Del 11 al 18 de agosto del 2006
En Chile según me cuenta, mi amigo David, «caletear» significa: esconderse, guardar… Y digo yo, que se puede aplicar el término, cuando 5 mujeres van de cala en cala por Ibiza y Formentera y encima se divierten, ¿verdad?. Pues eso, acuño la palabra y añado al diccionario viajero el verbo «caletear».
Y buscando más términos, ¿cuál sería el acertado para describir un viaje realizado por 5 «mujeres alteradas», (como dice mi añorada Maitena, a la que echo de menos cada domingo cuando ya no veo su viñeta en el suplemento del País), en esa difícil edad, entre los 35 y los 45 años, en los que algunas viven su segunda adolescencia y otras perpetúan la primera….? El término ajustado no lo sé, pero podría resumirlo en un titular oficioso: «Bomba de relojería, en alerta roja permanente, sondea las calas de Ibiza y Formentera». ¿Quién dijo miedo?: 5 mujeres en esa tierna edad, en la que no se es demasiado joven para pasar de todo, ni demasiado mayor para pasar de todo también. Esa tierna edad en la que te enseñan a ser la mejor profesional, la mejor madre, la súper woman del siglo XXI, y luego resulta que cuando lees la letra pequeña y el manual de instrucciones de cómo manejarnos, muchos de nuestros encuentros y desencuentros tienen nombre: cambio hormonal. ¡Toma ya!!!!Y luego dicen que somos complicadas…
En fin, como todo en la vida, tiene su lado positivo, la madre naturaleza nos regaló unos cuantos sitios inolvidables: calas de agua cristalina, playas de arena blanca, puestas de sol antológicas y rincones perdidos en los que perderse por siempre, jamás. Pero, vamos por partes, que la estancia lo merece.
Viernes 11 de Agosto: llegada a Ibiza
Salida prevista: 6 de la tarde desde Denia, Alicante. Salida real: 9 de la noche en un buque que debió protagonizar algún asalto de la batalla de Lepanto, a juzgar por el estado oxidado de sus instalaciones. El «low cost» también ha llegado a los viajes en barco, y en la compañía Iscomar, una puede ir y volver a Ibiza, desde Denia, en 4 horas y media, con coche incluido por 90 euros, ¿alguien da más por menos?. Eso sí, el precio incluye: asientos decimonónicos con propulsión, de esos en los que te sientas y si no te agarras bien sales despedido por la borda, música ambiental de «taladro pop» y todo un ejército de chicos y chicas de esos que toman pastillitas de colores, son carne de gimnasio y que cuando hablan, digo gritan, es para decir «qu´pasa nen??????». Glamour, glamour total en el acorazado potenkim, y nada que envidiar a los veleritos esos de amarras, que atracan en las calas, y que son ligeros como plumas. Nuestro buque insignia era la envidia de los 7 mares….
Cuando la «envidia de los mares» llegó al puerto de Eivissa, nuestro estado era más bien catatónico. Habíamos llegado a la isla más hedonista del mundo, en el barco más quejumbroso del mundo mundial. Pero lo importante es llegar, y entre gritos de los «pastis» que ya iban por la quinta dosis, y las azafatas vestidas con uniformes del «ejército de salvación», conseguimos bajar las escalerillas y pisar tierra firme!!.
La odisea había dejado algún cadáver en tierra. Unos policías de secretas se incautaron de una partida de «pastillitas de la risa» en el puerto de Denia, escondidas en un bote de gel «nenuco». Son las cosas del directo, y el viaje a Ibiza para algunos acabó incluso antes de empezar.
Hacia las 3 de la mañana llegamos a nuestro destino final. Nos habían cedido gentilmente una habitación en un almacén, con derecho a baño, nevera y microondas. La aventura ibicenca acababa de empezar… Cuando 5 mujeres unen sus fuerzas no hay quien pueda con ellas. En un santiamén, convertimos la habitación en un sitio más acogedor, con luces indirectas y olor a «cremas de noche» (algunas reparadoras y otras reafirmantes). De almacén pasó a «loft» en un abrir y cerrar de ojos!.
Sábado 12 de Agosto: Playa d´ en Bossa y primera salida nocturna
«A quien más o menos madruga, Dios le quita la legaña». (refranero personal). Nos levantamos a media mañana y fuimos tomando conciencia de dónde estábamos. Descubrimos un garito muy cercano, el «Bonsái» de Sant Jordi, donde la camarera Ana, una chica majísima y a la que desde aquí mando un saludo, nos sirvió un desayuno que nos puso las pilas enseguida: café con leche, zumo de naranja natural y tostadas de pan con jamón y queso fundido. Nos gustó tanto el sitio que votamos por unanimidad que sería nuestro lugar de desayuno oficial.
