Del 30 de junio al 4 de julio 2014
Como la pieza de Paco de Lucía, entre dos aguas, o más bien rodeaditos de agua por los 4 costados es como nos sentimos durante toda nuestra estancia en la capital de Suecia. Pero no corramos tanto, porque el diario viajero tiene miga y mejor ir poco a poco. El viaje empezó bien, con el “timing” ajustado y cuadrado, todo sobre ruedas, no ocurrió lo mismo con la vuelta. Dejamos el coche en el parking de larga estancia de Barcelona, privado, y por 47 euros lo tuvimos aparcado y vigilado durante 6 días. http://www.parkingbcn.com.
Hay varias empresas que se dedican a hacer la competencia a los precios desorbitados de AENA que llega a cobrar 17 euros por día. El avión salió también puntual, aunque siendo Suecia uno de los países con más natalidad, pues nos tenía que tocar….el niño con los pulmones más oxigenados del planeta nos ofreció un concierto de lloros y lamentos en do mayor durante las 3 horas y media de vuelo. Al llegar al aeropuerto de Stockholm, atravesamos una capa densa de nubes, dando paso a un manto verde de lagos y colinas. Suecia en todo su esplendor. El sol no brillaba, más bien todo lo contrario, el gris plomizo nos auguraba unas vacaciones sin vitamina D. Cuando aterrizamos, por los pasillos del aeropuerto enseguida fuimos conscientes de que entrábamos en la capital del diseño escandinavo, en territorio IKEA. Sofás de diseño en las salas de espera, simulando corredores de maletas con apoyabrazos en forma de maletas, muy originales. La cosa empezaba bien para una adicta como yo a las revistas de interiorismo.
No hay pérdida, desde el aeropuerto enseguida encontramos un servicio de autobuses de la empresa Flygbussarna: http://flygbussarna.se/es que por 120 coronas suecas (aprox 13 euros), ofrecen el billete de ida y vuelta al centro de Estocolmo. El trayecto dura una 1 hora, dependiendo del tráfico. En tren dura la mitad, pero cuesta el doble. Nos tocó un poco de atasco, pero tampoco teníamos prisa y disfrutamos del paisaje mientras llegábamos a destino. La terminal de buses y trenes está bastante céntrica y de nuestro hotel a 2 paradas de metro. Cuando llegamos a la estación una chica francesa nos regaló su tarjeta Pass que tenía validez hasta el miércoles. No es muy fácil el uso de esta tarjeta, menos mal que un cubano negro prieto nos indicó cómo hacerlo. El billete de metro simple costaba 3,6 euros, con la tarjeta Pass de 24 horas (unos 12 euros ), de 72 horas (24 euros) y para 7 días, 300 coronas (aprox 32 euros). La verdad es que es una ciudad para patear y no usar el metro, pero en todo caso, merece la pena pagar por una tarjeta con lo que vale el billete simple.
Nuestro hotel nos costó elegirlo porque como todo en el país, el alojamiento también es caro. Al final elegimos uno de la cadena Scandic, con desayuno incluido y muy cerca del centro, por 120 euros la noche. Las habitaciones no son grandes, más bien pequeñas, pero la ubicación era muy buena y el precio no era excesivo, comparando con otros hoteles. http://www.scandichotels.se/hotell/sverige/stockholm/scandic-sjofartshotellet
Llegamos a media tarde y dejamos las maletas con ganas ya de patear por la ciudad. En vez de salir hacia el centro, fuimos por la izquierda por un paseo con vistas a varias islas de las que componen el archipiélago de Estocolmo, el más grande del país, y uno de los más grandes del Mar Báltico. El archipiélago se extiende desde las costas de la ciudad de Estocolmo hasta 60 km en el mar abierto. Tiene 24 000 islas entre las costas de Uppland y Södermanland, desde Björkö-Arholma al norte hasta el Öja-Landsort en el sur. Uno de los paseos más recomendables es el que se hace en barco desde Estocolmo hasta la antigua capital del país, Vaxholm. La oferta de visitas a las islas de este inmenso archipiélago es inmensa, inabarcable si se cuenta con pocos días, pero merece la pena, aunque sea visitar una de ellas.
