LATITUD: ADRIATICO NORTE, RIVERA ROMAGNOLA
Del 27 al 30 de junio de 2008
Una escapada a Italia siempre se agradece, aunque sean pocos días. Como cualquier excusa es buena para viajar, aprovechamos la estancia de Fermín, el primo de mi Santo en Rimini para hacerle una visita y de paso descubrir el norte de la costa adriática italiana: Rinimi, Ravenna, San Marino, Urbino y San Leo. Llegamos el viernes por la tarde a Forli con Ryanair, un pequeño aeropuerto a unos 60 km de Rimini, el Benidorm (salvando las distancias) italiano.
Con 28 grados y una sensación térmica de 50º, recogemos el coche de alquiler, un “Lancia Epsylon” con ese look retro que le diferencia del resto. Para ir a Rimini decidimos ir por el interior, por una carretera comarcal que nos lleva por campos de trigo verde. Con el aire acondicionado a tope, conseguimos llegar a Rimini sin contratiempos. Ya es de noche, y nos cuesta un poco encontrar nuestro hotel en segunda línea de playa, el Villa Caterina: http://www.villacaterinarimini.it/ita/index.htm .
La primera sensación que se tiene al llegar a Rimini es que es un lugar de vacaciones anclado en los años 60s. Tiene su encanto, sin duda, es cómo si la Familia Alcántara de la serie Cuéntame fuese aparecer de un momento a otro. Se dice que como “ciudad turística principal de Italia”, Rimini cuenta con 1000 hoteles. El nuestro es un hotel, sencillo de 3 estrellas, pero muy bien ubicado, nos recibe el dueño con su bigotazo cuidado con las puntas engominadas y peinadas hacia arriba. Sí, la imagen del camarero italiano que sale en todos los dibujos animados de Disney; sólo le falta la servilleta de cuadros rojos y blancos, atada al cinturón. Dejamos las maletas en nuestra habitación con cortinas de cretona y nos vamos a cenar a una pizzería: “Pizza Pomodoro” (no podía llamarse de otra manera), cercana al hotel. El calor sigue siendo sofocante. Quizás por eso, de postre asistimos a una bronca entre 2 camareros que acaba en despido colectivo, los 2 a la calle. El calor es lo que tiene, los nervios se alteran.
Sábado 28: San Marino y San Leo
Desayunar con la música de “Azzuro” es toda una declaración de intenciones. Con este “himno” italiano en las venas ya podíamos pasear por el larguísimo “Lido” de Rimini. Las playas de Rimini son espectaculares e incluso curiosas para los foráneos. Acostumbrados a las típicas playas abiertas y gratuitas, en Rimini nos encontramos con playas anchísimas de arena suave (llama la atención la cantidad de arena que debemos recorrer para llegar al agua) y totalmente explotadas con sombrillas, hamacas, tumbonas, chiringuitos, restaurantes, música, animación, deportes, gimnasios, espectáculos, discotecas… En este sentido, lo que sería literalmente «ir a la playa» rompe nuestros esquemas. Las playas están divididas en «bañinos» numerados que, normalmente, suelen pertenecer a un determinado hotel, y como consecuencia, sólo se te permitirá la entrada a dicha playa si te alojas en el hotel. Son, por tanto, playas privadas a las que se debe pagar para entrar, sea a través del alojamiento en un hotel o sea directamente. No obstante, también encontramos playas «libres» y gratuitas, que se asemejan más a las playas españolas donde sólo hay arena y agua y puedes tomar el sol tranquilamente en la toalla que has llevado de casa. Otra cosa que llama la atención son los socorristas – salvavidas de la playa, equipados con una especie de tablas de windsurf con palas de remo.
Es realmente impresionante ver los 12 kilómetros que ocupan las 150 playas privadas y las 40.000 sombrillas perfectamente alineadas que ocupan este litoral de la costa Adriática. Desde primera hora de la mañana ya empiezan a ocupar las hamacas y tumbonas. Con este colorido y este ambiente, no extraña que Federico Fellini encontrara inspiración en ésta, su ciudad. http://es.wikipedia.org/wiki/Federico_Fellini.
