Parmiggiano, óperas y bicicletas en Emilia Romagna


Del 18 al 21 de marzo de 2017
A la tercera va la vencida… Bolonia la “grassa” por su riqueza culinaria, Bolonia la “roja” por el color de sus edificios y la tendencia política de sus vecinos, Bolonia la “dotta” por contar con la Universidad más antigua del mundo, se nos había resistido pero tenía que llegar. La primera vez, estando en Florencia, optamos por irnos a Siena y la segunda vez, con todo el viaje preparado por los mismos lugares, la huelga de controladores nos dejó en tierra. Aún recuerdo el careto que se nos quedó cuando llegamos al aeropuerto de Valencia y vimos la pantalla de “salidas” con una lista interminable de vuelos cancelados. Desde entonces, el viaje por la región de Emilia Romagna seguía encabezando la lista de destinos pendientes.

Desde Valencia en menos de dos horas de vuelo llegamos al aeropuerto de Bolonia a las 3 de la tarde. Teníamos casi 4 días por delante para visitar la ciudad con la Universidad más antigua del mundo occidental, fundada en el año 1088, y de paso, aprovechar para visitar otras ciudades cercanas como Ferrara, Pádova, Verona, Parma y Módena. Desde el aeropuerto de Bolonia cogimos un autobús que por 6 euros por persona te conduce hasta la estación central de trenes. Se tarda unos 20 minutos y para cogerlo está muy bien indicado. http://aerobus.bo.it/es. El trayecto en taxi ronda los 20 euros.

En la entrada principal de la estación se encuentran las paradas de los buses urbanos que recorren toda la ciudad. Cogimos el nº 21, tal y como nos había indicado Raffaella, nuestra anfitriona de AIRBNB. Para nosotros, era nuestra primera experiencia como huéspedes en un alojamiento turístico, después de haber sido anfitriones durante todo el año. La verdad, es que no pudimos elegir mejor. El apartamento, tipo estudio, en Vía de Pratello, está a escasos 10 minutos andando de la plaza mayor de Bolonia. Ultra limpio y muy bien decorado. La anfitriona, Raffaella nos recibió y nos explicó con detalle todo lo que necesitábamos saber sobre el alojamiento y la ciudad que nos esperaba con los brazos abiertos. Sin duda, recomiendo este alojamiento: https://www.airbnb.es/rooms/12755299

Dejamos las maletas y, sin pensarlo, salimos a la calle. Via Pratello es una calle con muchos restaurantes y bares de moda. Es un “lavapiés” a la italiana, con ese toque bohemio y multicultural. Lo primero que hicimos fue sentarnos en la Osteria Montesino y pedirnos nuestro primer “Apperitivo”. En Italia no se estila el tapeo pero sí, el famoso aperitivo que consiste básicamente en una “happy hour” entre las 6 y las 7 de la tarde (a veces se amplía) en la que con tu bebida se ofrece un buffet de comida para picar. No sale gratis porque por la bebida te cobran 6 o 7 euros pero en muchos bares, el buffet es tan rico y variado que puedes cenar. Así lo hicimos, no habíamos comido al mediodía porque coincidió el vuelo con la hora de la comida y el buffet del Montesino nos supo a gloria “miraculosa”…

Con un spritz  https://comida.uncomo.com/receta/como-hacer-spritz-15057.html en las venas ya podíamos subir a las dos torres más famosas de Bolonia, las “due Torri”, y lo que hiciese falta. Desde la via Pratello, caminando bajo los soportales, llegamos hasta la pastelería “Gamberini”, la más antigua de Bolonia en la calle Ugo Bassi, nº 21. Dicen que el desayuno en este lugar es “imperativo”, un “must”: http://gamberini.eu/.

Lo de los soportales en Bolonia es algo único. La ciudad cuenta con más de 40 kilómetros de aceras porticadas. Su origen es medieval y representan un patrimonio exclusivo de Bolonia a nivel mundial. Vayas dónde vayas, puedes pasear a cubierto y algunos soportales son verdaderas obras de arte, como las bóvedas de la Vía Garibaldi.
https://es.wikipedia.org/wiki/P%C3%B3rticos_de_Bolonia

Siguiendo la calle Ugo Bassi llegamos a la “Piazza Maggiore” de Bolonia y nos llevamos la primera sorpresa negativa del viaje. El símbolo de la ciudad, la famosísima estatua de Neptuno estaba en obras, totalmente tapada para su restauración. Eso sí, el marketing italiano funcionando como sólo ellos saben hacerlo: visitas guiadas a disposición para meterse de lleno en las obras de reparación del Dios de los mares. No sé si exagero, pero creo que es la primera vez que veo que se saque rédito a unas obras de restauración y se editen folletos de publicidad al respecto. ¡Una pena! no había nada que hacer, sólo contentarnos con la imagen del “pre-operatorio”: https://es.wikipedia.org/wiki/Fuente_de_Neptuno_(Bolonia)#/media/File:BO-nettuno.jpg

La estatua en su día ya sufrió otra “operación”. Su autor, el escultor Giambologna tuvo que extirparle parte de su miembro viril porque la Iglesia consideraba que los atributos eran demasiado abultados. El autor obedeció pero sólo a medias… Cerca de la entrada de la Salaborsa, Palacio que se encuentra en el lateral derecho, hay una baldosa con un color diferente al resto. Si uno se coloca encima de esta loseta, resulta que el efecto óptico que se produce es que mirando hacia la fuente, el dedo pulgar de Neptuno sobre sale bajo el vientre y parece como si su miembro viril estuviese “animado”.

La plaza Mayor de Bolonia, al fin estábamos allí. Impresiona sí, pero no tanto como yo esperaba. Es lo que pasa con los viajes. Cuando has deseado tanto ir a un lugar, la ilusión es tan grande que a veces la imaginación supera la realidad. Al contrario, también pasa. Muchos lugares nos han sorprendido gratamente, pero quizás, por eso mismo, porque no nos habíamos empecinado en ir, ni nos habíamos “montado la película” previamente. Nos sucedió con Verona dos días más tarde, pero aún no lo sabíamos.

