LONDON & BRIGHTON CALLING
Marzo 2004 / Abril 2006
¿Cuatro días y ganas de volver a Londres sin dejarte medio sueldo en el intento? Diario Viajero vuelve a Londres y ofrece dos consejos para no acabar fregando platos de Fish and chips en el reino del Shopping.
Lo primero comprar el vuelo por Internet en http://www.ryanair.com , por vuelos a Londres (llegada al aeropuerto de Stantead a 45 km de Londres con trenes cada 15 minutos) desde 5 euros. No es broma, desde 5 euros ida y vuelta ¡!!!.
Y segundo, alojamiento en un Hotel muy céntrico, regentado por una mujer francesa y sus hijos, a tan sólo dos paradas de metro de Picadilly Circus, en Argyle Street,(parada de metro King Cross Saint Pancrass).
Es un Bed and Breakfast que se llama Alhambra: http://www.alhambrahotel.com y por 50 libras la habitación doble, con TV y ducha, podréis dormir en Londres sin dejaros la piel en el intento. El hotel además de tranquilo y limpio,( no dispone de suites nupciales, ya que el espacio es un bien escaso en la City) el precio incluye desayuno inglés con todo lo que esto conlleva: huevo, salchicha, beicon, tomato beans y café inglés (no os hagáis ilusiones, el café en Reino Unido es agua manchada de cafeína). Pero, lo que está claro es que empezando el día con un desayuno inglés, el cuerpo está preparado para subir 40 big bens de un tirón!!!.
Siempre merece la pena volver a Londres. Es una ciudad que magnetiza y el Diario viajero tiene los polos muy sensibles. Así que esta vez, nos vamos a la City con un objetivo: callejear y sobre todo, visitar el British Museum , (asignatura pendiente del Diario cada vez que sobrevuela Londres). La entrada es gratis y merece la pena, como mínimo pasar una mañana entera y disfrutar de todos los tesoros del Antiguo Egipto, América, Asia, África, Antiguo Oriente Próximo, etc.
Tampoco hay un modo lógico y preciso para recorrer el Museo, en cada visita encontraréis algo nuevo. Para la primera vez, os recomiendo una visita general que incluya al menos alguna de las áreas principales: antigüedad, temas históricos y cultura vivas (aprox. 3 horas). Y si no tenéis mucho tiempo, siempre podéis recurrir a una visita guiada. Las visitas suelen iniciarse en el Gran Atrio (inaugurado no hace mucho tiempo) y a partir de ese punto, dejaros llevar por la historia y las ganas de aprender. La sala dedicada a las momias y sarcófagos egipcios es impresionante (el imperio de la Corona ha acumulado a lo largo de los siglos auténticos tesoros).
Una de las cosas que dejaron huella en El Diario fue comprobar como, según cuentan los testimonios de la época (siglo XIX), en el momento del gran auge de los descubridores y de los egiptólogos, todos los que probaban fortuna volvían con alguna reliquia para salvar su honor. Hasta tal punto, que más de uno trajo falsas momias, dando trapo sucio por liebre, mejor dicho por pelo o restos del mismísimo Tutankamon.
Eso sí! Queridos/as no os dejéis llevar por la fiebre amarilla o la xenofobia cuando las hordas de japoneses, sonrisa incombustible, no paren de desfilar por delante de las vitrinas más interesantes. Ellos son así, un poco moscas cojoneras pero sin perder la sonrisa. Igual les da hacerse mil fotos al segundo delante de Tutankamon, haciendo el signo de la victoria, que reírse al mismo tiempo como comadrejas cuando la guía les explica el origen del alfabeto..
Hablando del origen del alfabeto, también el Diario aprendió que 3000 años Antes de Cristo, en la antigua Persia, la escritura empezó por una simple razón: para apuntar lo que se vendía o se compraba. Es decir, que todo empezó con la economía, de la forma más prosaica y menos literaria que uno se pueda imaginar. Además, resulta que los Cananitas fueron los que de 800 símbolos por cada sílaba, consiguieron reducir tal número a las 24 letras del alfabeto actual. Como os digo, en este Museo grandioso no hay límite al aprendizaje y el Diario viajero volverá sin duda, hay mucho que ver!!!