Las únicas playas libres son la primera y la última, es decir la nº 1 y la nº 90. Para no andar hasta los extremos y perder el aliento, no queda otra que pagar. El sistema es el siguiente: en el hotel dónde te alojas pides un cupón y entonces lo presentas a la entrada del trozo de playa que corresponda al hotel (van numeradas). Con el cupón el uso de la hamaca cuesta 3 euros en vez de 12 euros. Si no te alojas en ningún hotel, pues no queda otra que pagar el precio sin descuento o bien ir a las playas de libre acceso. No quiero ni imaginarme este sistema en España, sería totalmente inviable, creo yo.
Acabamos la mañana en la playa, comiendo la especialidad de la zona: “la piada o piadina romagnola” que consiste en una especie de crepe rellena de embutido. La elegida es una piadina rellena de prosciutto crudo /jamón) con mozzarela di buffala y rucola. Con las pilas cargadas tomamos rumbo hacia el micro-país de San Marino, a unos 24 km de Rimini. Es la república más antigua del mundo, y el tercer país más pequeño del mundo. Según cuenta la leyenda, la República de San Marino fue fundada en el 301 cuando un cantero cristiano llamado Marinus el Dálmata dejó la isla de Arbe para escapar de la política anticristiana del emperador romano Diocleciano. Marinus se escondió en la cima del Monte Titano, el más alto de los siete que posee San Marino y fundó una pequeña comunidad cristiana. La propietaria del terreno, una compasiva mujer de Rímini, les dejó en herencia el territorio.
Junto con el Vaticano es el único país europeo completamente rodeado por otro. Ingresó en el Consejo de Europa como miembro de pleno derecho en 1988, presidiendo la organización en la primera mitad del año 1990. Además se convirtió en miembro de Naciones Unidas en 1992, y adoptó el euro en 2001 como moneda nacional, pese a no pertenecer a la Unión Europea. Este país, con el fin de disminuir su dependencia de la República de Italia, ha venido conformando una serie de acuerdos con Suiza en los campos político, económico y social. Esta alianza ha abierto el camino a un nuevo tipo de relaciones diplomáticas, pioneras en el siglo XXI, pero que recuerdan, vagamente, a las relaciones internacionales de época medieval.
San Marino tiene historia sin duda, pero su pequeño tamaño reduce la visita a unas horas. Llegando en coche como nosotros, lo primero que hay que hacer es subir hasta la cima dónde se ubica un parking y un ascensor para subir al centro histórico peatonal, un centro formado por un laberinto de calles que nos recuerdan mucho al centro histórico de Mónaco. Paseando por sus calles nos encontramos con bellos edificios como: el Ayuntamiento, el Palacio de los Capitanes, La Plaza del Titán, la Plaza Garibaldi y el Monasterio de Santa Clara. Para disfrutar de la ubicación de San Marino y de sus espectaculares vistas, que en un día claro permiten ver el mar Adriático, lo mejor es subir a las torres de sus 3 castillos, conocidas como las torres Guaita, Cesta y Montale. Con escaleras empinadas y estrechas, el acceso a la primera torre se hace difícil pero las vistas son tan increíbles que compensan el esfuerzo.
San Leo
Antes de regresar a Rimini, nos acercamos a un bonito pueblo llamado San Leo, uno de los pueblos más bellos de Italia, según cuentan las crónicas. A escasos 20 km, de camino montañoso, eso sí, se encuentra este pueblo encaramado en una montaña. Es un pueblo medieval de calles empedradas, un castillo imponente y una torre, la del campanario de la Catedral de San Leo, que destaca por su magnitud.