En la gran plaza boloñesa destacan los colores rojizos y pardos de los muros de la Basílica en honor a San Petronio y del resto de los Palacios que la enmarcan. El más antiguo, que data del año 1278, es el Palacio de los Notarios. Otros Palacios que destacan son el Comunal, sede del Ayuntamiento, también conocido como el Palazzo D´Accursio, el Palacio de los Bancos del siglo XVI, el Palacio del Podestá con su torre del Arengo y su campana colosal, sede del que fuera el primer magistrado de las ciudades del norte y centro de Italia, y por último el Palacio del Rey Enzo, construido en el siglo XIII, tras la batalla de Fossalta en la que lucharon Güelfos contra Cibelinos. Se cuentan muchas leyendas sobre este Rey, hijo ilegítimo del Emperador Federico II. Una de las más truculentas es la que asegura que el rey prisionero en el castillo, pasaba sus días con otros presos pero que por la noche le separaban del resto y dormía en una jaula que colgaba del techo. Historias para no dormir…

Todos los edificios de la plaza tienen historias qué contar. En la austera, pero enorme basílica de San Petronio, con sus 120 metros de largo por 60 de ancho, tuvo lugar la coronación del Emperador Carlos V por el Papa Clemente en el año 1530. Por su tamaño es la quinta iglesia más grande del mundo, y en su interior, además de los restos mortales de la hermana de Napoleón, Elisa Bonaparte, destaca un fresco de Giovanni de Módena que representa a Mahoma siendo torturado por los demonios en el infierno. En el año 2002 hubo una tentativa de hacer explotar el templo para destruir el fresco, por parte de un grupo de terroristas islámicos. Tal y cómo están las cosas ahora mismo, casi mejor no pasear cerca del mural…
http://www.arteviaje.com/2011/10/basilica-de-san-petronio-bolonia.html

Por el lateral izquierdo de San Petronio, llegamos al edificio del Archiginnasio, antigua sede de la Universidad más antigua de Occidente. Actualmente, el distrito universitario se encuentra cerca de las dos torres, al final de la Vía Zamboni, con su sede central en el Palacio Poggi. La antigua sede de la Universidad se puede visitar y merece la pena, aunque sólo sea por ver su Biblioteca y el Teatro anatómico, dónde los estudiantes de medicina diseccionaban los cuerpos y estudiaban su anatomía. Olor a naftalina… http://www.archiginnasio.it/visit.htm.

Por otro lateral de la plaza, nos adentramos por el famoso “Quadrilattero”. Esta zona de calles estrechas, llenas de gente, es el punto de reunión de los Boloñeses para comer y beber en cualquiera de sus bares y restaurantes que rodean el Mercato di Mezzo y que siempre están a rebosar. Olía a Parmiggiano, conseguimos vencer a la tentación con la promesa firme de que volveríamos a cenar, sí o sí, antes de despedirnos de Bolonia. Un jueves por la noche las terrazas estaban llenas de gente, las calles animadas y una temperatura que invitaba a seguir paseando. Acabamos nuestra primera incursión en Bolonia en la que dicen es su plaza más hermosa, o por lo menos así nos lo afirmó Raffaella, nuestra anfitriona de Airbnb. Se trata de la Plaza de Santo Stefano, que toma el nombre de una de las iglesias más originales vistas hasta la fecha. Es peculiar porque se trata de la unión de varias iglesias en una. Lo entendí cuando llegamos, porque yo había leído en una guía que en esa plaza había siete iglesias y no las veía por ningún sitio. Actualmente son 4 templos que se pueden visitar en el mismo recorrido, aunque antiguamente se sumaban otras 3 iglesias, por eso, se conoce a este lugar como le “Sette Chiese”. En el siglo X los húngaros arrasaron el lugar y luego fue, en gran parte, reconstruido por los monjes benedictinos entre los siglos X y XIII. En su interior, se encuentra una réplica del Santo Sepulcro de Jerusalem, de hecho al lugar se le conoce también como “Sancta Jerusalen Bononiensis”.

Desde la plaza, que a esas horas del día estaba animadísima, se accede primero al complejo por la Iglesia del Crucifijo del s. VIII, con una cripta del año 1019.  A continuación, se entra en la Iglesia del Santo Sepulcro, dónde como decía, se ubica una réplica del Santo Sepulcro de Jerusalén, hecha por los cruzados, testigos acreditados del original. Antiguamente, en esta Iglesia se conservaban los restos de San Petronio, el patrón de la ciudad. Las reliquias ahora descansan en la Basílica. La tercera iglesia que se puede visitar es la Della Trinitá, del Calvario o de la Santa Cruz, una joya del románico. Y por último, la Iglesia de Santi Vitale e Agrocila, la iglesia más antigua de Bolonia. Alberga las antiguas tumbas de los Santos de Vitalis y Agricola (siervo y señor, mártires boloñeses del siglo IV). A principios del siglo XV se encontró una tumba cristiana primitiva con la inscripción «Symon», se pensó que podía ser la tumba de Simón Pedro, la de San Pedro y esto atrajo muchos peregrinos, aunque la Iglesia «oficial» estuvo en contra de esa interpretación. Para culminar la visita al complejo eclesiástico, merece la pena, ver el Patio de Pilato, llamado así para recordar el lugar dónde se condenó a Jesús, con una gran pila de mármol, el Claustro medieval con dos niveles prerrománico y románico y el Museo de Santo Stefano con obras de pintura de la Escuela Emiliana del los siglos XII al XVIII, esculturas, relicarios y bajorrelieves.

Antes de dejar la plaza, hay que descubrir otro de los 7 secretos de Bolonia. Hay un palacete en cuya fachada está el rostro del demonio.  Cuenta la leyenda que el dueño de la casa se la jugó al arquitecto al que mandó construirla y no le pagó todo lo acordado y entonces el escultor representó su rostro con cara de malo malísimo y cuernos. Nosotros no lo vimos, pero me quedo con la imagen que aparece aquí:
https://bolognaenespanol.wordpress.com/2014/11/27/los-siete-secretos-de-bolonia/

Así acabamos el día intenso de viaje hasta Bolonia, con un paseo nocturno por sus calles. Antes de irnos a descansar fuimos, muy cerca de la plaza San Stefano, a ver las dos torres más famosas de Bolonia, la Garisenda que es la más inclinada, de 48 metros y la Asinelli, la más alta con sus casi 100 metros de altura, 97,6 metros, exactamente.

