Febrero 2006,
Pamplona es historia, gastronomía, cultura y naturaleza bien conservada. La denominación de ciudad verde no es un simple reclamo publicitario, sino el color que predomina gracias a los parques y jardines que decoran sus casi 24 kilómetros cuadrados de extensión. Las antiguas murallas de la ciudad se han transformado en parques públicos que se extienden por el centro geográfico de la capital navarra. Es el caso del parque de la Taconera, al borde la muralla norte, de la Vuelta del Castillo que conserva las antiguas murallas de la Ciudadela del siglo XVI, y del Parque de la Media Luna, que esconde rincones desde donde se puede contemplar y disfrutar de las vistas al río Arga y de los barrios que circundan la ciudad y conforman la comarca de Pamplona. Historia y modernidad se unen en perfecta simbiosis en una ciudad que es ejemplo de un plan de urbanismo muy acertado.
Pamplona debe su nombre al general romano Pompeyo; la zona antigua, rodeada de murallas, casi en su totalidad, gira en torno a la plaza principal: la Plaza del Castillo. En la Edad Media, la ciudad estaba dividida en tres burgos independientes: Navarrería, San Cernín y San Nicolás. Fue en 1423 cuando surgió la ciudad unificada de Pamplona bajo el reinado de Carlos III de Navarra El Noble. Pamplona se mantuvo rodeada por las murallas hasta los inicios del siglo XX y, a partir de entonces, su tamaño fue abriéndose hacia el sur, con un plan de urbanismo ordenado al estilo de Barcelona. Hoy en día, la capital se ha extendido en todos los sentidos.
En su centro histórico se recomienda visitar la Catedral, con un impresionante claustro gótico, el Ayuntamiento. Los palacios, como el antiguo Palacio de los Reyes o el que alberga el Tribunal de Cuentas, se unen los barrios más modernos como el de San Juan, Iturrama o Azpilagaña, que a pesar de sus modernos edificios no dejan de sintonizar con la parte más antigua.
Recorrer a pie sus plazas, paseos y jardines tiene un aliciente añadido: la gastronomía local. En el norte de España se come y se bebe en abundancia y de calidad, y Pamplona no es una excepción. Los mejores espárragos del país, unas hortalizas muy cotizadas y unos vinos con denominación de origen que poco a poco han ido ganando adeptos. Estos son sólo ejemplos de lo que se cocina aquí. Platos de caza en el norte, truchas en sus ríos, quesos de oveja de primera calidad y una gran variedad de recetas típicas que hacen de Navarra, y su capital un referente en el panorama gastronómico nacional.
Pamplona, además de sus mundialmente famosas fiestas de San Fermín que merecen un capítulo aparte, cobra protagonismo por ser lugar de paso del Camino de Santiago. Desde Francia, el camino atraviesa los Pirineos y desde Roncesvalles, en el Valle del Roncal, el camino sigue su curso hasta llegar a la capital navarra. Rico es el patrimonio románico de la Comunidad Foral y rica es su variedad paisajística y cultural. El viajero que visita Pamplona tiene la oportunidad de descubrir una región llena de contrastes: desde el desértico sur de las Bardenas hasta los valles del norte, donde el verde, siempre el color verde, es protagonista. Sólo queda cumplir lo que dicen las campañas de publicidad:» ¡ Ven y cuéntalo!».