A la salida, merece la pena ir andando desde el Museo, hasta las calles comerciales de Oxford, Regent Street y Bond Street. Pero antes de llegar al bullicio de estas calles, que siempre están a reventar, las galerías de arte que rodean al Museo son dignas de ver; ¿Los precios? Mejor ni hablamos. Queridos/as, no hay nada, absolutamente nada barato en Londres, así que haceros a la idea de que el lema es ver y no tocar.
De compras hasta la muerte por agotamiento
Siguiendo el recorrido, llegamos a las calles más transitadas de la capital: Oxford, Bond Street y Regent Street. Si queréis moda y música, las firmas más conocidas: GAP, HM, Virgin, etc. están en Oxford Street. Si la tarjeta de oro no tiene límite de crédito y os apetece un capricho en Chanel o Versace, (aunque creo que los lectores del Diario tienen gustos más espartanos), la calle elegida es Bond Street.
Para ver la tienda de juguetes más grande del mundo o los almacenes alucinantes
Liberty ubicados en una antigua casa Tudor (ver foto), la calle a dónde tenéis que ir es Regent Street, por la que además podéis llegar a Picadilly Circus (se conoce esta plaza como el centro de Londres, con la estatua del Dios Eros y las luces de neón) y a Carnaby Street (muy recomendable).
Londres es la capital del shopping, todo lo que un ser humano pueda buscar lo encontrará en sus tiendas. Se dice, se comenta, que por ejemplo en Harrods (proveedor oficial de la Casa Real Británica) y otro lugar de visita inevitable, puedes pedir un elefante y Harrods te lo proporciona. (lo que la excentricidad británica no alcance). Harrods es un lugar de interés turístico. Si sois del tipo antes muerto/a que sencillo/a, Harrods es el lugar donde no hay lugar para el vacío, ni el minimalismo. Todo es grandioso, dorado y lacado. No perderse el mausoleo que Al Fayed ha montado en honor a los difuntos: Lady Diana y Doddy, SIN PALABRAS!!! Merece la pena visitar estos almacenes y comprar aunque sea un sacapuntas, porque eso sí, en el avión de vuelta, aunque hayáis volado con ryanair a 10 euros el viaje, no seréis nadie si no lucís vuestra bolsita verde de Harrods. Está comprobado: todos los Borja maris que venían de vuelta (aunque fuera en vuelos chollo) no dejaron por un solo momento de lucir pichonera y bolsita de Harrods verde-musgo-cazador a juego. Un primor!!!
Está prohibido marcharse de Londres sin caer en la tentación de comprar algo!!! está prohibido!!! Así que ir de mercadillos es una de las mejores opciones: hay varios y muy variados. Inevitables son los de Camden market (metro Camden), y el de Portobello Road ( metro Notting Hill Gate). Otros menos conocidos pero también pintorescos son los de Petticoat Lane (metro Liverpool Street), el de Spitalfields o el de Brick Lane Market.
Sin conocerlos todos, Diario Viajero recomienda el de Portobello, no sólo por lo que se puede encontrar, sino por la zona de Notting Hill dónde se encuentra. El ambiente de Portobello es muy singular: se mezclan los aromas, los colores y gentes de todo tipo, en las calles de típicas casas blancas londinenses, donde se rodó la película de Notting hill. Visita obligada.
Antes de dejar el apartado compras, quedan abiertas dos cuestiones: ¿sabe alguien, por qué demonios de las tiendas más caras, ya sean Versace, Prada o Cartier salen siempre los mismos japoneses replicantes, con un montón de bolsas en las manos, cómo si acabaran de comprar palomitas y vestidos con ropa que nada tiene que ver con las grandes marcas que al parecer coleccionan? ¿Sabe alguien de dónde les viene tanto el gusto por el look cacería inglesa en plena campiña, con bufanda burberris incluida (siempre la misma) a los pijos españoles? Se admiten todo tipo de comentarios y respuestas a estas preguntas. Gracias.
¡Make tea no war!
El Diario seguía su curso y, después de quemar la Visa, nos sumergimos en la actualidad del Momento: al grito de Blair: ¡Make tea no war!(haz té y no la guerra), miles de manifestantes en Trafalgar Square, gritaban eslóganes en contra de la Guerra de Irak (la plaza recibe su nombre en honor al triunfo del Almirante Nelson en la guerra de Trafalgar contra franceses y españoles); Se cumplía el primer aniversario de la ofensiva contra Irak y el ambiente estaba caldeado. Conciertos, pancartas e incluso escalada de miembros de Greenpeace al Big Ben (97 metros), delante de cientos de ojos atónitos, entre los que se encontraban los del Diario viajero.