Como decía, en nuestro paseo inicial por Estocolmo, desde la entrada del hotel hacia la izquierda, pudimos ver varias islas de las que forman parte de la capital. Estocolmo fue fundada en la pequeña isla de Stadsholmen, conocida como Gamla Stan (ciudad vieja), situada exactamente entre el lago Mälaren y el mar Báltico Limita al norte con Norrmalm y Östermalm, y al sur con Södermalm. En total, se sitúa sobre 14 islas, siendo el agua un elemento omnipresente. La ciudad cuenta con 57 puentes que permiten circular entre los diferentes barrios. Por eso es llamada también la Venecia del Norte.
A finales de junio, tal y como nos encontrábamos, la luz diurna a esas horas engañaba. Era ya casi la hora de cenar y parecía como si fuesen las 4 de la tarde. Siguiendo con nuestro paseo nos topamos con uno de los mejores descubrimientos del viaje: Un restaurante que sirve un buffet vegetariano a 160 coronas por persona (unos 20 euros): ensaladas variadas, curry, tofu, pan casero … bebidas incluidas (té ayurveda, café e infusiones) y una vista sublime sobre el puerto de Estocolmo. La terraza es perfecta en primavera y cuenta con mantas en caso de que haga demasiado frío. En días soleados se puede comer cómodamente en la terraza, disfrutando de la hermosa vista. No muy lejos se encuentra el museo Fotografiska (metro Slussen), sobre las colinas de Södermalm. Se llama Hermans Vegetariska Restaurang : https://hermans.se y desde aquí lo recomiendo fervorosamente. Lo que sí hay que tener en cuenta es que a las 9 de la noche retiran la comida del buffet, aunque te puedes quedar hasta las 10. Una de las cervezas locales que no está mal, es la “Mariestads”, porque del vino, más vale olvidarse en estas tierras. Su precio es prohibitivo y una copita puede sentar hasta mal si pensamos en el precio que estamos pagando…
Después de cenar opíparamente, un paseo por el barrio bohemio de la isla de Södermalm nos vino muy bien. Esta gran isla es también un enorme barrio, y se ha convertido en unos de las zonas más chic de la ciudad tanto para vivir como para salir o ir de compras por algunas de sus modernas tiendas de diseño. No es lugar de grandes monumentos ni sitios destacados. Su encanto reside en callejear y perderse por sus calles, ver como transcurre la vida en sus plazas y parques, admirar las vistas de la ciudad vieja, hacer alguna compra en sus tiendas de moda, comer algo en alguno de sus restaurantes o disfrutar de los encantos de la noche si el bolsillo lo permite.
Vimos en uno de los restaurantes que a su vez era tienda de comida “URBAN “, a mucha gente cenando en la terraza a la luz de las velas y con mantas cubriéndose las piernas y el termómetro marcando 13 graditos. La tienda en su interior muy bonita, en general los suecos tienen mucho gusto para la decoración. Simplicidad y al mismo tiempo un saber resaltar el valor de las pequeñas cosas, de los detalles. Nos vino bien el paseo antes de dormir, la ciudad prometía…
Martes 1 de julio: Glam Stan y bus turístico
Suele ocurrir, a mí desde luego, no sé si por la ley de Murphy, pero suelo aterrizar en hoteles que están en obras y que cuelgan los dichosos cartelitos avisando que a partir de cierta hora los ruidos serán infernales, “perdonen las molestias”. No nos dimos cuenta de la circunstancia hasta las 9 de la mañana cuando empezamos a oír ruidos en el baño. En recepción y en el comedor había overbooking de gente desayunando. Enseguida entendimos el por qué; los suecos además de ser muy proclives a viajar y alojarse con toda la prole de niños en hoteles de 3 y 4 estrellas, siguen siendo fieles a los monstruos de la canción. ¡Los Rolling Stones en concierto en Estocolmo!. Los sofás de la recepción del hotel estaban ocupados por septuagenarios repantigados luciendo las camisetas de sus satánicas majestades. Entre los ruidos, la masa de gente y los ancianos rockeros, por un momento pensé que estaba aún durmiendo y que todo era un sueño pasajero. Pero, ¡no!, la realidad superaba la ficción. Desayunamos muy bien, con un buffet bastante nutrido y nos dispusimos a patear la “Venecia del norte”.