La Edad Media fue el periodo que dio esplendor a la ciudad y a la familia que hizo de San Leo la sede de la propia dinastía, los Montefeltro. El paso de San Francisco, el 8 de mayo de 1213 y de Dante en 1306 contribuyeron a enriquecer la historia y la leyenda de este importante centro, dominado a lo largo de los siglos por las familias Medici y Della Rovere hasta llegar al período gobernado por el Estado Pontificio a partir de 1631. El origen de la fortaleza se remonta a la época de las guerras entre godos y bizantinos. Fue constantemente objeto de contienda, especialmente durante los siglos XIV – XV hasta que fue conquistada definitivamente por los Montefeltro en 1441, de mano de Federico de Montefeltro. Cagliostro, que concluyó aquí sus días, contribuyó a reforzar el aspecto fantástico y misterioso de esta localidad. La iglesia está dedicada a la Asunción y es el más antiguo monumento religioso de Montefeltro. La tradición cuenta que el edificio fue erigido en el lugar donde estaba la celda en la que San León se retiraba en oración. La Catedral de San León es fruto de intervenciones románico-lombardas que reconstruyen y datan el edificio en el año 1173. Admirable ejemplo de estilo románico presenta en su interior una rica decoración con símbolos del cristianismo primitivo.
Una verdadera joya arquitectónica cercana a San Marino. San Leo nos dejó un bonito recuerdo, además, tuvimos la suerte de que se celebraba un mercado medieval y que el “decorado” no podía ser más auténtico. ¡Todo un descubrimiento, 100% recomendable!
Ya era casi de noche cuando llegamos de vuelta a Rimini. Justo a tiempo para vivir el ambientazo de las noches locas de verano en la capital turística italiana. La población se duplica, las playas se abren y con ello la reapertura de todos los locales y discotecas en la costa. Hay muchísimos sitios a los que ir. La zona del puerto es de las más conocidas, y el bar-discoteca “Rock Island”, garito situado literalmente sobre el mar y sostenido por unos pilares que se sumergen en el agua, es una caña. Antes de ir allí a celebrar la despedida de los estudiantes Erasmus con Fermín, el primo de Daniel, cenamos en otro “sacrosanto” lugar de la marcha riminiana: el Bounty, un bar-discoteca costera dónde se come, se bebe y se baila. Las “Jirafas”, o lo que es lo mismo, 5 litros de cerveza con grifo hacen estragos. Con las pilas cargadas, después de la cena en el Bounty, acabamos la noche bailando y cantando a pleno pulmón, mezclados con los Erasmus en el Rock Island. Sin duda lo fue, una noche loca, loca, loca.
Domingo 29: Urbino
Una resaca en el más estricto sentido de la palabra no nos iba a frenar de visitar otra ciudad emblemática del país, la bellísima y universitaria Urbino, cuna de los pintores Piero della Francesca y de Rafael.
Llegamos a media mañana con un calor de justicia. Con la cabeza pastosa y resacosa no era el mejor día para descubrir Urbino pero enseguida se nos pasaron las penas cuando empezamos a andar por el centro histórico de esta bellísima ciudad. Rodeada de una larga muralla y adornada con edificios de piedra arenisca, Urbino de sencillo burgo se convirtió en la “cuna del Renacimiento” y, aún hoy, paseando por su centro histórico se percibe la atmósfera del siglo XV. Perderse por sus calles, bajando y subiendo sus empinadas cuestas es un viaje en el tiempo, un viaje a una época medieval.
En cada rincón de Urbino hay algo interesante que ver: Su Palacio Ducal, construido en la segunda mitad del siglo XV por Federico III de Montefeltro, alberga la Galería Nacional de las Marcas, una de las colecciones de pintura más importantes del mundo; la casa natal del pintor Rafael; El Duomo (catedral) de estilo neoclásico, fue erigida por el obispo Mainardo en el lejano 1063 dedicada a Santa María en los cielos. A pesar de tener casi mil años, esta catedral se muestra en muy buen estado. Esto es debido a los numerosos trabajos de reconstrucción de la catedral a través de los siglos. Su aspecto actual es del siglo XVIII, donde la iglesia fue reconstruida casi totalmente en estilo neoclásico.
