Vino, císter y ruinas romanas en Tarragona


TARRAGONA

Sábado 6: Amposta, Horta de San Joan, Falset, Bellmunt, Gratallops, Torroja del Priorat, Siurana, Poblet
Al igual que Teruel, Tarragona está cerca de Castellón y sin embargo nunca nos habíamos tomado más de un día para descubrirla con detenimiento. Excursiones al Delta del Ebro sí, parada en Tarragona capital de paso hacia otros lugares también, pero ésta vez queríamos aprovechar el puente de diciembre para recorrer el interior, probar los vinos del Priorat y del Montsants, pasear por los monasterios cistercienses y volver a pisar las ruinas romanas de Tarraco.

Salimos a primera hora de la mañana, y por la autopista hacia Barcelona en poco más de una hora llegamos a Amposta, ubicada al margen del río Ebro. Llegados a este punto, hacia el sur podíamos volver una vez más a San Carles de la Rápita, la capital terrestre del Delta del Ebro  y disfrutar de la compañía de nuestros amigos, comiendo mejillones y una buena paella en los restaurantes que descansan sobre palafitos en mitad del delta, o pasear por los caminos que dibujan los arrozales del parque natural del Delta, pero no, ésta vez giramos hacia la izquierda de camino hacia el noroeste, hacia Gandesa y finalmente hasta La Horta de San Joan, nuestra primera parada del día.

La Comarca de la Terra Alta, conjuntamente con la Ribera d’Ebre, el Baix Ebre y el Montsià forman parte geográficamente de las Terres de l’Ebre. Horta de San Joan encaramado en un alto rocoso impone con su presencia, capitaneando la comarca de la Terra Alta. Un excelente patrimonio arquitectónico le ha supuesto la declaración de Conjunto Histórico-Artístico Nacional y además conserva todo el atractivo de su núcleo urbano medieval. Pasear por sus calles es perderse en un conjunto arquitectónico espectacular. Nada más entrar en su centro nos topamos con la plaza de la iglesia, en un espacio reducido flanqueado por el Ayuntamiento renacentista del siglo XVI y la Iglesia parroquial de Sant Joan Baptista, que data del siglo XIV de estilo gótico.

Un centro histórico densamente poblado de edificios históricos como la Casa de la Comanda, un palacio de estilo leridano o la Torre del Prior o de Galindo, una fortificación del siglo XIII, situada a pié de la montaña de Santa Bárbara. Otro edificio que destaca es el museo dedicado a un habitante ilustre que vivió en Horta en 1898 y en 1909, el pintor Pablo Picasso. Ubicado en el antiguo hospital, el museo acoge una muestra de las obras que pintó durante sus dos estancias en la Horta de San Joan. Famosa es la frase que se le atribuye: “todo lo que sé lo he aprendido en Horta de San Joan”. La frase es un reclamo publicitario y los locales no la esconden, al revés, la exhiben en la web turística del municipio y dónde haga falta…No todo el mundo puede presumir de un vecino tan famoso ¿no?.

No entramos en el museo, una pena, teníamos el tiempo justo para ver todo lo que queríamos ver con luz natural en un mes de diciembre. La siguiente parada nos esperaba ya metidos propiamente en una de las zonas vinícolas más conocidas y al mismo tiempo desconocidas del país: Priorat – Montsants. Normalmente, cuando imaginamos campos de viñedos, visualizamos campos extensos en llanuras terrosas o en colinas suaves como en Toscana. Sin embargo, resulta increíble ver unos paisajes tan agrestes y escarpados cubiertos por viñedos como los que se ven a lo largo de la ruta del vino de esta región interior de Tarragona. Me recordó un poco a los viñedos que circundan el lago Leman, en Suiza, con sus laderas empinadas cubiertas por cepas de hojas doradas como el color de los vinos blancos que producen.

Casi 50 bodegas componen la ruta en las que se pueden catar los vinos con las denominaciones de origen “Priorat” Y Montsants”. Es una zona para descubrir sin prisas, poco a poco, pero nosotros teníamos una agenda apretada. Falset fue nuestro inicio en la ruta, un municipio el que confluyen las 2 denominaciones de origen: https://es.wikipedia.org/wiki/Falset

No es un pueblo que destaque por su belleza, hay pueblos mucho más bonitos pero nos vino bien parar para comernos el bocata en la explanada que hay junto al “Castel del ví”. Este museo se ubica en el antiguo Castillo de los Condes de Prades de Falset, levantado en el siglo XII tras la reconquista cristiana de la Cataluña Nueva, sobre una colina estratégica que domina la villa de Falset. El castillo, que contaba con una parte residencial y una iglesia, de las cuales cabe decir que prácticamente sólo quedan los muros exteriores, sufrió a lo largo de su historia destrucciones importantes como la decretada por Felipe V. En los últimos tiempos, antes de ser totalmente abandonado, también fue utilizado como prisión.