El hotel lo escogimos por su ubicación, en 5 minutos andando, después de atravesar un puente llegamos a la isla más visitada de Estocolmo, la Glam Stan. El casco antiguo es en realidad el centro urbano original de Estocolmo e incluye la isla de Stadsholmen, así como los islotes de Riddarholmen, Helgeandsholmen y Strömsborg. Su origen se remonta al siglo XIII, aunque la mayoría de los edificios datan de entre el 1700 y el 1800. Es un magnífico laberinto de encantadoras calles adoquinadas, avenidas, casas señoriales y plazas de encuentro que reflejan un indiscutible estilo arquitectónico propio del norte de Alemania.
Antes de perdernos por sus calles empedradas, pasamos por uno de los embarcaderos desde dónde se pueden coger los bus-barcos que te llevan a otras islas. Un chico español nos ofreció un circuito en bus turístico por 20 euros cada uno (24 horas). Siempre he pensado que este tipo de buses es para los turistas que no les gusta perderse y que prefieren tenerlo todo bien organizado. Pero la verdad es que al igual que en Oporto nos vino de lujo para recorrer la ciudad y no morir de agujetas con tantas cuestas, en Estocolmo nos vino muy bien para seguir viendo cosas bajo un techo y no mojarnos cada dos por tres con las lluvias veraniegas incesantes.
Compramos los billetes pero seguimos andando hasta el Parlamento (Riksdagshuset). Un edificio bastante gris, de estilo neoclásico y de gran tamaño, la edificación ocupa casi la mitad de la isla de Helgeandsholmen, en el distrito antiguo de Gamla Stan.
https://es.wikipedia.org/wiki/Palacio_del_Parlamento_de_Suecia.
Entramos por los enormes patios que son de libre acceso y vimos el edificio desde su interior, una mole bastante gris y triste. Al salir, ya sí que dejamos que nuestro instinto callejero nos guiara, y nos perdimos por las calles estrechas de la vieja ciudad. Una de las plazas más visitadas, es la plaza mayor de Stortorget, rodeada de fachadas de edificios hanseáticos, en tonos rojizos y ocres. Uno de los edificios que destaca es la Casa de la Bolsa propiedad de la Academia Sueca y sede del Museo Nobel, dónde se elige cada año el Premio Nobel de Literatura.
Cuesta trabajo imaginarse que el casco antiguo de la ciudad estuviera considerado en otros tiempos la zona pobre y marginal de Estocolmo (entre mediados de los siglos XIX y XX) cuando ahora es un lugar de residencia especialmente cotizado. La plaza, a pesar de los nubarrones que de repente tiñeron de gris plomizo el cielo, estaba abarrotada de turistas. Optamos por perdernos por las calles estrechas que rodean la plaza principal y nos encontramos con rincones con mucho encanto. En una de las tiendas de artesanía local, decorada con mucho gusto, como los suecos saben hacerlo, vimos uno de los símbolos de la ciudad, el caballo de madera pintado a mano, en varios colores y tamaños. Se trata del caballo de Dalecarlia, todo un símbolo sueco cuyo origen se remonta a los tiempos en los que los talladores de madera fabricaban juguetes de madera para sus hijos. https://es.wikipedia.org/wiki/Caballo_de_Dalecarlia; También vimos una oficina de turismo dónde vendían excursiones guiadas para seguir la ruta de los escenarios de los libros de la saga “Millenium” del afamado escritor Stieg Larsson. De hecho, según parece, estas rutas se han convertido en las nuevas guías de la capital sueca, ya que dibujan un mapa perfecto de la ciudad. Finalmente decidimos seguir nuestra ruta a nuestro aire.
Los nubarrones grises no tardaron en llegar, no podíamos olvidar que estábamos en el Norte con mayúsculas. Después de recorrer el centro de cabo a rabo, en cuanto empezó a llover nos subimos en el bus turístico, dos horas y media de recorrido, resguardados de la lluvia y viendo las calles de los barrios pijos del Norte y del Oeste de la ciudad, con sus parques, tiendas de diseño y edificios con fachadas modernistas y neoclásicas muy bonitas. El sur de Estocolmo es más bohemio, también cruzamos varios puentes y después de sacarle jugo al billete de bus, nos apeamos en la isla dónde se ubica el Ayuntamiento, en la parte comercial, una calle peatonal llena de tiendas dónde quemar la visa, sobre todo, en las tiendas de decoración. Nubes y claros, es lo que tiene vivir en este rincón del planeta. Nos metimos en un gastrobar a tomar un café, justo enfrente de un supermercado dónde sólo se venden bebidas alcohólicas. Funcionan con el monopolio llamado “Systembolaget”, que representa más del 60% de las ventas de bebidas alcohólicas en Suecia. Éste es quien determina qué bebidas alcohólicas (de más de 3,5 grados) se venden en sus tiendas, a través de un surtido fijo y un surtido variable, a la venta durante un tiempo determinado. http://worldwtrade.blogspot.com.es/2012/01/systembolaget-el-monopolio-sobre-el.html
No paraba de entrar y salir gente de la tienda, sin duda, un negocio rentable. Entramos para curiosear y ver a qué precios vendían los vinos españoles, y como nos había ocurrido otras veces, primero flipamos con los precios y con la presencia de vinos manchegos que en España los denostamos y fuera los compran como rosquillas.
