Tacones cercanos


Tacones cercanos
Apulia – Salento

Del 17 al 22 de Mayo 2023.
Italia, siempre Italia, norte, sur, del adriático al Mediterráneo. Siempre capaz de lo mejor y de casi lo peor…Teníamos ganas de descubrir lo que esconde la Italia más sureña, pero como todo en esta vida, mejor a sorbos, empezamos por el tacón, y lo del “empeine y la punta” lo dejamos para más adelante. Calabria merece otro diario viajero. Apulia está de moda  y teníamos muchas cosas por ver pero, una vez allí, no podíamos dejar de visitar el Sur de Apulia, la zona de Salento, cruzar a la provincia de Basilicata para visitar el pueblo más antiguo de Italia, y  alcanzar la mismísima punta del tacón. Un viaje de contrastes, como decía al principio, Italia capaz de lo mejor y de lo peor. Pero piano, piano…tutto a su debido tiempo…

Miércoles 17: llegada a Bari
Ya no se equivocan los pronósticos del tiempo, y sí, un cielo gris plomizo que amenazaba lluvia nos recibió en el aeropuerto de Bari, después de haber sobrevolado kilómetros de campos de olivos. Tuve dudas, desde el cielo parecían arbustos gigantes, y  a medida que nos fuimos acercando ya entendí que eran olivos sin podar, los dejan crecer asilvestrados, curioso… nada que ver con los campos de Jaén, con sus hileras rectilíneas de olivos de hoja plateada y olor a tortilla de patatas recién hecha. Irreverentes los olivos de Apulia, toda una declaración de intenciones.

No es muy grande el aeropuerto Karol Wojtila de Bari, enseguida encontramos la oficina del “autonoleggio” para adueñarnos por unos días de un, como no podía ser de otra manera, Fiat panda mondo y lirondo. Y sí, lo confieso, que se quiten los Maserattis y Ferraris, yo con un panda soy la mujer más feliz del mundo, debe ser genético, a mi madre no le des otro coche. (Mamá, ten cuidado que tu yerno te lo quita). Teníamos dos opciones, visitar Bari antes de que llegara el diluvio ó ir directamente al B&B que habíamos reservado. Optamos por comer algo en Bari pasadas ya las dos de la tarde. Tarea difícil, ningún restaurante abierto a esas horas, tuvimos que rendirnos ante la M amarilla y comernos un Mac menú en un comedor a tope de gente. Empezaba a llover un poco y nos cobijamos en la terraza, debajo de un toldo y alejados de la marabunta. Lo mejor vino después, el primer gelatto riquísimo de cerezas, pistachos y yogurt…. Aún me salivan las glándulas…. mmmmm ¡espectacular y baratísimo!, tres euros una tarrina grande de tres sabores. Con el helado compartido ya estábamos dispuestos a patear el centro de Bari, pese al viento, la lluvia y lo que cayera del cielo.

Justo en frente del Mac Donald´s, se encuentra la oficina de turismo de Bari, entre la entrada a la Bari Vecchia y el famoso Teatro Petruzzelli, uno de los más bellos teatros de ópera de Italia y el cuarto en cuanto a capacidad. https://www.fondazionepetruzzelli.it/il-teatro/. Todo el centro histórico de Bari se encuentra junto al mar, aunque para disfrutar de un día de playa hay que trasladarse a las afueras, hasta el Lido San Francesco o a localidades costeras como Molfetta. Antes de meternos por las calles estrechas de la Vieja Bari, dimos un breve paseo por la Piazza Ferrarese (Plaza de Armas), que debe su nombre a Stefano Fabri, un hombre de negocios de Ferrara (preciosa ciudad cercana a Bolonia), dueño de un gran número de inmuebles ubicados en la misma plaza. Está delimitada a la derecha por un palacio que antiguamente fue lonja de pescado y por la izquierda, por una Sala de exposiciones que se llama Murat.

Otra de las plazas simbólicas es la Piazza Mercantile, más pequeña pero muy bonita, con mucho encanto. Optamos por cruzarla para entrar de lleno en la ciudad vieja de Bari. Es como entrar en el túnel del tiempo, con muchas reminiscencias orientales, me recordó mucho a las calles que rodean el Gran Bazar de Estambul. Bueno, de hecho Bari en la Edad Media fue dominada por los sarracenos y se convirtió en un pequeño Estado musulmán independiente. Muros de piedra blanca, calles adoquinadas, ropa tendida en los balcones, mini tiendas de comida y alguna que otra vecina en el bajo de su vivienda, cocinando y vendiendo las famosas “orecchiette” (pequeñas conchitas de pasta elaborada con sémola de trigo) en saquitos de plástico. De la cocina de la Mamma al plato. Uno de los platos “pugliese” más típico es este: “orecchiete con cime di rapa”, o lo que es lo mismo, estas conchitas con grelos o con brócoli: https://cookpad.com/es/recetas/15585947-orecchiette-con-cime-di-rapa-italia.

Nos dejamos llevar y nos perdimos por el laberinto de calles estrechas hasta que nos dimos de bruces con la Catedral de San Sabino, justo en el momento en el que empezó a llover con fuerza. El dueño de un bar gritaba a los que osaban resguardarse del agua bajo el toldo de su terraza. Ni se nos ocurrió, nos metimos directamente al templo, allí por lo menos no gritaba nadie. Fue construida entre los siglos XII y XIII sobre los restos de un templo anterior, una antigua catedral de estilo bizantino del siglo XI. Muy sencilla, austera, está considerada como uno de los mejores ejemplos del románico en la región de Apulia.