Delante del Parlamento (ver fotos) también se sentía cierta tensión entre los manifestantes apoltronados con sus pancartas de protesta. Sin querer, nos vimos inmersos en la actualidad, mientras visitábamos el London Eye, (la noria llamada el ojo de Londres, inaugurada con motivo del inicio del siglo XXI) . Las colas para montarse en la noria, desaniman a cualquiera, así que otro consejo: ir pronto por la mañana y a poder ser un día laborable.
En esa misma zona, hay varios puntos ine-vitables : el Big Ben, la Abadía de Westminster (Iglesia donde se corona a los gobernantes ingleses- abierta de 8:00 a 18:00 horas) y el Parlamento. Es pecado venial, en este caso, irse de Londres sin visitar el Parlamento: el espectáculo de los parlamentarios debatiendo, bien vale una cola de espera.Desde ese punto, y atravesando el Támesis, al otro lado del puente, desde la Noria, se inicia un recorrido por toda la orilla del río hasta la Torre de Londres, antaño prisión estatal, dónde pernoctaron presos famosísimos como Ana Bolena, Thomas Cromwell o Rudolf Hess, lugarteniente de Adolf Hitler.
El paseo es largo pero intenso: se pueden ver las nuevas construcciones vanguardistas que se han hecho últimamente a orillas del río, los estudios del arquitecto Norman Foster e incluso visitar uno de los Museos de Arte contemporáneo más transgresores del planeta tierra: La Tate Gallery. (abstenerse los que no disfrutéis con el arte no figurativo, cualquier parecido con la lógica humana es mera coincidencia).
Si el cuerpo y las ganas han sobrevivido hasta aquí, al final llega la recompensa:, aparece majestuosa la Torre de Londres y se asoma también la cúpula de la catedral : St Paul. Nunca viene mal descansar en un banco de Iglesia, con el silencio y la oscuridad, lejos del mundanal ruido;La única pega de St Paul, es que cobran hasta por asomar la nariz. La imagen de los clérigos atrincherados en la puerta con sus máquinas registradoras, haciendo caja con la venta de estampitas, deja por los suelos a los más fariseos..
No acaba aquí el periplo londinense: hay que saludar a la Reina en el Palacio de Buckingham, construido en 1703, (los cambios de guardia se hacen cada dos días a las 11: 30 y en verano todos los días); saludar también al amigo Blairrrr en Downing Street número 10, o llenar los pulmones en cualquiera de los descomunales parques que oxigenan la city: Hyde Park, donde se encuentra el famoso speak corner (A remaining vestige of the British tradition of free speech is this institution of impromptu discourses by unknown orators, often on religion or politics, usually on Sundays..) .» tribuna desde la que hablan oradores anónimos sobre política, religión, etc. normalmente los domingos , o bien el St James Park . (Los parques londinenses son enormes porque eran antiguos bosques de caza, como el Bois de Boulogne de París). A estas alturas de la película, las piernas cuelgan literalmente y el cuerpo pide: OTRA LAGER!!!! Mires donde mires, siempre habrá un pub con las puertas abiertas de par en par, así que no problem!
A beber, a beber y a comer..
Un alto en el camino para seguir pateando la calle. Antes de ni siquiera plantearse qué comer en Reino Unido (dificilísima cuestión en el país con la gastronomía más miserable del mundo, a parte de las patatas en todas sus modalidades), HAY QUE ACERCARSE A UNA BARRA Y PEDIR SIN TREGUA UNA LAGER!!! Antes de que la locura irlandesa de no dejar fumar en los bares se instaure, tomarse una cerveza en un pub inglés IT IS A MUST!!!. O lo que es lo mismo: una obligación.
