Crucero Mediterráneo – del 12 al 19 de Julio 2004
Al Diario viajero le ha entrado un ataque repentino y supino de tortolismo acelerado y se ha ido de Luna de miel. Nadie sabe cómo ha sido pero ahí estamos, en medio de una tempestad de color rosa chicle y manicura francesa. Pero bueno, tiempo al tiempo, porque este capítulo del Diario dará qué hablar…….
La salida fue el día 12 de julio, lunes para más señas. Al olor de multitudes, embutidas en camisas hawaianas, de esas que no se ven ni en las películas de Chuck norris, nos fuimos acercando al buque GRAN LATINO (perdón GRAND que da más pedigrí). Allí estaba, anclado en el muelle de Barcelona, engullendo maletas y trajes de etiqueta para la noche de Gala con el capitán. La salida prevista para las 15:00 iba acercándose, minuto a minuto y no podíamos esperar más….Una vez ya pasado el control de la benemérita, primer disparo directo al corazón: fotógrafa a pié de buque haciendo fotos a los pasajeros con un atrezzo insuperable: un timón recién sacado de cine de barrio, con sus mistrales y sus puntos cardinales y, la pobre, con una pinta de Popeye en acción insuperable. El espectáculo no había hecho más que empezar….y el Diario empezaba a temblar y a partirse el pecho de la risa…..No tardó mucho la segunda escena que nos llevó directamente a nuestro camarote conteniéndonos la risa a punto de explotar: 3 mariachis y 10 miembros de la tripulación dándonos la bienvenida a bordo, al son de «Estas son las mañanitas que cantaba el rey David»…….NO COMMENT.
Una vez recuperada la respiración de tanto reírnos, entramos a nuestro camarote de los hermanos Marx, y la sorpresa fue bastante grata: luminoso, amplio, dentro de los límites que supone dormir en alta mar y «aseadito» como diría la tía Mercedes. Manuel, era el camarero de habitación asignado y desde el primer minuto no se le quitó la sonrisa y la amabilidad del rostro. Pronto nos dimos cuenta de que la amabilidad de la tripulación estaba incluida en el viaje: ni una mala cara, todo sonrisas y amabilidad, a pesar de que descubrimos que cobraban sueldos miserables y con horarios de entre 14 y 16 horas al día. La pregunta del millón que siempre surge: ¿de qué coño nos quejamos?
Nos fuimos a comer al buffet libre de una de las piscinas de cubierta. La primera impresión fue que, como siempre, las fotos de catálogo engañan y no esperéis encontrar en un buque, una piscina ni medio olímpica, porque aunque haya varias, son todas de «tamaño charquito de chapoteo». Los largos de braza o de crowl, dejarlos para la vuelta cuando haya que «derretir» todo lo comido en el crucero…. Ahora bien, el Diario os desvela el secreto mejor guardado de los cruceros: no hay nada mejor que aprovechar las piscinas al atardecer, cuando el primer turno de cenas está en marcha y los del segundo turno se están preparando para cenar. Todas las cubiertas desiertas, el cóctel del día en una mano, y el body en la piscina, mientras el sol se va escondiendo por el horizonte, como una gran bola de fuego que de repente queda absorbida por el mar. SIN PALABRAS.
Primera comida a bordo, mientras vamos dejando el puerto de Barcelona a lo lejos. Música ambiental de la serie «Vacaciones en el mar»: mezcla entre sintonía de sala de espera de dentista y dúo dinámico en sus mejores tiempos. El buffet y, en general, todas las comidas y desayunos se hacen en cubierta o en el restaurante. El sistema es de «Sírvase Usted mismo» y «al abordaje» porque se viven escenas de » a ver quien puede comer más cantidad en menos segundos» y «quiero platos más grandes para que quepa todo lo habido o por haber». Vamos que si la gula es pecado capital, del crucero al infierno directos y sin juicio final!!! . Las cenas son otro cantar; es el momento de socializar con la gente: el azar hace que compartas mesa con 2 parejas , que con un poco de suerte serán agradables y podrás contar las vivencias de la excursión del día o incluso, acabar el crucero, intercambiando direcciones. En las cenas, las bermudas y chancletas no proceden, aunque el Diario se guarda para más adelante, la descripción de la cena de las cenas: la cena de gala con el capitán, tán.
