Del 9 al 12 de marzo 2007
Teníamos que buscar un destino para celebrar el cumpleaños de la “mía cara zía” Françoise, o mejor digamos, Francesca, para ponernos en situación, y qué mejor idea que volver a la “bota”. Esta vez decidimos seguir los pasos de los “Medicci” y pasear por las calles de Florencia, Siena y Pisa.
Será el olor del parmesano y el orégano, será por las veces que me tuerzo los tobillos mientras camino por las calles adoquinadas, cuando me tropiezo con obras de arte en cualquier esquina, su idioma que me vuelve loca, los gestos y maneras exagerados de los italianos… hay mil razones para volver a Italia, y cualquier ocasión es buena para volver allí.
Así que aprovechando una oferta de vuelo con Ryanair, desde Valencia a Pisa, cogimos el viernes 9 el avión a las 17.50 y dos horas más tarde aterrizamos en la ciudad de la torre más torcida del mundo. La misma compañía de vuelo, pone a disposición un servicio de autobuses que en una hora más o menos, y por 8 euros, te lleva desde Pisa hasta el centro de Florencia. Nosotros queríamos coger el tren, que era un poco más económico (los trenes italianos son de los más baratos de Europa), pero los astros no estaban de nuestro lado, y al llegar nos comunicaron que había huelga de trenes locales. No nos quedó más remedio que esperar al autobús que para más inri llegó con media hora de retraso, y llegar a Florencia, pasadas las 22.30.
Pese al primer percance del retraso del autobús, al llegar a la que dicen es la ciudad más bella de Italia (con permiso de Venecia, claro), se nos olvidaron todas las penas. Desde la estación central de Santa María Novella, donde nos dejó el autobús, fuimos andando
hasta el famoso “Ponte vecchio”. Muy cerca de allí, teníamos reservado el apartamento que iba a ser nuestra hogar florentino durante 3 noches.
El alojamiento en Florencia es caro, y la opción del alquilar un apartamento, sale bastante bien de precio. Por unos 80 euros por persona, la estancia de 3 noches, resulta más económica que un hotel. Yo había reservado por Internet, el apartamento “la Vista” y enseguida entendimos el por qué del nombre.
Como en la película “una habitación con vistas” ambientada en Florencia, nuestro “nidito” en las alturas de un edificio histórico del siglo XVII, de la calle Magnolia nº 5 nos encantó desde el primer momento. Sobre todo, cuando Tiziana, la chica que nos esperaba para enseñarlo, abrió las puertas de la terraza y vimos una imagen imborrable: la famosa cúpula de Brunelleschi del Duomo y el Campanile de Giotto, en todo su esplendor para nosotros, sólo y exclusivamente para nosotros…
¿Qué más podíamos pedir?, al lado del Ponte Vecchio, con las mejores vistas y a un precio razonable. www.florencerental.net/lavista/ Sólo nos faltaba descansar y reponer fuerzas para al día siguiente “comernos la ciudad a bocados”.
Sábado 10 : Tutto Firenze
Desayuno con diamantes no, pero con unas vistas increíbles sí. Así amanecimos en Florencia, con un día soleado, y tomando el primer café frente a la “cuna” del Renacimiento. Teníamos todo el día por delante para perdernos por Florencia pero no queríamos perder ni un minuto. Así que a las 9 de la mañana ya estábamos cruzando el viejo puente, en esas horas del día, cuando aún no hay mucha gente y los primeros rayos de sol dan de lleno sobre las fachadas de colores ocres y amarillos. Las joyerías del “Ponte Vecchio” empezaban a abrir sus puertas y los primeros turistas empezaban a pasear por uno de los símbolos de la ciudad.
Volvimos sobre nuestros pasos de la noche anterior, e iniciamos la ruta desde la Estación de trenes de Santa María Novella. Justo al lado de la estación, se encuentra una de las iglesias más importantes de Florencia, la también llamada Santa María Novella, en mármol blanco y verde, y regida por frailes dominicos. Allí mismo iniciamos nuestro encuentro con la dinastía más renombrada de Florencia: los Medicci. Los cambios significativos que sufrió la Iglesia, después del Concilio de Trento por obra y gracia de Vasari, fueron a su vez encargados por Cosimo de Medici, quien más tarde se convertiría en el gran Duque de Toscana.