El ambiente de los pubs ingleses, con sus suelos enmoquetados, sus baños de tiempos del capitán Nelson, sus parroquianos rosaditos, sus clientas marrulleras que engullen pintas como si se les fuera la vida en ello, ¡Qué glamour hay en los pubs ingleses!!!! Una vez ingeridas dos o tres pintas, ya nos podemos enfrentar a la alta cocina británica: patatas fritas con pescado, patatas rellenas o patatas con patata???? Solución: cualquier chino del SOHO o un Hindú cercano a Leicester Square (el Taj Mahal, no se podía llamar de otra manera), en Panton Street, está muy bien. De hecho, se dice que el mejor curry se puede comer en Londres y el Diario da fe de ello. El imperio se trajo lo mejorcito de cada colonia, y la comida india es una auténtica joya de la Corona. En el Taj Mahal, el camarero es un fanático del Real Madrid y se desvive por los turistas españoles, así que probad sin tregua el pollo Tandori con arroz Basmati.. A la salud de Zidane!!!
La comida india tiene su aquél: deja huella!. El regusto a curry puede durar horas y horas, así que no está de más contar con pastillitas mentoladas por si cupido lanza sus dardos en la noche de la City. La marcha está concentrada en Leicester Square, Covent Garden, Picadilly y el SOHO. Los pubs suelen cerrar pronto hacia las 23:30, así que lo recomendable es volver al dulce vicio de la LAGER y, una vez cerrados los pubs, (donde está la auténtica marcha inglesa), la solución es entrar en un night club, (bares con derecho privado de admisión) previo pago de entrada y tomarse un cóctel como el Sex on the beach,; (no comment) o entrar en una discoteca como el Hyppodrome en Leicester Suare .
El SOHO es también una buena alternativa: los chicos más guapos de la ciudad (99% gays naturalmente) y los bares más modelnos, con la gente más guapa, están el Barrio Chino.
Los heterogays, los metrosexuales y todas las combinaciones posibles de tribus guapas se condensan en las calles del SOHO. Este año el glamour tiene nombre de mujer : Audrey Hepburn; Es una auténtica fiebre! Fotos, tazas, posters, bolsos con su imagen. Año 2004 declarado año mundial de la Hepburn!!! .
El viaje a Londres toca a su fin. Nunca es suficiente el tiempo para descubrir esta ciudad que está viva las 24 horas. London calling?
Brighton
26 y 27 de abril 2006
En cada época de la vida hay películas que «marcan» y, si tengo que elegir una de la niñez, sería, sin dudarlo ni un momento, la película «Oliver Twist». Aún me viene a la memoria, cuando mi padre me llevó a ver este peliculón del que guardo recuerdos imborrables. Me veo con mis 6 años, en medio de esa sala oscura de un cine que «pasó a mejor vida», viendo con los ojos como platos a Oliver, y al cruel y avaricioso actor Alec Guiness, que hacía de usurero y mezquino «explotador» de niños. No puedo olvidar tampoco la banda sonora de la película. Mi padre compró el disco de vinilo, y aún lo conservo como un tesoro, como una reliquia antigua, que no tiene precio, ni se puede escuchar de lo rayado que está…
Pasaron los años, sin que ninguna película arrebatara el puesto de honor de «Oliver Tiwst» hasta que llegó, ella, la película que marcó mi adolescencia: «Quadrophenia». No fue en una sala de cine, sino delante del televisor, un sábado por la mañana. Me acuerdo de esta película como si no hubiesen pasado los años, bastantes por cierto. Yo Rozaba los 12 años y ahora, cuando la recuerdo, no sé, en realidad, si la película me marcó por las canciones que escuché del grupo «The Who», mientras las bandas rivales de «mods» y «Rockers» corrían por las calles de Brighton en los años 60, o porque mi vida cambió al verle. Sí, al ver la quintaesencia de la belleza con nombre de aguijón: «Sting».
Fue su debut cinematográfico. Aparece muy joven, aunque ya «provocaba delirios»…Como actor, como cantante del mejor grupo de la historia del Rock y por supuesto, como un «regalo divino» para la vista. El caso, es que casi 30 años más tarde, por mi trabajo surgió la posibilidad de ir a Brighton, durante mi estancia en Inglaterra y no me lo pensé dos veces. Tenía la oportunidad de pisar las mismas calles que pisaron los protagonistas de «Quadrophenia» y no era cuestión de desaprovechar la ocasión.
