Es la única a la que se puede entrar gratis y cuenta con tres naves y tres ábsides. Sin dejar Taüll, se puede visitar la ermita que se incluye en esta ruta, la ermita de San Quirce. No llegamos a desplazarnos para verla pero sí que la apunto porque forma parte del conjunto que se ofrece en Taüll.

Muy cerca, nos dirigimos hasta el siguiente pueblo de Eril La Vall, para alucinar una vez más, con su impresionante iglesia románica en honor a Santa Eulalia. El nombre de este pueblo procede del poderoso linaje de los Erill, familia que acumulaba el poder en La Vall de Boí en los siglos XI y XII. Está situado al pie del pico de Erill, de 2.627 metros de altitud. La bella iglesia preside la localidad, en el centro del pueblo y está rodeada de un pequeño cementerio. Es quizás la que más me gustó, por su ubicación, por el entorno que la rodea, su torre campanario de 6 pisos y su interior en el que destaca el soporte del altar del siglo XII, tallado en un único bloque de piedra.

El último pueblo que nos quedaba por ver era Durro y su iglesia de la Natividad. Para llegar a este pueblo hay que subir un pequeño puerto de carretera estrecha, aviso a navegantes. Cuando aparcamos en el parking municipal a la entrada del pueblo, nos encontramos con un grupo bastante extenso de rumanos o búlgaros, no supe distinguir el idioma pero de Europa del Este eran, sin duda. Abuelos, padres, niños, jóvenes una auténtica peregrinación al Valle de los templos románicos. Me paré a pensar, mientras los veía deambular y hablar entre ellos. Al fin y al cabo, el pantocrátor que aparece en los frescos de las iglesias románicas, como el que acabábamos de ver en Taüll, no deja de ser una representación icónica y la iglesia ortodoxa también “catequiza” a sus fieles a través de los iconos. ¿Qué relación histórica les une?

Les une el culto a las imágenes. El Pantócrator medieval no deja de ser la consecuencia de la representación del Cristo en majestad. Finalizadas las luchas iconoclastas que se sucedieron en el siglo VIII bizantino, cuando el emperador León III mandó destruir las representaciones sagradas, para “purificar la vida religiosa”, ya que consideraba que el culto a las imágenes era “idolatrar”, dando un valor sobrenatural a las imágenes o iconos. “Los iconos llegaban a convertirse en una suerte de “objetos mágicos” con cualidades milagrosas propias, en lugar de considerarse meras representaciones para la adoración de la verdadera y única deidad. Por consiguiente, en el año 730 se promulgó un edicto por el que se prohibían los iconos y se destruyeron los existentes”. Cuando estas luchas acabaron, el culto a las imágenes o iconos de la iglesia católica y ortodoxa volvió a justificarse. La diferencia es que en la Iglesia católica este culto a las imágenes tiene menos carga de sacralidad. Así que el grupo, al fin y al cabo, no andaba muy perdido….


Después de subir hasta la Iglesia, que estaba cerrada, y de dar una vuelta por el pueblo, nos montamos un pic-nic para comer, junto a unas ovejas que pastaban tranquilamente. La paz duró lo que duró, porque Tuca y Lola ladran a todo animal que tenga cuatro patas, con los de dos patas se contienen más. Tampoco queríamos volver muy tarde, la tarde se echaba encima y teníamos que volver a cruzar los dos puertos de montaña. Nos despedimos del Valle con una última parada en Barruera, el primer pueblo que nos había recibido al iniciar la ruta. Quisimos tomar un café pero no hubo manera. Todas las terrazas llenas de gente, aprovechando los rayos del sol que no debían ser muy comunes en pleno otoño. La iglesia románica está a pie de carretera, no tiene pérdida pero, personalmente, me quedo con la escondida y mágica iglesia de Santa Eulalia de Eril la Vall.

Y así acabamos el día, regresando por los mismos puertos de montaña, disfrutando de los colores de los bosques otoñales y parando de nuevo en Sort para ver si había menos gente en la cola de la administración de lotería. No había gente, no. Estaba cerrada y me quedé otra vez con las ganas. Al llegar casi de noche a nuestro apartamento en Arfa nos temimos lo peor. En el piso superior, también había gente en otro apartamento, gente joven y noche de Halloween. Pero al final, tuvimos suerte, no hicieron mucho ruido y no tuvimos que sufrir el consabido “truco ó trato”.