El otro templo a no perderse, muy parecido a la catedral, del mismo estilo, es la Basílica en honor a San Nicolás, uno de los edificios religiosos más relevantes de Italia, también de piedra calcárea blanca. Lugar de peregrinación de cristianos y ortodoxos de Europa Oriental, al Santo por su legendario hábito de hacer regalos en secreto dio origen al mitológico Santa Claus. Dejo un enlace sobre el famosísimo Santo al que le dedican más de dos mil iglesias repartidas por el mundo: https://es.wikipedia.org/wiki/Nicol%C3%A1s_de_Bari

No podíamos quedarnos eternamente en los templos al resguardo de la lluvia. Tuvimos que echarle valor y volver poco a poco al punto de partida. Caía el diluvio pero aún así,  nos acercamos antes de dar por terminada la visita de Bari, al castillo Suevo-normando que destaca entre el astillero y la Catedral. Encargado por el emperador Federico II en el siglo XIII sobre lo que quedaba de una fortificación normanda, fue transformado varias veces hasta que, en su apogeo, se convirtió en la sede de una corte renacentista regida por dos mujeres, madre e hija: Isabel de Aragón y Bona Sforza, reina de Polonia. Tuvo su época de decadencia en la época de los Borbones, pero ha sido restaurado y actualmente alberga un museo.

Empapados, chorreando llegamos al fiat panda a pesar de que se me ocurrió traer un paraguas plegable en Ryanair, desafiando sus estrictas y ridículas normas. (Aunque creo que se han relajado un poco, ya no dan tanto el coñazo a la hora de embarcar). La ropa tardó un par de días en secarse, no nos cogimos un trancazo de milagro. ¡Gracias Santa Claus!

Dejamos el paseo litoral para otro día, no estaba el horno para bollos y menos para pasear por el Lungomare di Bari. (el paseo de varios kilómetros por toda la orilla de la ciudad merece la pena hacerlo en seco). Y nos quedaba el trayecto hacia el Bed and Breakfast en la zona del aeropuerto, a unos 7 kms del centro. ¡Una odisea! Los parabrisas del Panda no daban a basto y hacían un ruido infernal, los charcos eran mares, los socavones de las carreteras (esto merece un largo y extenso parlamento) nos engullían por momentos….Cuando por fin llegamos a nuestro destino la sorpresa final del día tenía forma de anfitrión hotelero sacado de una película de Benny Hill. Señor jubilado, calvo y con bigote generoso nos recibió con aspavientos y gesticulando como el prototipo de italiano exagerado a la enésima potencia. Una casa años 70, en zona residencial a tan solo 300 metros de la playa, y cerca de un pueblo muy bonito costero llamado Santo Spirito. El Señor nos enseñó nuestra habitación y la zona común dónde servían el desayuno. Todo muy limpio, muy ordenadito, y muy acorde con la personalidad pseudo neurótica del personaje. Pusimos la ropa a secar y nos fuimos a cenar a la playa, un pic-nic playero con lo que habíamos comprado en el súper. No tardamos mucho en cenar, había humedad en el ambiente y a pesar de que el paisaje era tranquilo y bastante agradable, el cansancio empezó a hacer mella y empezó a caer algo de lluvia otra vez. ¿Sur de Italia seco y caluroso? Será en Calabria porque en el tacón, paisaje verde y lluvia en pleno mes de mayo.

Jueves 18:  Polignano a Mare – Monopoli – Noci –  Alberobello- Locorotondo-Martina Franca-Ostuni
La lluvia no nos despertó, el cielo de nubes y claros presagiaba un día perfecto para el turisteo, ni frío ni calor, ni lluvia, ni viento, un tiempo magnífico para viajar. Nos despedimos del matrimonio hasta el domingo, ya que había reservado 2 noches más allí para estar cerca del aeropuerto y regresar a Valencia sin agobios. Teníamos que volver a Bari y recorrer su paseo marítimo, el famoso Lungomare. La primera parada de la ruta del día nos regaló uno de los pueblos más bonitos de Apulia: Polignano a Mare. Nos tocó aparcar cerca de la estación de trenes, a unos 10 minutos andando del centro del pueblo. Es muy turístico este pueblo, creo que es el más fotografiado de Apulia. Para entrar en el éxtasis hay que cruzar el Arco Marchesale, la entrada principal al casco histórico de Polignano. Dejarse llevar una vez más y perderse por las calles que protegen el tesoro. Y de repente….!la madre de todas las calas!!!. Creo que esta cala con su playa “Lama Monachile” al borde del mar Adriático, no tiene rival en ningún otro lugar, es simplemente alucinante. No sé cuántas fotos y vídeos hice, nos quedamos un buen rato extasiados desde uno de los miradores principales.

Para rizar el rizo, un voz melodiosa cantaba los éxitos italianos de tutta la vita, con su guitarra, y una voz susurrante en un rincón, mientras los turistas nos quedábamos extasiados en el mirador. Aguas transparentes, un mar azul con todas las tonalidades imaginables. Algún osado se estaba bañando mientras se acercaba hasta la cala un barco turístico. No es fácil alejarse del mirador, nos costó un buen rato seguir descubriendo el pueblo enrocado. La misma piedra blanca que vimos en Bari, nos deslumbraba a medida que íbamos paseando por las calles del centro histórico. Había gente pero no tanta como para agobiarse (no me quiero imaginar cómo estará en julio o agosto). Al llegar por la carretera desde Bari, vi una estatua a la entrada, en una explanada- No quería irme de Polignano sin saber a quién estaba dedicada. Nos acercamos, cruzando el puente que une los dos acantilados y llegamos a una plaza que miraba al mar también. En el centro la figura de un hombre con los brazos abiertos. Me acerqué y no había una placa que dijera quién es- Pregunté a una pareja que me pidió hacerles una foto y el hombre, italiano se puso a cantar “Volare, cantare ohhhhh”, ¡es Domenico Modugno exclamó! https://www.youtube.com/watch?v=KicNoUtrEuE. No podía haber nacido en otro lugar, frente al mar del color azul de su famosa canción. Cuenta la historia que de niño, por unas monedas cantaba, hacía acrobacias o se arrojaba al mar desde gran altura. Volaba el niño y voló el hombre hasta lo más alto.