Con los cuerpos aún molidos por el viaje pero ansiosos de aventura, decidimos ir a la playa d´En Bossa. Era la playa más cercana a nuestro «centro de operaciones» y allí conseguimos descansar y disfrutar de un día completo de playa. Se trata de la playa más larga de la isla y es bastante familiar, aunque también es conocida porque muy cerca se encuentran el famoso Bora Bora y la discoteca Space. A lo lejos se ve la ciudad de Eivissa, (la vila para los nativos) y ese era nuestro siguiente destino: cenar en la capital de la isla. Estuvimos varias horas allí y decidimos finiquitar el día de playa hacia las 6 de la tarde, con la idea de probar y catar la noche ibicenca.
Ya lo dicen las folklóricas, «pa lucir hay que sufrir» y algunas sufren más que otras. Todo depende del nivel de autoestima personal y de la paciencia del personal. Hay mujeres, las menos, que con la cara lavada están guapas. Hay otras que aunque se pinten como puertas, no logran transformar los misteriosos designios de la genética. Solución: tomarse un gin tonic bien fresquito, antes de salir, mientras acaba la sesión maquillaje-peluquería-póngase guapa- y- vuelva a casa con la cabeza bien alta, a comer chocolate a falta de otros estimulantes……
Hay que reconocer que los tiempos han cambiado y que los hombres también se acicalan y pueden batir récords de permanencia en el baño antes de la «conquista del Oeste». La isla lo pide. Minifaldas de vértigo o cinturones anchos, musculatura pectoral masculina y tetas de silicona, ya seas macho u hembra. Lo importante es ver y que te vean. Da igual si eres hetero, bisexual, asexual, o hermafrodita, lo que mola es destacar por encima del bien y del mal.
Cuando salimos de nuestro rincón secreto en la isla, las risas fueron de las que hacen historia. Las 5 mujeres.com íbamos vestidas tan distintas, que parecía que veníamos cada una de un planeta diferente. Decidimos dar una vuelta por el Dalt Vila (la parte histórica de la capital de la isla). Merece la pena perderse por sus calles adoquinadas y flanqueadas por terrazas y tiendas de ropa blanca (ad-lib). Dimos un paseo, pero no llegamos hasta la cima. Volveríamos de día para subir hasta la parte más alta.
Después de dar una vuelta, y ponernos los dientes largos con todas las cosas bonitas que vimos en los escaparates, y con el ambiente de las terracitas iluminadas con velas y repletas de gente cenando, decidimos hacer lo mismo y cenar en una terraza, unas ensaladas que nos dejaron «listas» para la posteridad.
Justo al lado del puerto, donde llegan los ferrys de la península, está digamos la zona previa a la marcha ibicenca. Allí se amontonan los cafés con sus terrazas para ver el espectáculo de la calle: desfiles de la «beautiful people», de los go-gós y relaciones públicas de las macrodiscotecas que cada noche anuncian por las calles el tema sobre el que versará la noche. Esa noche, por ejemplo, los chicos y chicas de Pachá iban vestidos de rojo, con encajes y una especie de bozales rojos también, tapándoles las caras; otros, sólo chicos, iban vestidos con cueros y látigos, al más puro estilo «geyperman».
El hecho de ver a toda esta gente por las calles ya es un espectáculo de por sí. Los dueños de las terrazas lo saben y se aprovechan. Un café solo, tamaño liliputiense cuesta 4 euros. Y si además, te apetece un café y no un gintonic, resulta que te puede venir el dueño de la terraza, en nuestro caso la de «Space», diciendo que el consumo de un café no da derecho a quedarse todo el tiempo que uno quiera. Sin comentarios!. Son las cosas del directo, y en Ibiza te cobran hasta por respirar!!!.
Otro lugar donde hay que ver y dejarse ver, son las terrazas de los bares que se apiñan en torno a la calle de la Virgen. Elegimos la terraza del «Tira pa´ya». Vimos más gente guapa, algún que otro famoso y aspirantes a famosos. En Ibiza todo vale, con tal de no ser indiferente. Los travestis comparten la calle con los go-gós de las discotecas. También se dejan ver los que un día fueron hippies en Ibiza y hoy, disfrazan sus arrugas con sus trajes de lino blanco, sacados del baúl de los recuerdos. Es el hedonismo en estado puro. Los más, disfrutamos con el espectáculo, y los protagonistas de la noche, se saludan y se besan al aire, con cara de «mírame, bésame pero no me toques el rimel». ¿Los precios?, en consonancia con la isla. Pero eso sí, un gin tonic a 10 euros con el espectáculo que allí vimos, merece de verdad la pena.
Y nos dieron, las 2 y las 3, las 4 y la una….EL tiempo pasaba volando, Y tras conseguir la foto con famoso, como mandan los cánones, nos retiramos a dormir para poder seguir disfrutando de la isla al día siguiente. El famoso en cuestión, daba vueltas y nadie le paraba, así que cuando le pedimos la foto, sólo le faltó darnos las gracias. Pobre chico, el ex de la hermana de Penélope Cruz. Si pensaba él que se le iban a tirar encima las jovencitas fans de Upa dance, se encontró con las 5 mujeres.com, que hace ya lustros dejaron de leer el Super Pop!. Pobrecito!