Después del primer buffet, tercera sorpresa del día: «señores pasajeros, bienvenidos a bordo, les informamos que vamos a proceder a un simulacro de emergencia». En menos de 30 minutos estábamos todos en cubierta con nuestros chalecos salvavidas naranja fosforito y el fotógrafo de turno, inmortalizando a cada pasajero con su chaleco salvavidas y cara de gilipollas en acción. Y lo más cómico, es que esa misma noche, en la recepción del barco ya estaban reveladas y a la venta por el módico precio de 12 euros, las 1200 fotos de los pasajeros con sus respectivos chalecos, enmarcadas en un flotador de plástico y con cola de «curiosos» con ganas de ver su propia cara de gilipollas con chaleco salvavidas en acción. Al final resulta que hasta los simulacros de emergencia tienen su propio nicho de mercado: unos clientes ávidos de aventura que aunque el barco se hunda, ellos tendrán la foto con el chaleco salvavidas, enmarcada en un flotador de plástico y gritando «Hombre al agua»!!!! Después de este tercer asalto al corazón, el Diario viajero lo tenía claro: ¡¡¡estábamos en territorio frikie y lo íbamos a disfrutar a tope!!!.
La primera noche la pasamos a bordo y el primer destino al día siguiente sería Cerdeña. Hasta entonces, Diario viajero, pudo hacer un estudio sociológico de campo y analizar la «fauna» del Barco del amor. El 75% de la población a bordo está compuesto por parejas recién casadas, identificables por la manicura francesa de ellas, que por arte de magia les dura desde la boda hasta el final del crucero (Bravo por el gremio de las «estetisienes»), las alianzas de oro brillante de ambos miembros de la pareja, que si el barco se hunde, brillarán más que los chalecos naranja fosforito, y el afán por sacarse fotos en cualquier momento y posición. El 25% restante lo componen: las familias con retoños, fórmula: viajen 5 por el precio de 2, parejas de jubilados en su segunda luna de miel o de hiel, según los casos y algún extranjero despistado que aprovecha los precios de los cruceros «made in spain». Pero no todos los recién casados son iguales: los hay «tipo recién casados en la Manchuela» con sus trajes de gala para las cenas, calcetines blancos incluidos, los «Guttis y Aranchas de Benito» con sus camisetas ceñidas ellos, marcando músculo y mechas rubias, y ellas también marcando celulitis y mechas rubias del mismo tono que sus recién adquiridos mariditos. Y por último, las parejas con pedigrí, engominados ellos y pijas de postal ellas, que se traen a «papá y mamá» para que disfruten de su luna de miel en familia. Una vez estudiado y analizado el personal, el Diario colgó en la puerta del camarote el cartel de «no molestar» hasta el día siguiente. Demasiadas emociones y risas contenidas para el primer día a bordo….
Martes 13: Cerdeña
A las 8:00 nos despertaba la dulce y melodiosa voz del Responsable de Relaciones Públicas, Mario. Un personaje singular, con sonrisa inalterable y con ganas de agradar las 24 horas del día. La llegada a Cerdeña fue espectacular (aunque la de Malta superó con creces). Consejo útil: en Cerdeña, no hace falta contratar la excursión porque la capital, Cagliari, está a escasos metros del puerto. Pero, también merece la pena visitar las salinas que están a las afueras (ver foto) por el espectáculo de colores que forman: las salinas de color rosa y morado, con el azul del mar al fondo y los miles de flamencos que habitan allí. Todo un espectáculo. Es pleno Julio pero en Cerdeña el Mistral nos acompaña y la visita al centro de Cagliari se hace llevadero. Se recomienda subir hasta la parte más alta de Cagliari (Castello), en una colina e ir bajando hacia el puerto por las calles medievales que forman la parte más antigua de la capital sarda. Durante 500 años Cerdeña perteneció a la corona Española y de hecho, en el idioma sardo (que no es dialecto) hay muchas palabras que derivan del castellano. Según nos dice la guía, entre sardos y españoles la comunicación es mucho más fácil.