Al día siguiente teníamos otro día intenso en la agenda. Así que nos fuimos a descansar con los pies molidos pero con las mismas ganas de seguir descubriendo este país que me fascina.

Viernes 19: Ferrara y Pádova
La idea era ir a primera hora a Ferrara, pueblo medieval que se encuentra a tan sólo media hora en tren de Bolonia hacia el noreste, en dirección a Venecia, para luego comer en Padova (Padua) y acabar el día en Verona. ¡Qué optimismo!…. Al final tuvimos que dejar Verona para el sábado, mis sufridores pies se rebelaron y dijeron ¡Basta! a media tarde por las calles de Padua.

Pero vamos por partes. Con el billete de tren comprado la víspera, salimos de Bolonia a las 9:30 de la mañana y a las 10 ya estábamos en la estación de trenes de Ferrara. Andando hasta el centro llegamos en unos 20 minutos. Una ciudad tranquila, rodeada de jardines y vegetación. Su centro histórico tiene una estructura medieval, del s. XIV, de cuando gobernaba la Casa de los Este: https://es.wikipedia.org/wiki/Casa_de_Este

El Castillo de la Familia Este, preside majestuoso el centro de Ferrara, junto a la Catedral. Todo el conjunto arquitectónico de esta ciudad medieval es Patrimonio de la Humanidad. Sorteando las bicicletas que se multiplicaban, a medida que íbamos avanzando, conseguimos averiguar qué es lo que estaba pasando en el centro. Todo estaba vallado y no era posible cruzar las calles principales. Sin saberlo con antelación, nos encontramos con la que dicen es la carrera de coches más bonita del mundo, la famosa “mille miglia” .

Durante 30 años -desde 1927 hasta 1957-, la Mille Miglia fue la prueba automovilística por excelencia y una de las competiciones más amadas por los italianos. Era la carrera que pasaba cerca de casa, o a muy pocos kilómetros, lo que permitía a la gente estar con sus ídolos del volante. Se suspendió en el año 1957 al morir por accidente un piloto español y una decena de personas del público.

La carrera que parte desde Brescia con destino a Roma, pasando a la ida por ciudades como Parma, Lucca, Pisa y Siena, entre otras, y regresando al origen por el otro lado, pasando por Rimini, Ravenna y Ferrara se ha vuelto a reanudar. Con el mismo espíritu glamuroso, es la ocasión de ver modelos de Ferrari, Alfa Romeo, Mercedes o Maserattis de los años 50, cuidados y conservados por sus dueños como joyas. No vimos a Sofía Loren ni a Visconti pero la atmósfera era tan auténticamente “Italia años 50” que sólo nos faltó tomarnos un martini rosso bien frío mientras veíamos la carrera por el centro de Ferrara. Nos distrajo un poco de nuestro cometido que era visitar el Castillo pero valió la pena, una ocasión así sólo se vive una vez en la vida… http://www.fueradeserie.expansion.com/2014/05/14/motor/1400064416.html

Entramos en el Duomo, cruzando la calle como pudimos. La Catedral de Ferrara es única y desde luego merece la visita pausada, aunque rujan motores o caigan meteoritos del cielo. Con una fusión de los estilos gótico-Lombardo y románico, la Catedral fue construida en el año 1135, en honor a San Giorgio y a San Maurelio, con una bella fachada en mármol blanco. Con su fachada de tres cúspides, su altar mayor con un mural del Juicio final en el que destaca un efecto de luminosidad que parece milagroso, y su lateral exterior con la base porticada llena de tiendas, el Duomo de Ferrara es espectacular y único en el mundo.

Al salir del Duomo nos adentramos por el barrio judío. La zona del Castillo, y del Palacio comunal seguían estando  intransitables por la carrera de coches. Por las estrechas calles llegamos a otro punto clave de Ferrara, conocido como Via dei Volte, una calle larga y estrecha cuyo aspecto, también medieval, como no podía ser de otro modo, se ha convertido en unos de los símbolos de Ferrara. Sigue habiendo muchos pasadizos “colgantes”, llamados bóvedas, que unían las casas de los mercaderes (en el lado sur), con sus almacenes (en el lado norte). Según otra interpretación, las “bóvedas” servían para aprovechar espacios habitables en una zona de altísima concentración. Ferrara medieval y renacentista es de cuento de hadas, y es un lugar para pasar horas y horas.

Nosotros teníamos que coger el tren hacia el siguiente destino: Pádova pero, antes de marchar, seguimos pateando por las calles de adoquines hasta alcanzar otras dos paradas obligatorias en Ferrara: el Palacio de los diamantes, llamado así por las formas en las que están cortadas las piedras de su fachada en forma de puntas de diamante, muy similar a la Casa de los Bicos de Lisboa, y el Palacio de Schiafanoia también perteneciente a la familia Este, que ahora da cabida al Museo de Arte Antiguo. Hay más palacios, iglesias y bellos rincones en Ferrara, la ciudad medieval y renacentista cercana a Bolonia. Sin duda, un lugar recomendable.

A Pádova, llegamos a las dos de la tarde con un calor indecente y un sol que caía a plomo. Desde la estación de trenes fuimos buscando las sombras para no morir en el intento de llegar al centro histórico por el Corso dil Popolo. No es comparable a Ferrara, no tiene el mismo encanto aunque sí varios lugares de interés. Cruzando unos jardines que nos dieron tregua y frescor, llegamos hasta la Plaza del mercado, conocida como la Piazza dei Erbe. El edificio renacentista del mercado es espectacular pero al estar rodeado de edificios añadidos que no mantienen la unidad arquitectónica, el resultado es un tanto heterogéneo y particular.  Esta plaza fue durante siglos el centro comercial de la ciudad, junto con la Piazza della Frutta. En las dos plazas se realiza uno de los mercados más grandes de Italia. A diferencia de la Piazza dei Signori, teatro de las celebraciones cívicas, la Piazza delle Erbe era sede de los festejos populares. La plaza está dominada por el enorme Palazzo della Ragione, parte del Palazzo Comunale. Todo el conjunto es impresionante pero pierde un poco al estar todo “apelotonado” y desordenado.