El museo del vino estaba cerrado cuando llegamos. Comimos el bocadillo en poco tiempo porque soplaba un viento helador. Hubiese estado bien poder resguardarnos del frío visitando el “Castel del Ví” pero no tocaba, estaba “tancat”. http://www.turismepriorat.org/es/que-hacer/puntos-interes/castell-del-vi . El museo ocupa 3 plantas de la antigua fortaleza, antiguo Castillo de los Condes de Prades de Falset, construido en el siglo XII, tras la reconquista cristiana de la Cataluña nueva. También fue utilizado como prisión y actualmente, tras un largo periodo en el que ha estado abandonado, se utiliza como un museo interactivo dónde se muestran las propiedades vinícolas de la región del Priorat.

Bajamos desde el castillo por una cuesta al centro del pueblo, y recorrimos el centro histórico de Falset en poco tiempo, no daba mucho de sí. Antes de seguir ruta, sí que paramos en una de las vinotecas que orillan la avenida principal de entrada al pueblo. Entramos en una tienda bastante singular, atendida por un personaje de rastas bastante ajadas, jersey de lana a rayas y “gafipasti” con ganas de charla y de vendernos una buena provisión de vinos. Claudicamos, nos dejamos asesorar y salimos de allí con el bolsillo temblando. No recuerdo los nombres de los vinos, sí que recuerdo que las etiquetas era a cada cual más original y que no duraron mucho en nuestra bodega particular.

Desde Falset, a pocos kilómetros nos encontramos, siguiendo la ruta de pueblos con denominación de origen “Priorat” con un pueblo muy bonito llamado Bellmunt del Priorat. Como el resto de los pueblos de la zona, se encuentra encaramado en una montaña y su acceso es transitable por una carretera sinuosa que invita a hacer parada cuando por fin llegas a destino. A media tarde, y en diciembre, la luminosidad del atardecer invernal es quizás la mejor para contemplar estos pueblos. Luces ocres, chimeneas humeantes y olor a frío y a brasa de leña. Bellmunt cuenta con un museo de la minería, ya que en tiempos romanos se explotaban sus minas de plomo. El pueblo perteneció a los dominios de la Cartuja de Escaladei. El municipio estuvo fortificado y se vio muy afectado por los conflictos bélicos del siglo XIX. En 1838 fue asaltado por las tropas carlistas que venían en busca de plomo, necesario para su fábrica de municiones de Miravet. Los soldados incendiaron las instalaciones de la compañía minera y quedaron abandonadas. De las antiguas explotaciones se puede visitar la mina Eugenia que dispone de una galería de más de 700 metros de longitud y que llega a los 35 metros de profundidad.

Al salir de Bellmunt, nos perdimos por un camino que nos condujo a un lugar inolvidable. No teníamos ni idea de dónde acababa el camino, pero seguimos con el coche como por inercia, como si una fuerza extraña nos empujara a seguir adelante. Y de repente, la vimos, majestuosa, antigua,  señorial, la popularmente conocida como Casa Gran dels Frares, parece abandonada pero no, la que fue antigua residencia de los monjes cartujos que hoy ocupan el Monasterio de Escaladei, es hoy en día una bodega que extrae de las 10 hectáreas de viñedos que la rodean unos buenos caldos con DO de Priorat. Los colores otoñales de las vides, nos embrujaron hasta tal punto que llegamos a un lugar sin posibilidad de avanzar. El camino hacia el siguiente pueblo, podíamos hacerlo por ese camino, si no hubiese crecido el río de tal manera que no me atrevía a cruzarlo. No tuvimos más remedio que volver sobre nuestros pasos y regresar otra vez a Bellmunt. Pero tampoco nos importó, volvimos a recrearnos con la paleta de colores amarillos y anaranjados en todas sus tonalidades.

