Próxima estación: Huesca


Dedicado a Papou y a Mamou
Del 30 de marzo al 2 de abril 2022
Tan lejos y tan cerca…30 años viviendo cerca de una de las provincias más bonitas y espectaculares del país y hemos descubierto ahora, precisamente, cuando llevamos más de 20 años alejados, cuando vivimos más lejos,  que teníamos muy cerca de Pamplona, lugares increíbles. En fin, más vale tarde que nunca. Además, mis raíces por parte de bisabuelos maternos nacen aquí, en Campo, un pueblo de la comarca de Ribagorza. No tengo perdón…
Huesca es naturaleza en vivo, en formato XXL, sin trampa ni cartón, simplemente un paraíso natural que sorprende al viajero por su inmensidad, por el impacto visual de sus paisajes, de sus cumbres pirenaicas, por sus pueblos de piedra en seco, por su historia de caballeros y castillos, por muchas razones, mi próxima estación: Huesca.

Miércoles 30: Montañana – Roda de Isábena – Graus – Monzón – Huesca capital
“Pensat y fet” como dicen nuestros vecinos de adopción. ¡A Huesca con las perrijas!. Salimos como siempre un poco tarde. Cuando se trata de poner a punto la casa contra los cacos, mi Santo se lo toma en serio, ríete tú de Alcatraz, ¡Masía Aitona inexpugnable!

Yo pretendía haber llegado al primer punto de la ruta a las 11 de la mañana y llegamos dos horas más tarde. ¿A dónde? A un pueblo perdido de la mano de Dios, se llama Montañana y es de cuento de hadas. Antes de llegar a este pueblo a primera vista inhabitado, pasamos por la famosa localidad de Aitona, en la provincia de Lérida. Y digo famosa, porque el nombre coincide con el de nuestra Masía, y alguna vez ha dado lugar a equivocaciones. Aún recuerdo aquella vez que me llamó una chica preguntando por la floración de los melocotones y yo le decía no, aquí almendros, melocotones ni uno… Entonces, investigué y entendí….

Aitona pueblo es conocido por los campos frutales que lo rodean. En el inicio de la primavera la floración de los árboles “colorea” de tal forma los campos de Aitona que mucha gente se desplaza hasta allí sólo para darse el gusto de verlos. No he tenido aún la ocasión de ver los melocotoneros y otros frutales en flor, pero me lo apunto en la lista de pendientes (cada vez más larga..). Un aperitivo:  https://www.youtube.com/watch?v=Pl2Xk2azHag

Cuando por fin llegamos a Montañana, primero paramos al borde del río, cerca de unos obreros que estaban trabajando en una casa. Dani se aventuró a cruzar el río con Tuca y Lola andando. Al cabo de unos minutos en los que pensé que se los había tragado la tierra, me llamó al móvil para decirme que se podía cruzar con el coche y que merecía la pena. Y sí, qué razón tenía, Montañana es de otro planeta. No había un alma, era como si hubiese pasado una cuadrilla de vaqueros o un escuadrón de soldados nazis y los vecinos se hubiesen escondido en los montes o en algún refugio. Con más de mil años de historia, es uno de los pueblos en los que mejor se conserva su esencia medieval. El silencio sólo se rompía con nuestras conversaciones y los maullidos de los gatos pelirrojos que poblaban sus calles. Debían ser todos de la misma familia porque cuando les dejé comida, se multiplicaron por infinito y era todos iguales o muy parecidos.

De su pasado medieval, Montañana conserva tres iglesias románicas, los restos de dos castillos y un puente de doble arcada que invita a cruzarlo y sumergirte en el “Laberinto del fauno” o en Alicia en el país de las maravillas. Si esto era el principio del descubrimiento de Huesca, la cosa pintaba bien, pero que muy bien… Según parece, sólo habita una persona durante todo el año. Por no tener, no tiene ni red telefónica, ni una casa hecha con cemento, todas son de piedra en seco. El pueblo quedó inhabitado en los años 80 y durante muchos años ha estado en estado ruinoso hasta que se acometieron las obras de restauración y recuperación.

Después de comernos los bocadillos al borde del río y a pleno sol invernal, Daniel subió hasta una iglesia en la cima, en honor a nuestra Señora de Baldós, con una portada románica magnífica: https://www.minube.com/rincon/iglesia-de-nuestra-senora-de-baldos-a745471 y yo, mientras,  me quedé en la zona del río rodeada de un montón de gatos. A la media hora, empezamos a escuchar truenos que se iban acercando. Yo me refugié en el coche y esperé a que bajaran antes de que el chaparrón les impidiese bajar por las calles empedradas y en pendiente. Menos mal que nos dio tiempo, la tormenta nos pilló ya en ruta, hacia nuestro siguiente destino. Yo creo que este pueblo mágico nos dejó escudriñarlo el tiempo justo y necesario, la tormenta era la señal. Ya habíamos roto su paz durante un buen rato, tocaba irse y dejarlo en silencio, atrapado en un tiempo pasado, en su propia intimidad.

Estábamos en la comarca de la Ribagorza y la lluvia nos acompañó hasta Roda de Isábena.
Otro pueblo medieval que figura en la lista de los más bonitos de España. En lo alto de un altozano, su centro histórico-medieval es una joya. Para empezar, alberga la que en su día fuera Catedral en honor a San Vicente y está considerada como la más antigua de Aragón y la más pequeña de España. De estilo románico-lombardo, empezó a construirse en el s. XI y el aspecto actual es más bien neoclásico, se nota que ha sufrido varias reconstrucciones. En su interior se conserva la cripta con los restos de San Román, en un sepulcro esculpido en el s.XII y unos murales de pintura románica del s. XII impresionantes. El claustro sencillo y de pequeño tamaño también merece la visita.

Menos mal que aparcamos a la entrada del pueblo y no nos metimos por sus estrechas calles. Después de ver cómo pasaba un jeep de un vecino rozando al milímetro las paredes, me acordé de las columnas que “se mueven en los garajes”. La lluvia nos dio tregua y nos dejó pasear sin mojarnos tanto, caía un “txirimiri” soportable para Tuca y Lola, poco amigas del agua cuando cae del cielo. En la misma plaza de la Catedral, justo en frente hay una hospedería, también del s. XI, cuyo comedor es el refectorio de la Catedral y al que se accede a través del claustro. Y en la plaza, además del Ayuntamiento medieval también destaca el Palacio del Prior del s.XVI.