La zona más alta o Castello de Cagliari es muy auténtica: plazas y edificios donde Fellini tuvo que inspirarse. En cualquier momento podría asomarse por alguna «finestra» Sofía Loren en todo su esplendor. Bajando hacia el puerto, no perderse las torres de Pisano del siglo XIV y una vez, llegados a la plaza principal de Cagliari : atención!!! Parada obligatoria en la heladería «L´Isola del gelato» . No os podéis ir de Cerdeña sin probarlos. De pomelo, de mandarina, de yogurt, …. para morirse ahí mismo de un ataque preventivo de Gelatti!!!!. Si queréis comprar algo en Cerdeña, lo típico es el Licor de Mirto, el queso Piccorino (hay más ovejas que habitantes en la isla) y la joyería en oro (filigrana de oro con bolitas, tipo charro, que simbolizan la fertilidad). Nos despedimos de Cerdeña al atardecer, y otro momento sublime, apto para corazones recién casados: cerveza en cubierta, con música de fondo y el sol escondiéndose en el horizonte….
Miércoles 14: llegada a Túnez al puerto de Bizerta.
Recomendable la excursión al 100%. El barco se queda en Bizerta a 90 km de la capital Tunis (ciudad alegre, encantada en árabe). La capital cuenta con millón y medio de habitantes y el país con 10 millones. Para los que hayáis estado en Marruecos, Túnez no tiene mucho que ver. Es un país más «occidentalizado» y aunque hay pobreza, se nota que las grandes compañías hoteleras están haciendo el «agosto» y han convertido Túnez en lugar de vacaciones, exótico pero sin grandes miserias que perturben la vista. Además se nota que ha sido colonia francesa hasta 1956.
Primera parada en Sidi Bou Said: ciudad medieval de casas blancas con ventanas y puertas en azul, colores que simbolizan la pureza y el azul del mar. Este pueblo es otro de los rincones del mundo en los que el Diario Viajero se quedaría para siempre jamás!!!. Algunos franceses ya se han dado cuenta y viven allí (no saben nada estos gabachos…).
Muy cerca, se encuentran las ruinas de Cartago o termas de Antonino, antiguo feudo de Aníbal y el Palacio de Ben-alí (Partido socialista de Burgiba). Como siempre, las mejores vistas al mar y a los Montes del Atlas para el mandamás. Las ruinas, son eso ruinas, pero el lugar donde están, al borde del mar merecen la visita; Aunque, las cámaras de vídeo recién estrenadas de las parejitas rompan el encanto. Es alucinante el afán de la gente de inmortalizarse hasta cuando se ponen una tirita en la ampolla del dedo gordo del pié. Pero bueno, hay que amortizar el pago forzoso de un euro por Derecho a sacar fotos…. ingenio árabe o timo a la tunecina.
La última parada de la excursión es en la Medina o zoco de la capital, declarado patrimonio de la Humanidad. Al igual que el país, el zoco también está «occidentalizado» y entre los «chador» y jaulas típicas de Túnez, se venden tangas y sujetadores wondrebra. Consejo útil: el zoco de Túnez o Medina es un laberinto no apto para desorientados. Llega un momento en el que no se ve el cielo y es muy fácil perderse. De hecho, dos pasajeros del Crucero del amor se quedaron en tierra y por muy agradable que sea la tripulación, no hay tregua. El regateo también funciona aquí, aunque no es tan salvaje como en Marruecos o en Turquía, en Túnez todo es más light. Al regresar al barco, la foto no podía ser de otra manera: chica tunecina, contratada por 4 chavos, a pié de barco con el chador para foto de despedida de rigor.