¿Pero quiénes fueron estos Medicci, omnipresentes en Florencia?. Los Medicci fueron una poderosa familia florentina que entre los siglos XIII y XVII dejaron su huella en la historia con 3 papas, varios dirigentes y varios miembros de las familias reales de Francia e Inglaterra. En su origen eran humildes pero gracias a la banca amasaron una gran fortuna. El Banco Medici fue uno de los más prósperos y respetados de Europa. Aunque si por algo destaca esta familia es por el legado cultural y arquitectónico que dejaron en herencia a la ciudad de Florencia principalmente.
La Galería Uffici, la Plaza Pitti, los Jardines Boboli, el Belvedere o el Palacio Medici, son sólo algunos ejemplos. El primer gran mecenas, Juan de Bici de Médici, ayudó, entre otros, a Masaccio, el pintor que pasó a la historia por haber probado por primera vez las leyes de la perspectiva en sus cuadros. De hecho, en la Iglesia de Sta Maria Novella, vimos un cuadro de este autor, conocido como “La Trinidad” en el que pudimos ver sus intentos. Otros artistas como Donatello, Fray Angelico e incluso Miguel Ángel también gozaron del mecenazgo de los Medicci.
Antes de continuar nuestra ruta y de salir de Novella, vimos también la Cruz de Giotto y el crucifijo de Brunelleschi, sí el mismo autor de la archifamosa cúpula del Duomo renacentista que más tarde visitaríamos. En prácticamente todas las iglesias de Florencia hay que pagar entrada (entre 2 y 5 euros), a excepción, curiosamente de la catedral, donde la entrada es libre.
Muy cerca de la Plaza de Sta M. Novella, en el extremo opuesto, y siguiendo por la Via Della Scala, nº 16 hicimos caso de la guía trotamundos y entramos en otra dimensión: en la que dicen es una de las farmacias más antiguas del Mundo: L’ officina Farmaceutica di Santa Maria Novella . Nada más entrar en la tienda, con mobiliario del siglo XIX y amplias vitrinas en las que se exponen todo tipo de ungüentos, se nota el aroma de hierbas aromáticas y pomadas de lavanda. Es una joya del pasado, una auténtica tienda-museo, con precios prohibitivos y clientela exclusiva, entre los que se citan la reina Isabel II de Inglaterra. La antigua “botica” data del año 1221, de cuando los frailes dominicos cultivaban ellos mismos las plantas y hierbas aromáticas que luego utilizaban como base para sus pomadas y perfumes.
Esta visita no estaba incluida en la ruta inicial, pero desde aquí lo recomiendo, aunque sólo sea por perfumarte con una de las fragancias que tienen en expositores para el público. http://www.italian.it/santamarianovella/smnes.htm Yo personalmente elegí echarme unas gotas de patchouli, por eso de recordar viejos tiempos y por eso de ir dejando “huella” por las calles adoquinadas de Firenze. Nuestra siguiente parada era la Iglesia de San Lorenzo, la única iglesia cuya fachada está inacabada y tiene el honor de ser la basílica más antigua de la ciudad.
Cuenta con una sacristía diseñada por Brunelleschi y otro punto de encuentro con los Medicci, las “cappelle Medicee”, un mausoleo dedicado a los mecenas más conocidos de Florencia, diseñado por Miguel Angel. Ya en el interior de la Iglesia, vimos varias obras de las que aparecen en todos los libros de arte sobre el Renacimiento: el sarcófago de la familia Martelli y los pulpitos de bronce de Donatello, la Anunciación de la capilla Martelli, realizada por Filippo Lippi, y otra obra maestra, “los esponsales de la Virgen” de Rosso Florentino, entre otras.
Desde San Lorenzo a la plaza más famosa de Florencia, la plaza del Duomo, sólo hay que atravesar un par de calles. Yendo primero por la Via dei Pucci y luego por la Via de Martelli, se accede a la impresionante Catedral de Florencia con su famosísima “cupola” de Brunelleschi, el “Campanile” de Giotto y el Baptisterio. A media mañana estaba a tope de gente pero conseguimos hacer mil fotos, desde todos los ángulos habidos y por haber.
La Gran Catedral de mármol blanco, con policromías en verde y rosado está dedicada a Santa María del Fiore y data del siglo XIV, (estilo gótico y primer Renacimiento) aunque su fachada no fue cubierta hasta el siglo XIX. No se puede negar que el conjunto impresiona, aunque para algunos los colores pasteles del mármol no convencen demasiado.