Volvimos al hotel andando, cruzando otra vez los puentes que unen las diferentes islas que componen la ciudad. En algunas terrazas los hinchas argentinos, con sus camisetas blancas y azules (perdón, celestes) jaleaban a los suyos, en el partido contra Suiza. Hay una gran cantidad de argentinos y chilenos en Suecia que en su día pidieron asilo político. Suecia siempre ha sido un país de acogida y en las calles de Estocolmo se palpa la mezcla de culturas. A la hora de cenar vimos un fenómeno curioso, el sol que no había salido en todo su esplendor en todo el día, más que tímidamente entre grises nubarrones, nos brindaba un atardecer impresionante. Era como si de repente amaneciese cuando el día acaba. No hay noches oscuras en junio, el sol juega al escondite y se divierte con los terrícolas.
Miércoles 2 de julio: excursión a Vaxholm
Empezamos el día con sol, ya veríamos hasta cuándo… Muy cerca del hotel, cogimos una especie de vaporetto sueco en el embarcadero, frente al “Gran Hotel” para ir a una de las islas que componen el archipiélago que se divide en central y norte. Elegimos la isla de Vaxholm, la que fuese antigua sede de la capital. https://es.wikipedia.org/wiki/Vaxholm. 45 minutos en barco, bajo un sol radiante (150 coronas, unos 16 euros el viaje de ida y vuelta). Los billetes se compran en el barco, los pagamos con visa, en Suecia todo, absolutamente todo, se puede pagar con Visa. Hacemos el viaje rodeados de grupos de chavales todos rubísimos, algún que otro frikie leyendo a Stephen King y una abuela alemana con su chaqueta y un logo del Partido Socialista SPD bien visible. A la vuelta ya fue más duro, una adolescente nos dio el viaje primero llorando y luego riendo histriónicamente mientras una profesora y una alumna intentaban calmarla. Amén de los lloros de los bebés que se multiplicaban por momentos. Suecia es el país de la maternidad, y a quien no le gusten los niños que se lo piense antes de ir …
El paseo en barco es realmente delicioso. Las casitas de madera en la orilla, pequeñas cabañas de recreo con sus barquitos de vela o de motor en la puerta, es todo idílico, no hay montañas como en los fiordos noruegos, es todo llano, agua y olas suaves que golpean en el casco del barco. La llegada a Vaxholm es de cuento de hadas; un pequeño puerto junto a una fortaleza militar a la que sólo se puede acceder en barco. Nada más pisar tierra ya te encuentras con casitas de madera, jardineras con flores de todos los colores y pequeños detalles de decoración que te invitan a perderte y dejarte ir. Sólo faltaba por aparecer el conejo de “Alicia en el país de las maravillas”. Nos alejamos del centro y paseamos durante 3 horas por la isla. Es tan idílico que a veces te metes en propiedades privadas sin saberlo, los jardines y embarcaderos apenas están vallados. Llegamos hasta un parque enorme con árboles altísimos que daban una sombra muy agradable. En ese parque se encuentra el cementerio, con las tumbas en la hierba, tipo americano. Un remanso de paz sólo interrumpido por algunos graznidos de pájaros y gaviotas. El sol nos acompañó durante todo el paseo hasta que volvimos al puerto. De repente el cielo empezó a oscurecerse y empezó a diluviar. El agua caía a chorros y una pobre chica que vendía cerámica tuvo que achicar el agua que le caía en su toldo varias veces. Esperamos un buen rato al barco de regreso, porque uno de ellos se nos escapó delante de nuestras narices- Al llegar a Estocolmo seguía lloviendo y nos refugiamos en un restaurante libanés muy bonito para tomar una cerveza y esperar a que amainara el diluvio. No tardó mucho en parar de llover y volvimos a coger el bus turístico, pero esta vez hicimos el recorrido total por la ciudad bajo el sol, con una luminosidad de atardecer y un olor a hierba mojada que nos embriagó durante todo el viaje. (nos cundieron los billetes de bus turístico, ¡vaya que sí!).