Ya en el barco se notaba cierto nerviosismo. La gran noche había llegado: la cena de gala con el capitán!!!! En los pasillos, Diario viajero fue testigo del desfile más alucinante de frikies en acción. Smokings con pajarita, al más puro estilo «quiero y no puedo», lentejuelas de plástico, de esas que a mitad de la noche adornan la moqueta más que el traje de la señora, zapatos de tacón alto en versión «Antonio sujétame que no me tengo en pié» y bolsos minúsculos de esos en los que no puedes meter ni el klinex, para cuando el sudor empieza a joder literalmente el maquillaje. Pero el momento crucial estaba por llegar. Como en el Castillo del Terror, que nunca sabes lo que te va a pasar, al intentar acceder al comedor lo más discretamente posible, sin que te vea ni reconozca nadie entre tanto frikie, resulta que no hay escapatoria: la foto con fondo de palmeras, por parejas es «impepinable» y cuando ya pasas el peor trago, resulta que aún hay más: la segunda foto con otro fondo indescriptible pero esta vez con el capitán Giulliani en medio. Que te saluda y te quedas alucinado porque, te esperas ver al capitán de la serie «Vacaciones en el mar», señor canoso y entrado en años de navegación y te encuentras a un calvito, de medio metro de altura, eso sí, con todos los galones en la solapa, que te da la mano y te dice en vulgar italiano napolitano Bienvenutti…..SIN PALABRAS.
De colofón y para más inri, una vez instalados en las mesas decoradas para la ocasión, resuenan los timbales y llega el medio metro de capitán para presentar a la «plana mayor» de la tripulación y brindar con «cava el gaitero» ante miles de cámaras digitales y cámaras de vídeo sujetas por las señoras que ya nos les quedan lentejuelas en el traje, ni rastro del maquillaje exclusivo para la ocasión.
Jueves 15: Malta
Consejo: No perderse bajo ningún concepto la llegada al puerto de la Valetta, aunque todavía estés conmocionado por la Noche de gala del Capitán tan. Es un puerto natural impresionante. La isla es una extraña mezcla de catolicismo italiano y puritanismo británico. Aquí el Diario recomienda ir por libre, cambiar los euros por libras maltesas (la llegada del euro tardará) y recorrer primero la Valetta andando, por sus calles empedradas. Cada rincón de la capital de Malta guarda un pedazo de historia de los templarios, con los albergues que son Casas – Palacio donde pernoctaban los templarios según su origen.
Al final de la arteria principal, la calle Republicca podéis coger un autobús típico maltés que os llevará a Mdina, un pueblo medieval, antigua capital de Malta, a unos 10 km de la Valetta. Es una ciudad -fortaleza medieval alucinante, desde donde tenéis la mejor vista panorámica de la isla. Si el solazo castigador os derrite literalmente, el Diario os recomienda una parada en un bar que se llama «Il Gattopardo» con un patio interior muy auténtico para tomar una cerveza maltesa con todas las de la ley. (en el patio hay una puerta de madera en la que se lee «Hic habitat felicitas» y creo que no exageran ni lo más mínimo). Para comer, en un sitio típico maltés, alejado de los turistas y frecuentado por isleños, El Diario recomienda la Trattoria «Don Pippo» en una de las calles que dan a la principal de la Valetta (Republicca). Aquí si pedís el menú o la carta, nos os sorprendáis si os dicen que os levantéis y os llevan a la cocina para ver lo que tienen ese día para comer. La especialidad es pasta con «frutti di mare» o con salsa de carne a la maltesa. Eso sí servido, por un camarero espectacular, en las mismas sartenes donde se ha cocinado. Los dos tipos de pasta, con un vino tinto maltés están para morirse de gusto y dejar las cenas de gala del barco, con platos de «Haute cuisine» con nombres rimbombantes para otros paladares.
Después de la «orgía gastronómica» en el Don Pippo un buen café expresso, al más puro estilo italiano y a bajar calorías de regreso al barco con un sol de justicia. La noche del jueves también prometía a bordo: Noche de disfraces. Lo más increíble es que algunos se han traído al barco auténticos disfraces, como si viajar con un disfraz fuera lo más normal del mundo. Menos mal que en Túnez, la gran mayoría se compró la chilaba de rigor y en vez de un baile de disfraces parecía una concentración de amigos de Bin Laden. Hubo fiesta hasta altas horas de la noche, mientras el barco cruzaba el estrecho de Messina y un pobre filipino de la tripulación deleitaba a los presentes haciendo figuras de hielo al ritmo de las pachangadas de Bisbal.