Justo detrás de la plaza, cuando parece que se acaba el pueblo, a la derecha hay un pequeño jardín con unas vistas sobre la cuenca que rodea a Isábena y las cumbres pirenaicas nevadas que quitan el hipo. Los restos del molino de aceite, de piedra del s.XVII, también están en esa zona. El circuito es corto, Isábena solo cuenta con 20 habitantes fijos durante el año, pequeño sí, pero si viajas a Huesca ocupa el top de la lista. https://www.youtube.com/watch?v=j9r8VUwifo8

Sin salir de la misma comarca, la de Ribargoza, después de salir de Isábena, pusimos rumbo hacia la “muy antigua y muy noble villa de Graus”, cuyo significado viene de Gradus que viene del latín y quiere decir “paso estrecho entre dos montañas”. En definitiva, la capital administrativa de la comarca y dónde más gente habita. Lejos quedaba el sol que lucía en Montañana al mediodía, cuando llegamos a Graus, aparcamos en una avenida, en doble fila, para que Daniel saciara la falta de azúcar que le sobreviene justo a la hora de merendar. Los escaparates de las pastelerías locales ejercen un imán sobre él, tan potente, que puede quedarse ensimismado varios minutos (tampoco digo horas…). En Graus tocaba comprar una especie de pestiños, que por cierto estaban buenísimos y unos “pastissets” como los de nuestra “terreta” de adopción, rellenos de boniato y/o de cabello de ángel. Al mal tiempo, buena repostería, y a la lluvia pues un buen paragüas para visitar la plaza medieval de Graus. Tiene historia, raigambre como dicen los que hablan “engolado”. Es una plaza aporticada, medieval, con las fachadas de las casas pintadas en diferentes colores. Este recinto de forma pentagonal, es el centro comercial, dónde se celebran los mercados y las fiestas de Graus, entre las que destaca la “Mojiganga”. Son unas fiestas que se remontan al s. XVII y que consisten, básicamente, en un repaso satírico y en clave burlesca de lo que ha venido ocurriendo a lo largo del año en el pueblo. 
https://descubrehuesca.com/la-mojiganga-de-graus/

No tuvimos suerte con el tiempo, y no pudimos disfrutar como hubiésemos querido de un paseo tranquilo para poder apreciar las fachadas de las casonas señoriales que rodean la plaza. La del Ayuntamiento es un claro ejemplo del estilo renacentista aragonés. Destaca el ladrillo como material básico de su construcción, con una galería de arcos de medio punto coronada por un alero de madera. A continuación, varias casas solariegas como la Casa del Barón, que según la leyenda mandó decorar la fachada de su mansión para complacer a su mujer de origen andaluz. Se construyó sobre el antiguo palacio del vicario de San Victorián y fue también palacio del Justicia de la Ribagorza. La fachada florida de esta casa destaca sobre las demás. La Casa Heredia, actual sede de la Comarca de Ribargoza. En las pinturas aparecen reflejados diversos apartados de la Parábola del Hijo Pródigo, enmarcados entre columnas y representaciones de las estaciones del año. La Casa Bardaxí, es de estilo más sobrio, de estilo neoclásico, la Casa Capucho, es quizás la menos espectacular y por último, la Casa Loscertales tiene un querubín que sostiene uno de sus balcones. El conjunto de la plaza, desde luego que es espectacular, pero seguro que gana mil con un día soleado.

Al salir de Graus, nos llamó la atención un edificio a las afueras del pueblo, como metido en la roca de la montaña. Se trata de la Basílica de la Virgen de la Peña y se puede subir a ella desde el casco antiguo de Graus, desde las cercanías de la Plaza Mayor. Tiene una historia interesante, aquí la dejo: https://descubrehuesca.com/basilica-de-la-virgen-de-la-pena-en-graus/

Nuestro primer día en Huesca tocaba a su fin, después de Graus conduje hasta Monzón para ver su castillo. La localidad no nos pareció nada del otro mundo pero el castillo sí que merece la pena, por lo menos, verlo desde abajo y desde arriba, porque a su interior no llegamos a tiempo. De origen árabe (siglo X), el castillo perdió la bandera de la media luna en 1089 al conquistar Sancho Ramírez el lugar. Los templarios se instalaron en 1143 como consecuencia del testamento de Alfonso I el Batallador. El Temple agregó murallas, torres, caballerizas, refectorio y dormitorios. Como castillo-fortaleza, domina el cielo de Monzón. Subimos hasta la misma entrada pero una señora que estaba limpiando nos avisó que en cualquier momento cerraban. Tampoco era cuestión de pasar la noche entre fantasmas templarios….https://www.youtube.com/watch?v=V88RqoKuFXg

Monzón como pueblo, la verdad es que no nos sedujo a primera vista, y nos fuimos de allí sin ver su Concatedral, declarada como Bien de Interés Cultural. Las prisas que nos metió la señora de la limpieza del castillo fue la gota que colmó el vaso para irnos de allí “por patas”.

A Huesca capital llegamos ya casi a la hora de cenar. Enseguida encontramos el Hotel Pedro I, junto al parque Miguel Servet. Desde aquí recomiendo el hotel si se viaja con mascotas: https://www.hotelpedroidearagon.com/ (el único “pero” que le veo a este tipo de establecimientos es que admiten mascotas pero luego no pueden entrar en ninguna zona común, ni tampoco quedarse en la habitación…). Si admites mascotas, tendrás que facilitar las cosas ¿no?, en fin, así es como lo entiendo y lo asumo en mi negocio. “postureo canino, no gracias”.

Dejamos las maletas y enseguida salimos a pasear y a buscar alguna terraza para cenar. Frío polar hacía pero no teníamos alternativa. Me acordé del hotel de Castejón en el que sí que nos dejaron cenar con Tuca y Lola en la cafetería. Cuánto camino queda aún por recorrer….Atravesamos el parque y pregunté a una pareja ya talludita para que nos recomendaran. Tenían ganas de hablar. Nos acompañaron hasta la plaza Navarra, y desde allí nos indicaron que muy cerca estaba el “tubo” de Huesca con un montón de bares de tapeo con terrazas. También conocida como la “milla de oro”, (tienen coña estos maños), la calle peatonal del centro comercial de capital también tiene terrazas, pero más bien cafeterías. Nos recomendaron uno de los bares, el “Da Vinci” y acertamos de lleno. Riquísimo todo. Esa noche cenamos: unas bravas con una salsa “chupadedos”, lechezuelas y madejas de cordero, como probamos por primera vez en Cuenca. Buena calidad, y precio no barato pero tampoco excesivo. Tuca y Lola se portaron bastante bien, algún que otro ladrido cuando pasaba otro perro pero, bien… y como siempre, varios camareros se acercaron a saludarlas, especialmente uno, que se enamoró de Tuca. Si es que son…… ya, vale, lo sé, no siempre son tan buenas, y si no, que se lo pregunten al Abad de Montserrat.