Domingo 13 de agosto: Costa Norte de Ibiza
Nuestro desayuno en el Bonsái de Sant Jordi ya se había convertido en un acto reflejo. Lo saboreamos y cogimos ruta en dirección norte, hacia el Port de San Miquel. Una de las calas más conocidas es la de Benirrás. A esta playa sólo se puede llegar en coche, y se recomienda seguir las señales desde San Miquel. Al llegar a media mañana estaba a tope y decidimos volver a la tarde, cuando se celebrara la famosa fiesta de los tambores al atardecer.
Volvimos sobre nuestros pasos y paramos en la Cuevas de C’an Marça. Desde allí las vistas panorámicas son impresionantes y merece la pena quedarse un rato por allí y perder la vista en el horizonte. Justo en frente se encuentra un islote, ocupado por una impresionante mansión, que pertenece a un holandés, según nos comentaron más tarde.
Otra mansión impresionante, que hoy alberga el mejor hotel de isla según dicen, es la que acoge al hotel- hacienda «Na Xamena«. Para llegar a este «paraíso terrenal» sólo apto para bolsillos abultados, hay que pasar alguna que otra curva y desviarse por un camino sinuoso,: http://www.hotelhacienda-ibiza.com Decoración étnica, construcción ibicenca y suites con jacuzzis privados que dan al mar. Es otro mundo, y otra galaxia, aunque tomarse una cerveza en la terraza de acceso libre y disfrutar de las vistas sobre los acantilados, es un «lujo» que todo el mundo se puede permitir. Lo de pagar hasta 800 euros por una noche en una de las suites es ya otro cantar….
Salimos con esa sensación tan usual de «qué injusto es el mundo» y qué pobres somos!! Pero la aventura seguía, y nos perdimos intencionadamente por un camino de tierra que nos llevó a otra cala. El sitio estaba animado. No cesaba el vuelo de helicópteros sobre nuestras cabezas, con cestas de agua para socavar incendios, y un paparazzi nos tuvo intrigadas un buen rato, sin saber lo qué o a quién buscaba. Mientras él buscaba a su «presa», nosotras disfrutamos de un baño hasta que el sol se fue escondiendo poco a poco.
Se acercaba el atardecer y nos podíamos perder el evento del día. Volvimos a la cala de Benirrás y allí conseguimos a duras penas un trozo de playa para disfrutar del espectáculo de los tambores al atardecer.
Allí apiñados pero con muy buen rollito, vivimos uno de los mejores momentos del viaje. La Cala de Benirras es quizá una de las más mágicas y encantadoras de Ibiza. Los domingos, al atardecer, la fiesta de los tambores en honor al sol es digna de ver. Paulatinamente se van uniendo los que tocan los tambores, con los que bailan a su son y los que como nosotras nos dejamos llevar por el espíritu «peace and love» que reinaba en el ambiente. Fue una experiencia única e inolvidable. Cuando nos quisimos dar cuenta ya era casi de noche y teníamos previsto cenar en un bar, recomendado también por nuestros «guías espirituales», Ramón y Diego de Madrid, a los que desde aquí mando un saludo y mil gracias!!!
La cita era en el Bar Costa, en Santa Gertrudis. Nos venía de paso y aunque nos costó un poco encontrar mesa, ya que estaba a tope, mereció la pena esperar. Con el tapeo de embutidos, el queso y la afamada sobrasada, con jarra de sangría incluida, cerramos un día de lo más completo. Mejor dicho, lo medio cerramos, porque de las 5 mujeres.com, 3 aún tuvimos ganas de dar una vuelta por la Ibiza canalla…
En la terrazas del famoseo, vimos al bailarín Rafeal Amargo, al periodista Sandoval y al inconfundible, incomparable y famosísimo Pocholo, que iba corriendo de un lado a otro de las barras de su bar. Además de pinchar en la discoteca el «Divino«, el personaje tiene un bar que no se podía llamar de otra manera: «pocholo bar». Tengo que decir que el chico gana al natural, y que nos reímos un rato, cuando se acercó y le dijo a Pura al oído, desde la barra: «amor dile al DJ que baje el volumen de la música», así tal cual, como si fuésemos de la familia….Sus palabras fueron órdenes y con el trabajo hecho nos fuimos a dormir.
Lunes 14 de agosto: Playa de las Salinas y Playas de Compte
Otra playa de obligada visita es la de las Salinas. Está muy cerca del aeropuerto de Ibiza y de las Salinas, claro. En verano, es la playa de moda, donde los bañadores de cuerpo entero, sencillamente no existen. Es el festival de los cuerpos musculosos, del top-less y de los implantes de silicona. Allí van a tostarse al sol los y las gogós de las discotecas, y es un buen lugar para conseguir invitaciones.
