Fue un fin de semana triste y gris después de los atentados del 12 M con M de Madrid, el Diario Viajero a vista de pájaro de buen agüero no tenía muchas ganas de emprender el vuelo pero, la vida sigue y el viaje sin retorno del Diario no podía parar.
Así que, a pesar del gris plomizo que nos acompañó durante nuestro recorrido por las llanuras de la Mancha, llegamos a nuestro destino: Al- Basit (la llanura en árabe) o lo que es lo mismo: Albacete.
Nada más llegar a la ciudad de Albacete, lo primero que piensas es ¿merece la pena quedarse tan siquiera un minuto? Tampoco era cuestión de hacer caso a lo de : Albacete defeca y vete (qué bonito pareado)! Pero el refranero es tan sabio que a veces acierta de lleno, y este era el caso!.
En fin, dejamos las maletas en otro de esos hoteles de 4 estrellas sin brillo, cuyo lema es tiempos pasados siempre fueron mejores, sólo aptos para bancotel u ofertas de fin de semana, y nos fuimos en busca de algo digno de ver. Antes de salir, a la recepcionista que un día fue joven, le pedimos un mapa de la ciudad y con su delicada callosa mano y uñas peregrinas nos indicó que por la primera (ejquina) se llegaba al (cajco) histórico, con el más puro acento albaceteño. (como un José Bono cualquiera).
Nada más salir de esa recepción con olor a rancio tabaco marca Coronas, nos fuimos por las calles de la ciudad en busca de algún vestigio árabe… qué ilusos!!!! Los únicos vestigios árabes que vimos fueron algunos magrebíes paseando por el parque y poco más. En fin, mapa en mano, pronto nos dimos cuenta que había escasamente 4 puntos de interés: la catedral, la casa del Hortelano (en obras para más inri) , la Posada del Rosario que alberga la oficina de Turismo y tiene un patio manchego muy interesante y el pasaje comercial modernista de Lodares entre las calles Tinte y Mayor, que sorprende porque es realmente magnífico.
Ah! Se me olvidaba, otro punto de interés turístico: un cuchillo gigante clavado en la tierra, enfrente del ayuntamiento, como homenaje a la industria cuchillera de Albacete. Sin palabras (ver foto).
Tampoco era cuestión de amargarse el día, y decidimos hincar el diente. Con el paso del tiempo, una cosa he aprendido: no hay guía que valga, si quieres comer a gusto lo mejor es preguntar, a saco, a cualquier lugareño que tenga un buen número de canas y arrugas como para recomendarte un buen sitio para comer. Y así fue, la señora del visón de Albacete de toda la vida, no nos pudo indicar mejor: bar La Higuerica, en la plaza de la Catedral. Todo a base de tapas típicas de la tierra: queso frito, alcachofas a la brasa, ajo mataero, mollejas de cordero con pisto manchego, entre otras delicatessen. El sitio es de película de Berlanga, con mesitas y taburetes de madera bajitos y cuadros de toreros y del atlético de Bilbao: 100% auténtico y al módico precio de 12 euros, botella de rioja crianza incluida. Algo bueno tenía que tener la llanura.
Las calles comerciales del centro se inundan de gente el sábado por la tarde, hay vida en la Mancha, aunque el fin de semana fuera uno de los más tristes de los últimos años, a causa de los atentados de Madrid y de la manipulación informativa más maquiavélica a la que se ha enfrentado el Diario. Pero bueno, este tema mejor lo dejaremos para el epílogo secreto del Diario.
La marcha de la capital está en la calle Tejares y un buen sitio para cenar es un italiano que está por esa zona y que se llama: La fontana di Trevi. La calle de la marcha no se enciende hasta pasadas las 12:30 o 1:00. y como buena capital de provincias: nada nuevo bajo el sol; música pachanguera y algún que otro garito «modelno» con últimas tendencias de música house.
Al día siguiente, el Diario seguía su ruta y con gran dolor de corazón; dejamos una ciudad que sin duda nos había marcado;
Nos dirigimos, por la 430 en dirección a Valencia, a Chinchilla de Montearagón, a tan sólo 13 km. Allí nos esperaba la sorpresa del viaje: un castillo imponente y un pueblo medieval encaramado en la falda de una roca gigantesca. Por algo Chinchilla fue en su día la capital de la provincia.
Un poco de Historia:
Chinchilla fue conquistada en 1.242 por el comendador Pelayo Pérez Correa y en 1.282 fue, junto a otras poblaciones, entregada en Señorío al Infante D. Juan Manuel. Formó parte del Señorío de Villena y Juan II le concedió el título de ciudad en 1.422. Su decadencia comenzó en el s. XV, siendo relegada en beneficio de Albacete. Ofrece un complejo trazado medieval bien conservado, presidido por su castillo, construido en el s. XV por Juan Pacheco, Marqués de Villena. Tenía una torre del homenaje que volaron los franceses en la Guerra de la Independencia. En ella estuvo cautivo César Borgia, condenado por el asesinato del Duque de Gandía.