Viernes 16 : Nápoles – Pompeya
Lo mejor de Nápoles o Neo-polis (Ciudad nueva), una de las ciudades más caóticas del mundo y dónde te la juegas entre las vespinos – kamikaze, fue sin duda el guía Guido: Hombre cincuentón, con 4 pelos locos y mucha cultura aunque no lo aparentara, nos fue descubriendo los encantos de Napoli , bastante difíciles de imaginar a primera vista. Para los italianos esta ciudad, la tercera del país, no es Italia es África. Es puro caos, sucia, ruidosa, decadente, aunque como ocurre con este tipo de ciudades, con mucha historia y mucho encanto a la vez.
Pompeya, a unos 15 km de la ciudad, es uno de los puntos turísticos más visitados de Italia y se entiende por qué. La entrada cuesta 10 euros y para verlo bien hace falta 3 días. Con el Vesubio (Ves: fuego, ubus: lava) al fondo, esta ciudad romana totalmente arrasada por la lava del volcán es una auténtica joya para los amantes de la historia y de la arqueología. Se conservan casas con sus pinturas murales y mosaicos, prostíbulos con los lechos de piedra y los frescos en las paredes que indicaban el servicio que se daba en cada habitáculo, calles con sus canalizaciones para las aguas residuales, galerías, anfiteatros, paraninfos, etc…. Es una auténtica joya lo que tienen los napolitanos en Pompeya. Ya de vuelta, en el centro de Napoli, muy cerca del puerto, se recomienda pasear por sus calles y probar en la pastelería Gambrinus, el pastel típico «Sfociatella», un hojaldre relleno de frutas que quita el hipo!. Para los amantes de la pizza, aquí está su origen, y dicen que la mejor se come en las trattorías napolitanas: con tomate y queso Mozarella solamente. Las horas pasan volando, y para cuando nos queremos dar cuenta ya tenemos que irnos y nos hemos quedado con muchas ganas de conocer esta ciudad más a fondo. Volveremos.
Sábado 17: Civitavecchia – Roma
Roma, entre 7 colinas, a 40 grados bajo la sombra es un suplicio divino pero la «Cittá» , siempre merece un «sacrificio». Para recorrer los lugares más interesantes de Roma el Diario os recomienda un recorrido bastante completo.: partiendo desde el Coliseo, donde podéis visitar el Foro Palatino , nos dirigimos a las Termas de Caracalla. Este «Balneario» romano está muy bien conservado aunque un poco dejado de la mano del Sin Pecado. La información en la entrada es nula y si quieres saber algo, o por lo menos que te indiquen el itinerario, tendrás que «apoquinar» y comprarte la guía, además de pagar los 5 euros de rigor. Saliendo de las termas, nos dirigimos a la izquierda hacia el Circo Massimo, donde se realizaban las carreras de cuádrigas en tiempos de Burt Lancaster (las carreras originales son puro cuento, las verdaderas son las de Ben-Hur). De allí llegamos al río Tíber y cruzando el ponte Palatino, aterrizamos en el Trastevere: un barrio auténtico romano, donde perderse por sus calles es de lo mejorcito que se puede hacer en Roma. El Trastevere es como una pequeña Roma con sus casas pintadas en albero y siena, sus plazas, sus terrazas y sus vecinos que viven ajenos a lo que se vive en la Roma imperial al otro lado del río Tíber. Antes dejar este paraíso romano, no dejéis de visitar la Iglesia de Santa María del Trastevere: una joya de arte bizantino en la cuna del catolicismo.