Lunes 1 de noviembre: Balaguer – Penelles
Un día más amaneció con un sol radiante. Nuestras últimas horas en Lleida iban a ser muy emotivas, me iba a reencontrar con una buena amiga en Balaguer, a media hora de su casa familiar dónde estaba pasando el puente, ya que vive en Madrid. A Marian hacía al menos 5 años que no la veía, la última vez fue en Tanger donde ella daba clases de Química en un instituto . Antes de llegar a Balaguer, paré en seco el coche justo en frente de un mercado ambulante de setas de temporada, en un pueblo que atravesamos por la avenida principal. Me estaban diciendo ¡cómenos! La parada fue un poco abrupta, pero así soy yo, impulsiva… qué le vamos a hacer…

A Balaguer llegamos puntualmente a las 12. Marian acaba de llegar también y quedamos en una plaza aporticada, la hermosa plaza Mercadal, en el centro histórico de esta localidad, capital de la comarca de la Noguera, la más extensa de Cataluña. No teníamos previsto la visita de esta ciudad en la ruta, cosa extraña ya que tiene muchos puntos de interés y una larga historia que contar. En esta ocasión, lo importante era pasar un buen rato con nuestra amiga, la visita cultural de Balaguer la dejamos pendiente para otra ocasión. Risas, recuerdos y más risas, la mejor vitamina para el cuerpo. Sólo nos cortó el rollo un rato, una niña caprichosa y mimada en la mesa de al lado que montó un numerito con una rabieta de las de “mato a la niña o a los padres primero”.. Más vale que el padre al final se la llevó porque la tensión en el ambiente era palpable.

Balaguer, conocida como la ciudad de las batallas, a pesar de haber sufrido muchos combates a lo largo de la historia conserva un patrimonio histórico y arquitectónico grandioso: el castillo de Formós, la Iglesia de Santa María, el emblema de la ciudad, ya que por su ubicación en lo alto puede ser vista desde cualquier punto, la Basílica del Santo Cristo, que en sus inicios fue mezquita, y que guarda una leyenda: Se dice que el Cristo crucificado que se encuentra en su altar, es la primera escultura de su tipo en el mundo. Y aunque fue esculpida por Nicodemo, no fue terminado por el autor. Una vez el cuerpo estuvo finalizado, Nicodemo no sabía cómo esculpir su rostro y se durmió. Al despertar se llevó la sorpresa de que el rostro del Cristo ya estaba finalizado. Era un milagro… los ángeles se habían encargado de ello. En la actualidad, miles de personas visitan el Santuario del Santo Cristo y veneran la escultura de Cristo en la cruz. Se dice que sana enfermedades y otorga paz espiritual en momentos de calamidades.

Las murallas que rodean Balaguer también son testigo mudo de las mil batallas libradas en estos lares. El centro histórico, presidido por su plaza medieval, de 7000 m2, la más grande de Cataluña, discurre en torno a ella por las calles Major, Aval, del Pont, la Plaza del Pozo, la Plaza de San Salvador y el lavadero municipal. Y por último, apunto en la lista de “pendientes”, para no dejar de visitar el Parque Arqueológico “Plà D´Almatá”, yacimiento de la época andalusí, el más grande y mejor conservado de Cataluña, y el Centro de Interpretación del Oro, ya quesegún los expertos, el río Segre va transportando oro desde Pirineo hasta que desemboca en el mar. Curioso, ¿no?. Balaguer tiene el privilegio de contar con un río que la atraviesa, mi debilidad son las ciudades o pueblos con río, siempre me han gustado. Es mi pasión por el agua, frente al mar, o junto a un río, sé que algún día acabaré en un lugar así.

Cuando nos despedimos de Marian, muy a nuestro pesar, ya era la hora de comer. Y en vez de quedarnos en Balaguer, seguimos nuestro regreso a casa, parando en un último destino en Lleida: el pueblo “rural art” de la provincia: Penelles. Así como en Castellón tenemos el pueblo graffitero de Fanzara, en Lérida tienen este pueblo con varios murales impresionantes. Dice “La Vanguardia” que este pequeño pueblo tiene más graffities que calles. Referente del “Street art”, Penelles cuenta con casi 100 murales. Dejo aquí un video: https://youtu.be/kg2C3E5kjfs

A mí personalmente el que más me gustó es el del abuelo. Lo había visto en la televisión y puse este pueblo en el mapa cuando lo vi. Me costó encontrarlo porque no está en el centro del pueblo. Un camarero me indicó que estaba al final de la calle, casi saliendo del pueblo. Y allí que fuimos, y allí que sacamos el bocata para comer, en una mesita de pic-nic con el grafitty del abuelo de fondo. No podíamos acabar el viaje de mejor manera. Aquí está el abuelo: https://www.lavanguardia.com/cultura/20170509/422390785888/penelles-streetart-pueblo-grafitis.html. Fins a la propera Lleida! Ha estat un plaer, un veritable plaer….

Un comentario en “Terres de Lleida

  1. Para leer y releer, subrayar y apuntar. Otra pequeña joya que guardaremos en el disco duro para cuando tengamos la ocasión de acercarnos a estas tierras. Personalmente me interesa muchísimo esta zona de Catalunya y esta guía va a servirme para planear futuros viajes. ¡Gracias por un relato que nos da tantas pistas! Y siento mucho que Tuca y Lola tengan que sufrir tantos reparos.

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