Después de pasar unos días en Londres, la mejor manera de acabar mi estancia en Reino Unido era descansar en Brighton. Es una ciudad de vacaciones, a menos de 1 hora en tren, desde el aeropuerto londinense de Gatwick. En plena costa del Sur de Inglaterra, y muy cerca de Dover, Brighton recibe al visitante como lo que es, una ciudad «libre, un poco loca y muy abierta». No sé si fue porque iba condicionada por la película pero, desde el primer momento entendí por qué se había rodado allí «Quadrophenia».
Brigthton me recibió con nubles y claros. Al menos, me escapaba por fin del gris plomizo de la capital, en pleno mes de abril. Al apearme del tren, empecé a oír los gruñidos de las gaviotas, que me acompañaron desde el principio, hasta el final de mi estancia. Brighton es una ciudad de «veraneo» a la inglesa: playas de piedras y agua a temperatura «cubito de hielo». Sinceramente no sé si en verano la gente llega a ponerse en bañador, porque en abril, más que primaveral, el clima era casi invernal, y no podía imaginarme a la gente bañándose en las frías aguas del Norte de Europa. Me recordó un poco al ambiente «poco playero» que se respiraba en las playas de Oostende, en Bélgica.
Cuando llegué al hotel que había reservado por Internet, me salió al encuentro un chico con más plumaje que un pavo real y me explicó en inglés, con acento parisino, que Brighton estaba a tope, porque ese fin de semana se iba a celebrar un congreso mundial sobre seguridad o no sé qué… Total que tenía la opción de quedarme las dos noches en una habitación individual, o disfrutar de la suite la primera noche y cambiarme a la individual, la última noche. Opté por la segunda opción y no me arrepentí. Era una habitación preciosa, en colores amarillos con baño privado (un bien escaso en los hoteles en Reino Unido).
Aviso: si en Inglaterra se pide una habitación individual «estándar», es muy probable que no tenga baño y sólo tenga un lavabo. Hay que pedir siempre una «suite» con todas las «facilities»(el que avisa no es traidor).
El hotel en cuestión se llama «Gulliver´s»: http://www.gullivershotel.com/. Y después de la primera conversación con el recepcionista amanerado, él mismo me presentó a una chica negra, altísima y con cuerpo de modelo, que era la dueña o responsable. Con mucha amabilidad, la «Diosa de Ébano» me llevó a la Suite y al darme las indicaciones pertinentes y escuchar su voz, me vino a la memoria otra película, «the Crying game» (el juego de las lágrimas). Sí, era transexual como la protagonista que tanto sufre en la película y que también me marcó en su día. Definitivamente, Brighton me estaba sorprendiendo desde el primer momento, y enseguida me di cuenta de que era una ciudad «especial», de las que me gustan a mí.
Dejé las maletas en la «suite» y con ayuda del mapa que me entregó la «Diosa» me puse a recorrer las calles de Brighton. Era mediodía y entré en un «coffee-shop» a comer un «lunch», 100% «energético y saludable: huevos, fritos, con bacon, tomate y salchichas «vegetales»..Un «dieta equilibrada», donde las haya, que hace que la gastronomía inglesa no destaque por sus «estrellas Michelín», sino por los michelines que provoca. Con el estómago «carburado», me dejé llevar por las calles que corren paralelas al mar, y llegué al centro de la ciudad, donde se encuentra uno de los puntos de interés turístico: el Royal Pavillion. http://www.royalpavilion.org.uk.
Al principio pensé que se trataba de una broma de mal gusto, o de otra excentricidad de Brighton. Ante mí, tenía un palacio construido al estilo «Mil y una noches», con toda la ornamentación de estilo oriental (ver fotos). El conjunto resulta tan irreal, que parece a primera vista que está hecho de cartón piedra. Más tarde entendí el por qué. Todo tenía una explicación: el rey Gorge IV tuvo el capricho y el Royal Pavillion se construyó a su gusto y semejanza. (un gusto, por cierto bastante «inquietante»).
Los jardines que rodean al Royal Pavillion, son espectaculares. Al entrar al recinto, a mano derecha, se accede a un ala del Palacio en donde hay varias exposiciones de acceso libre. La primera a la que se accede, es sobre diseño aplicado al mobiliario, a través de la historia. Desde allí sigue el recorrido por una exposición sobre la Historia de Brighton, muy interesante, con grabaciones de principios del siglo XX, cuando Brighton era una ciudad donde veraneaba la burguesía inglesa. La exposición es muy completa y amena, con trajes de época, fotografías, montajes de escenas de la vida cotidiana, inventos, ropajes, etc. Muy recomendable.