Para cenar volvimos a intentarlo en el Urban deli, el restaurante de moda del Barrio Sur, cerca del hotel. http://www.urbandeli.org/ pero de nuevo nos tuvimos que marchar con las ganas, en la recepción la lista de espera era un rollo gigante de papel en el que iban tachando los nombres conforme iban entrando. Viendo la lista infinita seguimos nuestro camino y acabamos en un restaurante mítico: el Kvarnen. Lo había visto en la guía y lo recomiendo sin paliativos. Comida sueca tradicional, casera en un café-restaurante antiguo, desde 1908, con mucha solera. Allí probamos las famosas albóndigas suecas con salsa de arándanos. ¡¡ buenísimas, poco que ver con las del Ikea J ¡! Dicen de este restaurante que es un “clásico” de Estocolmo a no perderse: http://www.kvarnen.com/index.php/se/.
La digestión la hicimos dando un buen paseo de vuelta al hotel, con otro de esos maravillosos atardeceres con esa luz tan especial del sol de medianoche.
Jueves 3 de julio: Islas de los museos
Amaneció con sol otra vez y decidimos coger de nuevo un barco para ir a la isla que está justo en frente del hotel, la isla de los museos, llamada Djurgården. A la isla, se puede acceder en barco o en tranvía, o si se va andando, por el puente Djurgårdsbron desde el que se pueden sacar bonitas vistas de la ciudad.
La isla que antiguamente era el coto real de caza, se convirtió años más tarde en el espacio de ocio de los habitantes de la capital. Hoy en día posee múltiples reclamos y es una de las islas más visitadas de Estocolmo. Allí en la isla se puede visitar varios museos como el Nordiska Museet (cultura y forma de vida de Suecia), el Parque-museo Skansen, el museo al aire libre más antiguo del mundo, el Museo Vasa, el museo más visitado de Escandinavia, en cuyo interior se pueden ver los restos del Vasa, un buque del siglo XVII que se hundió en el puerto de Estocolmo el día de su inauguración en el año 1628, el Museo Junibacken, un lugar dedicado a los cuentos de la escritora Astrid Lindgren, la autora de la famosa Pippi Långstrump, y el más reciente museo del grupo ABBA, el grupo más escuchado de Suecia, con diferencia.
En un día no podíamos visitarlos todos, y menos aún el parque de atracciones Gröna Lund, el parque más antiguo de Suecia con unas montañas rusas espectaculares, con sus loopings cayendo literalmente al mar. Teníamos que elegir, y como nos habían hablado muy bien del parque Skansen por su originalidad, optamos por visitarlo. A las 10:00 de la mañana abrían las puertas y por 18 euros cada uno entramos, rodeados de padres con niños. http://www.skansen.se/es/kategori/espanol
Es toda una experiencia muy recomendable. La extensión es tan grande que puedes pasar el día sin salir del Parque, recorriendo las diferentes zonas que muestran cinco siglos de historia sueca: sus casas (En Skansen hay aproximadamente 160 casas y granjas traídas aquí de todas las partes de Suecia. La mayoría son de los siglos XVIII, XIX y XX.), sus costumbres, su fauna y flora, trajes típicos, sus oficios a lo largo de la historia, etc. Una clase magistral sobre el país, divertida y original. Para los niños muy recomendable y para los adultos también, una gozada. Pasamos casi 4 horas, aunque da para mucho más. Empezaba a ponerse negro el cielo otra vez, se ve que en verano es así la cosa, amanece soleado, cae la tromba por la tarde y al atardecer vuelve a salir el sol. Del Parque de atracciones empezó a salir la gente corriendo y nosotros nos refugiamos en la entrada del Museo Abba. Fue un capricho sí, lo confieso. Finalmente entramos a pesar del precio: 53 euros por persona con las auto-guías. No me arrepiento, está muy bien montado y es muy divertido. Bailas, cantas, grabas canciones, y te mueres de la risa.
http://www.abbathemuseum.com/en/on-the-museum.