La Piazza dei Signori, digamos la plaza Mayor, que también está cercana, ya es otra cosa. Espaciosa y flanqueada por bellos edificios que guardan una sintonía entre sí. Recibe el nombre de la Señoría en recuerdo del pasado veneciano, y está cargada de interés por la calidad de sus edificios, desde la iglesia de San Clemente, el Palazzo del Capitanio o la elegante Gran Guardia, magnífico edificio del XVI.

El Palazzo del Capitanio era la sede del poder veneciano y se edificó sobre una residencia señorial preexistente. En medio del edificio se alza una torre cuadrada que se cubre con un tambor octogonal rematado por una cúpula. Es la famosa torre del reloj. En esta plaza se han celebrado desde corridas de toros hasta varias victorias militares. Cuando cruzamos de lado a lado, vimos a un montón de cuadrillas de jóvenes pasando la tarde, sentados en las escalinatas del Palacio Capitanio. A la sombra claro, no se podía aguantar el calor reinante de otro modo…

Por una callecita estrecha llegamos hasta la Plaza del Duomo, con una fachada de Catedral tan austera como la de Bolonia. Qué lejos quedaban los mármoles y rosetones de las Basílicas de Florencia o Siena…. Como en Bolonia, prevalece el ladrillo rojo en vez del mármol, en esta Basílica dedicada a Santa María Assunta. En un lateral se impone el Baptisterio del siglo XII con unos frescos sobre las Sagradas Escrituras a no perderse. Esta Catedral pasa casi desapercibida, en Padua, los dos templos más visitados son: la Capilla degli Scrovegni (sólo accesible con reserva), mundialmente famosa porque contiene una colección de frescos de Giotto, considerados como una de sus obras maestras: http://www.cappelladegliscrovegni.it/index.php/en/ y la Iglesia dedicada al Santo de la ciudad, San Antonio de Padua, un lugar de peregrinación católica, dónde están enterrados los restos mortales del Santo, que predicaba de forma tan prodigiosa que el Papa Gregorio IX le llamaba el “Arca del Testamento”.
https://es.wikipedia.org/wiki/Antonio_de_Padua.

Cerca de la Catedral, nos dejamos llevar por la intuición, y una vez más, esa “perdida intencionada” dio buen resultado. De repente, nos encontramos con un río que rodea la ciudad y una torre que nos dejó boquiabiertos. Se trata de la Torre Torlonga, una torre altísima que corona el Castillo de Padua. Con una altura de casi 50 metros, fue una torre defensiva, construida en el siglo IX que funcionó como prisión en el S. XIII y más tarde como observatorio astronómico. Ubicado en un meandro del río  Bacchinglione, el castillo-torre es impresionante y de obligada visita, aunque sea por casualidad, como nos pasó a nosotros. Otro escenario para la serie Juego de tronos, no sé si lo habrán tenido en cuenta…

A media tarde seguíamos con calor y nos vimos “obligados” a comernos uno de esos Gelatti riquísimos de una heladería “Venchi”, los mismos helados ricos que vimos en los escaparates de otra “Venchi” en Florencia. El mío de mango y de limón. En esto de los helados, hay que decirlo: ¡Insuperables! Otra opción hubiese sido tomarnos algo en el Café Pedrocchi el más antiguo y de solera en Padova, y cuya especialidad es el expresso con crema a la menta: http://www.caffepedrocchi.it/  pero no, los helados nos sedujeron nada más verlos.

Además de los frescos de Giotto ya mencionados, hay otro “prohombre” que dejó su huella en Pádova. Me refiero a Galileo Galilei, que dio clases de matemáticas en la universidad de la ciudad durante 18 años. Para seguir su rastro hay que acercarse al Palazzo Bo, actual sede del rectorado de la universidad, dónde se encuentra el Salón de Grados, el Teatro Anatómico y la Cátedra que lleva su nombre. Sólo por ver el impresionante Teatro Anatómico e imaginarse cómo diseccionaban los cuerpos, ya merece la pena. http://www.unipd.it/universita/patrimonio-artistico-culturale/palazzo-bo-teatro-anatomico

Y así, rondando las 6 de la tarde dimos por terminado nuestro periplo del día. En la agenda, teníamos que seguir hacia Verona para acabar el día, pero decidimos sabiamente dejarlo para el día siguiente ya que Verona merecía una visita sin prisas y con más tiempo. Volvimos a Bolonia y después de un pequeño descanso y una ducha revitalizante, bajamos a cenar y a celebrar el cumpleaños de mi Santo, muy cerca de nuestro apartamento, en uno de los restaurantes recomendados en la misma calle Pratello. Se trata del restaurante Alle Due Porte, con especialidades culinarias de la región sureña de Puglia,  dónde hicimos bien en reservar previamente porque estaba a tope cuando llegamos. Comida italiana, buena pasta y mejor pulpo a la brasa, sencillamente exquisito. Para los que quieran comer o cenar “ricamente” en Bolonia, ahí va el dato: http://www.osteriaalledueporte.it/.