Misión cumplida, ya nos podíamos ir de Polignano con la curiosidad saciada. El siguiente destino, también nos encantó. Aunque tiene nombre de juego, “Monopoli”, es otro lugar a no perderse en Apulia. Aparcamos cerca del puerto pesquero y cuando iba a pagar en el parquímetro, una chica nos dijo que no hacía falta, que ese día (aún no sé por qué) el parking era gratis. Caminando, fuimos rodeando el puerto nuevo y el antiguo hasta llegar al paseo que da al mar. El puerto antiguo tiene mucho encanto. Las barquitas de colores azul y rojo contrastan con el blanco de la piedra de las paredes de los edificios colindantes.(esos muros con detalles venecianos anteceden a los muros del Castillo de Carlos V, ubicado en un promontorio llamado Punta Penna, frente al mar y adjunto al puerto antiguo).

Un paseo inolvidable, lo que más me gustó de Monopoli. No hay acantilados como en Polignano pero sí que todo el pueblo vive volcado al mar. Pasamos delante de una cofradía de pescadores y allí estaban cuatro de ellos fumando y charlando al sol, en la puerta del local.

Un hotelito frente al mar me llamó la atención, era un B&B como el nuestro y me gustó mucho la sencillez de la fachada, la terracita y por supuesto, las vistas en primer línea al mar azul. También vimos otra estampa memorable, un novio y sus padres llegaban ataviados en un Fiat panda negro a una iglesia frente al mar. Nada de coches ampulosos, nada del Audi del suegro, o del tío Ambrosio para lucirlo en la boda, ese novio llegando  panda me enamoró. Un jueves casándose, era un poco raro, pero igual era un festivo local y por eso tampoco cobraban el parking. A la novia no la vimos, seguro que tampoco llegó en un Mercedes, seguro que en otro Fiat … era una boda italiana felliniana. Nos cruzamos con varias instagramers haciéndose selfies desde todos los ángulos, mientras los novios o parejas sostenían pacientemente el bolsito o la chaqueta. ¡Que dura la vida de una profesional de las influencias”.

En Monopoli, merece la pena, como siempre, perderse sin tener un rumbo fijo. No había tantos turistas como en Polignano pero sí que había muchos italianos dándose los primeros baños de la temporada en una playa muy pequeña que se encuentra justo antes de llegar a la Catedral barroca consagrada a la Virgen María, con el título de Madonna della María. Destaca la torre campanario también de estilo barroco, impresiona la altura. Mientras echaba la vista al cielo para intentar sacar la foto de la torre entera, una señora mayor se acercó a mi vera para pedirme que le hiciese una foto delante de una fachada de una casa llena de macetas con flores. Muy oportuna la señora… claro que no pude decirle que en esos momentos precisamente estaba ocupada. Lo sé, soy una sentimental, y cuando veo a alguien que viaja solo/a y tiene que pedir que le hagan una foto pues me enternece, qué le voy a hacer…

Antes de volver sobre nuestros pasos, y después de conseguir por fin hacer la foto de la bendita torre, nos entró la curiosidad y entramos en el hall de entrada de un palacio que tenía un patio enteramente cubierto de hiedras. No era el famoso Palazzo Palmieri, ni el de Martinelli, también ubicados en Monopoli, sino un B&B de lujo. (no me apunté el nombre y no lo encuentro en internet, hay tantos que es imposible reconocerlo). Una pena no acordarme del nombre porque sólo viendo la entrada tan espectacular, el interior tenía que ser increíble.

Muy bonito Monopoli, nos gustó mucho. Ya empezaba a castigar el sol, mientras en el norte, en Bolonia, en la región de Emilia Romagna estaban sufriendo las peores inundaciones de las últimas décadas. Volvimos al parking y seguimos ruta hacia el interior, nos alejábamos de la costa. Llegamos a Noci, persiguiendo una quimera. Por error incluí Apulia como pueblo en la ruta, y cuando llegamos a Noci nos dimos cuenta de que ningún pueblo de la zona llevaba el nombre de la región. Un error absurdo e inexplicable. Noci está en un alto, subimos en coche hasta la cima y aparcamos muy cerca de la plaza principal. Ya era la hora de comer y no había un alma por la calle. El pueblo de Noci es un pueblo de calles blancas y tranquilas. Buscamos un lugar para comer y siguiendo la Biblia de Google nos fijamos en el restaurante que tenía buenas valoraciones, la “Osteria Montegrappa”. No lo encontrábamos y pedí ayuda a una charcutero que asomaba por la puerta de su local. Me dio varias explicaciones pero después de dar vueltas por el laberinto de calles del centro histórico, le volví a preguntar a una chica y nos acompañó hasta la misma puerta. Entramos y una chica con una jarra en la mano me dijo “e chiuso”. Nos quedamos pasmados, había gente comiendo en el local, muy surrealista todo. Muy cerca de éste restaurante al que no ir, vimos otro recomendado por la guía Michelín, “L´Antica Locanda”. Aquí nos dejaron pasar, y nos acomodaron en una mesa junto a la entrada. No teníamos reserva, y a medida que iba entrando gente sin parar, entendimos por qué nos habían preguntado si teníamos reserva. Sin gafas no veo un pijo, me costó una eternidad leer lo que había en la carta, al final, nos dejamos llevar por las sugerencias del camarero. Ninguno de los dos teníamos gafas y ninguno de los dos teníamos claro lo qué comer. Como “antipasti” pedimos una ensalada, y como plato principal las famosas “Orechiette” de Apulia, pasta en forma de conchitas, elaboradas con sémola de trigo. Yo con verduras (brócoli y grelos), la versión más conocida de la gastronomía local y Dani con ragut y tomate. No faltó la cerveza “Peroni” y un buen tiramisú como colofón. Los camareros no dejaban de pasar con platos con muy buena pinta. Los comensales eran asiduos y se notaba. Eché de menos que nos hubiesen recomendado mejor, en vez de tener que optar por una triste ensalada pero bueno…. Las orechiette con verduras estaban buensísimas.