Una de las partes que la componen más deslumbrantes es su enorme cúpula diseñada por Brunelleschi, uno de los grandes arquitectos renacentistas y cuya obra se estudia en todos los libros de arte. En el interior, los frescos de Vasari que decoran la cúpula y representan el juicio final, son también alucinantes. Vasari, afamado artista de su época, fue el arquitecto del Palacio de los Uffici, y antes de salir del Duomo, para admirar el Campanile de Giotto, y el Baptisterio de Ghiberti, con sus famosos bajorrelieves que decoran las puertas, nos quedamos en el interior del Duomo admirando también otros cuadros, como el de las escenas de la Divina Comedia de Dante, pintado por Domenico de Michelino, o los relieves de la sacristía de Luca Della Robbia.
Por la parte posterior del Duomo, se encuentra la vía dei Servi que conduce a la Piazza de la Annunziata, donde se ubican varios lugares de interés, y entre los que destacan dos: la Gallería dell´Accademia, donde se encuentra el único, verdadero y genuino David de Miguel Ángel, y el Hospital de los Inocentes. La plaza, ya hermosa de por sí, es de forma trapezoide y es una de las primeras del Renacimiento. En el lado derecho, según se entra, lo que más llama la atención son los medallones que destacan a modo de friso en la fachada del Hospital de los Inocentes. A primera vista, cuando uno se fija en las figuras blancas sobre fondo azul, y descubre que son bebés en pañales pidiendo, resulta un tanto macabro, la verdad.
Es también obra de Brunelleschi, y en el interior del hospital, en el refectorio más concretamente, se encuentra uno de los cuadros más importantes de Ghirlandaio, “la Epifanía”. La ruta sigue por la Vía Battisti hasta la Piazza San Marco donde comimos nuestros primeros platos de cocina italiana, y nuestra primera botella de Chianti Rosso.
Allí en esta plaza, se encuentra la entrada de la Galería dell´Accademia, que como antes decía es donde está el famoso David de Miguel Ángel, y la Iglesia- Museo de San Marcos, donde no pudimos entrar por desgracia, ya que había una cola infinita de escolares y no era cuestión de ver los frescos de Fray Angélico con esa marabunta de niños gritones. Lo mejor en esos momentos era tomarse un buen capuchino, después de comer y así lo hicimos.
La sombra de los Medicci seguía siendo alargada, y allí en San Marcos también, porque según cuenta la historia, los Mecenas de Florencia fueron los que restauraron San Marcos, encargaron los frescos a Fray Angélico, y abrieron la primera biblioteca pública del mundo en este lugar. Volvimos sobre nuestros pasos otra vez, y regresamos a la Plaza del Duomo, para ver esta vez detenidamente el Campanile de Giotto y el Baptisterio.
Seguía habiendo muchísima gente pero nos las arreglamos como pudimos para ver el conjunto. Giotto fue uno de los pioneros en la creación del renacimiento italiano, y uno de los primeros que quiso evitar y romper con las limitaciones y conceptos del arte medieval. Este artista, escultor y arquitecto diseñó el campanile pero murió antes de verlo concluido. Al final no se construyó tal y como él lo diseñó, pero sí que se le atribuye su autoría.
Si algo destaca del legado de Giotto son sus pinturas tétricas y desesperadas, como la obra “La desesperación” – Impresionante: http://www.artehistoria.com/frames.htm? http://www.artehistoria.com/genios/pintores/c2052.htm
El Campanile se puede visitar junto con el Duomo, de la que dicen es la cuarta iglesia más importante de la cristiandad por su tamaño. Justo en frente, se encuentra el Baptisterio, conocido sobre todo por sus famosas puertas, en bronce y con bajorrelieves de Miguel Angel, entre otros. En realidad, el edificio de planta octogonal, y de estilo románico-toscano, se construyó en honor a San Juan Bautista, patrón de la ciudad. Anterior al Duomo, durante años fue la primera catedral de Florencia, hasta que en el año 1128 se convirtió en Baptisterio.
No llegamos a entrar por la gran cantidad de personas que había, pero sí que pudimos admirar las famosas “Puertas del Paraíso” de Ghiberti. Y la pregunta del millón me la respondió mi santo en ese mismo momento: los baptisterios (o edificios donde se bautizaba a la gente, como su nombre indica) se construían en el exterior de las iglesias, como el de Pisa, ya que los no bautizados no tenían derecho a entrar en el templo de Dios.