Gratallops, antes conocido como Vilanova del Pi, debe su nombre a la cantidad de lobos (llops en catalán) que merodeaban por los alrededores de este otro municipio del Priorat. Es otro pueblo de los tantos que conforman la comarca, encaramado en la cima de una montaña, con sus casas de piedra y su valle de viñedos. La tarde se iba cerrando y aún nos quedaba un poco de luz natural para aprovechar y disfrutar del paisaje antes de llegar a nuestro destino para dormir: el Monasterio de Poblet.

Curvas y más curvas, el interior de Tarragona no es un destino apto para estómagos frágiles. Torroja del Priorat, fue el último pueblo que visitamos antes de encontrarnos con otra gran sorpresa… Siguiendo el curso del río Siurana, que nos había impedido cruzar sus aguas cerca de Bellmunt , nos dejamos llevar otra vez por una carretera que no dejaba de ascender. Era casi de noche ya, y no paraban de bajar coches y furgonetas por el carril contrario. A medida que íbamos subiendo, vimos a mucha gente escalando las agrestes paredes de las montañas que nos rodeaban. Furgonetas acampadas y mucho movimiento. No entendíamos muy bien el por qué de repente había tanta gente en este rincón del mundo. Cuando llegamos a la cima de una montaña con un santuario, nos dimos cuenta de  que otra vez habíamos llegado a un punto sin salida. Aparcamos a duras penas. El tránsito de gente y coches era inaudito. Enseguida entendimos… habíamos llegado a uno de los pueblos más visitados y apreciados del país: Siurana, un lugar de cuento de hadas, marcado por la leyenda de guerreros y princesas.   https://es.wikipedia.org/wiki/Ciurana_de_Tarragona

Siurana fue el último reducto musulmán de Cataluña y según la leyenda, su última princesa, la bella Abdelázia, escogió abrazar la muerte antes que ser capturada. Enclavada en un lugar inexpugnable encima del río, hicieron falta los caballeros de cuatro condes para someterla. Su castillo defendía una frontera infranqueable que se extendía del Coll de Balaguer a Tamarit de Gaià. Conquistada en el 1153, después de caer Lleida y Tortosa, fue el último reducto de la reconquista en Catalunya. Desde el precipicio que la rodea, se entiende por qué no fue conquistada durante tres siglos y por qué el final fue tan trágico.

Cuenta la leyenda que Abdelazia, la reina mora, antes de verse sometida a los cristianos, prefirió tirarse por el imponente acantilado con su caballo. El animal, en su inútil resistencia, dejó marcada en la roca la huella de su herradura por siempre jamás. Con el fin de la reina desapareció el último baluarte sarraceno de Catalunya.

Hoy en día, Siurana es un pueblo  encantador de casas y calles empedradas, con restos de la fortaleza sarracena, ubicados en la entrada del pueblo. A sus pies, un pantano de aguas limpias y tranquilas ofrece la posibilidad de practicar todo tipo de deportes acuáticos. Fue una lástima no poder disfrutar de Siurana con luz diurna, los paisajes desde esta atalaya se imaginan grandiosos. ¡Todo un descubrimiento!. El edificio más relevante de Siurana es la Iglesia, de estilo románico, que tiene una portada con un tímpano figurado enmarcado por tres arquivoltas de medio punto; éstas descansan sobre seis columnas con capiteles decorados con motivos diversos. Mires por dónde mires es impresionante. Una auténtica joya tocando el cielo…. Nos prometimos volver con más tiempo y de día. No fue un adiós, fue un hasta pronto.

Volvimos sobre nuestros pasos, bajando desde las alturas por la carretera estrecha hasta alcanzar un cruce. Estábamos un poco perdidos, pero enseguida supimos tomar el rumbo correcto hacia la Hospedería del Monasterio de Poblet: http://hostatgeriadepoblet.cat/es/
Cuando llegamos el frío era helador. Aparcamos en un parking abierto, frente a la entrada principal del Monasterio, sin saber que si te alojas en la hospedería, puedes meter el coche hasta el patio interior, justo al lado de la entrada principal de la hospedería. ¿Recomendable? La respuesta es sí pero con matices. No hay que olvidar que este Monasterio se encuentra en Cataluña y que los precios no son proporcionales a los servicios austeros que proporcionan. La habitación de 2 camas (la doble sólo se ofrece bajo petición) es la expresión de la sencillez en el sentido más estricto de la palabra. Lo justo y necesario para pasar una noche tranquila. Limpieza, tranquilidad y paz monacal hasta….sí, hasta que en mitad de la noche empieza a crujir el suelo de madera del pasillo cuando pasan los hospedados. Me extiendo al respecto, porque ya nos pasó en otra hospedería en Caravaca de la Cruz en Murcia. Resulta que se paga un precio mínimo de 60 o 70 euros sin desayuno incluido por una habitación doble de 2 camas estrechas, sin TV con la excusa de querer obligar al cliente al recogimiento, convirtiendo el hotel en una casa de ejercicios espirituales. Bueno, es una opción, pero la excusa del recogimiento no creo que esté reñido con dormir en camas más cómodas a precios más económicos, la austeridad es eso ¿no?. Como decía aquel :“Uno paga por las comodidades, no por los sacrificios que santifican”.