Siguiendo la margen izquierda del río, llegamos al Vaticano, la Plaza de San Pedro y el Castillo de Sant Angelo. Para visitar los museos vaticanos y la capilla Sixtina, hace falta como mínimo 4 horas y si dispones de este tiempo, merece la pena ver todo lo que la Iglesia católica guarda en el Vaticano: cuadros, joyas, tapices, y como no, la capilla más famosa del mundo; la capilla Sixtina. Lástima que en cualquier época del año haya tantos turistas y que la obra maestra de Miguel Angel se pierda un poco entre tanto murmullo de turistas accidentales.
El Castillo de San Angelo, era una asignatura pendiente del Diario. Desde arriba del edificio, a donde se accede por una escalera de caracol, las vistas son impresionantes y además, aunque caigan chuzos de fuego desde el cielo, hay una brisa que alivia la «caló» y que te mantiene vivo por un buen rato. La salida del castillo, por el puente Umberto I, nos lleva al centro de Roma: si os perdéis por las calles y plazas, enseguida entraréis a la Piazza Navona, en la que no podéis caer en el timo del Tartuffo. Se trata de un helado que consiste en una bola de chocolate con nata y que cuenta la leyenda que sólo lo podréis encontrar en esta plaza, eso sí pagando un sablazo de entre 6 y 7 euros por bolita en una terraza. Si os adentráis por las calles traseras de Navona, hacia el Panteón, la Piazza España y la Fontana di Trevi, encontraréis heladerías que por la mitad de precio, os servirán unos gelatti para morirse de infarto de miocardio con encefalograma plano. Desde la famosísima Fontana di trevi, que cuando la ves por primera vez te quedas un poco decepcionado, por lo minúscula que es la plaza para semejante obra de arte, bajamos por la famosísima Via del corso (calle del shopping) hasta el monumento a Vittorio Emanuele. Este monumento odiado por los romanos, es un «pastelón de marmol blanco» que no pinta nada entre tanta maravilla arquitectónica del Imperio Romano. Pero ahí está, y por allí debéis pasar para llegar finalmente al Coliseo, lugar desde iniciamos el recorrido.
Este ha sido un recorrido de introducción a la Ciudad eterna. Queda toda la parte alta de la ciudad: Vía Veneto, Piazza del Popolo, las termas de Diocleciano, la Iglesia de santa María Maggiore, tantos y tantos rincones que si el Diario empezaba a enumerar corría el riesgo de quedarse en tierra y tampoco era cuestión. Nos quedaba el último destino.
Domingo 18: Mónaco y Montecarlo
Llegamos a primera hora de la mañana, de nuestro último día de crucero, al puerto de Mónaco. Poco a destacar: un enjambre de torres y cemento, un puerto deportivo para los ricachones de todos los países que viven y evaden capitales, desde este principado de poco más de 1 km de superficie, y alguna que otra reencarnación de Bette Davis con perros chihuahua en sus brazos, paseando por las calles impolutas del país de los Grimaldi. En la parte alta se encuentra el Palacio que más sale en las revistas del Cuore, y entre los corrillos de turistas se oían cosas como estas: ¿pero ahora la Estefanía, sí esa, la más pendeja, con quién está casada? Hubo hasta quién se atrevió a pedirle a la guía que les llevara a ver la curva dónde se había matado la pobre Grace Kelly. (no entraba dentro del programa). Una vuelta por libre, por las calles que rodean el palacio y poco más. Como decía una pasajera del crucero: en Mónaco está todo recogidito y organizado». ¡¡¡Pues eso!!!.
La cena de despedida del crucero fue la del adiós y la de «que les vaya bonito» a tus contertulios de la mesa asignada. Intercambios de direcciones y de parabienes y un Hasta la vista. La pregunta inevitable era la de ¿repetiréis crucero? y sinceramente, y aunque haya habido momentos muy frikies, la respuesta desde el Diario fue afirmativa. Es otra forma de viajar, de conocer varios sitios sin preocuparse del equipaje, ni de perder aviones. Ahora bien, hay que encontrar momentos de soledad como el del atardecer en cubierta, porque si no, uno puede acabar con pajarita de lentejuelas, bailando el «Chiringuito» con el capitán tan y soñando perversiones del tipo «lujuria se llama mi chaleco salvavidas».