Antes de salir del pabellón, pasé también por una sala donde se exponen vestidos y trajes diseñados por 3 mujeres de la alta sociedad inglesa, que en su día fueron prestigiosas diseñadoras. Me gustó también mucho, ya que se sale un poco de las exposiciones habituales.
Al final me quedé toda la tarde en esta zona del Royal Pavillion y no me dio tiempo a ver el resto: las habitaciones y salones del Palacio del rey Jorge IV. No tuve más remedio que documentarme «in situ» y averiguar que este rey caprichoso, era el sucesor de aquel «Rey Loco», Jorge III que murió de porfiria, mientras todo el mundo pensaba que sus síntomas eran de locura y no de otra cosa.
Antes de irme del Palacio de «oriente», entré en la tienda del Museo, en donde compré varios «souvenirs» de esos, que cuando llegas a casa, te preguntas «pero qué invento es este?» ( cómo me gusta a mí, la frasecita de Sarítisima Montiel, cuando le pillaron casándose a escondidas, para no romper la exclusiva del Hola Y chillaba, toda ella repeinada para la ocasión: pero qué invento es este?, Genial!.
Pues eso, con mis «inventos» en sendas bolsas, me perdí intencionadamente por una zona peatonal, llena de bares y restaurantes que se llama «The lanes». Es una zona muy animada con muchas tiendas interesantes para dejar la «visa» como papel de fumar. Yo tampoco tenía ganas de seguir cometiendo más atentados contra la economía doméstica, así que muy sabiamente, me fui apartando del «pecado» y llegué andando hasta «the Churchill Square», una gran plaza también presidida por un mega centro comercial, . Me di cuenta que desde que había salido del Royal Pavillion, no hacía más que tentar a la suerte, entrando y saliendo de las tiendas. Con arrojo y fuerza de voluntad, como jamás lo hubiese imaginado, me alejé totalmente de la tentación consumista, y me acerqué al mar.
Desde que pisé Brighton por la mañana, me estaba reservando el momento de ver el mar al atardecer. A esta ciudad, se la conoce sobre todo por un punto de interés: el Brighton Pier. En la película «Quadrophenia» esta especie de dique, convertido en parque de atracciones, aparece en muchas escenas, y yo quería verlo personalmente. Cuando llegué a la orilla, me quedé entre extrañada y perpleja, al ver que no había un «Pier» sino dos. El conocido como «West Pier» está totalmente calcinado y abandonado. (ver fotos). El ver todo ese amasijo de hierros quemados, impresiona mucho. Es algo fantasmal y tétrico, aunque animan la escena, la cantidad de gaviotas que descansan sobre los «nidos de hierro».
Al principio pensé que el dique abandonado había sido sustituido por el nuevo, que aparece despampanante. Pero no, cuenta la historia que éste último, conocido como «Palace Pier» fue inaugurado en 1899 y que desde entonces, ha resistido a las embestidas de las frías aguas de los mares del norte. El otro, del que sólo quedan amasijos de hierro, es más antiguo. Data de 1866 y se cerró en 1975 para su renovación. EL «plan renove» no llegó nunca y en los años 2003, y 2003 sufrió varios incendios hasta que en el año 2004, unos fuertes vientos causaron su derrumbamiento total.
Me quedé un buen rato viendo este «dique fantasma», y luego decidí visitar el que aún queda en pié, el «Palace Pier», todo un símbolo de Brighton. Justo en ese momento del atardecer y cuando los últimos rayos de sol, se asomaban entre las nubes grises del cielo, el parque de atracciones que se encuentra ubicado en este dique, empezó a brillar con luz propia, con el parpadeo de las luces de colores que se encendían y apagaban de forma intermitente. El espectáculo era digno de verse y aunque no había nadie dentro del parque porque ya era tarde, y todas las máquinas estaban cerradas, me dejé llevar. Con la única compañía de alguna gaviota, fui hasta el extremo, donde asoma una montaña rusa que da «literalmente» al mar. Las vistas desde allí son increíbles y me quedé allí hasta que el sol se despidió del todo.