 Domingo 7: Poblet, Montblanc, Santes Creus, Tarragona capital
Amanecimos con un día soleado, un cielo azul limpio y un frío helador que invitaba a cobijarnos en un sitio cerrado. Después de desayunar, y antes de volver a la carretera, entramos a la iglesia del Monasterio cisterciense (ora et labora) de Poblet. Llegamos justo a tiempo de oír misa en catalán. No había escapatoria, si queríamos disfrutar de un paseo por el interior de la Iglesia Mayor, teníamos que esperar pacientemente a que acabara la liturgia en catalán engolado. Mereció la pena esperar. El templo es una joya arquitectónica y el claustro invita a quedarse un buen rato meditando: http://www.jdiezarnal.com/poblet.html

En Tarragona, la ruta de los monasterios del Cister incluye: Poblet, Santes Creus (que visitamos por la tarde) y Vallbona de les Monges (habitado por monjas cistercienses). https://es.wikipedia.org/wiki/Orden_del_C%C3%ADster. Cuando nos despedimos de Poblet, el sol ya calentaba más. A media mañana llegamos a un bonito pueblo llamado Montblanc, ubicado a pocos kilómetros de Poblet. Es la capital de la cuenca del Barberá, con un centro histórico medieval único, de los mejor conservados de Cataluña. Aparcamos en el exterior de la muralla, en el parking de un restaurante con un cartel gigante recomendando sus “cargols a la llauna” (caracoles a la brasa), su Esqueixada (ensalada fría de bacalao desmigado con pimientos rojos y verdes) y sus calçots (cebolla blanca asada) con salsa romescu. Era pronto aún para sentarse a la mesa, pero ya empezamos a salivar…

Los caracoles a la brasa no los he probado aún, pero los calçots tuve la suerte de probarlos en Valls, en otra ocasión, y tengo que decir que me gustaron. Una buena calçotada es una experiencia a vivir con todos sus rituales. http://www.calsots.com/los-calsots.html

Montblanc posee el título de Villa Ducal desde 1387. Su casco antiguo fue declarado Conjunto histórico-artístico en 1948. Una vez cruzado el umbral de una de las puertas que abren la muralla al exterior, el centro histórico se presenta al viajero como un laberinto de calles empedradas, templos góticos, plazas porticadas y casonas señoriales. Si a todo esto le añadimos el día soleado que nos tocó, con un cielo azul raso, sin rastro de nubes, el recuerdo que nos dejó Montblanc es imborrable. La primera parada que hicimos después de perdernos por sus calles, fue en la Iglesia gótica de Santa María la Mayor del siglo XIV. Es un templo de grandes dimensiones sobre un promontorio desde donde se domina la ciudad histórica de Montblanc También es conocida como La Catedral de la Montaña. https://es.wikipedia.org/wiki/Iglesia_de_Santa_Mar%C3%ADa_la_Mayor_(Montblanc)

Cuando salimos, a mano derecha, nos metimos por un estrecho camino que lleva hasta la parte más alta de Montblanc. Una explanada que a pesar del fuerte viento, nos regaló unas vistas espectaculares sobre todo el recinto amurallado que rodea la ciudad. Esta muralla tiene historia, mucha historia. Cuenta la leyenda que muchos años atrás, un dragón feroz aterrorizaba los alrededores de Montblanc. Devoró a los animales hasta tal punto que amenazaba la integridad de los habitantes del lugar. Para evitar el ataque de la bestia se decidió librarle cada día un vecino. Se realizó un sorteo entre la población, incluida la familia real, y la suerte quiso que la persona escogida fuera la hija del rey. Cuando se disponía a ser engullida por el dragón apareció un caballero y la salvó hiriendo de muerte al dragón. Era San Jorge. En el lugar donde el dragón derramó su sangre nació un rosal de rosas rojas. Desde entonces se mantiene la tradición catalana en la que los hombres regalan una rosa a su amada.