Jueves 31: Huesca capital – Loarre – Ayerbe – Agüero-Riglos
La visita de Huesca-ciudad quedó a medias la noche previa. Después de cenar volvimos paseando tranquilamente por la calle Mayor y por el Parque pero teníamos que verlo todo con luz solar. Amanecimos con los móviles “ardiendo” con mensajes desde Pamplona, preguntando si nosotros también teníamos nieve en Huesca. Milagrosamente no, estábamos a pocos kilómetros de una borrasca de frío y nieve pero nos libramos durante casi toda la estancia en Huesca. Hacía frío sí, pero el sol lucía sin remilgos.

El Parque Miguel Servet es el “pulmón verde” de la capital oscense. En las guías se indica que hay que visitar “las pajaritas”, símbolo de la ciudad, y la casita de Blancanieves. Un parque muy cuidado y no muy grande, de tamaño suficiente para dar cobijo a varios jardines con tulipanes y lirios que estaban en plena ebullición, y a varios tipos de pajaritos que nos regalaron un concierto de primavera que ni el mismísimo Vivaldi. La figura que representa dos pajaritas blancas tiene su historia. Consta de dos grandes y blancas figuras de papiroflexia que se miran la una a la otra, y se asientan sobre unos cubos verdes. Ramón Ancín, su autor, fue un artista polifacético de Huesca, de tendencia anarco-sindicalista que murió fusilado. A su mujer también la mataron unos días más tarde, dejando dos niñas huérfanas de trece y once años.
https://www.huescalamagia.es/blog/un-simbolo-en-forma-de-pajarita/

Muy cerca, al otro lado del parque, se encuentra una biblioteca infantil en forma de casita de Blancanieves. No tiene pérdida, sus colores chillones la delatan. Curiosa, sin más. Volvíamos a hacer el mismo recorrido de la noche previa. Al salir del Parque, nos topamos con la plaza Navarra, dónde destacan, el Casino de color blanco de estilo modernista y la fuente de las Ninfas o de las Musas que se instaló en 1885 para celebrar la traída de aguas a la ciudad. A mí personalmente me gustó el Casino, me parece un edificio original y con un pasado republicano interesante.

Justo al salir de la plaza, ya entramos en el “cogollico” de Huesca en sus dos calles principales: la comercial, la calle Coso Alto y Coso bajo, con la pastelería “Osca” para los que les gusta probar las “delicatesen” locales, y los soportales de los Porches de Galicia. Buscamos una terraza dónde no soplara mucho el Cierzo helador, y por fin nos tomamos un café con un hojaldre que compró Dani en la famosa pastelería de la Calle Coso. Al camarero le pregunté por una tienda que sale en todas las guías turísticas, la tienda de ultramarinos más antigua de España y de Europa. Estábamos muy cerca de ella, y allí nos dirigimos después de desayunar. En la plaza Mayor (Plaza López Allué) se ubica en uno de los laterales, el Ultramarinos “La Confianza”. Desde 1871, la tienda es sencillamente un museo, tanto es así que en la puerta hay un cartelito que anuncia “no se permiten fotos sin ticket de compra”. Alucinante, entré y compré un cuarto de queso para poder disfrutar del ambiente y de la bodega que tienen en el subsuelo (un paseante que nos vio mirando el escaparate nos recomendó visitar la bodega). En estos casos, sobran las palabras escritas, en estos dos enlaces se puede ver la que para mí, es una de las tiendas más bonitas que he visto en mi vida: http://ultramarinoslaconfianza.com https://www.youtube.com/watch?v=bfGVng7uafg  (entrevista a la dueña, todo un personaje).

Nos faltaba por descubrir otra plaza emblemática de Huesca, la Plaza de la Catedral. En pocos minutos recorrimos las calles del centro más antiguo y “vaciado”, como ocurre en tantas ciudades, una pena.. Frente a una vivienda en obras, me quedé parada ante un graffity que decía mucha verdad: “más periodistas, menos guionistas”. En plena invasión de Rusia a Ucrania, con retransmisiones en directo de la miseria humana, a modo de serie de Netflix en “streaming”, cuando nos acostumbramos a ver bombardeos, en directo, por la tele como si fuese una película de acción, entonces sí que te das cuenta que el periodismo murió hace años. La realidad televisada supera la ficción. Y ahí, en un muro perdido de Huesca, me quedé quieta, pensativa durante un buen rato. Un graffity directo al corazón. Un corazón de periodista de formación y de corazón, de periodista frustrada a la que le queda el consuelo de escribir por puro placer, por el placer de contar historias como la que ahora mismo estoy escribiendo, sin buscar lectores, simplemente por el juego de buscar palabras, esas palabras que a veces acuden a raudales y otras, muchas, se hacen esperar…

Colosal la Catedral de Huesca, la recordaba de menor tamaño y esta vez la disfrutamos sin prisa, con calma, a pesar de que Tuca y Lola tiraban de nosotros sin apreciar lo más mínimo semejante monumento. La plaza en sí invita al paseo. De estilo gótico, con una impresionante portada, y un retablo excepcional en su Altar Mayor, esculpido en alabastro, no es el único edificio destacable en esta plaza. Justo en frente, se encuentra el edificio del Ayuntamiento, y  a su lado el Museo Diocesano. Todo el recinto es para degustarlo como una pastilla de chocolate, poco a poco.., (atención al mural que se ve al fondo de una calle aledaña desde la puerta del Ayuntamiento hacia la derecha, no deja indiferente).
https://www.barcelo.com/guia-turismo/es/espana/huesca/que-ver/catedral-de-huesca/

Cerca de la plaza de la Catedral, pasamos delante de la puerta de la casa donde vivió el autor de las pajaritas y su mujer, la misma casa donde se escondió de las tropas nacionales que más tarde les fusilarían. Una historia muy triste, en Huesca no se les olvida:
https://elobrero.es/cultura/54815-pajaritas-para-ramon-acin.html