En las Salinas, el idioma oficial es el italiano. No sé si en agosto quedará algún italiano en su país, porque en Ibiza están todos o casi todos. Así como la playa d´En Bossa es más familiar, la de las Salinas, desde luego es la playa de la «beautiful people». Hay varios chiringuitos pero el más «in» según parece es el que se encuentra al final del todo, justo donde se encuentra la zona nudista. Se llama «Sa Trinxa» y aunque el paseo es pelín largo, merece la pena llegar hasta allí: buena música y ambientazo asegurado todo el día. Estaba a tope, y tuvimos que volver sobre nuestros pasos para poder bebernos una birrita en otro de los chiringuitos. Volvimos a ver a algún «paparazzi» que sudaba la gota gorda mientras buscaba la foto del verano. Según me enteré al día siguiente, Penélope Cruz andaba recalando por allí y una foto suya tenía que cotizar al alza, seguro!.
Como las medusas nos impedían volver a bañarnos, decidimos seguir ruta, hacia otras playas que nos habían recomendado, las «Playas de compte». Personalmente, creo que fue el mejor momento del viaje. Cuando llegamos allí, y seguimos las indicaciones que nos decían de ir a las «piscinas» naturales que se han formado en la cala que está justo detrás del «Reggae Bar«, yo creí que estaba viendo alucinaciones. Aguas turquesas tan claras y limpias que parecían irreales. Un paraíso del que no salimos hasta que la piel empezó a sacar escamas y los pulmones casi se convierten en branquias….
Yo perdí la noción del tiempo ante tanta naturaleza en estado salvaje; Volvimos a la realidad con otro regalo a nuestro alcance: un atardecer con el sol escondiéndose entre los islotes rocosos de poniente. Me quedé hipnotizada una vez más y casi a rastras, me monté en el coche con el que teníamos que volver a Ibiza para cenar con nuestros anfitriones.
Definitivamente, y con la perspectiva del tiempo, creo que esa tarde en playas de Compte fue de lo mejorcito que viví en Ibiza. Si vuelvo a la isla (todo el mundo repite según parece), será un destino prioritario, sin lugar a dudas.
Martes 15 de agosto: visita de la Vila, Cala d´Estanyol y Santa Eulalia
Ya nos esperaba, Ana, nuestra camarera favorita, con nuestro desayuno exclusivo en el Bonsái de Sant Jordi. Cuántas veces me acuerdo y qué bueno estaba el zumo natural de naranja y las tostadas de pan con jamón y queso fundido, Ummmm!!!!
Con el cuerpo a tope de energía, y con ganas de seguir disfrutando de Ibiza, decidimos visitar la parte histórica de Eivissa a plena luz. Antes dimos un paseo por el puerto deportivo, donde vimos alguna que otra «barquichuela» de esas que provocan ataques repentinos de envidia (malsana, la sana no existe) al común de los mortales. Era la hora de la limpieza, y «entre bambalinas» pudimos hacernos una idea de los lujos asiáticos que guardaban las «mansiones flotantes», de esos ricachones que se empeñan tanto en hacernos sufrir……
Con ese color verde que da la envidia, entre verde oscuro y aceituno, fuimos subiendo poco a poco hasta las murallas de «Dalt Vila». El recinto fortificado de la ciudad de Eivissa fue declarado en 1999 Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO. Tiene 5 entradas y la principal es la de ses Taules. Pasado el portal se accede al Patio de Armas, lugar singular con diez arcos de medio punto que durante años acogió el primer mercado hippy de la isla. Desde este punto y pasando por otro portal que en su cara exterior también está adornado con una estatua romana, se accede a la Plaça de Vila. A partir de aquí se pueden escoger diferentes recorridos para conocer el recinto. Nosotras optamos por girar a la izquierda y subir hasta la explanada donde se encuentran los baluartes y desde donde las vistas a la bahía son impresionantes.
Estando allí, coincidimos con el rodaje de una telenovela y les pillamos en plena escena amorosa, cuando chico atusa pelo a chica, mientras chica se deja mimar, mirando al horizonte. Y el momento cumbre no tardó en llegar: un cámara del equipo simuló una llamada al móvil del protagonista y éste interrumpió su declaración de amor para atenderla poniendo gesto dramático. Tensión y drama en el ambiente… Fue, sin duda, uno de los momentos más frikies del viaje.
Hacía un calor plomizo y pegajoso pero conseguimos llegar hasta la cima de la Vila. En la parte de arriba se puede visitar: la Catedral de Eivissa, iniciada en el siglo XIV y finalizada en el siglo XVIII; el Palacio Episcopal, residencia del Obispo; el Museo Arqueológico, situado en el antiguo edificio de la Universidad, el Castillo, la torre del homenaje, la Almudaina y la Casa del Gobernador.