Sábado 20: Verona y Bolonia
Lo de no trasnochar mucho dicen que es consecuencia de la edad, pero cuando viajas, se agradece el poder madrugar y aprovechar el día sin resaca. A las 9 ya estábamos en la estación central de nuevo, cogiendo el tren que nos llevaría a Verona por 10 euros el billete de ida y vuelta. Y menos mal que estábamos con la mente despejada porque lo que nos pasó en Verona nada más llegar fue de chiste. La estación de trenes “porta Nova” de Verona se encuentra en una explanada que más bien parece una estación sideral. Es todo tan aséptico, moderno y funcional que no sabes para dónde carajo ir, si para el sur, para el norte o al cielo directamente. Los buses se dividen en letras A / B con números pero no hay manera de ver los itinerarios. Total, que vimos a un grupo de gente correr y allá que fuimos detrás. Nos montamos en la parte trasera sin saber muy bien a dónde íbamos. El trayecto duró pocos minutos pero no veíamos ningún sitio histórico, sino más bien naves industriales y un gran palacio de congresos. Cuando se bajó todo el mundo, nosotros seguimos como borregos al gentío que iba en una misma dirección: a la entrada de la feria mundial de “vapeadores”. Nos entró un ataque de risa, no dábamos crédito. Todo dios con un aparato vapeador en la mano, nada de esos cigarrillos electrónicos que me habían ayudado a dejar de fumar. Eran unos aparatos mucho más grandes y todo el que se acercaba a la feria llevaba uno en la mano o colgando. Y allí estábamos los dos pichis, en la puerta de una feria de “hipsters vapeadores” pensando en cómo íbamos a volver a la civilización. Pregunté a los guardas de seguridad y me dijeron que saliésemos de nuevo a la avenida principal que seguro que pasarían buses hacia el centro histórico. Y así lo hicimos, menos mal que nos lo tomamos a risa porque la tontería nos hizo perder más de una hora.

Tardó un poco el bus nº 61 que nos llevó al centro, pasando de nuevo por delante de la estación central. Habíamos ido justo en la dirección contraria. La entrada a Verona por el Ponte de Castelvecchio ya es un anticipo de lo que viene a ser una de las ciudades más bellas de Italia. Me habían hablado mucho y muy bien de Verona, pero como todo en esta vida mejor verlo a que te lo cuenten. Y sí, tengo que decir que nos gustó muchísimo. Pero vamos por partes porque en Verona, vayas dónde vayas, es una lección de historia en vivo y en directo. El puente del “Castillo viejo” está unido a una fortaleza militar y fue construido en el año 1356. Los arcos del puente son de mármol, y los parapetos y partes superiores de ladrillo rojo, al igual que las torres ubicadas en los extremos. En su día fue el puente más largo del mundo y también es conocido como el puente de Scaligeri en honor a la familia Della Scala o Scaligeri que gobernó la ciudad hasta que pasó a formar parte de la Serenísima República de Venecia. Dentro del Castillo se encuentra el Museo que alberga una amplia exposición de esculturas, pinturas, armas, cerámicas, etc…de los siglos XII al XIV. https://museodicastelvecchio.comune.verona.it/nqcontent.cfm?a_id=42545

Siguiendo por el Corso Cavour, flanqueado por hermosos palacios renacentistas llegamos hasta la Porta de Borsani, una puerta romana monumental que se conserva grandiosa y espectacular. Es increíble pero su construcción data del siglo I D.C y en la época imperial romana era la puerta de acceso principal a la ciudad, atravesada por la Vía romana “Postumia” que unía el mar Adriático con el mar Tirreno.

Muy cerca de esta puerta romana, llegamos en pocos minutos a la famosísima Piazza Bra, una gran explanada que da forma a quizás una de las mayores plazas del país. Aquí, además del colosal anfiteatro (Arena) romano, se encuentran el Palazzo de la Guardia y el de La Guardia Nova, más conocido como Palazzo Barbieri que fue su autor. Cafés y restaurantes alternan con los nobles edificios de esta gran plaza, en la que hay también espacio para jardines, en medio de los que está la estatua ecuestre de Vittorio Emmanuelle II. Allí nos paramos a comer, pagando  el “impuesto turístico” que conlleva tener unas vistas como aquellas. Pero mejor verlo a que te lo cuenten, en eso habíamos quedado…

Después de comer una ensalada insípida y un plato de pasta al curry que no estaba mal, rodeados de “tedescos” que bebían cerveza por litros, seguimos nuestro paseo rodeando la plaza hasta la oficina de turismo que se encuentra en los muros de la muralla romana que rodean el centro de Verona. Allí vimos los programas estivales de música que se celebran anualmente en el anfiteatro. Todos los años se repiten las óperas de Verdi en ese recinto y pensándolo bien, tiene que ser un lujazo ver Aída o Nabuco en un escenario como éste. También se celebran conciertos en otro lugar emblemático de Verona, en el Teatro Romano que se encuentra justo en la orilla del río Adigio, sobre la colina de San Pedro, buen sitio ¿no?. En el programa Toni Benett y Zucherro Fornaciari entre otros, ¡Madonna Santa, quién pudiera….!

Nos tuvimos que contentar con ver el “atrezzo” y los escenarios desmontados y amontonados en la parte trasera del anfiteatro. Viendo las figuras gigantescas de cartón piedra, allí guardadas, me imaginé a Plácido Domingo o a Pavarotti dando el do de pecho en ese entorno. La imaginación es libre…. y barata.

Lo que no es barato es subir al balcón (ni falta que hace) de la casa de Julieta. Un balcón construido para los turistas en el siglo XX, para que paguen 6 euros y se crean por unos instantes los protagonistas de la obra de Shakespeare. Cuando llegamos a la Via Capello nº 23 no podíamos dar crédito a o que allí vimos. Una masa de gente entrando en un patio con las paredes llenas de mensajes de amor y al fondo, más gente fotografiándose junto a la figura de Julieta en bronce, con la mano encima de su pecho, por estas cosas de las creencias populares de atraer a la suerte si tocas la teta, el pié o el hocico del personaje petrificado. Mientras, otros salían al balcón, previo pago claro, y se hacían más “selfies” desde las alturas. Ver para creer, una vez más.