Para comer decidimos salir de la ciudad y dirigirnos hacia Loarre. No era la primera vez, pero es tan grandioso el castillo que no dudamos en repetir. A 30 kms de la capital, el castillo románico mejor conservado del mundo es para mi gusto, uno de los más bellos y espectaculares del país. Soplaba el aire cuando llegamos, pero también hacia un día soleado que invitaba a disfrutar del bocata al aire libre. Unas mesas de pic-nic justo al lado del castillo, con las mejores vistas, nos estaban esperando. Ni Maxims, ni un 5 tenedores, bocata, cerveza y perras felices, disfrutando igual o más que nosotros. Nos sentimos como Ridley Scott rodando el “Reino de los cielos”. Había un grupo de adolescentes franceses visitando el castillo y no nos molestaron mucho, el silencio no fue absoluto pero casi. “Como si fuera un águila acechando a su presa” así lo definen en el periódico La Vanguardia, y la verdad es que su ubicación a más de 1000 metros de altura impone, es un “señor” castillo. Lo dicho, recomendable la visita 100%.
https://www.youtube.com/watch?v=l_AE2d_GZYI

De Loarre, del castillo, bajamos cruzando la carretera sinuosa hasta la Villa de Loarre, para seguir rumbo a Agüero. Antes pasamos por otro pueblo que nos llamó la atención: Ayerbe, conocido como la puerta de entrada de los Pirineos. Nos llamó la atención porque al cruzar por su avenida principal nos encontramos con la Torre del Reloj a un lado, y al otro el impresionante Palacio de los Marqueses de Urriés. Delante de la torre hay un busto de Santiago Ramón y Cajal, el Nobel de Medicina, que vivió en este pueblo. No paramos porque queríamos llegar a la zona de los Riglos pero sí que cruzamos la avenida lentamente, contemplando estos edificios como de pueblo italiano renacentista.

Agüero es el destino secreto del Reino de los Mallos. Y para los que como yo, hasta la fecha desconocían que son los mallos, resulta que son formaciones de roca rojiza que se formaron en el mismo periodo que los Pirineos, es decir, hace 65 millones de años. Estas paredes de roca monumentales son el paraíso de los escaladores, y al llegar a Agüero paré el coche en una especie de mirador para contemplar este pequeño pueblo debajo de las moles de roca rojiza. En este mirador vimos una placa de tamaño considerable en la que venían tallados los nombres de todos los escaladores que habían pasado a mejor vida en el intento. Un poco escalofriante. Los buitres y águilas que planeaban en lo alto nos dieron la bienvenida.

Un pequeño pueblo de apenas 100 habitantes. No había un alma por la calle, dimos un paseo en busca de un bar para tomar un café pero no había vida, por no haber no había ni moscas. Bonito sí, pero sórdido también. Después de recorrer las cuatro calles, nos acercamos al inicio de un recorrido circular de 4 kms para los que quieren rodear los mallos en vez de escalarlos. Guarda una curiosa historia este pueblo, en el año 1075 hubo una reina italiana, llamada Berta que recibió como dote diferentes pueblos entre los que se encontraban este de Agüero. Por lo tanto, se puede decir que reinó y por eso se conoce a esta zona como el reino de los Mallos. Antes de irnos, paramos también en una ermita románica “inacabada” que está a las afueras de Agüero. Es frecuente ver en iglesias diferentes estilos superpuestos pero que esté sin terminar y que a pesar de todo, por su belleza haya sido declarada como Monumento Nacional, es algo bastante raro, por no decir único. Los capiteles son hermosos, y en la portada destaca la Adoración de los Tres Reyes Magos. Todo un descubrimiento esta joya del románico.  Dejamos atrás Agüero y volvimos sobre nuestros pasos, para entrar en el pueblo más famoso del Reino de los Mallos, el de Riglos. Dice el periódico “le Monde” que este pueblo es uno de los 7 destinos más bellos del mundo. Bueno… tampoco hay que exagerar, sí que desde luego, nos volvieron a impresionar las rocas gigantes de color rojizo, un verdadero paraíso para los deportes de escalada y de riesgo. De hecho, por todas partes vimos anuncios de empresas dedicadas a ofrecer servicios de escalada, vía ferrata, rafting, barranquismo, etc.. todo ese tipo de deportes en los que no participaría jamás. Tomamos un café en un bar-albergue, y nos sirvió un señor majísimo, un encanto. Parece una tontería, pero el detalle de cada vez más bares y restaurantes de sacar un pozal de agua para las mascotas, se agradece mucho. Como suele ocurrir en nuestras rutas nacionales, volvimos a encontrarnos en Riglos a los mismos que habíamos visto por la mañana en Loarre. Eso sí, lo de viajar entre semana es un vicio, una costumbre que hemos ido adquiriendo  y que dudo mucho que dejemos de hacerlo. 

Después de callejear por Riglos, volvimos a Huesca capital, para pasar nuestra segunda noche. No llegamos a tiempo a la manifestación que estaba convocada contra la invasión rusa de Ucrania pero sí que después de un pequeño descanso, volvimos a cenar al Da Vinci. Siempre nos gusta probar cosas nuevas y locales, y probé suerte, pedí  “charitas”. Salió el cocinero a ver qué cosa rara estaba pidiendo, y me aclaró riéndose: se llama “Chiretas” y es una morcilla sin sangre, para ser exactos: la tripa limpia del cordero cortada, rellenada con arroz condimentado, pulmón y corazón de este animal, luego se cose y se hierve en caldo. Se puede comer a la brasa o rebozada. La probamos rebozada y me acordé al momento de que mi bisabuela materna hacía este embutido en casa. Me había enviado un mensaje desde dónde quiera que esté cuidando a su marido que era el amor de su vida…. Cuántas veces a sus 99 años rogaba a Dios que se la llevara para estar con él…
También comimos una ensalada de pimientos con ventresca y anchoas buenísima y unos calamares a la romana exquisitos. Insisto, cita ineludible en Huesca: el Da Vinci. Y gracias a la pareja que nos lo recomendó (hay que olvidarse de San Google, para comer bien preguntar a los locales, como toda la vida de Dios).