Anualmente, coincidiendo con el día de San Jorge (23 de abril) se organiza la Semana Medieval de Montblanc. Durante dos fines de semana la villa revive su pasado y en calles, plazas y torres de la muralla lucen las banderas y estandartes señoriales. Se celebran gran cantidad de actos que transportan al público asistente a la Edad Media: la representación de la leyenda de San Jorge, las escenas de la vida cotidiana, la cena medieval, un encuentro de fuego, el mercado medieval, la escenificación de las Cortes Catalanas, etc. Esta Semana de retorno al Medievo has sido declarada Fiesta de Interés Turístico Nacional.

Un auténtico placer y un sitio muy recomendable para visitar. Montblanc nos embrujó toda la mañana, hasta que se hizo la hora de comer. No nos quedamos allí, porque queríamos llegar lo antes posible a nuestro siguiente destino, otro monasterio de la orden del císter, el monasterio de Santes Creus en Aiguamúrcia. En el camino hicimos “parada técnica” en un restaurante que nos dejó huella. Comimos una sopa de cebolla tan buena, que aún tengo el recuerdo en mis papilas. ¡Exquisita!. Merece la pena el desplazamiento para probar la sopa. Su nombre: “El racó dela Vinya” en Vilarrodona. https://www.facebook.com/El-Rac%C3%B3-de-la-Vinya-673710379337861/

A pocos kilómetros, llegamos finalmente a este pueblo con nombre un tanto especial: Aiguamúrcia. Dicen que la forma medieval Aqua Murcia significa ‘agua encharcada’. En este rincón del mundo, se ubica el monasterio cistercense de Santes Creus. El entorno es idílico y la tranquilidad que se respira hace que la parada aquí pueda durar varias horas.

El monasterio de Santes Creus nació en 1160 bajo el patrocinio de los linajes de los Montcada y de los Cervelló y del conde Ramon Berenguer IV. Los monjes, procedentes del monasterio occitano de la Gran Selva, encontraron a orillas del río Gaià el emplazamiento idóneo para edificar un monasterio. https://es.wikipedia.org/wiki/Monasterio_de_Santes_Creus

A los que como yo tienen reparos a la hora de pagar una entrada para acceder a un edificio religioso, cuando se supone que la Iglesia no tiene que hacer negocio con un patrimonio histórico, tengo que decir que aquí la entrada vale su precio en oro y que tanto el exterior como el interior de Santes Creus es una visita de “obligado cumplimiento”. El recorrido comienza entrando por la plaza de San Bernat Calbó, una plaza alargada que recuerda mucho a las plazas renacentistas italianas. Los edificios que la flanquean correspondían a las casas de los monjes jubilados, la hospedería, el hospital de los pobres, la tesorería etc. En la parte superior, antes de llegar al acceso al Monasterio, se encuentra la Iglesia que responde al estilo del monje fundador Bernardino, de ábsides cuadrados y planta de cruz latina.

La fachada de la Iglesia mide 27 metros de base y 22 metros de altura, es la única que se conserva en una iglesia cisterciense en Cataluña. Ya en su interior, en el crucero de la iglesia destacan los sepulcros reales de Jaume II de Aragón y su esposa Blanca de Anjou, obra del escultor Pere Bonhuyl, y el de Pedro III el Grande, atribuido al maestro Bertomeu de Girona. Al claustro se puede acceder por el exterior desde la Plaza Mayor a través de la Puerta Real, o a través de la iglesia con la que está comunicada por dos puertas, una situada a la altura del crucero y la otra cercana a los pies de la iglesia. Este claustro gótico reemplaza al anterior cisterciense, cuyo único vestigio que queda del mismo es el templete con la pila del lavatorio.

Un remanso de paz, una joya arquitectónica. La construcción del claustro se inició en el año 1313 bajo el patrocinio del Rey Jaume el Justo y de su esposa Blanca de Anjou. El gran maestro de obras fue el escultor Reinard des Fonoll. Es célebre su autorretrato  labrado en uno de los capiteles del claustro. A lo largo de todo el recorrido del claustro gótico, se ven varios sepulcros de familias nobles que fueron protectores del monasterio. Se dice que si el templo es sepulcro real, el claustro lo es de la nobleza. El único vestigio cisterciense entre todo el entorno gótico es el templete que alberga la fuente de mármol de una sola pieza de 2,5 metros de diámetro. Este bellísimo templete procede del claustro primitivo y es de estructura románica, lo que en cierto modo contrasta con las filigranas góticas de los ventanales del claustro.