Este parque me recordó mucho al parque de atracciones de Igueldo en San Sebastián, con ese toque de épocas pasadas, con sus puestos de manzanas rojas caramelizadas y de «dulces de algodón». Tampoco faltaban las máquinas para medir la fuerza, a golpe de «martillazos» ni esa máquina con forma de gran boca, que «escupía» predicciones de futuro y que en Igueldo se llamaba el «oraculostrufus» o algo así.. Fue un verdadero viaje por el túnel del tiempo, que me trajo muy buenos recuerdos de la infancia.
Cuando «volví» a la realidad, ya era casi de noche y la hora de cenar. Busqué cerca del hotel y encontré un restaurante Indio que tenía «buffet libre» y que en poquísimo tiempo se llenó hasta la bandera. Tuve suerte de encontrar un sitio allí porque la comida era buenísima. Tenía ganas de comer hindú y fue todo un acierto. No escogí buffet porque tampoco tenía mucha hambre, pero sí elegí gambas al curry con pan de ajo que estaban buenísimas. Enseguida entendí por qué estaba lleno el local. Quedaba apuntado en mi guía particular de restaurantes recomendables.
Al salir del restaurante y despedirme de los camareros de sonrisa continua, decidí volver al hotel y descansar. Al día siguiente tenía que hacer mi visita comercial en Brighton y tampoco era cuestión de desmadrarme.
Jueves 27 de abril: Living la vida loca
No sabía yo que Brighton era conocida como la ciudad gay del reino Unido. Según me informo, un 10% de la población se declara homosexual. A principios del siglo XIX ya hubo varias parejas de gays y lesbianas que vivieron en Brighton sus historias de amor prohibido. Ahora dos siglos más tarde, los gays ingleses no faltan a su cita anual en Brighton para celebrar el día del orgullo gay durante la primera semana de agosto. A sus actos acuden más de 100.000 personas venidas de todos los rincones del país.
Mientras estuve allí, sí que noté un ambiente especial, con tiendas muy «fashion» y gente vestida con ropa un tanto «frenética y estrambótica». En la parte alta de la ciudad, en una zona llena de tiendas, llamada North lane, ví de todo: desde una embarazada con la tripa en avanzadísimo estado de gestación, llena de tatuajes, hasta varios transexuales que se paseaban de la mano, luciendo unas minifaldas de escándalo. En muchos momentos entendí por qué se había rodado «Quadrophenia» en esta ciudad.
A media mañana tenía mi cita de trabajo en la parte norte de Brighton. Y allí me fui andando, «disfrazada» de ejecutiva en la ciudad del «Living la vida loca». No pegaba el traje gris, con lo que me esperaba. Llegué a la tienda de diseño megafashion que se había interesado por los productos que llevaba yo en cartera. Cuando entré en la tienda, pregunté por mi contacto en aquel reino del «design» con mayúsculas, a una señora que tecleaba un portátil y llevaba un conjunto igual de «modelno» que los objetos casi irreconocibles que allí se vendían. Exponían unos objetos exclusivos: desde un sillón con forma de pájaro de papel, hasta una lámpara con pantalla cubierta de plumas de ave.
De repente y de un salto, apareció él; un personaje de ficción que se hacía llamar Rudy Valenzuela y que aseguraba a los 4 vientos que era el referente del diseño en el Reino Unido. Si me llegan a poner la canción del Puma «Pavo real uuuuuu» me hubiese creído que estaba metida en una película del tipo «Priscilla, Reina del desierto». Qué plumaje y qué experiencia más rocambolesca.
Después de quedarme atónita, durante un buen rato con sus desmanes, sus delirios de grandeza, en los que se proclamaba ser el único referente del diseño en Reino Unido, haciendo verdadero hincapié en sus gestos de «Gueyna de las Geuynas», llegó el momento crucial de la entrevista.
Le resumí el encuentro y le dije que todo lo que allí habíamos hablado lo iba a enviar por escrito, en un informe y que esperaba su conformidad. De repente, y sin saber por qué, empezó a chillar como un energúmeno. Se le fue la pinza y empezó a gritar que él no daba informes a nadie, ni a la policía ni a sus padres, ni a nadie en este mundo. Yo ojoplática no entendía nada y eso, que toda la conversación se mantuvo en castellano, matizado por su «spanglish», de origen chileno. Como un loco se puso, gritando que su tiempo era oro y que no tenía que dar informes a nadie.