Desde la Piazza del Duomo hasta la Piazza Della Signoria, una de las más bellas del planeta tierra, se puede ir por la vía más animada de la ciudad, la Vía del Calzaiouli. A esa primera hora de la tarde estaba a tope de gente, y antes de llegar a nuestro destino, nos paramos en la Piazza de la Repubblica, grande y cuadrada, al estilo de otras plazas mayores Europeas, y conocida por ser el lugar donde se encuentra el café literario “Giubbe Rosse”, en el que antaño se reunían escritores y poetas en tertulia. Otro lugar a no perderse, antes de llegar a la Signoria, es la Iglesia, antiguo mercado y granero de Orsanmichele. Este antiguo edificio data del siglo XIII y es muy interesante.
Destaca, sobre todo por su interior sencillo y austero y por su fachada exterior, con hornacinas excavadas y adornadas con estatuas de los artistas más aclamados de la época: un San Juan Bautista de Ghiberti, un San Pedro realizado por Donatello, o un San Lucas, cuya autoría se atribuye a Juan de Bolonia. Cuando llegamos a la gran Plaza de la Signoria, nos quedamos un buen rato obnubilados viendo todo el arte que se concentra en este lugar, “corazón” de la ciudad.
Allí se han celebrado reuniones, suplicios, fiestas y todos los actos relevantes de Florencia. Por un lado destaca el majestuoso Palazzo Vecchio, edificado a finales del siglo XIII, con su torre imponente y por otro lado, la Logia Della Signoria, un museo al aire libre con estatuas tan hermosas como el Perseo de Cellini o el Rapto de las Sabinas de Juan de Bolonia. A mí personalmente, una de las obras que más me impresionó fue la de Perseo con la cabeza de la Medusa colgando. Dicen las “lenguas Rosas” que el autor, Cellini tomó como modelo a un joven amante para el rostro de Perseo. Fuese como fuese, la estatua destaca sobre las demás, sin duda. Otra de las atracciones de esta plaza es la Fuente de Neptuno en mármol blanco.
Es grandiosa e inconmensurable, aunque el mismísimo Miguel Angel decía de ella, cada vez que pasaba por delante que era un desperdicio haber utilizado un mármol tan bello para esta obra. Para gustos los colores… La sombra de los Medicci seguía siendo alargada aquí también y al entrar en el Palacio, supimos que en su día sirvió de sede del gobierno de la República, antes de que lo habitara la “familia”.
La visita se inicia por la sala del “Cinquiecentto” una sala inmensa con el techo recubierto con arcadas adornadas de estucos. En las paredes se pueden ver frescos de Vasari que relatan la historia de Florencia. Nosotros no quisimos alargar la estancia allí porque aún nos quedaban varios sitios por visitar, pero merece la pena entrar aunque sea al hall de la entrada. Desde este punto, se accede por una calle a la también famosísima Galleria degli Uffizi. Como comentaba antes, el nombre deriva porque los Medicci utilizaron estos espacios como oficinas inicialmente.
Ellos residían en el Palacio Pitti, al otro lado del río Arno, y trabajaban en el Palacio Viejo, por eso construyeron un largo pasillo suspendido que comunicaba los dos palacios. Para decorar este pasillo, o galería decidieron colgar cuadros en las paredes y así nació uno de los museos más bellos e importantes de Italia. Se puede decir que fue la primera “galería” de arte, en el sentido más estricto de la palabra. Como ocurre en todos los grandes museos hace falta tiempo para visitar sus salas al detalle, pero como resumen diré que en los Uffizi se encuentran las grandes obras de Boticelli, como las archifamosas “Nacimiento de Venus “ y “la Primavera”, obras de su maestro Filippo Lippi, como “La Madona” y “la Virgen adorando al Niño” y otras obras clásicas de la pintura como el cuadro inacabado de Leonardo da Vinci , “La Adoración de los Magos”. Son sólo algunos ejemplos, porque los Uffizi ofrecen un total de 45 salas para perderse y no encontrarse nunca entre tanta belleza. (Alguna vez confieso que he tenido ese sueño de perderme en un museo y no poder salir hasta el día siguiente, quedándome toda la noche rodeada de retratos y autorretratos).