Dejamos Noci, y nos dirigimos a otro punto “imprescindible” en un viaje a Apulia: el famosísimo pueblo de Alberobello. Si Apulia está de moda, este pueblo ha sido el más fotografiado de Italia en los últimos tiempos. Sus “Trulli” son mundialmente conocidas, de hecho, estas viviendas de piedra caliza con techos cónicos forman parte del Patrimonio de la Unesco. Entrar en su calle principal, es como entrar en un cuento de hadas, en un cuento de David el Gnomo. A la hora que llegamos, por un momento pensé que estaría todo el mundo echando la siesta pero no, por desgracia estaba hasta la bandera de turistas. Así, sí que me hubiese gustado ver Alberobello: https://www.youtube.com/watch?v=nGQy9E5VbBg. Tampoco era cuestión de provocar un simulacro de algo y que se fuesen todos en estampida, sufrimos el turismo de masas como pudimos y el paseo por Alberobello fue breve pero intenso. Es alucinante observar estas edificaciones construidas sin rastro de mortero. Cuenta la historia que el origen de estos “trulli” hay que buscarlo en la Edad Media, cuando el pueblo era un pequeño feudo de los Condes de Conversano. Comenzó a poblarse de campesinos que querían labrar las tierras y los condes les autorizaron a construir sus casas en piedra seca para poder ser derruidas en caso de que hubiese una inspección. En el reino de Nápoles si existía una aglomeración urbana se exigía el pago de un tributo. Con esta forma de construir las casas, se podían demolir fácilmente y evitar el impuesto. ¡Una evasión fiscal en toda regla!

Lo que no pudimos evitar es el pago de 5 euros por una plaza de parking en un parque privado por una hora escasa de estancia. Es lo que tiene sacar la pasta a las masas de turistas aborregados. Si vuelvo a Alberobello (árbol bello) en otra ocasión, procuraré hacerlo a una hora intempestiva de verdad.

El siguiente pueblo también tenía un nombre peculiar: “Locorotondo”, famoso por sus vinos y por la estructura circular de su centro histórico. Entre Alberobello y este pueblo cruzamos el famoso valle de Istria. Las amapolas en flor teñían de rojo los campos bordeados por bancales de piedra seca y muchos trulli diseminados a uno y otro lado de la carretera. Fue un trayecto precioso, inolvidable. Cuando llegamos a Locorotondo, encaramado en un cerro, fuimos directos al parking municipal que se encuentra al lado del acceso al centro histórico. Todo el centro es peatonal y no muy grande, se puede visitar en un par de horas. Las vistas sobre el valle de viñedos de este pueblo (que se traduce como Lugar redondo) son magníficas. Desde el mirador vimos a un señor que explicaba a un grupo de adolescentes las virtudes de sus vinos, entre las parras y las cepas dispuestas en terrazas verticales. Cultura del vino desde jóvenes, otra forma de verlo ¿no?. Otra perspectiva del pueblo a no perderse, es al salir en dirección a Martina Franca. Desde abajo, Locorotondo se ve como un balcón blanco asomando al valle, impresionante…

El día iba de sorpresa en sorpresa y el siguiente pueblo tampoco nos defraudó, todo lo contrario. A primera vista Martina Franca es un pueblo más del valle, pero una vez empiezas a recorrer el centro histórico la cosa cambia. De estilo Barroco, el pueblo cuyo nombre hace honor a San Martín de Tours, sorprende al viajero con un recorrido entre casonas palaciegas, como el Palazzo  Maggi ó el Ducale, iglesias como la de San Domenico, entre otras,  la Basílica di San Martino, y plazas tan originales como la que preside la torre del reloj y la que se encuentra justo al lado, la Piazza Maria Immacolata, con una fisionomía muy particular. Dejo aquí un enlace con fotos “robadas” de alta calidad, para hacerse una idea de lo que significa llegar hasta Martina Franca, pueblo eclipsado por la fama de Alberobello: «Martina Franca» Immagini – Sfoglia 1,183 foto, vettoriali e video Stock | Adobe Stock

Para coronar un día tan intenso ya sólo nos quedaba llegar a la perla blanca de Apulia, Ostuni, la “Cittá Bianca”. Allí había reservado un apartamento-estudio en una de las casas-cueva tan típicas de la zona. Casa Flamì 2, Apartamento Ostuni (gites.fr). Nos costó bastante localizarlo y aparcar cerca, se encuentra ubicado en una de las muchas callecitas blancas que se cruzan unas con otras. Un sitio muy acogedor y recomendable. Además, en Italia, cada vez hay más alojamientos de este tipo con entrada independiente. Dejan las llaves en una cajita de plástico a la entrada con un código que te dan antes de llegar y ya está, a la dueña ni la vimos, sólo leímos sus chats de wasap con instrucciones. Bastante cómodo y fácil.