Visitar Santes Creus es una experiencia única, para tomársela con tiempo. Con niños es fascinante también, porque nada más empezar la visita, la voz de un monje nos conduce a un viaje a los tiempos en los que el Monasterio estaba habitado. Con un montaje audiovisual y escenográfico, considerado como unos de los mejores de su género en Europa, se explica cómo era la vida monacal de los monjes del Císter y cómo se construyó el Monasterio, narrando la historia de forma muy original. Un gustazo apto para todos los públicos.

Casi al atardecer salimos del Monasterio. En el exterior nos encontramos con una feria de productos artesanales y un grupo de niños que bailaban en torno a un mástil con cintas de colores. https://es.wikipedia.org/wiki/Baile_de_las_cintas. Había mucho ambiente, nos costó irnos pero teníamos que seguir ruta, teníamos que llegar a la capital, a Tarragona, y buscar el hotel dónde teníamos reservada la habitación para esa noche.

En poco más de media hora, dejamos las montañas del interior y llegamos a la costa, a la Tarraco de los romanos, a la Tarragona actual, una de las ciudades más interesantes del litoral Mediterráneo.

Para evitar el centro de la ciudad con un centro histórico un poco complicado para aparcar, la opción del hotel Tarraco Park es una buena opción. Es un 4 estrellas con precios asequibles: doble con desayuno por 68 euros. http://www.hoteltarracopark.com. Se ubica en una gran avenida de acceso a la ciudad por el sur, viniendo de Valencia. A poco menos de 10 minutos en coche de la rambla principal de Tarragona. El día acabó como empezó, con una buena cena en el centro de Tarragona y durmiendo en un lugar tranquilo, no monacal pero casi…

Lunes 8, Tarragona, Castillo de Tamarit en Altafulla y L´ampolla
Si algo me gusta en invierno es viajar sin aglomeraciones, con buen tiempo en un día de esos de invierno que luce el sol en un cielo azul raso de nubes. No hace calor y el caminar durante horas se hace llevadero. Así amanecimos en Tarragona, con muchas ganas de callejear una vez más por su judería, por sus recintos de restos romanos, por su rambla y por su paseo marítimo.

Aparcar en el centro es la única pega que le puedo poner a esta ciudad. Al final conseguimos dejar el coche en un parking privado del Hotel Husa Imperial Tarraco, justo al lado del acceso al anfiteatro romano. La ubicación de este majestuoso edificio al lado del mar no es casual; se hallaba muy próximo a la Vía Augusta, poco antes de que ésta se adentrara en la ciudad, y cerca de la playa, donde se descargaban los animales que debían participar en los espectáculos. En este edificio se organizaban dos tipos de actividades: las luchas de gladiadores (munera) y las luchas o cacerías de fieras (venationes). Además, el Anfiteatro también era el lugar donde se ajusticiaba a los condenados a muerte.

El edificio es de planta elíptica y el espacio donde se desarrollaba el espectáculo, presenta unas dimensiones de 62,50 m por 38,50 m. Surcando la arena se hallaban las fossae. En una pequeña sala a modo de capilla se descubrió una pintura mural que representaba a Némesis, la diosa protectora de los gladiadores. Frente al mare Nostrum, cuesta imaginarse las luchas entre gladiadores o las cacerías de animales, pero la historia se palpa entre los muros de piedra descomunales del anfiteatro. Ya sea en Nimes, en Arles, en Segovia o en Roma, cada vez que veo un edificio romano de estas magnitudes pienso en los esclavos que dieron sus vidas para mayor gloria de un emperador, no sé, es una sensación extraña, es como si la historia se tiñera de sangre y no me dejara ver las obras colosales sin sentimentalismos. No tengo remedio…