Viernes 1: Alquézar – Aínsa – Bielsa – Torla- Sabiñánigo
Y otro día de sol resplandeciente mientras en la vecina Pamplona seguía nevando. Nos despedimos del hotel y cogimos el coche en busca de alguna cafetería para desayunar. Y como suele pasar, cuanto más buscas menos encuentras. Acabamos en un tascuz en un barrio, digamos “singular”, en un bar de esos que la dueña se esmera en limpiarlo (digo ella porque el dueño normalmente se dedica a dar palique a los parroquianos, principalmente) pero que huele, apesta,  a ambientador industrial. En la vitrina, latas de mejillones y otros crustáceos sin abrir, con su paquete de cartón original a modo de “joyas culinarias”. Pedimos un café caliente para amortiguar el frío helador de la calle y sacamos nuestros bollos recién hechos de la panadería de al lado, tenían mejor aspecto que los fósiles de las vitrinas. Allí estaban, pasando las horas, unos personajes en bata de “watiné” solucionando el mundo, mientras en la tele hablaban del covid y de la guerra de Ucrania. ¿Cuántos garitos habrá en España de este tipo? y ¿cuántas horas tienen que pasar los dueños, sacando el polvo de las latas de mejillones para sacar un sueldo medianamente digno?  En fin, menos mal que después del café nos esperaba uno de los pueblos más bonitos de Huesca y del país: Alquézar.

En la famosa comarca vinícola de Somontano se encuentra este pueblo, a 660 metros de altitud y a unos 48 kms de distancia de la capital. Al salir de Huesca, vimos a la izquierda un castillo en lo alto de un cerro. No estaba señalizado y nos extrañó porque era de un tamaño considerable y para nada en estado ruinoso, todo lo contrario. Castillo de Montearagón, “cerrado temporalmente” indica en San Google y por eso quizás, al estar en obras, no había indicaciones en la carretera. Un Castillo-abadía construido por los cruzados entre los siglos X y XI, con muy buena pinta por lo que pudimos ver desde la carretera, habrá que esperar a que acaben las obras para visitarlo.

Y cuando llegamos a Alquézar a eso de las 10 de la mañana no había nadie, más que algunos trabajadores en los locales de restauración. Tuvimos dos horas para patear con tranquilidad, sin gente, disfrutando de muchos rincones de este precioso pueblo. Aparcamos a la entrada del pueblo, en un parking público municipal. Alquézar se descubre andando, en coche no. El nombre viene del árabe “Al-qasr”, que significa castillo, y se edificó para defender esta zona del norte, conocida como Barbitania que formaba parte  de una cora o distrito de la Marca Superior de Al-Andalus. Toda la villa medieval que se alza sobre el cañón del río Vero, está amurallada y en su cima destaca su majestuosa Colegiata de Santa María la Mayor. Sólo por entrar en su claustro  de forma irregular,merece la pena viajar hasta Alquézar. El guía es un chico del pueblo, que a pesar de tener sus capacidades mentales mermadas (¿políticamente correcto no?) te explica todo con detalle, el significado de los capiteles románicos, de los frescos en los murales (que son en su mayoría restaurados en el siglo XVIII, todo claro y bien explicado.  https://www.youtube.com/watch?v=vefEC-R-fkA

Hay varios miradores en este pueblo de cuento de hadas. Uno que nos impactó fue el que se encuentra antes de llegar a la Colegiata, el mirador que lleva el mismo nombre que el pueblo y que permite ver el cañón del Río Vero. Aunque para ver el cañón de verdad, lo mejor es recorrer la ruta de las pasarelas que rodea la villa medieval durante dos horas y que discurre junto al río. No pudimos hacerlo por falta de tiempo, pero seguro que merece la pena.

Al regresar, después de visitar la Colegiata, volvimos a perdernos por las calles del centro histórico, pasando por debajo de los típicos callizos (callejones cubiertos), por la Calle de los Dragones, una calle curiosa, con un pasaje y una casona cuyo balcón está apoyado en dos dragones, hasta alcanzar la antigua Plaza Mayor, que ahora se llama Plaza Rafael Ayerbe, flanqueada por arcos y soportales de las casas más antiguas de Alquézar y dedicada a un clérigo que, entre sus virtudes, tuvo la de inventar un nuevo injerto para los almendros.

Mires donde mires, Alquézar te embauca, es realmente un pueblo que merece la distinción de ser uno de los más bonitos de España. Cuidado, limpio, tranquilo, con una calma que supongo se rompería en pocas horas porque seguro que es uno de los lugares más visitados de Huesca. Al salir del parking, ya empezamos a ver coches de turistas que llegaban, habíamos hecho la parada justo en la mejor hora, antes de las 12. Nos esperaba otro pueblo de “postal”, Aínsa.

Al igual que en Teruel, en la provincia de Huesca  hay varios pueblos de la “lista de los más bonitos”. Pasamos de las tierras de Somontano a la comarca de Sobrarbe, más al norte, tocando ya casi con las manos las cumbres de los Pirineos. En el camino, por el lado derecho vimos el famoso Santuario de “Torreciudad”, la “meca espiritual” de la Órden del Opus dei. Ya estuvimos hace años por allí y la verdad es que no entraba en nuestros planes volver allí. Es todo un complejo de arquitectura reciente de los años 70, en ladrillo caravista y lo único destacable, desde el punto de vista arquitectónico es su ubicación, a orillas el río Cinca y del embalse de El Grado.

Aínsa es otra cosa, otra belleza como Alquézar. Para visitarlo, al llegar, no hay que quedarse en la parte baja, más comercial, sino subir hasta un gran parking abierto en la parte de arriba y dejarse llevar. Sus orígenes se remontan al año 724, cuando el rey García Ximénez, la reconquistó del dominio musulmán. Básicamente Aínsa destaca por la torre de su iglesia, el recinto amurallado del Castillo y por contar con una de las plazas más bonitas del país. De forma trapezoidal, aún conserva restos de la muralla. Su elemento más característico son sus porches laterales, con una sucesión de arcos ojivales y de medio punto, todos diferentes entre sí. Seguíamos disfrutando del sol, aunque soplaba un aire tan fuerte y frío que Tuca y Lola no se separaban de nuestras piernas en ningún momento. Antes de llegar a la plaza, en el patio de armas del castillo, de gran tamaño,  vimos una antigua “almadía” (en Navarra) que allí se conocen como “Nabatas” y que son balsas hechas con troncos de madera que servían para cargar troncos por los ríos, desde los bosques de las montañas donde se talaban hasta los puntos de carga o las serrerías. 