Un cuadro tragicómico, otro lugar de peregrinación del turismo masivo. Los reyes del marketing, los italianos, ya están pensando en crear un museo con todos los mensajes de amor que allí se dejan y que se renuevan dos veces al año, el 14 de febrero, of course, y el 17 de septiembre cumpleaños de Julieta
https://casadigiulietta.comune.verona.it/nqcontent.cfm?a_id=42703

La casa de Romeo no recibe tantas visitas porque es privada, pero existir, existe. No está muy lejos, es una estructura compacta del siglo XIII que gira en torno a un patio. No es un palacio en sí, es una casa-castillo con torre y muralla defensiva, de cuando Italia estaba dividida en facciones feudales de familias rivales que se odiaban entre sí, como es el caso de los Capuleto y los Montesco. Culebrón renacentista resucitado en olor de multitudes….(lo de loor de multitudes lo dejamos para otro día,…)

Verona ciudad del amor, ciudad romana, de las óperas de Verdi. Aún nos quedaba por ver otras dos plazas con mayúsculas, la Piazza delle Erbe y la Piazza dei Signori, dos plazas a las que se recomienda llegar por la Vía Manzini, que viene a ser la calle comercial de Verona. Es una de las calles peatonales más antiguas y atractivas de Europa, construida en el siglo XIV. Una vez  se accede a este lugar formado por las dos plazas que se diferencian entre sí por sus estilos arquitectónicos, merece la pena relajarse y disfrutar del espectáculo visual. Una vez más se superan las expectativas. Mientras que la Piazza delle Erbe es colorista y popular, la Piazza dei Signori es aristocrática, solemne y más cerrada sobre sí misma. Hay varios puntos de interés a tener en cuenta. En la dei Signori, destacan los palacios Della Ragione, sede del Ayuntamiento, el Palazzo Domus Nova, el Palazzo di Cansignorio, el Palazzo del Podestá, la Casa Della Pietá, la Loggia del Consiglio y el monumento dedicado al gran Dante Alighieri. La otra plaza, la más antigua, asentada sobre el antiguo foro romano, no tiene nada que envidiar a la plaza Dei Signori. Por su lado norte está delimitada por el antiguo Palazzo del Comune (Ayuntamiento), la Torre Lamberti, la Casa dei Giudici y las Casas Mazzanti. Por el oeste, destaca el Palazzo Maffei de estilo Barroco, por el noroeste, algunas casas aún conservan frescos en sus fachadas y en el lado sur la Casa dei Mercanti, que actualmente es la sede del Banco Populare de Verona. Tanta belleza es difícilmente asimilable de una sola vez, hay que ir digiriendo el “banquete” poco a poco. Una buena opción en situarse en mitad de cada plaza e ir girando sobre sí mismo para no perder ni un milímetro de arte puro.

El monumento más antiguo de la plaza es la fuente coronada con la estatua denominada «Madonna Veronese». Esta estatua es en realidad de la época romana, fechada en 380. Otro monumento histórico es el capitel, llamado Tribuna. Se fechó en torno al siglo XIII, época en la que fue utilizado para varias ceremonias: en particular bajo él se sentaban los podestà durante la ceremonia de toma de posesión y allí prestaban juramento los pretores. ¿Alguien da más en el mismo espacio? Creo que es imposible concentrar tanto arte, sin que resulte abigarrado, todo está en perfecta armonía. Incluso las tumbas de los Scagliere, en el atrio de la Iglesia de Santa María Antica, cerca del Palacio Cansignorio, con forma de templetes, y cubiertas con baldaquinos no rompen la estética del conjunto. https://es.wikipedia.org/wiki/Arche_scaligere

Nos costó salir de las plazas pero teníamos que seguir. Nos esperaba otro gelatto, no tan bueno como el del día anterior de Venchi, pero sí lo suficientemente rico como para disfrutarlo sentados en un banco que daba al río, justo en frente del Teatro romano y del Castillo de San Pedro (desde dónde dicen, se ven las mejores vistas sobre Verona). Para cruzar hacia la otra orilla, uno de los puentes más bonitos es el Puente de Piedra, un puente romano de cinco arcadas, que es el único que se conserva de los siete que había. No lo cruzamos entero pero sí que estuvimos un buen rato disfrutando del ambiente antes de ir regresando a nuestro punto de partida. Volveríamos a coger el mismo autobús desde la Porta dei Borsari hacia la estación.

Desde el puente de piedra, siguiendo por la Vía Vicolo Fontanelle Duomo, llegamos al Duomo de Verona. La Catedral dedicada a Santa Maria Matricolare se construyó sobre las ruinas de dos iglesias paleocristianas derrumbadas por un terremoto en el año 1117. De estilo románico, al estar un poco encajonada y algo alejada del centro, su impacto al verla por primera vez no es proporcional a la belleza del resto de la ciudad. Ya en el interior destacan los mosaicos de las Iglesias paleocristianas originales y la fusión de estilos, porque además del románico, hay elementos renacentistas, góticos y lombardos. http://www.verona-tourism.com/web/es/verona/duomo.html

Y así acabamos nuestro periplo por la ciudad del amor, cogiendo el bus nº 21 en la puerta Borsari (hay varios buses que llevan a la estación central). Esta vez no aparecimos a las afueras, esta vez llegamos a tiempo para coger el tren de vuelta a Bolonia de las 4 y media de la tarde. Queríamos llegar a tiempo a Bolonia para darnos una vuelta por la zona universitaria antes de cenar en el Quadrilattero. Cuando llegamos más o menos a las 6, cogimos la Avenida de la Independenzia y tuvimos que hacernos hueco para poder caminar, eran ríos de gente lo que bajaba y subía por la avenida. Menos mal, que tuvimos que desviarnos por calles más tranquilas para descubrir otro de los secretos de Bolonia. Como comentaba al principio del diario son 7 los secretos que guardan las calles de la “ciudad Rossa” y la Finestrella es uno de ellos: Bolonia cuenta con varios canales de agua subterránea y la ciudad en otro tiempo era conocida como la pequeña Venezia. Los canales eran usados para transportar mercancías, pero durante las sucesivas transformaciones urbanísticas los canales se convirtieron en cloacas: uno de ellos sobrevivió y todavía es posible contemplarlo a través de una abertura en el muro (llamada la finestrella o ventanuco) en Via Piella. (es la foto que he elegido para el diario).