Callejear y perderse entre las casas de cal blanca es un gustazo. En nuestro paseo de vuelta, encontramos una tienda de recuerdos que nos llamó la atención por los amuletos que ofrecía. Allí estuvimos un buen rato con la dueña que nos explicó el antes y el después de la isla. Según nos dijo, la «fiebre de la construcción», el caciquismo y la destrucción del entorno no eran cuestiones ajenas a Ibiza. Parece ser que la autopista que están haciendo actualmente, está siendo muy cuestionada por su impacto medioambiental y por la cantidad de terrenos que han sido expropiados a la fuerza, dejando a la gente sin casa y sin huertas. Un buen rato de «charleta» con esta mujer tan agradable nos dio la idea de cuánto había cambiado Ibiza desde un tiempo hasta a esta parte. Poco quedaba ya, según ella, de los pueblos de pescadores originales y del ambiente «hippy» de la isla.
Al bajar otra vez a «tierra firme», el calor ya era bastante inaguantable. Nos fuimos en busca de otra calita para bañarnos. Por la mañana, nuestra camarera favorita, nos recomendó ir a la Cala de Estanyol y eso hicimos. Esta cala se encuentra muy cerca de Cala Llonga y Santa Eulalia, en la cara Este de la isla. Está un poco escondida y a pesar de que seguimos las indicaciones de un chico muy majo de Santa Eulalia, nos perdimos antes de llegar a la pista de arena que conducía a la cala d´Estanyol. Para no perderse hay que llegar al pueblo de Jesús, ir hasta el campo de fútbol en dirección a Roca Llisa, y meterse por la pista de tierra de 2 km que lleva a esta cala salvaje, rodeada por embarcaderos típicos con techados de paja.
¡Nuestro gozo en un pozo!!!. La cala? Preciosa, tranquilidad? Bastante, pero….cuando vimos las toneladas de algas que descansaban sobre las orillas, se nos quitaron las ganas de «pelearnos» con ellas. Yo pensaba, que tal y cómo nos lo habían dicho, habría algas pero no una barrera infranqueable de «vegetación marina». Fue duro no poder bañarse, la verdad. Sin embargo, el olor a yodo, el rumor de las olas y el «colchón» mullido que formaban las cantidades infinitas de algas secas, nos «invitaron» a una siesta antológica. Por eso, yo recomiendo ir a esta cala a pesar de las algas y del peligro de salir del agua transformado en el increíble Hulk, porque el sitio lo merece.
Tras las siesta de las siestas, nos fuimos a cenar a Santa Eulalia, a un restaurante Hindú, «The Balti House» que también recomiendo desde aquí. Se encuentra en la misma playa, en el paseo marítimo, y además de la decoración que invita al relax, la comida es suculenta y a buen precio.
Ya era nuestra quinta noche en la Ibiza y todavía no habíamos pisado una de las famosas discotecas de la isla. Esa misma mañana, comprobamos en la venta anticipada que los precios de las entradas suelen variar y cotizar al alza o a la baja según sea el DJ de turno. Siguiendo los consejos que nos dieron, decidimos que de ir a una, iríamos al Pachá, la discoteca veterana de la isla.
Dudamos hasta el último momento si ir a la «discoteque» esa noche, o la noche del jueves, que sería la de la despedida. Al final, como hubo «bajas», las 3 supervivientes nos fuimos al bar «The Keeper«, un pub con mucha marcha, al lado del puerto con clientela más cercana a los 30 que a los 20. Era diferente al ambiente de las terrazas de la parte vieja de Eivissa, pero también lo pasamos bien hasta las tantas.
Miércoles 16: Playa de Aguas blancas, San Carlos, Hippy market y San Antonio
Siempre hay un momento en el que el cuerpo y la mente piden aislamiento, soledad y encuentro con uno mismo. Mi momento había llegado y tan sólo 3 horas después de acostarme, me levanté, cogí las llaves del coche y me fui a la playa d´En Bossa a ver el amanecer. Cuando llegué no había nadie, más que un par de chicos poniendo las hamacas de los chiringuitos y una pareja de extranjeros que también querían ver los primeros momentos del día. Momento glorioso el que viví, viendo el sol saliendo del mar como una gran bola de fuego. Me quedé dormida y me desperté 3 horas más tarde cuando el sol ya ardía en lo alto y me picaba la piel.
Cuando regresé a nuestro «loft», ya se habían despertado e incluso me habían echado de menos…. Desayunamos siguiendo el ritual y nos fuimos a descubrir otra cala, la de la Aguas blancas, muy cercana al pueblo de San Carlos.
Cada playa o cala en Ibiza tiene su aquél, y ésta tenía la peculiaridad de contar con muy poca arena, pero la suficiente para echar la siesta en las sombras proyectadas por los acantilados. Las aguas cristalinas invitan al baño, pero hay que tener cuidado porque dentro del agua es fácil toparse con grandes rocas.
Ya habíamos sentido el peligro de las medusas en las Salinas, y la presencia de las algas en Estanyol. Nos quedaban los mini peces de esta playa de Aguas blancas, que eran microscópicos pero «matones». Cada vez que picaban en la piel era una sensación un poco molesta, como las picaduras de un mosquito.