Ya en la plaza, nos sentamos para disfrutara con calma en una terraza al sol. Escuché hablar francés, se prodigan por estos lares, sólo tienen que cruzar alguno de los pasos fronterizos de los Pirineos. Y no sé si nos vieron cara de guiris pero la caña a casi 3 euros ¡oiga!. Y vamos, ni aceitunas, ni cacahuetes, a palo seco. La plaza de Aínsa merece la clavada. En este mismo lugar se celebra, cada dos años (años pares) en septiembre, la Morisma, una representación teatral en la que se narra el triunfo de las huestes del Rey García Ximénez sobre el poderoso ejército sarraceno, con la ayuda de la intercesión divina en forma de cruz. (La aparición de la Santa Cruz de fuego sobre un árbol, en plena batalla contra los musulmanes, como aparece en el escudo de Aragón, fue la señal que animó a las tropas aragonesas a reconquistar la ciudad). https://www.youtube.com/watch?v=CrPNvnVqq84

El edificio del Ayuntamiento de Aínsa, también en la plaza, como no podía ser de otra manera, guarda la misma estética medieval que el resto de los edificios. Muy bonito. Detrás, se alza la torre de la Iglesia románica de Santa María, considerada como uno de los mejores ejemplos del románico del Alto Aragón. No entramos, seguimos por la calle Mayor, más protegidos del aire polar que nos acompañó durante toda nuestra visita. Pequeño el centro de Aínsa, no se tarda mucho en recorrer. Pero desde luego que es una “joyita” a no perderse por nada en el mundo. Si alguien tiene la suerte de poder quedarse en este pueblo varios días, su ubicación es estratégica, entre los ríos Ara y Cinca, como campo de base, entre el Parque Nacional de Ordesa y Monte Perdido, el Parque Natural de los Cañones y la Sierra de Guara y el Parque Natural Posets-Maladeta. ¿Alguien da más?

Ya casi tocando Francia estábamos y nos acercamos después de dejar Aínsa hasta Bielsa. El tramo de carretera, entre Aínsa y Bielsa es espectacular, por desfiladeros que transcurren a orillas del río Cinca. A tan sólo 34 kms, llegamos a Bielsa embelesados por el paisaje. Lo que ocurrió después fue algo más decepcionante. Me imaginaba este pueblo tan bonito como lo previos, de montaña, en un entorno bucólico y la verdad es que nos defraudó. Es la puerta de entrada al Parque nacional de Ordesa- Monte Perdido por su lado Este. Es indudable que el entorno del Valle de Bielsa es fascinante, pero el pueblo en sí no tiene ningún encanto, aunque también es verdad que el casco urbano es relativamente nuevo,  ya que durante la Guerra Civil quedó literalmente destruido. Conserva un bonito edificio que alberga el Ayuntamiento renacentista del s.XVI y poco más. Eso sí, si se trata de caminar las opciones desde Bielsa son inabarcables para el común de los mortales: bajo el nombre de la Valle de Bielsa se esconden numerosos valles y grandes barrancos. Desde las cumbres “tres miles” como Monte Perdido o La Munia, hasta los ibones de aguas cristalinas, las grandes cascadas de agua y varios puertos de montaña que comunican con los valles vecinos de Francia.

No duramos mucho tiempo en Bielsa, la amenaza de la nieve ya estaba ahí, empezamos a ver los primero copos mientras nos comíamos el bocata y a mí me entró una angustia repentina. La temida nieve que llevaba dos días acechando desde Pamplona, ya estaba siguiendo nuestros pasos. Tampoco nos dio mucha pena dejar Bielsa, la verdad. Los pequeños copos de nieve fueron desapareciendo a medida que nos alejábamos de Bielsa hacia nuestro siguiente destino: Torla. Al otro lado del Parque natural de Ordesa, pero sin poder cruzarlo de lado a lado, tuvimos que volver a Aínsa y desde allí seguir por una carretera preciosa, bordeando el Parque.

Torla, también en un alto, es la entrada natural al Parque de Ordesa-Monte Perdido. Desde allí sale la ruta de senderismo más conocida, la que conduce a la famosa “Cola de caballo”. Cuando llegamos a media tarde a Torla, el cielo era una masa gris y la temida nieve empezó a caer de nuevo. Aparqué el coche para dar una vuelta y ver por lo menos el pueblo, antes de que se pusiera la cosa chunga. Su nombre se atribuye a una derivación de «Torre», en referencia a la torre defensiva que existió para defensa del valle frente a las incursiones desde territorio francés. Esta fortaleza se supone construida donde hoy se encuentra la hermosa iglesia románica, sobre una gran roca que domina el valle y que la carretera actual atraviesa en túnel justo por debajo de la iglesia. Torla vive de la ganadería y del turismo, sobre todo. Restaurantes, hoteles, bares, cafeterías, y desde el centro de visitantes del Parque (el segundo más antiguo después del de Picos de Europa), para los más vagos, o los que no se sientan preparados para caminar muchos kilómetros, salen a diario los taxis 4×4, con paradas en los 5 miradores más relevantes. La senda de los cazadores desde la famosa pradera, es la que lleva a la gran cascada de “Cola de Caballo”. Según me informo son 16,5 kms entre la ida y la vuelta, unas cinco horas, sin paradas y con 520 metros de desnivel. (creo que la próxima vez que estemos por la zona con más tiempo, optaremos por la versión vaga… peinamos muchas canas ya…https://www.youtube.com/watch?v=gf9OfUhF4mA

Le tengo pavor a conducir con hielo o nieve, y sobre todo en montaña. No se me ha quitado el susto de cuando descarrilé mi Fiat punto yendo a trabajar a Irurtzun, ¡una y no más Santo Tomás!. Pusimos pies en polvorosa y desde Torla a Sabiñánigo, donde hacíamos noche, no tardamos ni una hora. Bueno, bueno, bueno….. y ¿qué nos encontramos allí? Pues un lugar de película de Norman Bates… sí el de “Psicosis”. Estuve buscando un hotel que admitiese mascotas por la zona y la verdad es que no fue fácil. Encontré este hotel regentado por padre e hijo, a las afueras de Sabiñánigo. Una casita de piedra que aparentemente estaba bien pero cuando cruzamos el umbral, espantando a más de un gato la cosa empezó a girarse. Apareció Daniel, el hijo, un chico muy majo pero con unos manchones  en su sudadera negra que me produjeron sudores fríos. Todo muy setentero, todo en el límite de lo higiénico y aseado. Defecto profesional lo sé, pero como ahora estoy en este mundo pues me fijo mucho más en los detalles. Gráficamente y resumiendo, desde el momento de la entrada hasta la salida al día siguiente, estuve en un estado de alerta sanitaria. Descansamos un poco antes de salir a cenar. Queríamos cenar en Sabiñánigo pero cuando llegamos, tardamos cero coma en salir de allí. Lo siento por David, mi ex compañero de trabajo, pero tengo que decir que hacía tiempo que no veíamos un lugar tan poco reseñable, feo, nos pareció un pueblo para olvidar, lo siento pero no puedo decir otra cosa. Sí que merece la pena desplazarse a 10 kms para ver la aldea de Lárrede con su iglesia en honor a San Pedro, que forma parte de la ruta de las Iglesias de Serrablo. Una ruta que discurre por diferentes pueblos del Valle de Tena con iglesias de características similares y que aparentemente son románicas pero se discute si su origen no es más bien mozárabe. El pueblecito, aldea de Lárrede es todo de piedra y gira en torno a la Iglesia de San Pedro de la que destaca su torre. Lugar recomendable, aunque sólo sea para recordar Sabiñánigo de otra manera. https://www.turismodearagon.com/ficha/ruta-iglesias-serrablo/