Después de hacer las fotos a la ventana sobre el canal, nos adentramos por las calles estrechas del barrio Judío hasta alcanzar el distrito universitario. Lo mejor para conocer el antiguo gueto judío es empezar por la calle dei Giudei, entrando desde la Plaza de Puerta Ravegnana, una plaza amplia dominada por dos imponentes torres y por la iglesia de San Bartolomeo, desde la que se dice que los domingos, los judíos estaban obligados a escuchar la santa misa. Pasear por este barrio es callejear sin rumbo fijo y perderse por el laberinto de calles estrechas que lo componen, hasta llegar a la famosa calle Zamboni. Yo quería ir al café Zamboni para tomar el aperitivo en el Café del mismo nombre pero la sorpresa fue más bien negativa. Del Café antiguo no queda nada, sólo un local sin personalidad con la música maquinera a tope, para que la gente no se apoltrone y se quede “saqueando” el buffet libre durante el aperitivo. La Via Zamboni discurre desde le Due Torri hasta la Porta de San Donato ya en el barrio Universitario. Esta zona universitaria es monumental, con casonas y palacios acordes a la Universidad más antigua del mundo Occidental. La “Salamanca” italiana fue el lugar dónde estudiaron grandes autores como Umberto Eco, o los poetas Dante y Petrarca. https://es.wikipedia.org/wiki/Universidad_de_Bolonia

Antes de cenar en el Quadrilattero, tomamos unas merecidas “birras” en una placita cercana al Café Zamboni. Los ríos de gente ya eran riachuelos pero no dejaba de pasar gente, un continuo trajín de boloñeses y turistas paseando y dejándose ver en las terrazas. Nosotros estuvimos un buen rato disfrutando del momento “tardeo” a la italiana, observando a todo el que pasaba por delante de nuestra terraza con buenas vistas a las “due Torri”. Se iban agotando las horas, al día siguiente se acaba nuestra “turné” por Emilia Romana y teníamos que despedirnos con una buena cena a base de embutidos y quesos de la tierra con un buen vino. Las famosas “tablas” que vimos el primer día, nos estaban esperando en uno de los garitos de las calles que rodean la plaza mayor, al lado del mercado del Mezzo.

Elegimos por casualidad el “Zerocinquantino”, porque tampoco teníamos muchas más opciones al estar todos los bares llenos hasta la bandera. Tuvimos suerte porque resulta que este lugar es uno de los más célebres y con mejores críticas del quadrilattero. Comida sencilla pero vendida y servida como sólo saben hacerlo los italianos, los Dioses del marketing: http://www.zerocinquantino.net/

Al salir con el gusto a rico queso parmiggiano en el paladar,  atravesamos la plaza mayor dónde se celebraba un concierto sin mucho éxito de audiencia. Por las calles aledañas a la vía principal de Ugo Bassi, fuimos paseando de regreso a nuestra Via Pratello, y en algunos rincones vimos fotografías y poemas dedicados al gran Lucio Dalla, el famoso intérprete y creador de una de las canciones más bellas, la que le dedicó al tenor “Caruso” https://www.youtube.com/watch?v=69tobnadCSg

Lucio Dalla era de Bolonia y su funeral, celebrado en la Catedral de Bolonia,  fue polémico al tratarse de una persona católica que no llegó a declarar públicamente su homosexualidad. La Iglesia miró para otro lado, porque no confesó nunca su homosexualidad y al sector gay le molestó la hipocresía del acto. D.E.P.

Domingo 21: Parma y Módena
Con las maletas depositadas en la consigna de la estación, teníamos todo el día por delante para conocer Parma y Módena. Primero llegamos a Parma que estaba más alejada de Bolonia, a una hora más o menos de tren. Al igual que Verona, la ciudad de Parma nos gustó desde el primer momento. Es una ciudad muy agradable, no muy grande y con mucho encanto para recorrerla a pié o en bicicleta, faltaría más….Al caminar hacia el centro paramos en un supermercado que estaba abierto a pesar de ser domingo. Compramos queso Parmiggiano, en su lugar de origen para llevar a casa y algo de embutido y pan para comer después.

Como bienvenida Parma te recibe con un Parque ducal con un impresionante bosque de arcadias y una plaza descomunal, flanqueada por el Palazzo Della Pilotta, cuyo nombre deriva del juego de pelota al que jugaban los soldados españoles destacados en Parma. El Palazzo es un complejo que abarca varios museos, el teatro de ópera más antiguo del mundo, tres patios y otras edificaciones. Este complejo se construyó en 1583, gracias a la familia ducal que gobernaba por entonces, los Farnese. https://es.wikipedia.org/wiki/Casa_de_Farnesio. (Isabel de Farnesio fue reina consorte de España al casarse con el rey Felipe V).  El Palacio está rodeado por una gran extensión de césped y los “parmesanos” pasean y se tumban al sol, mientras los turistas pasean con cara de envidia, por vivir en una ciudad tan agradable y tan hecha a la medida del hombre. Esta gran zona verde se llama la Piazzale Della Pace.

En muchos escaparates vimos la imagen de Giuseppe Verdi, que nació en Busseto, una pequeña localidad de la provincia de Parma. Otro célebre director de orquesta que sí nació en Parma y cuya casa ahora es un museo que se puede visitar, es Arturo Toscanini. http://www.museotoscanini.it/project/default.asp. Siguiendo el paseo, llegamos a otra gran plaza monumental dónde se encuentran el Duomo, el Baptisterio y el Museo diocesano. La Catedral de Parma es de estilo románico-lombardo del siglo XII y en su interior destacan los frescos de Correggio en la cúpula central. Cuenta la leyenda que estos frescos espectaculares fueron objeto de burla y que el autor fue pagado con unas pocas monedas, no siendo reconocido en vida.

El Baptisterio de planta octogonal (símbolo de la eternidad), de estilo románico con elementos góticos, parece una torre truncada, sin rematar. Construido con mármol rosa de Verona, su interior está formado por 16 arcos, cada uno con distintas escenas pintadas. La cúpula, en forma de paraguas, fue pintada en la segunda mitad del siglo XIII, con influencias de modelos bizantinos.  Se divide en seis franjas horizontales concéntricas, con escenas bíblicas. La entrada cuesta 8 euros y merece la pena, geometría pura: https://www.youtube.com/watch?v=89iCcKiKbZM

Cuando te encuentras con tanto arte concentrado, resulta complicado digerirlo todo en poco tiempo pero en Italia, es así, inconmensurable la belleza que se expande en todos los rincones. No queda otra que asimilarlo como algo habitual, normal, un legado que forma parte de la vida diaria de los italianos aunque corramos el riesgo de padecer el famoso síndrome de Stendhal cada dos por tres…. ¡Qué dolor más grande!!