Al cabo de un rato, y mientras su paciente compañera, seguía tecleando el portátil como si no pasara nada, el «chapulín» colorao en versión megafashion, empezó a calmarse y a pedir disculpas por su actitud. Yo ya no sabía si cortarme las venas o dejármelas crecer…. En un abrir y cerrar de ojos pasó de la histeria a pedir disculpas. Y en esos momentos fue cuando pensé que «me saquen de esta película por favor»!!!!! yo no podía dar crédito a lo que había vivido. Si me lo cuentan, no me lo creo…
Cuando salí de allí, miré detenidamente fuera de la tienda para ver si encontraba una cámara oculta. Ha pasado más de un mes y todavía me sonrío recordando al personaje. Necesitaba recuperar la cordura y tenía dos opciones: quemar la visa y no pensar en nada más, sólo en comprar, comprar y comprar, o bien llamar a mis amistades gays y desahogarme con ellos. Hice esto último, y a medida que iba contando lo que me había pasado, más me reía recordando la situación tan tragico cómica que había vivido.
Me quedaban pocas horas en Brighton, y decidí hacer un poco de «shopping». La tarde la pasé en la zona de Nort lane, donde compré varias cosas interesantes. Hay muchísimas tiendas con cosas originales: ropa, zapatos, joyas, objetos de decoración. Algo así como Portobello en el Notting Hill de Londres en versión Brighton, con ese punto de locura que se respira en todas partes.
Para cuando me quise dar cuenta, ya había pasado el día y cuando me percaté que ya estaban cerrando las tiendas, me fui paseando hacia el mar, para despedirme del «Pier Palace» que volvía a brillar como cada noche.
Las gaviotas me volvieron a acompañar en mi despedida y cuando llegó la hora de cenar, dudé entre repetir en el restaurante hindú de la noche anterior que me había encantado, o probar otro sitio. Muy cerca del hotel también, opté por probar en un pub inglés, donde anunciaban que tenían la mejor «pie» de cordero de la ciudad. Cuando entré me recibió una sonriente mujer y me senté en una pequeña mesa individual. Al poco tiempo aparecieron otros clientes que también iban solos, y que se iban sentando en sus respectivas mesas individuales. Llegué a la conclusión de que eran clientes habituales, porque uno le pedía la sopa de siempre, y el otro le pedía las patatas cocinadas como era costumbre también. EL ambiente no era tan alegre como en el hindú, pero tengo que reconocer que la famosa empanada o «pie» de carne estaba buenísima.
Después de la cena de «los solitarios», me fui a descansar y a mi paso por la puerta del restaurante hindú, me saludaron los camareros que se acordaban de que había cenado allí la noche anterior. Con la sonrisa hindú en los talones, y acordándome de todas las sonrisas que nos acompañaron por nuestro viaje a la India, me retiré a mi habitación de mi hotel, dulce hotel.
Al día siguiente, tenía que coger el tren desde Brighton al aeropuerto de Gartwick, y aunque no tenía que madrugar mucho, no quise irme sin desayunar un auténtico desayuno inglés con todos sus ingredientes. Todo recién hecho, el café humeante, los huevos y el bacon tostados,… buenísimo! Yo ya estaba preparada para cruzar el canal de la mancha y lo que hiciese falta.
La encargada de hotel, la «Diosa de ébano» que en su día fue hombre y hoy era una mujer guapísima, salió a despedirme y llamó a un taxi para que viniese a recogerme y llevar mi maletón a punto de reventar, a la estación de trenes. Se despidió con la mejor de sus sonrisas, deseándome un buen día, y le confirmé que me había gustado mucho el hotel y que sin duda lo recomendaría.
Había llegado el momento de la despedida. Con algo de pena, cogí el tren que me llevaría en poco menos de una hora al aeropuerto de Gatwick, en el sur de Londres. Me fui alejando en un tren de alta velocidad de Brighton, y a medida que iba recapitulando, todos los momentos vividos allí, me di cuenta también de lo maravilloso que es viajar. …Habrá momentos más tristes o más tensos, pero..!qué carajo! no hay como vivir el espectáculo de la vida en «primera fila»¿no es cierto?