No dejamos de bañarnos hasta que la marea subió tanto que nuestras toallas en la orilla quedaron empapadas. Ya no quedaba ni medio metro de arena, así que recogimos todo a media tarde y fuimos a «ahogar» nuestras penas al Bar Anita de San Carlos. Teníamos que probar el licor de hierbas de este bar. Nos lo habían recomendado nuestros guías madrileños y una vez más, brindamos por el acierto.
En una isla «hippy» lo que no pueden faltar son los mercadillos. Y haberlos «hailos» y muy interesantes. El más importante es el de las Dalias, que se celebra todos los sábados pero hay muchos más: http://www.megustaibiza.com/mercado.htm
Nosotras estábamos en San Carlos y como no podíamos ir al de las Dalias porque era miércoles, nos fuimos a otro que también tiene su miga, el «Hippy market» de Es Canar. Es bastante grande y tiene de todo: artesanía, ropa, calzado, instrumentos musicales, bisutería, etc… Yo compré un collar de semillas de Brasil que me «guiñó» el ojo, y el resto de la «troupe» también compró algún que otro recuerdo.
Para cuando nos quisimos dar cuenta, ya estaban retirando los puestos. Nuestro siguiente plan era ver uno de esos «famosos atardeceres» desde el Café del Mar de San Antonio. Dicen que este antiguo pueblo de pescadores ha perdido todo su encanto, y a quién lo diga no le falta razón.
Con los años se ha llenado de hooligans ingleses que van en manadas a San Antonio por 4 libras. Bloques de apartamentos, luces de neón y poco, o nada que ver con el resto de la isla. Aparcamos y fuimos andando por la playa hasta el archi famoso Café del Mar.
Lo intentamos pero cuando llegamos ya había oscurecido y nos quedamos con las ganas. Eso sí, mi sorpresa fue mayúscula cuando por fin llegamos al mítico café. Yo sinceramente me esperaba otra cosa. Me lo había imaginado de otro estilo más retro y no con esa estética de nubes rosas y azules de cartón piedra. Quizás el desengaño vino sobre todo provocado por no haber llegado a tiempo, pero aunque las comparaciones son odiosas, me quedo con el ambiente que vivimos en el atardecer de la cala de Benirrás, al son de los tambores.
Tampoco nos fuimos con mal sabor de boca, porque cenamos en una Pizzería, llamada «David´s«, que recomiendo a todo el que vaya a San Antonio. Las ensaladas son buenísimas y los postres, como el tiramisú o las trufas de chocolate están de vicio pecaminoso.
Acabamos el día con un sabor agridulce y nos fuimos a descansar porque al día siguiente teníamos que levantarnos pronto para coger el barco que nos llevaría a Formentera.
Jueves17: Formentera y despedida y cierre en Pachá
Dejamos el viaje a la isla más cercana de Ibiza para el último día y, la verdad, es que fue un día memorable. Por unos 40 euros, con coche incluido, se puede ir a Formentera en varias compañías, desde el puerto de Ibiza. Finalmente cogimos billete en «Balearia» y en poco menos de media hora llegamos al puerto de destino. El mar estaba algo picado y hubo más de uno que echó hasta la primera papilla….
A medida que va llegando el barco a la isla, ya se nota su lado salvaje y su luminosidad, fuera de lo común. Ya nos habían avisado de que el sol pega tan fuerte que en un día la gente vuelve «negra» literalmente. No es una isla grande, y se puede recorrer en un día perfectamente. Sus playas de arena blanca y fina con sus aguas turquesas y transparentes, son de las mejores de Europa y nosotras lo comprobamos personalmente.
Los barcos llegan al puerto de la Savina. Allí se encuentran varios bares y restaurantes, algunos de esos yates que dan envidia y la oficina de turismo, donde nos aconsejaron ir hacia las playas de Illetas y Levant, que forman parte del Parque natural de las Salinas. El mistral rugía con fuerza y lo más aconsejable era ir hacia la parte de la isla donde no soplase tanto. Si en Ibiza me acordé de muchas escenas de la película «un sueño de Ibiza», en Formentera, enseguida entendí el cartel de la película «Lucía y el sexo», en el que aparece Paz vega subida a una moto.
Miles, cientos de motos de alquiler se cruzaban en nuestro camino hacia la playa. Era agosto y agobiaba un poco el ruido de las motos pero sí que es verdad que es una de las mejores maneras de recorrer una isla con una distancia máxima de 20 km.
Entre tanta vespino corriendo de un lado para otro, tenía que pasar. Justo cuando pasamos por el pueblo de Pujols, vimos una pareja tirada en el suelo, y a la chica de la pareja bastante magullada. Nos dejó bastante impactadas aunque tampoco nos extrañó viendo el trajín de motos.