Después de una hora de descanso y una buena ducha refrescante, salimos a pasear por Ostuni.
Ya estaba anocheciendo y pudimos disfrutar del ambiente nocturno. Caminando unos 500 metros desde nuestro alojamiento llegamos a una gran plaza, la de la Libertad. El epicentro de de Ostuni está flanqueado por el Palazzo di Cittá, sede del Ayuntamiento, la Iglesia de San Francisco de Asís, medieval y varias terrazas que rodean el Obelisco de Sant Oronzo, convertido en un símbolo de la ciudad. A partir de ahí, seguimos nuestro paseo hacia la cima, entre calles adoquinadas y muros de piedra blanca. Era como pasear por las calles de Santorini o Mojácar. Al llegar a la zona más alta, vimos el rosetón impresionante que destaca en la fachada de la Concatedral de la Asunción. Terrazas en balcones mirando al mar, bares estratégicamente iluminados y con música chill-out, una auténtica delicia… Ostuni nos gustó, nos conquistó. Teníamos dos opciones, o cenar en alguno de estos locales o llevarnos una pizza a nuestro alojamiento tan “ad hoc”. Optamos por la pizza “blanca” sin tomate con jamón y rúcula que nos preparó un chico muy sonriente de vuelta a casa. Creo que no había cogido tan a gusto una cama desde hacía tiempo. Esto de viajar y sobre todo conducir en el Sur de Italia agota pero esto merece un capítulo aparte….

Viernes 19: Brindisi – Lecce – Otranto – Castro – Capo Santa María de Leuca – Gallipoli

¿Significado literal de Caos? La llegada a Brindisi. He perdido la cuenta de cuántos kilómetros hicimos, dando vueltas para poder entrar en el centro de esta ciudad costera, la ciudad de los Bastiones. Cuando llegas por el sur, llegas a los muros del Castillo Suevo y te desvían por una carretera que transcurre frente a la ciudad, hasta una playa desde la que se divisa otro castillo, el Castillo Alfonsino, ubicado en la pequeña isla de Santa Andrea. Las vistas sobre el Castillo y la ciudad son magníficas pero visitar el centro de Brindisi resultó ser una misión imposible. Volví a meterme por el centro y no hubo manera de aparcar ni de salir del laberinto de calles que rodea el paseo frontal que da al mar. La primera vez en mi vida que el caos se apoderó de mí… Tendremos que volver, esto no puede quedar así… La “puerta de Salento” se nos cerró en las narices.

Dios aprieta pero no ahoga, y nos premió con una parada prolongada en la “Florencia del Sur”, la ciudad barroquísima de Lecce. A tan sólo 39 kms de Brindisi, Lecce nos acogió con un sol de justicia y muchos turistas deambulando por sus calles. Lo primero que hicimos después de aparcar muy cerca del centro peatonal, fue comprarnos unas gorras con visera para no caer fulminados por el sol.

Lecce es la ciudad más barroca de Italia, un auténtico museo al aire libre y perderse por sus calles es un regalo para los cinco sentidos. Al acceder a la Piazza de Sant´Oronzo, dónde se encuentra la oficina de turismo y un anfiteatro romano de los s. I y II D.C. impresionante, con capacidad para unas 25 mil personas, ya nos percatamos de la magnitud histórica de la ciudad.

Desde esa plaza hay que seguir la calle que deriva en otra plaza monumental, de las que la boca queda tan abierta que cuesta cerrarla. Una explosión de Barroquismo mires dónde mires…Es la plaza donde se encuentra la Catedral de Santa María Assunta con su torre campanario de 70 metros a la que se puede subir en ascensor y ver en días claros la costa de Albania. Lecce – Piazza Duomo HD (1080p) – YouTube

Los cuatro costados de la plaza están flanqueados por edificios barrocos a cada cual más impresionante. Más que una plaza abierta es un atrio, dónde compiten en belleza la fachada del Duomo, con las fachadas del Palacio del Obispo y del Palacio del Seminario. El “culpable” del abigarramiento barroco de Lecce es Giuseppe Zimbalo, arquitecto del S.XVII que firmó la mayor parte de las obras de esta Florencia sureña. Dicen que el mejor momento para ver esta plaza del Duomo y Lecce, en general, es con la luz del atardecer ya que la piedra caliza que predomina adquiere un color especial. No tuvimos esa suerte, el sol que nos acompañó durante toda la visita resaltaba aún más el color blanco de todos los edificios. Luz cegadora amortiguada por sendas birras que nos tomamos en una terraza con vistas a una de las entradas de la ciudad amurallada. Tuvimos una bonita escena de pareja de enamorados que no se soltaban el morro, ¿despedida ó se iban a volver a ver por la tarde? Con el calor que hacía, estuve a punto de levantarme y despegar a uno de la otra…. Qué mala es la envidia..

Las cervezas milagrosas y la focaccia de acelgas que estaba buenísima, por cierto, fueron un chute de energía que nos permitió seguir callejeando por Lecce. No sé cuántos “palazos” vimos, perdí la cuenta, la lista era interminable, un museo de arte Barroco al aire libre. En una tienda de perfumes pregunté por una escalinata que había visto en fotografías pero ningún dependiente supo decirme. No me di por vencida, seguimos callejeando hasta que vimos otra obra maestra, la Basílica de la Santa Cruz. Es un sin parar, Lecce da para varias horas de descubrimiento, hasta que el cuerpo dice ¡basta!!, Y a nosotros, los pinreles nos dijeron hasta aquí, a eso de las 2 de la tarde. Volvimos al coche, atravesando los anchos muros del Castillo de Carlos V que rodean el centro histórico, y salimos de la ciudad en dirección a la costa, hacia un pequeño pueblo costero que se llama: Otranto.