Piazzale Roma: en esta bellísima plaza ubicada en un punto panorámico, se puede disfrutar del Monumento a Raffaello Sanzio, una enorme estatua de bronce colocada sobre un pedestal ricamente decorado con bajorrelieves y estatuillas. Además, desde Piazzale Roma se aprecia una espléndida vista de la ciudad: su posición panorámica permite observar toda la belleza de la muralla de la ciudad y de la Fortalezza Albornoz. Otra Plaza a no perderse es la Plaza del Rinascimento : Al inicio de la plaza se encuentra un monumental obelisco egipcio del 560 a.C. traído a Urbino en el año 1737. La iglesia de San Gionanni Battista con frescos de Lorenzo Salimbeni, frente al Palacio Ducal, el Oratorio de San Giuseppe de principios del siglo XVI , y por supuesto, la Universidad que data del año 1506, de las más antiguas de Italia. Cuenta con más universitarios que residentes autóctonos y presume de una famosa Academia de Bellas Artes; además es conocida como “la capital del libro” gracias al Instituto de la Decoración e Ilustración del Libro nacido en la segunda mitad del siglo XX.
Urbino es una auténtica ciudad-museo. Para verla en su esplendor, y aunque cueste un poco por las cuestas que hay que subir, merece la pena ir hasta un gran parque, conocido como la Fortezza Albornoz . Desde allí las vistas sobre Urbino son increíbles (ver foto que encabeza el diario).
Para comer en Urbino elegimos un restaurante muy original, se llama el Portico en Vía Manzanni, justo antes de llegar a la Plaza Mayor. Cuando digo original es porque de día es una librería, a la hora de comer y cenar un restaurante y por la noche bar de copas. ¿Se puede ser más versátil? . Lo que comimos tampoco pasará a los anales de la historia pero la sensación de frescor dentro de este lugar era tal, que con la canícula que había fuera nos daba todo igual.
Así pasamos el día en Urbino, una ciudad de cuento de hadas. Realmente recomendable. Para rematar el día, por la noche volvimos al “Bounty” en Rimini, ya que se celebraba un partidazo de fútbol, la final de la Eurocopa entre España y Alemania. Miedo teníamos de los tiffosis italianos a los que España había eliminado. Pero aún y todo, en el partido contra Alemania, la afición italiana apoyaba a España. Al final ganó España por un gol a cero, las cervezas corrieron por el bar, las “jirafas” de 5 litros se multiplicaban.
Lunes 30:
Ravenna Ravenna, otra ciudad Patrimonio de la Humanidad como Urbino era nuestra etapa final, antes de regresar a casa esa misma tarde. La distancia entre Rimini y Ravenna es de 69 km. En coche, dirección norte llegamos en menos de 1 hora. Caía plomo del cielo, un calor impresionante. Los orígenes de Rávena son inexactos. El primer asentamiento se atribuye de forma diversa a los tirrenos, los tesalios o los umbrios. Rávena consistía en casas construidas sobre pilotes en una serie de pequeñas islas en una laguna pantanosa; una situación similar a la de Venecia varios siglos después. Los romanos la ignoraron durante su conquista del delta del Po, pero más tarde la aceptaron en la República Romana como una ciudad federada en el año 89 a. C. En el 49 a. C., es el lugar en el que Julio César reunió sus fuerzas antes de cruzar el Rubicón. La ciudad tuvo cierta importancia estratégica por su situación fronteriza, y se construyó en tiempos de Augusto un puerto militar en la cercana Classe.[3] Este puerto, protegido primero por sus propias murallas, fue una importante estación de la flota imperial romana. Actualmente la ciudad está tierra adentro, pero Rávena siguió siendo un importante puerto de mar sobre el Adriático hasta principios de la Edad Media.
En 402 fue la capital del Imperio romano de Occidente, pues el emperador Honorio trasladó aquí la corte imperial. Años después, el emperador bizantino Justiniano en el año 535 invadió Italia y en 540 conquistó Rávena. Rávena se convirtió en la sede del gobierno bizantino en Italia.