Se nos echó la noche y empezó a nevar, menos mal que al final no fuimos a cenar a Biescas como habíamos planeado. Los 10 kilómetros de regreso a nuestro “hotel dulce hotel”, de noche y con nieve, se me hicieron eternos. No tuvimos otra opción que cenar en el comedor tenebroso y con cierto olor a rancio del hotel. Padre e hijo la verdad es que se lo curran en cuanto a trato amable y simpatía. Nos contaron muchas historias de Sabiñánigo, de sus experiencias con clientes, del entorno. El padre de raíces andaluzas vino de joven a los pirineos y ya no volvió a su Granada natal. Nos transmitió su “enganche físico y mental” a esas cumbres, pasión total.

Seguía nevando cuando fuimos a dormir, Tuca y Lola literalmente “sopas” en la habitación (menos mal que se pudieron quedar solas, si no, lo hubiésemos tenido malamente para cenar). No miré mucho las sábanas, ojos que no ven….

Sábado 2: Canfranc – Jaca – San Juan de la Peña – Santa Cruz de Laseros
Me costó dormirme pensando en que nos quedábamos sitiados por la nieve en ese “Shangrilá” hotelero. En cuanto abrí la ventana para ver cómo estaba el panorama me alegré, no había cuajado mucho y ya había parado. Sol reluciente a pesar del frío. Desayunamos en el mismo comedor que seguía oliendo a no sé qué… mientras el padre nos seguía contando sus hazañas de escalador y senderista por el Parque natural de Ordesa.

Yo tenía una idea clavada en mi cabeza, visitar la estación de trenes de Canfranc y cumplir un sueño. Tardamos media hora en llegar al pueblo de Canfranc, cubierto de nieve. ¡Ay, qué peligro tiene la imaginación desbordada!. Después de leer libros, de ver documentales sobre esta estación y su historia, me había hecho tal película en mi cabeza que me la imaginaba solitaria, en mitad de un bosque y, cuando la ví, encajonada entre las montañas y la casas del pueblo, fue como cuando se te cae un mito, como cuando te imaginas a George Clooney con voz grave y tiene la voz de pito.. El edificio es impresionante y su historia más aún. No pude esquivar los carteles de las obras que están haciendo al hacer las fotos pero conseguí hacer alguna donde no saliese ningún rastro del proyecto de hotel 5 estrellas que están acometiendo desde hace años. Dejo aquí un documental que me pareció muy interesante sobre esta estación, la “dama olvidada”: https://www.youtube.com/watch?v=zbLojQZFInc. Y para los que quieran y puedan disfrutar del hotel de lujo, que abrirá sus puertas a finales de 2022, un aperitivo de lo que se viene… Igual hasta se me pasa el bajón, si algún día reservo, quién sabe:
https://viajes.nationalgeographic.com.es/lifestyle/asi-sera-hotel-lujo-que-resucitara-estacion-canfranc_17735

Los copos de nieve se hacían densos y más grandes por momentos. Dimos un breve paseo con Tuca y Lola (a Tuca le encanta la nieve), y salimos de Canfranc escopeteados. Ya cumplí  un sueño y volvería sin duda con más tiempo y sin nieve. Fue salir de Canfranc y desaparecer la nieve. Cuando llegamos a Jaca, ni rastro del mal tiempo, todo lo contrario, un solazo invernal que nos acompañó durante las dos largas horas que pasamos en esta ciudad ya conocida.

Jaca, la capital de la comarca de Jacetania y antigua primera capital de Aragón. Monumental, señorial, burguesa, verde, totalmente diferente a Sabiñánigo. Aparcamos el coche cerca de la ciudadela, muy parecida a la de Pamplona pero de menor tamaño. Todos los perros de Jaca estaban por allí, paseando sobre el césped. Tuca y Lola hicieron lo propio, pero bien atadas, no podían ir sueltas como acostumbran en el campo. La ciudadela fue conocida hasta el s. XIX como el Castillo de San Pedro. Mandada edificar por Felipe II, se construyó como fortaleza defensiva contra Francia. Durante la Guerra de la Independencia fue ocupada por los franceses, de 1809 a 1814, cuando fue recuperada por el militar liberal, Francisco Espoz y Mina. Más tarde, durante la Guerra Civil, la planta baja fue utilizada como campo de concentración de prisioneros republicanos. Hoy en día, uno de los cuarteles, alberga el Museo de miniaturas militares. Es uno de los sitios más bonitos de Jaca, y al igual que en Pamplona, en sus fosos viven  familias de ciervos. Para familias y colegios, se celebra una actividad que se llama “Ecociudadela”, que Incluye la proyección de un vídeo sobre la vida de Manolo -que fue durante años el macho alfa de la manada que vivió en el foso de la Ciudadela de Jaca desde 1974.