Al sur de la península itálica, en la costa este de la península de Salento, sobre el canal de Otranto, que conecta el mar Adriático con el mar Jónico. Otranto es el municipio situado más al Este de Italia. Cuando llegamos fui directa al parking del puerto pesquero para tener una mejor perspectiva de este pueblo costero que abraza el mar, con una pequeña bahía. Si por algo destaca Otranto es por sus aguas turquesas y por su riqueza histórica. Se nota que es un pueblo de vacaciones tranquilas, no hay moles de apartamentos, todo está muy cuidado. Dimos un paseo por la bahía, deleitándonos con los “gelatti” que nos regalamos de cereza y pistacho. Por un momento me acordé de la película “Las vacaciones de Monsieur Hulot”, viendo a los bañistas andando tranquilamente con el agua a la cintura, como si el tiempo se hubiese parado y el ritmo vital hubiese bajado unas cuantas revoluciones.

Otranto formó parte de la Corona de Aragón y su Castillo Aragonés forma parte de su patrimonio arquitectónico. Perderse por el centro y ver el mar turquesa desde las murallas que dan al puerto es sencillamente mágico. Un lugar para recordar y recomendar. Tras una hora de paseo, volvimos al coche para seguir nuestra ruta, teníamos que llegar esa tarde hasta la misma punta del tacón de Italia, el Cabo de Santa Maria de Leuca. La carretera comarcal que nos llevó por la costa desde Otranto hasta el cabo, discurre por caminos solitarios entre campos de olivos, pueblos abandonados y un paisaje que poco tiene que ver con la costa del Sol tan saturada, aquí en Italia es todo lo contrario, parece mentira pero sí, aún existe litoral costero en Europa sin explotar, virgen, y casi abandonado a su suerte. Antes de llegar al Cabo, hicimos una parada en un pequeño pueblo amurallado, bañado por el mar Jónico, que se llama Castro. El pueblo se divide en Castro Superiore, dónde está el centro histórico coronado por un Castillo Aragonés del S.XVI y una Iglesia Bizantina del s. X en honor a su patrona, La Virgen Annunziatta y el Castro de la Marina, con playas y cuevas que dejan ver unas aguas cristalinas que invitan al buceo o simplemente al “Dolce far niente”. Es una joyita este pueblo de Salento, merece y mucho la pena pararse y disfrutarlo. https://www.youtube.com/watch?v=33XcLOL0lbY

Cuando llegamos finalmente a la mismísima punta del tacón de la bota italiana, lucía un atardecer que nos regaló unas cuantas fotos de la inmensidad del mar abierto, en calma…Hasta que empezamos a escuchar un ruido de discoteca a lo lejos, que poco a poco iba acercándose. Un barco lleno de gente celebraba a bordo un fiestón, no exagero si digo que había más de 100 personas bebiendo, bailando y tirándose al agua. Tampoco es que rompiera la magia del Cabo de Santa María de Leuca. Disfrutamos igualmente de este lugar que invita a la meditación, entre dos mares, el Adriático y el Jónico; el único lugar de Apulia dónde se puede disfrutar del amanecer y del atardecer. Mi móvil registró decenas de fotos, la verdad es que es un lugar inolvidable, aunque no hubiese hecho ni una foto, en mi mente sería difícil borrar esa media hora que estuvimos allí. Del lado Este, pasamos al Oeste en dirección a nuestro último destino del día: Gallipoli. Fascinante.

La perla del Salento, la llaman. Es la Peñiscola italiana, una ciudad antigua amurallada, rodeada de mar, un islote unido a tierra firme por una avenida principal que separa la ciudad moderna de la antigua. Teníamos reservada una habitación en un B&B ubicado en pleno centro del islote histórico, en una de las calles estrechas que conforman el laberinto de la “cittá vecchia” de Gallipoli. En Italia, cuando reservas un alojamiento tipo B&B o apartamento con entrada independiente, a primera hora de la mañana ya te escribe el propietario para darte indicaciones y preguntarte a qué hora piensas llegar. Así lo hicimos con la persona que nos tenía que recibir allí, en el B&B PAlmieri Lu. A las 19:00 puntuales como habíamos dicho estábamos en la puerta llamando al timbre… nada… Pasaron unos minutos que se nos hicieron un pelín largos, de lo agotados que estábamos, y finalmente llegó el anfitrión, un chico moreno que no parlaba mucho inglés, y tuvimos que entendernos con mi italiano chapurreado. Lo primero que hizo fue preguntarnos donde había aparcado y cuando le dije que a escasos metros , me dijo que lo teníamos que quitar inmediatamente si no quería un multazo y que se lo llevara la grúa. Corriendo tras él, cogió el volante y nos llevó, rodeando el islote hasta un parking al lado del puerto pesquero. Espitoso, conducía y hablaba a la vez con el móvil y con nosotros. No sé si durará muchos años con ese nivel de estrés.. Cuando ya por fin entramos en el B&B, flipamos. Lo mejor verlo en imágenes: http://via-palmieri-style-rooms.gallipolihotelsweb.com/es/. Nos correspondía una habitación en la planta baja pero como tenía el baño averiado, nos ofreció por el mismo precio la suite que estaba en la azotea, con su terracita y vistas al mar. Eso sí, todo lo bonito cuesta, y para llegar a la susodicha suite tuvimos que subir un montón de escalones empinados (yo enseguida pensé en cómo los íbamos a subir después de la cena de cumpleaños de mi churri). Le pedimos un sitio recomendable para cenar y nos dijo que si queríamos el mejor pescado teníamos que ir a uno muy cercano al puerto pero vimos los comentarios y algunos hablaban de “atraco a mano armada”. Así que nos guiamos por las redes y el cumpleañero eligió uno de los que encabezan la lista de los 10 mejores en tripadvisor: Le Garibaldine. Un acierto completo, lo único que falla un poco es el espacio, en una calle estrecha, las mesitas dan para lo que dan, y están muy pegadas las unas a las otras pero bueno, también tiene su encanto. Comida italiana tradicional, las croquetas de pulpo exquisitas, el pulpo a la brasa con salsa de espárragos idem, y la fritura de pescado con el vino blanco fresquito nos ascendió directamente a los cielos. Muy recomendable! Y aviso a navegantes, es imperativo probar su tiramisú casero, sencillamente celestial. No pudimos celebrar de mejor manera el cumpleaños de mi compañero de aventuras y paciente sufridor. La vuelta al hotel, dulce hotel, fue tranquila, pausada, disfrutando de las vistas a la bahía iluminada. Estábamos rendidos al llegar a nuestra habitación, como diría la “Tammy” en un nano segundo los dos caímos a plomo.
Sábado 20: Tarento – Matera – Bari
Amaneció un día un poco nublado pero con la luminosidad del hotel, las gafas de sol no sobraban. En el patio precioso del B&B, desayunamos junto a dos chicas de Milán que se hospedaban allí y Rita, la persona encargada de servirnos el desayuno nos explicó que Gallipoli era uno de los rincones más visitados del Sur de Italia. La verdad es que merece y mucho la pena visitar este islote tan peculiar. Dimos un paseo por todo el perímetro, rodeando el casco histórico con el mar al otro lado. Al llegar al final del paseo, en vez de volver sobre nuestros pasos, cruzamos las callejuelas y nos dejamos tentar. Yo caí en la tentación y me compré unas sandalias de piel. Vimos un plato de cerámico pintado a mano, que me enamoró pero como me dijo la dueña de la tienda “no tienes mal gusto”, vale 300 euros y el transporte 100 euros más. Le dije que muy bonito pero que no entraba en mi presupuesto. Ella se reía y yo también. Nos costó irnos de Gallipoli, nos había tocado il cuore. (96) VIDEO: GALLIPOLI, PUGLIA (ITALIA) HD – YouTube