Atardecía cuando fuimos al encuentro de nuestro último destino del día: la Iglesia de Santa Crocce. Pero antes, y de camino, tuvimos la oportunidad de disfrutar de la mejor luz del día sobre el Ponte vecchio. Del puente más viejo, que no ha cambiado desde su construcción en el año 1345, hay que decir que fue el único puente que los alemanes no hicieron estallar en su retirada en 1944. Es la “joya” de Florencia y quizás por eso mismo, todas las tiendas y casas que conforman el puente están ocupadas por joyerías y joyeros. Muy cerca del puente hay otro punto de interés que tampoco podíamos perdérnoslo, el mercado (Mercato Nouvo), especializado en artículos de marroquinería y situado bajo la Logia del Porcellino. Si destaca este mercado entre los demás, es por la presencia de una estatua en bronce, que representa a un jabalí (porcellino) y al que todo el mundo le toca el hocico para garantizarse la vuelta a Florencia. Yo lo toqué, claro que lo toqué, primero porque soy supersticiosa y segundo porque a mí todas estas tonterías me encantan.
Soy fiel al “allá donde fueres, haz lo que vieres” y después de tocar el hocico como mandan los cánones, me dispuse a celebrar otro acto litúrgico: comerme un gelatto, de esos cremosos, suntuosos y llenísimos de calorías, de esos que duran 10 segundos en la boca y 10 años en las caderas. No podía evitarlo, tenía que seguir las tradiciones… Bordeando el río Arno, llegamos al lugar de donde procede el conocido “Síndrome de Stendhal”.
Cuentan los anales que el tal Sthendal, pseudónimo del escritor francés del siglo XIX, Hernri Beyle, cuando vio por primera vez la Iglesia de Santa Crocce enfermó de ver tanta belleza. http://es.wikipedia.org/wiki/Stendhal . Ya de por sí la plaza de Santa Crocce es impresionante, bordeada de palacios. Al lado izquierdo de la entrada de la basílica, un rostro me persiguió durante todo el paseo, la figura imponente del autor de la Divina Comedia, Dante Alighieri. Su figura sobre aquél pedestal no deja indiferente a nadie…
Una vez ya dentro de la Iglesia-Mausoleo de Santa Crocce (5 euros la entrada), el visitante se traslada a otro mundo, no sé, si al más allá o por el túnel del tiempo, lo que queda claro es que Santa Crocce es monumental, imprescindible de visitar y deslumbrante. Allí están enterrados entre otros: Miguel Angel, Maquiavelo, o Galileo. Ante los restos del autor de “El Príncipe”, obra de cabecera de mi Santo, nos quedamos sin palabras, y ante la de Galileo Galilei, aprendimos que en realidad sus restos no se encuentran allí enterrados, ya que le proclamaron “hereje” por querer convencer al mundo de que la tierra daba vueltas.
Más tarde el Papa le redimió de sus culpas y dejó que lo enterrasen en una capilla a la que no tiene acceso nadie. Además de las tumbas y mausoleos, en Santa Crocce hay que visitar otros lugares como el maravilloso claustro, obra de Brunelleschi. Para entrar a verlo, hay que acceder al Museo dell´Opera di Santa Crocce que está justo al lado de la iglesia y no perderse tampoco la capilla de los Pazzi también Renacentista y firmada por el mismo autor. Al salir, no sé si teníamos los síntomas de Stendhal, pero lo que sí era cierto es que en un día en Florencia habíamos hecho un “máster” acelerado en arte renacentista y llegamos a casa “aturdidos” de tanto arte y tanta belleza condensada en una misma ciudad. Al día siguiente, nuestro destino anhelado era Siena, y después de hacer las compras y disfrutar de una cena italianíssima, con pasta al pesto, vino Chiantti y quesos parmesanos, en nuestro “apartamento con vistas” temporal, nos retiramos a descansar aún extenuados por tanta belleza.
Domingo 10: Ilustrísima Siena
El sol luciente que brillaba en Florencia, a las 8 de la mañana, cuando cruzamos el Ponte Vecchio, no nos persiguió hasta Siena. Al llegar el cielo era de un gris plomizo que nos hizo temer lo peor, aunque los astros al final se portaron bien con nosotros.
Desde Florencia a Siena en tren, hay poco más de una hora, y además, los trenes italianos tienen la fama de ser de los más baratos de Europa. Por 10 euros hicimos la ida y la vuelta. Otro de los alicientes de hacer este viaje en tren, es que para llegar a Siena, se atraviesa la ruta del Chianti, con sus viñedos, que según dicen, son anteriores a los de Borgoña, y sus campos y colinas de la Toscana que son de “postal”. Cuando llegamos a la estación de trenes de la ciudad del famoso “palio”, que se encuentra ubicada en las alturas, cogimos un autobús (9 ó 10) que conduce hasta el mismo centro de Siena. Desde allí, desde la Piazza Matteotti, la visita al centro medieval se puede y se debe hacer andando, ya que está prohibida la circulación de coches, a no ser que tengan autorización. Desde el primer momento, uno empieza a alucinar y hasta que no acaba la visita la boca no se cierra de tanta exclamación.