La playa estaba a rebosar, a pesar de las nubes que cubrían el cielo. Ese día no pegaba tan fuerte el sol y en cierto modo se agradecía. Lo primero que hice, nada más instalarnos, fue bañarme en esas aguas que de tan limpias da apuro meterse en ellas. Un azul turquesa impresionante y una arena blanca que me recordaba a las imágenes tantas veces vistas de esas playas paradisíacas de Zanzíbar o islas Fidji.
Estuvimos un buen rato y desde allí seguimos ruta hacia Cala Sahona. Esta cala está bordeada por los embarcaderos típicos que también vimos en Ibiza. Desde allí, las vistas a la vecina Ibiza son espectaculares. También a pie se puede subir a la azotea del bar que hay justo a la entrada de Cala Sahona, a la derecha, y «flipar» con los acantilados de Punta Rasa, con sus paredes de rocas rojizas que caen sobre el mar.
Tras la parada en Cala Sahona, volvimos sobre nuestros pasos y nos desviamos hacia Ca Marí. Hay tres faros en la isla, el del puerto de entrada de La Savina, el de La Mola, que veríamos más tarde y el de Cap de Barbaria (foto de portada del diario), que me gustó muchísimo. Sobre todo, por su entorno, con sus acantilados espectaculares y la inmensa soledad que despierta. Al llegar al faro la sensación de desnudez es total. Durante siglos, esta tierra castigada por el mar y el viento fue la frontera entre dos mundos en guerra permanente: el cristiano y el musulmán. De hecho, se dice que su nombre procede de la relativa cercanía del lugar a las costas africanas, conocidas como bárbaras.
Tiene mucha magia el Cap de Barbaria. A pesar del fuerte viento que soplaba, permanecimos un buen rato intentando averiguar qué significaban los montículos de piedras lisas de todos los tamaños, esparcidos por toda la zona. Según me he informado después, se trata de una costumbre que consiste en que la gente vaya depositando piedras lisas, mientras piensa en un deseo. Se han ido formando estos «monumentos» artificiales y el conjunto sorprende por su originalidad y por su extraña y salvaje belleza. Me gustó mucho este rincón del mundo.
Siguiente etapa: playas del Migjorn. Para acceder a las playas de Migjorn, siguiendo por la carretera principal que nos lleva a La Mola, se encuentran multitud de caminos rurales que llevan a distintos rincones de la playa. Y no es extraño, porque se trata de una de las playas más extensas de Formentera, con más de 5 km de costa.
Los vientos seguían soplando con fuerza y no pudimos quedarnos mucho tiempo si no queríamos correr el riesgo de salir literalmente volando o salir «coronadas» con un kilo de algas en la cabeza, de los cientos que se acumulaban en la orilla. Pasamos al otro lado de la isla, donde no corría apenas el aire, y llegamos a un pueblo de pescadores, llamado Es Caló de San Agustí.
Otro sitio con mucho encanto. Otro sitio de esos en los que la mente se relaja y sin darte cuenta puedes quedarte horas y horas. El mar llega a la orilla, donde están los embarcaderos, y se forman otra vez «piscinas» naturales de agua cristalina. Los niños jugaban, y nosotras, cervecita en mano, estuvimos un buen rato observándolos, hasta que el reloj, esa máquina diabólica que debería estar vetada en vacaciones por imperativo legal, nos devolvió a la realidad. Nos fuimos de allí en dirección a nuestro último destino: el Faro de la Mola.
La Mola es una meseta situada al Este de la Isla. Una zona donde no se notan casi los estragos del turismo «depredador» y donde la gente sigue viviendo de la agricultura. Allí vimos el último faro de la isla, impresionante también, y los acantilados con la luz del atardecer. Según cuentan, este faro es uno de los más importantes del Mediterráneo. Julio Verne se refería a él como el Faro del Fin del Mundo. También soplaba con fuerza el viento y después de hacer unas fotos y comprobar la altitud de los acantilados, decidimos retornar a nuestro punto de partida, el puerto de la Savina, para no perder el barco de vuelta a Eivissa.
Llegamos al puerto, justo cuando el sol, la gran bola naranja, se escondía en el horizonte, donde el mar se pierde en el infinito. El barco salía con retraso y estuvimos un buen rato esperando, el suficiente para ver los tenderetes que se montan alrededor del puerto. Cuando ya finalmente subimos al barco de balearia, la mar estaba calma, y tuvimos un viaje muy, muy tranquilo. Tan tranquilo, que parecía que nos estaban meciendo en una cuna.
Al llegar, nos costó un poco salir del letargo pero la noche acababa de empezar. Era nuestra última noche ibicenca y la teníamos que aprovechar. Hubo bajas entre las 5 mujeres.com pero una servidora no podía irse de la isla sin ver alguna de esas mega-discotecas. Cenamos de tapeo, en el centro de Ibiza y las 3 supervivientes nos «disfrazamos» to be ready to kill.