La primera parada en el anfiteatro es un “aperitivo” de lo que Tarragona ofrece como antigua capital de la provincia romana Hispania Citerior o Hispania Tarraconensis. Tarraco surge a raíz de la llegada de los ejércitos romanos a la Península Ibérica el año 218 a. C., en el marco de la confrontación bélica por el control del Mediterráneo entre romanos y cartagineses, la que se conoce como segunda Guerra Púnica. Las tropas romanas estaban comandadas por Cneo Escipión, al que se añadió, un año más tarde, su hermano Publio Cornelio. Tarraco creció de forma acelerada durante los siglos II y I a.C., y se convirtió, junto a Cartago Nova, en la ciudad más importante de la Hispania Citerior. Allí reunió César a sus legados durante la guerra civil contra Pompeyo, y debido a la lealtad mostrada por los tarraconenses, César concedió a la ciudad el título de colonia. Fue durante los años 26-25 a.C. cuando Tarraco adquirió una mayor relevancia como ciudad, al convertirse en la capital del mundo romano. En efecto, durante estos años Augusto residió en la ciudad y fue desde allí dirigió las campañas contra cántabros y astures.

Al salir del recinto del anfiteatro, seguimos la ruta atravesando la carretera, y nos topamos con los restos del Circo. La importancia de esta construcción radica no sólo en sus aspectos arquitectónicos, sino también en su ubicación dentro de la ciudad: está construido dentro de las murallas, al lado del foro, cosa muy poco frecuente debido al tamaño de los circos. Situado en la terraza inferior de la parte alta de la ciudad, es lógico pensar que fue diseñado conjuntamente con los elementos del foro, planificando así las comunicaciones entre los edificios situados detrás, y la ciudad desplegada delante. Realmente era una «barrera arquitectónica» que separaba la ciudad imperial -foro provincial- y los barrios comerciales o residenciales. Es el último de los elementos construidos en la zona imperial.  Su tamaño no era excesivo, posiblemente limitado por su ubicación dentro de las murallas. En total medía 325 m. de largo por 105 a 115 m. de ancho.

En Tarragona es difícil no toparse con un trozo de historia. La muralla romana que rodea el centro histórico de la parte alta de la ciudad, es la construcción más antigua de la Tarraco romana. En un primer momento se trataba de una simple empalizada de madera que tenía como misión proteger la guarnición militar. La muralla romana se construyó a principios delsiglo II A.C., aunque los especialistas aún no se han puesto de acuerdo de si fue durante la 2ª guerra púnica o posteriormente. Se sabe que sufrió una ampliación a lo largo del siglo II AC, seguramente durante la formación de la ciudad romana de Tarraco. De esta época se conservan tres torres originales: la de l’Arquebisbe, la del Cabiscol y la de Minerva.

Tomarse un aperitivo en una terraza tocando los muros del Foro Provincial es posible en Tarragona. Un conjunto monumental inmenso (18 ha), constituido por dos grandes plazas porticadas que albergaban los principales edificios administrativos, religiosos y culturales de la ciudad de Tarraco. Fue construido por los romanos en el año 73 d.C., por orden del emperador Vespasiano. Su uso se mantuvo hasta la mitad del siglo V, a partir del cual se ocuparon los edificios que rodeaban la plaza como viviendas privadas. A partir del siglo XII se urbanizó el interior de la plaza y se definió un trazado de calles que se ha mantenido hasta la actualidad. Este espacio corresponde al entramado de calles que conforman buena parte del barrio medieval de Tarragona.

Los vestigios arqueológicos del Foro de la Colonia no son tan espectaculares pero sí se intuye que fue un espacio de vital importancia. El foro era el centro religioso y social de la ciudad romana. Constaba de una plaza rodeada de edificios públicos como templos, la basílica, la curia y los locales comerciales, así como de esculturas dedicadas a los personajes más importantes de la ciudad y de la historia de Roma. En el caso de Tarragona, el foro se construyó aproximadamente el año 30 a.C., y sólo se ha conservado una parte de la basílica, edificio de tres naves que acogía el tribunal de justicia y donde ocasionalmente también se reunía el consejo de la ciudad.