Teníamos por delante un trayecto de más de 100 kms hasta llegar a Tarento, (Taranto en italiano). Nos tocó lluvia, viento y un paisaje un tanto melancólico, por no decir deprimente. Muchas casas abandonadas, basura en las cunetas una vez más…. Planeta Sur de Italia, nada que ver con el norte. Al llegar a esta ciudad, a pocos kilómetros de Calabria, la desazón ya cobró tintes dramáticos. Capital de la antigua Magna Grecia, una ciudad entre dos mares, teóricamente un lugar emblemático se presentaba, desde el minuto uno como la decadencia personificada. La ciudad “nueva” nos recibió con avenidas de edificios altos, de los años 50, de una estética “Mussoliana” bastante aterradora, con la mayoría de los balcones cubiertos en su base, por lonas de tela de protección. No sé si habrán caído muchos cascotes pero desde luego, pasear por estas calles tiene que ser un deporte de riesgo. Yo no podía dar crédito a lo que veían mis ojos,  ríete tú de la Habana Vieja…. No nos dieron ganas de parar, seguimos hasta llegar al puente que cruza, los dos mares,  hasta el Castillo Aragonés que da entrada a la “Ciudad vieja”. Si alguien quiere explicarle a un niño el significado de la palabra “degradación”, sólo tiene que mostrarle imágenes de las calles del centro histórico de Tarento: Palacios abandonados, en estado ruinoso, calles sucias, edificios apuntalados, mal olor, cucarachas… La Capital de la Magna Grecia es hoy en día, la capital de la Magna Decadencia.

Para colmar el vaso del abandono, Tarento pertenece a la lista de las ciudades industriales que en su día fueron protagonistas de la nueva era industrial, con la acería más grande de Europa, y que hoy languidece, ni sombra de lo que fue. Este artículo que acabo de leer resume muy bien lo que queda de esa época próspera…. La nada más absoluta. https://www.elperiodicoextremadura.com/internacional/2019/12/26/monstruo-tarento-43936349.html

Menos mal que aún teníamos que llegar al siguiente destino que nos resarció y nos hizo olvidar el gusto amargo que nos dejó Tarento. Llegamos a media tarde a Matera, una de las ciudades más antiguas del mundo. Para los fanáticos de las películas de James Bond, Matera este rincón de Italia es escenario de la película “Sin tiempo para morir”: https://www.youtube.com/watch?v=9iIO3qG1E_0

Cuando llegas a este pueblo, no puedes imaginar lo que esconde en su interior. Es como llegar a una ciudad cualquiera con sus avenidas y viviendas de los años 70-80 y de repente, llegas a un mirador y te encuentras con una ciudad entera excavada en una montaña de piedra caliza. Su origen data del siglo III antes de Cristo, siendo la tercera ciudad habitada más antigua del mundo, después deAlepo en Siria, y Jericó en Cisjordania. La zona estaba ya habitada en el Paleolítico, momento en el que se establecieron los primeros asentamientos en las grutas de la montaña. Algunos llaman la segunda Belén, y no extraña que haya servido de escenario a otras películas como “La Pasión de Cristo”, de Mel Gibson, o “El Evangelio según San Mateo”, de Passolini. Es un lugar fascinante, mágico, para estar horas y horas recorriendo sus calles o simplemente admirándolo desde el mirador. Destacan sus Sassi, viviendas excavadas en rocas en las que vivía gente hasta los años 50 del siglo pasado. Nos atrevimos a bajar hasta la zona inferior, para perdernos por sus calles aunque nos quedáramos sin aliento por momentos. Las agujetas mejor sufridas de mi vida. Para vivir una experiencia única, lo de dormir en uno de los hoteles-gruta tiene que ser el no va más. Como por ejemplo: https://www.palazzodegliabati.it/es/ o bien: https://www.locandadisanmartino.it/

Sólo son 65 kms de distancia entre Bari y Matera y de verdad que merece la pena. Ahí lo dejo.
Volvimos a Bari para dormir nuestra última noche en el mismo alojamiento, cerca del aeropuerto, lo de dormir en una cueva en Matera lo dejamos para otra ocasión. Última cena también al borde del mar, mientras veíamos la luna llena esconderse detrás de una nube. No era Matera pero el mar siempre engancha… por lo menos a mí.