Si tenéis la oportunidad de dar un paseo por sus calles, veréis que hay una gran cantidad de casas blasonadas y casas-palacio. En la plaza Mayor se encuentra el Ayuntamiento con una fachada imponente, en la que destaca un escudo con el rostro inconfundible de Carlos III el Noble. También en la Plaza Mayor se encuentra la Iglesia de Santa María del Salvador con una mezcla de estilos gótico, barroco y artesonado mudéjar. Nos fuimos con un buen sabor de boca de Chinchilla y pensando por qué diablos había dejado de ser la capital y Albacete había ocupado su lugar. El Diario viajero no es un Diario de opinión pero a veces, hay cosas que escapan a la razón.
La ruta tenía un destino final: Almansa con su castillo, uno de los más hermosos del país. Desde la carretera su imagen es imponente, de hecho está encaramado sobre el Cerro del Águila y la verdad es que impresiona. Es el símbolo de la ciudad y yo diría que incluso de toda la provincia. Almansa también es conocida por haber sido campo de la batalla que se libró en 1707, durante la guerra de Sucesión, entre los partidarios y contrarios al asentamiento de los Borbones y de Felipe V en concreto. A parte del Castillo, que merece la pena visitar, tampoco hay mucho más que ver en esta ciudad Manchega. Es una pena, pero el resto del municipio no ha conservado el aspecto medieval que lucen otras ciudades con castillo como Alarcón o incluso Chinchilla. De todos modos, toda la información sobre Almansa y su castillo, la podéis ver en http://www.almansa.com/historia/index.html
Merece la pena pagar los 3 euros de la entrada al Castillo, porque aunque estuvo a punto de ser derrumbado por el alcalde del municipio en 1919, por su estado ruinoso (sí aunque parezca mentira), gracias a los informes realizados por la Real Academia de la Historia y la Real Academia de las Artes de San Fernando, el Castillo no sólo se salvó sino que fue declarado, en 1921, monumento histórico artístico nacional.
Como os decía merece subir hasta lo más alto, porque desde lo más alto, las vistas son realmente geniales. Además, si os asomáis por la escalera de caracol tallada en la roca, que está considerada una maravilla del gótico, podréis comprobar las malditas ganas que tiene el personal de dejar su firma y dedicatoria en los lugares más insospechados. Hubo una que me llamó la atención (aquí istubimos en 1964, así escrito, no es broma). No sólo es que fastidian el entorno pero es que encima alguno se queda tranquilo escribiendo estas burradas. En fin, decía Goya que el sueño de la razón produce monstruos y sinceramente, a los graciosos que dejan su maldita firma en castillos y lugares de interés cultural, les diría que en el mundo, el cupo de narcisistas está cubierto y que si quieren dejar su testimonio, con faltas de ortografía incluidas, desde el Diario Viajero les sugerimos que se tatúen la firma en su piel si quieren, que a nadie le interesa cuando estuvieron allí!!!
Al salir del castillo, nos encontramos con la casa Palacio de los Condes de Cirat con fachada del siglo XVI, de estilo manierista. Está ubicada en la Plaza Santa María, justo al lado de la Iglesia de la Asunción. El patio central (ver fotos) funciona como distribuidor de espacios habitables en dos plantas, con una galería con tres arcos de medio punto en cada frente, sostenidos por columnas jónicas. Hoy en día, la casa Palacio es sede del Ayuntamiento. Merece la pena ver el patio y olvidarse del mundanal mundo. Aunque los crespones negros nos rodeaban y nos devolvían a la realidad
Tras la subida hasta la torre más alta del Castillo, llega el merecido descanso del guerrero;, ¿ la cita? en la calle de las Nieves, muy cerca del ayuntamiento. ¿lugar?: restaurante de especialidades manchegas La Alacena;. Cocina de autor a base de platos típicos de la zona: pimientos rellenos de perdiz, revuelto dulcinea, codillo de ternera asado al horno con miel y berenjenas, tallarines de calamar con ajos tiernos, y eso sí, a poder ser todo regado con el tinto de la casa, que resulta ser un crianza Castillo de Almansa de quitarse el sombrero. Los precios aquí no son tan módicos como en la Higuerica de la capital de Albacete pero, tras la subida hasta la bandera del castillo, la cosa estaba justificada.
Así acababa el viaje por Albacete, con una mezcla de tristeza y melancolía; el buen tiempo no hizo acto de presencia, los crespones negros por todas partes, nos recordaban la masacre de Madrid y Albacete capital nos dejó un pobre sabor de boca. Pero bueno, Chinchilla y Almansa sí que merecían la visita.