Para finalizar la visita de la Tarragona imperial una opción recomendable es visitar el Museo Nacional Arqueológico, fundado en 1848 por Hernández Sanahuja. Acoge gran parte de objetos y mobiliario de la época romana encontrados en Tarragona: cerámica, esculturas, mosaicos, monedas, etc. Otra opción es alejarse un poco del centro, e ir en coche a visitar la Torre de los Escipiones, una torre funeraria, construida en la mitad del siglo I DC en el trazado de la Vía Augusta, la calzada romana que atravesaba toda la Península desde los Pirineos hasta Gades, (Cádiz), el Acueducto de les Ferreres, también llamado Puente del Diablo, una arquería romana que forma parte del acueducto que suministraba agua desde el río Francolí a la ciudad de Tarraco (Tarragona), desde una distancia de 25 km ó bien la Necrópolis : https://es.wikipedia.org/wiki/Cementerio_paleocristiano_de_Tarragona

Nosotros, optamos por seguir caminando por el centro de Tarragona, y entrando por el Portal de San Antonio, nos dejamos llevar por las calles del laberinto medieval que conforma la judería de Tarragona. En un chasquido de dedos, pasamos de los tiempos imperiales romanos a los claroscuros del Medievo. El centro neurálgico es la Plaça del Angels, en torno a esta plaza, las calles estrechas se cruzan entre sí. Es muy fácil perderse, pero en eso consiste, en dejarse llevar, y descubrir rincones escondidos, pequeñas tiendas de artesanos, joyas en miniatura. La población judía contaba con una sinagoga, una escuela y baños. El barrio judío entró en decadencia a partir del siglo XIV, hasta la expulsión de los judíos en 1492.

Sin pretenderlo, fuimos a parar a las escalinatas que conducen a la entrada principal de la Catedral gótica de Tarragona. Cuando llegas a la base de la escalinata que sube hacia la Catedral, la vista impresiona. Recuerda un poco a la catedral gótica de Girona también en un pedestal. Los escalones, muy verticales, hacen que el acceso a la Seo de Tarragona sea no apto para cardiacos, o por lo menos, no apto para los que no estén dispuestos a dejar de respirar por el camino. Bueno, quizás sea un poco exagerado, merece la pena, pararse en esta plaza y entorno que rodea la catedral e incluso tomarse una cañita en uno de los bares que se ubican a los lados de la puerta principal. Según cuentan los anales, el templo se encuentra ubicado en el mismo lugar dónde antes hubo un templo dedicado al culto imperial romano, una catedral visigótica e incluso, una mezquita. En su estado actual, su arquitectura corresponde al gótico temprano, de la transición entre el románico y el gótico. http://www.catedraldetarragona.com/?lang=es . Poco tiempo tuvimos para verla al completo, pero el rato que estuvimos disfrutamos mucho del entorno. Merece la pena.

Cuando nos quisimos dar cuenta ya era tarde, y teníamos que decidir si quedarnos a comer en el centro de Tarragona o seguir ruta hacia las afueras para visitar el último lugar de nuestro viaje por esta provincia catalana. Decidimos seguir ruta y no perder ni un minuto del valioso tiempo que aún nos quedaba. A pocos kilómetros, en Altafulla, se ubica uno de los castillos más emblemáticos del país, un castillo que se baña literalmente en el Mediterráneo. Se trata del Castillo de Tamarit. Lo había visto en fotografías y la realidad supera la ficción. Además, siendo diciembre, tuvimos la oportunidad de verlo desde los jardines que lo rodean y desde la playa sin gente, sin aglomeraciones, una auténtica gozada. https://es.wikipedia.org/wiki/Castillo_de_Tamarit

El castillo de estilo románico cuenta con una larga historia, que incluye su casi extinción a mano de los anarquistas durante la Guerra Civil. Afortunadamente desistieron, porque es un castillo único, en un entorno privilegiado. Actualmente es propiedad de una sociedad inmobiliaria, y se utiliza para la celebración de bodas y conciertos. Aviso a navegantes, si algún amigo/a quiere casarse a estas alturas de la vida J , le recomiendo el Castillo de Tamarit, yo desde luego no me lo perdería por nada del mundo…

Con un buen paseo por la orilla, viendo el castillo de Tamarit, dimos por terminado nuestro viaje por Tarragona. Una provincia catalana quizás no tan frecuentada por turistas como Barcelona o Gerona, una gran desconocida que tiene mucho que ofrecer: desde una ruta románica de monasterios cistercienses, a una zona vinícola impresionante, pasando por un litoral Mediterráneo de playas interminables, coronada por su capital, una joya de la arqueología romana. ¿Alguien da más?

Deja una respuesta

Introduce tus datos o haz clic en un icono para iniciar sesión:

Logo de WordPress.com

Estás comentando usando tu cuenta de WordPress.com. Salir /  Cambiar )

Foto de Facebook

Estás comentando usando tu cuenta de Facebook. Salir /  Cambiar )

Conectando a %s