Las reticencias de mi Santo a entrar en el museo Abba, las suplimos luego con la visita a los museos de Arte que se encuentran en otra isla, muy cercana y muy pequeña, la isla de Skeppsholmen. Allí se ubican el Museo de Arte moderno, el de Arquitectura y el de antigüedades del Este de Asia. Entramos en el de Arte Moderno que no está mal, con obras de Picasso, Dalí, Tapies y Miró, entre otros grandes. Aunque también tuve ese pensamiento de: ¿todo vale en el arte moderno? La película de Chaplin en una salita oscura nos vino muy bien para descansar, no había gente, y después de patear todo el día fue una bendición. A las 6 cierra el museo y paseando bajo el sol, que volvía a dar la cara cruzamos el puente a pié y nos acercamos a la Catedral que está detrás del Palacio real en el Glam Stan. Vimos anunciado el primer día un concierto de órgano de Bach y llegamos justo a tiempo para disfrutarlo. En la fila de al lado nos tocó una japonesa de unos 70 años, vestida de Minnie Mouse que no paraba de hacerse selfies durante todo el concierto. Nunca entenderé esa raza, aunque tengo unas ganas locas de viajar a Japón. El concierto duró exactamente una hora, ni un minuto más. Encontramos para cenar una terraza cerca del Ayuntamiento de ladrillo rojo, y nos sirvió una camarera rubia que hablaba perfectamente español. De padres chilenos, nos contó que le mandaron a Canarias 2 años para que aprendiera el idioma. Volvimos a comer las famosas albóndigas suecas, estaban ricas, pero no tanto como en el Kvarnen. Acabamos el día con un concierto de Jazz en el famoso bar de Glam Stan llamado “Stampe” : http://www.stampen.se/ ; estaba a tope, tuvimos que salirnos afuera para poder bebernos las cervezas sin agobios. Una marcha increíble, hacen conciertos todos los días a partir de las 21:00.
Viernes 4 de julio: Ayuntamiento y final del viaje
Otra sorpresa nos esperaba antes de irnos. Bajamos a desayunar y con el comedor a tope, empezó a sonar una sirena, las puertas se cerraron y en 1 minuto llegaron los bomberos. No vimos fuego en ningún sitio, lo que si nos impactó fue la serenidad de la gente, no se movió nadie de su sitio y esperamos todos a que el personal del hotel nos dijera que todo estaba fuera de peligro. No quiero imaginar lo que hubiese pasado en España, el histerismo se habría hecho notar desde el primer momento…
Con las maletas nos fuimos andando hasta la isla de Kungsholmen dónde se encuentra el Ayuntamiento (stadshuset) más fotografiado del mundo, dónde cada año se entregan los premios Nóbel: http://turismo.org/stadshuset-ayuntamiento-de-estocolmo/. Merece la pena visitarlo porque además de su emplazamiento al borde de uno de los canales de la ciudad, la construcción en ladrillo rojo alberga en su interior una serie de salones y espacios que hacen que la visita guiada sea muy interesante. Cuando llegamos estaba a tope de gente, al parecer es uno de los lugares más visitados de Estocolmo. Me recordó un poco al otro ayuntamiento que también celebra los Nóbel en Oslo, aunque éste es más grande y majestuoso.
Entre los varios salones con los que cuenta, el más destacado por sus mosaicos de oro y cristal, es sin dudas el Salón Dorado, mientras que los banquetes y la ceremonia que cada año tiene lugar para la entrega de los Premios Nobel, se lleva a cabo en el Salón Azul -que en realidad no es azul sino rojo-. Los jardines que rodean el edificio, con su frente a orillas del canal es también un sitio muy agradable. Fue una bonita manera de despedirnos de la capital de Suecia.
Desde allí, fuimos a la estación central que no se encuentra muy lejos andando, para coger el bus que nos volvería a llevar de nuevo al aeropuerto de Arlanda. Así acababa nuestro periplo por la “Venecia del Norte”, con sol y con una carga de energía positiva en el cuerpo. Viajar al norte de Europa te reconcilia con el mundo, existen países dónde la naturaleza aún se respeta y dónde el “buen rollismo” se palpa en las calles… Aunque… también es cierto que leyendo a Larsson, no es oro todo lo que reluce….