Patrimonio de la Humanidad desde 1996, Ravenna es una joya arquitectónica paleocristiana y bizantina que merece ser visitada. Para visitar los 7 monumentos “patrimonio de la Humanidad de Ravenna” se necesita comprar un ticket único que permite la entrada a todos los puntos de interés. Este ticket cuesta 8,50 euros y se pueden adquirir en la entrada de cada templo (se puede iniciar el recorrido en cualquier punto).
Su riqueza en mosaicos bizantinos es única en el mundo: entre sus murallas se conserva el patrimonio de mosaicos de los siglos V y VI más rico de la humanidad. En un espacio no muy extenso se ubican: El oratorio de San Lorenzo, conocido como el 1)Mausoleo de Gala Placidia que tal y como señalaron los expertos de la Unesco, «es el más antiguo y mejor conservado de todos los monumentos con mosaicos, y al mismo tiempo uno de los más perfectos artísticamente”. Su cúpula de mosaicos simbolizando un cielo estrellado es impresionante: http://es.wikipedia.org/wiki/Mausoleo_de_Gala_Placidia
Al lado del Mausoleo, se encuentra la 2)Basílica de San Vitale, que guarda el retrato de la corte imperial bizantina: http://es.wikipedia.org/wiki/Iglesia_de_San_Vital_de_R%C3%A1vena. Su interior merece una visita reposada, una colección de mosaicos bizantinos tan bien conservada no se ve todos los días.
Más al sur, se puede ir andando perfectamente, nos encontramos con el 3) Baptisterio Neoaniano o de los Ortodoxos. Fue construido por el obispo Neone a mitad del siglo V. Es algo único pues ningún edificio bautismal antiguo ha conservado hasta hoy de manera tan perfecta tanto la estructura arquitectónica como la decoración interior. La decoración se inspira al significado teológico y místico del bautismo: en la zona central, en la cúpula, se representa el bautismo de Cristo. Seguimos el recorrido, y muy cerca nos encontramos con el 4) Museo Arzobispal con la capilla de San Andrés en su interior. 5) Otro baptisterio a no perderse es el de los Arianos: Fue construido al final del siglo V. El interior es realmente pequeño y simple. En la cúpula el antiguo mosaico representa el Bautismo de Cristo (considerado por los Arianos ante todo un hombre, y en segundo lugar Hijo de Dios). La representación central del bautismo está rodeada por las figuras de los apóstoles, guiados por Pedro y Pablo hacia un gran trono.
Ya por último, y para culminar el recorrido de los 7 Patrimonios, la Gran Basílica de San Apollinare: 6) Esta majestuosa basílica fue construida por Teodorico, Rey de los Ostrogodos en el siglo V. La basílica presenta una arquitectura simple, pero esa misma linealidad la hace única. Los mosaicos que se encuentran en su nave central son realmente extraordinarios, representan episodios de la vida de Cristo, figuras de profetas y santos. Desde la entrada, a la derecha se ve la representación del Palacio de Teodorico. 7) El Mausoleo de Teodorico, dónde fue sepultado el rey godo. Hay muchas leyendas sobre los orígenes, la forma y lo que ocurrió al sepulcro: según algunos se parece a una cortina oriental; según otros a una cabeza con corona.
No creo que haya un lugar en el mundo, dónde se concentren tantos “Patrimonios de la Humanidad” en una misma área. Desde luego que tantos mosaicos de tal belleza y tal estado de conservación seguro que no.
Y así llegó el final de nuestro viaje, con un paseo por el centro de Rávenna, buscando la sombra de los soportales de la Plaza Mayor, muy bonita por cierto.
Breve pero intenso. En pocos días, en pocas horas, descubrimos una zona de Italia que lo tiene todo: mar, montaña, arte, historia y ese eterno “dolce far niente” que tanto me gusta de….. il paese più bello del mondo…..