Yo personalmente tenía muchas ganas de visitar Siena, porque tenía el recuerdo de las banderas del Palio que en su día compró mi padre cuando estuvieron aquí. Mi padre me contaba que hacían carreras de caballos y que la fiesta del Palio era apasionante. Así que lo primero que hice fue documentarme sobre esta fiesta conocida a nivel mundial. El Palio se celebra dos días al año, el 2 de julio y el 16 de agosto.
El fenómeno consiste en una carrera de caballos, la más corta y menos profesional, según dicen, en la que los jinetes que representan a los 17 “contrade” o cofradías se disputan el codiciado Palio, un estandarte de seda pintado a mano. Siena se viste de gala en esos días y recibe miles y miles de turistas. http://www.aboutsiena.com/sobre-siena/palio-de-Siena.html
Antes de llegar a la famosa plaza de la torre del Mangia, deambulamos por las estrechas calles de Siena, entre palacios, iglesias y rincones que nos trasladaron a un mundo medieval tan perfectamente cuidado que parecía casi un sueño. (Para los que hayan visitado Brujas en Bélgica, la sensación es casi la misma, tanta belleza que parece irreal.) Cuando por fin llegamos a la ansiada Piazza del Campo, donde se celebra el Palio, entendimos enseguida por qué estábamos allí en ese momento. Es impresionante y muy, muy bella. La peculiaridad es que está inclinada, ya que Siena está construida en una colina y los desniveles son notables.
La plaza tiene forma de concha y es sin duda una de las más originales de Italia. En el pavimento se aprecian nueve franjas de color más claro, en recuerdo de los nuevos señores que gobernaron la ciudad entre los siglos XIII y XIV. Parece como si la plaza por su tamaño y forma, fuese un “gran escenario” construido a propósito para albergar la famosa carrera del Palio. Por un lado, los edificios en colores rosados y colores “Siena”, como no podía ser de otro modo, y por otro lado, la torre Mangia, increíblemente alta y solemne, coronando la fachada del gran Palazo Publico.
El conjunto es un auténtico “empacho” de belleza arquitectónica. En la loggia renacentista del palacio que da a la plaza vimos una exposición de Fotografía de prensa que nos impactó bastante. La exposición llevaba el nombre de “Lo Stato del mondo” y su autor, un periodista de la agencia Reuters, nos “regaló” un lavado de conciencia difícilmente asimilable si el entorno no hubiese contrarestado tanta barbarie. Entre otros terrores, a mí el que más me impresionó fue aquel chico que para protestar contra la libertad de expresión, se había grapado los ojos y los labios… sin comentarios.
El Palazzo publico de estilo gótico, fue construido a finales del siglo XII. Si el edificio ya destaca de por sí, la torre Mangia, llamada así en honor a su primer campanero, sobresale como un faro luminoso por encima de todos los tejados de Siena. No subimos a pie hasta la cima, pero sí que vimos que existe un abono muy interesante que incluye las entradas al Duomo, la catedral de Siena hacia la que dirigíamos nuestros pasos en ese momento, el baptisterio, y el Museo dell´Opera. Nosotros no teníamos tiempo para ver todos estos lugares y optamos por acudir al recinto donde se encuentra la catedral de Siena, del mismo mármol y estilo toscano que el duomo de Florencia.
La fachada impresionante revela que el edificio fue construido en dos partes: la parte baja es de puro estilo románico y la parte alta es de estilo gótico. Su interior no pudimos verlo más que a través de unas rendijas de la puerta, ya que estaban oficiando una misa, y por mucho que mi madre intentó convencer al portero de que nos dejara pasar no hubo manera.
La verdad es que nos quedamos con las ganas pero, qué le vamos a hacer, ya no basta con estar bautizados o querer entrar en misa, hace falta tener el “carné de feligrés” para que te dejen entrar, muy frustrante verdad?.
En fin, con las mismas y después de haber admirado por lo menos la fachada del Duomo, bajamos por la parte posterior donde se encuentra literalmente pegado el edificio del baptisterio. Nos volvimos a perder por las calles de Siena, y esta vez de verdad. Para cuando nos quisimos dar cuenta ya estábamos andando por las afueras de la ciudad, muy cerca del sanatorio mental…
Menos mal que una señora muy amable nos indicó el camino de vuelta a la plaza donde teníamos que coger el autobús para ir a la estación de trenes. En nuestro rato de total pérdida de la orientación, tuvimos la ocasión de ver la Sinagoga de Siena, el mercado y otros edificios señoriales que nos dejaron un buen sabor de boca.