Domingo 21: Castel del Monte – Trani – Molfetta – Bari
Nuestro último día en Apulia teníamos que aprovecharlo al máximo, y decidimos recorrer varios puntos en los alrededores de Bari. El primer destino era el Castillo del Monte. A 55 kms de la costa, hacia el interior, este Castillo de Cinexin, totalmente restaurado (exageradamente) fue construido bajo el mandato de Federico II, a 540 metros sobre el nivel del mar. La peculiaridad que tiene es que es de planta octogonal. El entorno en el que está ubicado, un bosque de pinos con varias rutas de senderismo, es muy agradable pero, ¿Merece la pena el desplazamiento? . Personalmente, creo que no, la renovación es tan exagerada que parece un castillo ficticio, de Disney. Además, han convertido el paraje en un parque de atracciones, y antes de llegar en el parking ya te piden 5 euros sólo por aparcar. Me esperaba otra cosa más auténtica, no tan “Instagramable”. https://italian-traditions.com/es/el-misterioso-castel-del-monte-en-puglia/

Casi un visto y no visto fue la excursión, volvimos sobre nuestros pasos hacia la costa otra vez, en dirección a Trani. Antes pasamos por Barletta, un pueblo con una playa larguísima y poco más. Seguimos hacia Trani, y no nos equivocamos…. descubrimos un pueblo costero, marinero con una Catedral  “flotando” prácticamente sobre el mar. Dedicada a San Nicolás, destaca por su ubicación y por su campanario de 59 metros de altura. La piedra blanco rosada que caracteriza a Trani, también cubre los muros de la Seo y del Castillo  Suevo que se encuentra justo al otro lado de la plaza de la Catedral, frente al mar. Cuando llegamos andando, desde dónde habíamos aparcado el Panda,  nos tropezamos con mucha gente local paseando con sus mejores galas. Domingo de comuniones, mes de mayo. Un padre no paraba de hacerle fotos a su hija vestida de comunión. La niña posaba, se sentía protagonista mientras el padre ya no sabía qué postura coger para captar el mejor ángulo. Un buen rato nos quedamos observando, la estampa era Felliniana.

Desde la plaza de la catedral hasta el puerto pesquero fuimos paseando y contagiándonos del ambiente. Todo muy italiano, todo muy de anuncio de pasta Buitoni. Miramos las cartas de los restaurantes que había en el puerto pero estaban todos a rebosar de gente. Al final en una calle más interior encontramos un sitio diferente, una especie de gastro-bar con una decoración que se distinguía del resto. Cuando nos sentamos vimos que era el lugar de moda, el restaurante de Trani al que hay que ir para que te vean que has ido. Por supuesto, todo el personal vestido de negro impoluto y cocinas abiertas para darle a eso del “show cooking”. Se llama Mò Bio, y aunque la clavada fue “sangrienta” merece y mucho la pena probar su pastelería exclusiva y deleitarse con la presentación de sus platos. De vez en cuando hay que darse un homenaje y cerrar los ojos cuando le das al Ok de la Visa.

Nos gustó Trani, un bonito lugar para salir de Bari hacia el norte por la costa. Molfetta, el siguiente pueblo, también costero, no es tan bonito, pero tiene su aquél. Es un pueblo totalmente volcado al mar. Me recordó un poco a La Valetta en Malta. Cuando llegamos a media tarde, el cielo estaba encapotado y soplaba un aire fuerte que arrastraba olor a mar, olor a iodo. Curiosamente, las casas también en roca caliza blanca, como en Bari y en Trani tienen aquí las ventanas pintadas de un mismo tono de color verde. Se sigue manteniendo esta tradición porque los marineros podían reconocer, la costa y sus casas desde el mar.

Dimos un buen paseo perdiéndonos por las calles estrechas que por un lado dan al puerto y por otro lado al mar abierto. Vimos varias torres medievales y dos Catedrales nada menos, la de San Corrado y la de Santa María Asunta con una estatua de San Ignacio de Loyola. No vimos tanta gente como en Trani, las calles de Molfetta estaban casi desiertas. Nos cruzamos con un par de turistas que también intentaban capear el viento como podían. Los del pueblo al abrigo y los turistas contra viento y marea.

En Bari teníamos una asignatura pendiente, el día de la llegada no pudimos recorrer el Lungomare di Bari, por el chaparrón de agua que nos cayó encima. Este larguísimo paseo marítimo mide 9 kms, aunque depende de dónde te documentes, porque algunos dicen que 15, otros que 10, bueno en todo caso, lo hicimos prácticamente en paralelo y en coche, no nos cansamos mucho, el día había sido intenso una vez más. Un mar Adriático que es el telón de fondo de Bari, al otro lado Croacia. Estas últimas horas en Bari, ya sin lluvia, nos reconciliaron con esta ciudad abierta al mar. Volvimos a dar un último paseo por el centro y nos recogimos al atardecer con un último pic-nic playero cerca de nuestro alojamiento.

Como escribía al principio, nunca me canso de volver a Italia, y esta vez habíamos recorrido el tacón, nos quedaba por descubrir Calabria, la “punta y el empeine” de la bota… Seguro que en ese próximo viaje volveremos a comer rica pasta, beberemos buenos vinos y descubriremos pueblos tan bellos como Matera o Polignano di Mare, Italia nunca defrauda.

Un comentario en “Tacones cercanos

  1. Un bonito recorrido para matarnos de envidia y resumirnos el itinerario por un destino que parece estar de moda. Miraremos las fotos de estos pueblos, la cala de polignano, los trulli, ese paseo marítimo de Bari… y hasta Tarento, qué pena. En estos diarios cabe todo. Y bien contado.

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