El sabio consejo que nos dieron de ir a Pachá a última hora para entrar gratis, lo seguimos a rajatabla y funcionó. Antes de probar suerte, volvimos otra vez al The Keeper, en el paseo marítimo, que estaba a rebosar y con un ambientazo increíble. Nos dieron las 5 de la mañana allí y con el «txirimiri» que empezó a caer nos dirigimos a Pachá que se encuentra muy cerca del puerto.
En el camino empezamos a hablar con una pareja de lo más!: el chico joven era gay y su acompañante era una mujer de unos 50 años, con pañuelo pirata en la cabeza, voz de cazallera y acento gallego, 100% coruñés. La mujer nos contaba que llevaba años viniendo a la isla (hay mucha gente que no se pierde su cita anual con la isla) y que aún no había entrado en Pachá. Esa noche daba por sentado que iba a entrar, y además sin pagar un duro. Con esa seguridad con la que hablaba no podíamos dejarla escapar y nos pegamos a ellos cuales lapas.
Al llegar al «templo», la gallega le echó un rollo al oído al portero y después de unos minutos de alta tensión, entraron los dos sin pagar y a nosotras nos dijeron que teníamos que pagar dos entradas para las 3, o sea, 120 euros. Por supuesto, se nos quedó una cara de auténticas gilipollas mientras, los gallegos se despedían con una sonrisa en los labios que decía: se siente….
Ni por H ni por B. EL portero no bajaba la guardia y nos repetía que teníamos que pagar, aún sabiendo que mucha gente se iba marchando y que estaba a punto de amanecer. Aguantamos estoicamente unos minutos y llegó el milagro. Un argentino que tenía pintas de jefe de los seguratas nos dejó entrar finalmente en el mítico Pachá, sin pagar un euro. Y…. menos mal que no pagamos ni un céntimo de euro!!!.
La sala no tenía nada de especial, yo me imaginaba que iba a ser una discoteca enorme, espectacular y cuando la cruzamos lo que vivimos fue la mismísima bajada a los infiernos. Pastilleros, ojos salidos de las órbitas, algún «fashion victim» entradito en años, bailando en las zonas vips y música de matraca maquinera apta para oídos masacrados. Pero, todo en la vida tiene su explicación. Pachá es una sala antológica, a pesar de que la entrada cueste 60 euros sin consumición, (las copas cotizan a 13 euros).
Todo depende del dj que pinche y nosotras a esas horas no pudimos disfrutar de lo que realmente se ofrece allí. Siempre ha tenido fama de ser un local para pijos y de contar con los mejores pincha discos del mundo. Las sesiones de uno de los DJ más aclamados del mundo, Eric Morillo, en las subliminal sessions con el mejor house, son el «santa santorum» para los amantes de la música disco. No pudimos disfrutar del mejor pachá, pero por lo menos entramos sin pagar, que era de lo que se trataba.
Con la misión cumplida, salimos a coger el coche cuando eran casi las 8 de la mañana. La sorpresa de la noche estaba por llegar. Nos habían hecho palanca en el coche y la puerta estaba doblada. Dentro de lo malo no robaron nada en el interior y después de prestar declaración en la comisaría, fuimos a dormir un poco antes de coger el barco de vuelta a la península.
Había acabado nuestro viaje a Ibiza y Formentera y las 5 mujeres.com volvimos a la península haciendo balance de los momentos, buenos, mejores, peores y no tan buenos. Yo personalmente saqué dos conclusiones del viaje, mientras iba viendo los delfines que se cruzaban en alta mar. La primera conclusión no tenía discusión, las dos islas me habían fascinado. Me había gustado su parte salvaje, sus playas de aguas cristalinas y arena blanca, sus calas, sus faros y la tranquilidad que se respira en algunos rincones, aún siendo el mes de agosto.
¿La segunda conclusión?: mujeres…..qué complicadas y qué difícil lo hacemos todo a veces…Me quedo con la letra de la canción de Sabina como despedida y cierre:
Hay mujeres que arrastran maletas cargadas de lluvia,
Hay mujeres que nunca reciben postales de amor,
Hay mujeres que sueñan con trenes llenos de soldados,
Hay mujeres que dicen que sí cuando dicen que no.
Hay mujeres que bailan desnudas en cárceles de oro,
Hay mujeres que buscan deseo y encuentran piedad,
Hay mujeres atadas de manos y pies al olvido,
Hay mujeres que huyen perseguidas por su soledad.
Hay mujeres veneno, mujeres imán,
Hay mujeres de fuego y helado metal,
Hay mujeres consuelo, hay mujeres consuelo,
Hay mujeres consuelo, mujeres fatal.
Hay mujeres que tocan y curan, que besan y matan,
Hay mujeres que ni cuando mienten dicen la verdad,
Hay mujeres que exploran secretas estancias del alma,
Hay mujeres que empiezan la guerra firmando la paz.
Hay mujeres envueltas en pieles sin cuerpo debajo,
Hay mujeres en cuyas caderas no se pone el sol,
Hay mujeres que van al amor como van al trabajo,
Hay mujeres capaces de hacerme perder la razón
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