Fueron horas breves pero intensas en Siena y cuando nos despedimos, me prometí a mi misma volver algún día para disfrutar de la gran fiesta del Palio. Volvimos en tren a Florencia y mientras los rayos de sol que se colaban nos invitaban a “siestear” , yo no dejé de mirar otra vez los campos de Toscana y los viñedos de Chianti.
Al llegar a Firenze, nuestra primera intención fue coger otro tren para ir a Bolonia y pasar el resto del día allí, pero ante el mogollón de gente y la falta de plazas, optamos por quedarnos en tierra y visitar dos lugares aún desconocidos de Florencia: el palacio de los Pitti y los jardines panorámicos del Piazzale Michelangelo.
La verdad es que la fachada del Palacio Pitti nos dejó un poco desilusionados, aunque más tarde descubrimos que lo verdaderamente fascinante de este lugar se encuentra detrás de esa fachada austera y gris. Los Pitti, eran banqueros y encargaron la construcción del palacio a Brunelleschi. Las obras se iniciaron en 1458 en Oltrarno , (al otro lado del río Arno), pero se paralizaron durante más de un siglo.
Fue en 1560, cuando Cosme I de los Medicci se instaló en él e hizo construir el pasillo que lo uniría con el palacio vechhio, como comentaba previamente, dando como resultado, la Galleria de los Uffici. Cuenta la historia, que María de Medicis, se inspiró en este palacio cuando hizo construir el Palacio de Luxemburgo en París.
La fachada como decía es maciza y bastante “monolítica”, pero lo que realmente merece la pena visitar (aunque nosotros no lo hicimos), son los jardines y la galería Palatina, que alberga obras de los siglos XVI, XVII y XVIII, entre las que destacan: el retrato de Carlos I de Inglaterra de Van Dyck, la Madonna Della Seggiola (La Virgen del asiento) de Rafael, o la Madonna con el niño de Filippo Lippi. Nos quedamos con las ganas de visitar los famosos jardines de Boboli del Palacio de los Pitti, pero nos “vengamos” cogiendo el autobús nº 13 que nos llevó a la cima de un monte desde donde se ven las mejores vistas de Florencia. Este lugar frecuentado por muchos turistas, se llama Piazzale Michelangelo, y consiste en una explanada con vistas magníficas, presidida por la iglesia de San Miniato al Monte.
Para acceder al templo hay que subir varios escalones y llegar a un cementerio con unas vistas aún más increíbles. La Iglesia de estilo románico florentino, con su fachada de incrustaciones de mármol y mosaicos, guarda en su interior dos capillas muy bellas y originales y un coro con artesonados en mármol impresionantes.
Mil fotos, con la luz del atardecer y a pesar de los turistas y domingueros que se contaban por decenas. No pudimos elegir mejor manera de despedirnos de Florencia. Volvimos por el otro de la montaña, por una carretera sinuosa, la via del Monte alle Croci, y pudimos ver todos los palacios y casas señoriales de la gente con “poderío” y unas vistas increíbles sobre la ciudad y la gran cúpula de Brunelesschi.
Volvimos al centro, y de noche hicimos nuestro paseo diario desde la estación hasta nuestro apartamento pero esta vez, disfrutando del Duomo, de la Plaza Della Signoria, y del ponte Vecchio bajo las luces de neón. Era nuestra última cena y noche en Florencia, y aunque teníamos ganas de aprovechar hasta el último suspiro, caímos derrotados después de cenar. No olvidaría fácilmente las vistas de la terraza, un mes después y escribiendo este diario ahora mismo, me viene la imagen a la mente continuamente.
Lunes 12: despedida y cierre en Pisa
Nuestro avión de vuelta a Valencia salía a las 3 de la tarde, y teníamos unas horas por delante para visitar la ciudad con la torre más torcida del mundo. Desde el aeropuerto de Pisa, a donde había llegado con el mismo bus que nos llevó a Florencia el primer día, cogimos un autobús, de la linea rossa que nos condujo hasta el mismo recinto de la Torre de Pisa, llamado la Piazza dei Miracoli.