Desde allí, cruzamos una avenida y nos adentramos en el centro histórico de Jaca, para deleitarnos con su magnífica Catedral (que por cierto, es de las pocas en las que no se paga entrada). Está encajonada entre las calles del centro, pero destaca por su antigüedad y belleza. Nada menos que del s.XI, un ejemplo de templo románico muy bien restaurado y conservado. https://www.youtube.com/watch?v=-cPwzU7EaDk

El ambientico, como dirían los maños y los navarricos, a esas horas del día, por el centro de Jaca invitaba al vermut. No era fácil encontrar sitio en una de las terrazas al aire libre que rodean la plaza porticada de la Catedral. Daniel empezó a segregar saliva de sus papilas frente al escaparate de la “pastelería” más emblemática de Jaca,  “Echeto” se llama. Se quedó fuera con Tuca y Lola que no dejaban de ladrar a cualquier “hermano” que se acercase. ¡Unas rancias!. Yo mientras cargué mi nariz de olores a hojaldre casero, a chocolate fundido, a frutas confitadas…… Esta pastelería es de visita obligada, da igual que estés a dieta draconiana, el local en sí es un viaje al país de las maravillas. Y bueno,  por verle la cara al laminero, abriendo el paquete del hojaldre recién comprado, pagaría yo hasta cien maravedíes.

Imposible encontrar mesa al aire libre, hacía un sol espléndido a pesar del frío y no tuvimos más remedio que seguir paseando por las calles del centro, viendo los escaparates divinos de una ciudad que olía a “perretes” como dicen en nuestra tierra de adopción. Uno de los escaparates me llamó la atención, con un cartel gigante de la Tuca, la estación de esquí de Candanchú de la que cogí el nombre para nuestra Tuca particular. Después de años de frustrantes intentos de esquiar en Candanchú (porque mi madre se empeñaba en que así lo hiciera y yo tenía más miedo que un nublao) me dije que algún día dominaría la Tuca, si no esquiando, domando a la fiera. Resultado: sigo sin esquiar y sin domar a la rancia de mi Tuca.

Hojaldre en mano, dejamos Jaca sin vermutear como Dios manda. El dueño del “hotel, dulce hotel” nos había aconsejado llegar al Monasterio de San Juan de la Peña, nuestro siguiente objetivo, pasando por un pueblo que yo no tenía “fichado” y que nos sorprendió muy gratamente: Santa Cruz de la Serós. A medio camino entre Jaca y el Monasterio incrustado en la roca gigante, este pueblo, una auténtica joya,  alberga dos joyas románicas, la Iglesia de Santa María que en su día fue monasterio femenino, y que tuvo entre sus ilustres moradoras a las hijas del Rey Ramiro I y, la ermita de San Pancrasio que está, a la entrada del pueblo y es sencillamente una de los templos románicos más bonitos que yo haya visto hasta la fecha.

Cruzamos el pueblo sin parar, ya que nos gustó tanto que decidimos ir al Monasterio y ver el pueblo con más calma a la vuelta. Nada más salir de Santa Cruz, empieza a subir un puerto de montaña que te lleva a hasta el Monasterio de San Juan de la Peña (el antiguo y original), luego hay otro Monasterio más grande, y reciente al otro lado de la montaña. Conduje con tranquilidad porque había nieve en los arcenes del camino estrecho y zonas sombrías y heladas. Se tarda unos 6 kms que se me hicieron eternos debido a mi pavor a conducir con pavimento deslizante (mi trauma de niñez con el esquí, gracias mamá). Cuando por fin llegamos, al bajar del coche hacía tanto, tanto frío que el aire congelaba los mocos. Tuca y Lola se quedaron en el coche, nosotros nos acercamos y vimos la magnitud de una obra arquitectónica sin precedentes, literalmente embutido el monasterio dentro de la gran roca. Dejo este enlace porque es muy explicativo y muestras unas imágenes muy originales:
https://www.huescalamagia.es/blog/las-fotos-nunca-vistas-de-san-juan-de-la-pena-historia-y-leyenda-conjuro-de-piedra/

Considerado por la tradición como la cuna del Reino de Aragón, fue parada habitual del Camino de Santiago y lugar de leyendas, y entre ellas destaca la que vincula este lugar con el Santo Grial. En su interior destacan la iglesia prerrománica, las pinturas de San Cosme y San Damián, del siglo XII, el denominado Panteón de Nobles, la iglesia superior, consagrada en 1094, y la capilla gótica de San Victorián, pero sobre todo sobresale el magnífico claustro románico, obra de dos talleres diferentes. Una joya de nuestro patrimonio arquitectónico, la cuna del Reino de Aragón, una proeza que cuesta imaginar cómo consiguieron edificar el monasterio a estas alturas, y en esta ubicación, ¡increíble!. Sobran las palabras: https://www.youtube.com/watch?v=FJ3UuXQZbuw

El frío polar pudo con nosotros, no nos quedamos mucho tiempo, el suficiente para ver con nuestros propios ojos cómo de extraordinario es este Monasterio. Al bajar otra vez el puerto, paré antes en un mirador para ver las vistas espectaculares sobre los Pirineos oscenses. ¡Impresionantes!!!. Cuando por fin llegamos a tierra firme, respiré tranquila, las curvas de la carretera estrecha y deslizante se habían acabado. Como homenaje y colofón de nuestra ruta por Huesca, decidimos comer en el pueblo de Santa Cruz de la Serós, punto de partida del ascenso hacia la ermita. Sin tenerlo “fichado” este pueblo nos pareció uno de los más bonitos de todos los que habíamos visitado. Su nombre, “de la Serós”, hace mención a las religiosas (sorores o serols) que establecieron allí su monasterio benedictino hasta finales del siglo XVI, momento en que se trasladó a Jaca. Lo único que queda del mismo es la magnífica Iglesia de Santa María, joya del románico aragonés. A la entrada del pueblo encontramos también la iglesia de San Caprasio del siglo XI, antigua parroquia y uno de los escasos ejemplos de románico lombardo de la Jacetania y de los más interesantes que podemos encontrar en el Pirineo. Para comer y despedirnos de Huesca, elegimos un  hotel-restaurante que se llama el Hostal, con una terraza al aire libre, con vistas a la iglesia de Santa María, en la que pudimos comer con Tuca y Lola, entre otras cosas ricas, unas migas del pastor buenísimas y un jarrete de cordero que quitaba el hipo. Buenísimo todo, y por supuesto regado con vino Somontano, ¡faltaría plus!

Y así acabó nuestra ruta por Huesca, brindando y planeando ya el siguiente viaje.. ¿pistas?

Sólo diré ¡Oh lá lá!……

Un comentario en “Próxima estación: Huesca

  1. Un gustazo, como siempre. Pero nada de venirse abajo por el mensaje de una pintada o la nieve del invierno, porque está claro que predominó el cielo azul y otra vez nos dejas un recorrido que vale la pena tener en cuenta, sobre todo a quienes tanteamos acercarnos pronto a Huesca. Mientras tanto esperaremos el siguiente mondo lirondo. Muchas gracias.

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