Cientos, miles de jóvenes iban entrando al la explanada donde se encuentra uno de los conjuntos arquitectónicos más visitados de Italia. Ante tal mogollón de “criaturas” con sus gafas de sol enormes y sus vaqueros con lentejuelas a la altura del “vellocino de oro”, le pregunté directamente a una chica el por qué de tanta gente. Y entre inglés y francés, nos enteramos de que estaban celebrando una tradición ancestral: la cuenta atrás para los exámenes de selectividad.
En Italia como también ocurre en Francia los estudiantes, 100 días antes de los exámenes de selectividad celebran una especie de “ginkana” en la que tienen que hacer varias pruebas cien veces; por eso no nos extrañó ver a algunos que pasaban su mano por las paredes del baptisterio varias veces o daban dos besos a otros desconocidos también repetidas veces.
En este espacio hay varias opciones, y la más rentable es comprar un abono que incluye la entrada a dos o más monumentos. La entrada única al Duomo cuesta 2 euros, y el ascenso a la torre de Pisa: 15 euros. http://www.opapisa.it/index.php?id=217&L=2&T=3
Con las manadas de adolescentes que nos rodeaban era casi imposible entrar a ningún sitio, y al final optamos por entrar al Duomo. Allí el silencio era casi sepulcral y en esos momentos lo agradecimos. La catedral está dedicada a Santa María, tiene 5 naves y un crucero de 3 naves. Se empezó a construir en 1604, por el arquitecto Buscheto y en ella se cruzan 3 estilos: su origen románico pisano, los mosaicos del interior de estilo bizantino y los arcos apuntados de clara influencia islámica.
En el interior llama la atención el Pantocrator del ábside del siglo XVI, aunque lo que realmente deja al viajero sin hipo, es el púlpito de estilo gótico y obra maestra de Giovanni Pisano que es sencillamente alucinante. Casi tanto como la torre más famosa y más torcida del mundo. La torre fue erigida en 1173 como campanario de la Catedral y mide unos 55 metros, recorridos por 297 escalones. Su construcción se desarrolló en tres etapas y durante un periodo de 200 años. La primera planta está rodeada de pilares con capiteles clásicos y arcos ciegos.
La inclinación que le ha dado fama mundial, empezó a notarse cuando se construyó la tercera planta en 1178, a causa de unos cimientos débiles y un subsuelo inestable. (no hay que olvidar que Pisa se encuentra a pocos kilómetros del mar y cuando así sucede el terreno suele ser arenoso e inestable).
Hasta 1372 no se construyó la última planta, el campanario, con 7 campanas, que corresponden a cada nota de la escala musical. Había mucha gente haciendo la típica foto con el efecto óptico de “capturar” la torre y simular su sujeción. En nuestro grupo, creo que nadie hizo esa foto finalmente, aunque tomamos la torre en fotografía desde todos los ángulos habidos y por haber. No nos podíamos ir de allí sin más, teníamos que agotar las memorias de las cámaras digitales sin remisión. Al salir de la Piazza dei Miracoli, fuimos andando hacia el centro de Pisa con el fin de encontrar un sitio recomendado en la guía trotamundos.
Pisa es una ciudad pequeña, muy habitable, y agradable para pasear por su centro. Andando por su calle mayor, la Via Santa María, tomamos en el vermú en una terraza y después localizamos, gracias a las indicaciones de los oriundos, siempre con la sonrisa en la boca, la plaza del mercado, una plaza que presume de ser la más bonita de la ciudad y se llama Piazza Vettovaglie.
Allí encontramos lo que buscábamos, la Ostería Numeroundici, pero nuestro alegría duró poco, ya no existía el local y en ese momento es cuando nos dimos cuenta que lo de llevar guías antiguas es lo que tiene… (eso sí, que conste en acta que agradezco el préstamo de la guía que nos sirvió de mucho). Como todo tiene solución, encontramos enseguida un garito en la misma plaza del mercado que nos encantó.
Antigua carnicería, con sus mostradores de mármol, el local estaba muy bien decorado, y la camarera, francesa de Niza nos atendió de maravilla. Seguimos sus consejos y comimos una pasta riquísima y la especialidad de la casa “pastel de espárragos y jamón” que nos dejaron listos para los restos. Había llegado el fin del viaje y ya sólo nos quedaba volver a coger el autobús para ir al aeropuerto y volar hacia Valencia. Cruzamos el río Arno, el mismo que fluye por debajo del Ponte Vecchio de Florencia y el mismo que nos despidió cuando al mirar atrás volvimos a ver la sombra alargada de los Medicci…
Mi enhorabuena un gran post. Saludo.