Después de la zona del Duomo, seguimos nuestro paseo por las calles del centro histórico parmesano hasta que llegamos a la plaza más transitada, la Plaza Garibaldi. En todas las ciudades y pueblos italianos te encuentras con avenidas, calles o plazas dedicadas a Garibaldi, uno de los “artificieros” de la unificación de Italia, a Vittorio Emanuele II, último rey de Cerdeña y primer rey de Italia, o al conde de Cavour, un estadista que también favoreció la unificación del país. La Plaza Garibaldi de Parma está delimitada entre otros edificios por el Palacio del Ayuntamiento y por el Palacio del Gobernador. Es el centro neurálgico de la ciudad, y es a dónde acuden los parmesanos a disfrutar de sus bares y terrazas. En la oficina de turismo que también se encuentra en la plaza, nos explicaron cómo volver a la estación de trenes bordeando el río Parma, afluente del río Po. Y así lo hicimos, por la orilla del río buscando las sombras, llegamos a la estación a las 2 de la tarde para coger el siguiente tren a la ciudad de Pavarotti y del vinagre.

Cuando llegamos a Módena seguía haciendo muchísimo calor. Caminamos hasta el centro y prácticamente no nos cruzamos con nadie. No tiene el encanto de Parma pero también se puede acceder y pasear por el centro en bicicleta. La primera parada que hicimos fue en una de las dos grandes plazas de la ciudad, la que está presidida por el Palazzo Ducale, construido en el siglo XVII. Este inmenso edificio fue la residencia de los Duques de Este, los mismos propietarios del Castillo de Ferrara que habíamos visto dos días antes. Actualmente, el Palacio es la sede de la academia militar italiana y se puede visitar sólo los sábados y domingos por la mañana. Hacía tanto calor que nos refugiamos en la entrada principal para descansar, sentándonos en los fríos escalones de mármol que dan acceso al interior.  Una parada muy necesaria para seguir caminando. https://es.wikipedia.org/wiki/Palacio_Ducal_(M%C3%B3dena)

A la siguiente plaza, conocida como la plaza grande, llegamos cruzando las calles del centro histórico que estaban cubiertas con paraguas de colores a modo de sombrillas. En varios escaparates vimos la imagen del “hijo predilecto” de Módena, Luciano Pavarotti, aunque hay más cosas “made in”: el archifamoso “acceto balsámico”, los cromos de Panini (¿quién no ha hecho alguna vez una colección de cromos de la marca?) y muy cerca,  en Maranello, los coches del caballito, la fábrica de dónde salen los “Ferrari”. De hecho, a Módena se la conoce como el centro del “motor valley” ya que en un radio de 20 kms se encuentran las fábricas de Lamborghini, Paggani, Ferrari y Maserati.

La Piazza Grande de Módena figura en la lista de lugares de Patrimonio de la Humanidad de la UNESCO. La Catedral o Duomo del siglo XII es una obra maestra del románico temprano. Dedicada a San Geminiano, su construcción se inició en el año 1099, con la participación del gran maestro escultor Wiligelmo. El proyecto y la dirección de obras corrieron a cargo del arquitecto lombardo Lanfranco, concluyéndose las obras en el año 1184. En la fachada principal de mármol, destacan los arcos falsos y dos leones que flanquean la entrada. También destacan el gran rosetón que corona la fachada y el campario, conocido como la torre Ghirlandina que combina elementos románicos y lombardos. La Torre tiene una doble función de  torre religiosa y de torre defensiva o de avistamiento. Con sus 88 metros de altura aparece unida al Duomo por dos arcos.  El conjunto impresionante fue incluido en el año 1997 en la lista del Patrimonio de la Humanidad. http://www.italia.it/es/ideas-de-viaje/lugares-unesco/modena.html

En la misma plaza monumental vimos otros dos puntos que nos llamaron la atención. Se trata de una gran piedra, la pietra ringadora que fue tribuna para las arengas, tribunal para condenar a los delincuentes y mesa para la identificación de cadáveres, entre otras cosas, y el Palazzo Communale, (Ayuntamiento), un bello palacio de estilo barroco que acota la gran plaza y en cuyo interior se encuentra una pequeña estatua del siglo XII llamada «Bonissima». Se dice que se trata de la representación de una mujer noble llamada Bona que se distinguió por su generosidad hacia los pobres. Otros piensan que se trata de Matilda di Canossa que está en el origen de la construcción de la catedral.

Seguía cayendo el sol a plomo y apenas había gente que paseara por las calles aledañas a la Plaza Grande. Además, era domingo y el famoso Mercado de Albinelli estaba “chiuso”. Paseando por otra vía principal, la Vía Emilia, llegamos al Palacio de los Museos, dónde vimos a un grupo numeroso de gente celebrando una misa al aire libre. Al principio nos parecieron latinos pero al escuchar al sacerdote que hablaba un español un poco raro, nos dimos cuenta de que era filipinos y el español “raro” era tagalo. El Palazzo dei Musei es un complejo que acoge diferentes museos, entre ellos el más importante es la Galleria Estense con obras, entre otros, de Bernini, Velázquez o El Greco. No entramos, seguimos el paseo bordeando el río, de nuevo, como habíamos hecho en Parma. En Módena hay un museo que me hubiese gustado ver especialmente,  no tanto por su contenido sino por su arquitectura. Se trata del museo dedicado a Enzo Ferrari, construido en la casa dónde nació el creador de la escudería del “cavallino rampante”. Un maridaje espectacular de arquitectura contemporánea y obra de rehabilitación, donde conviven el nuevo edificio y la casa del piloto y constructor de coches de carreras. https://musei.ferrari.com/en/modena

Quedaba pendiente pues la visita al museo, una excusa para volver a Módena. Nuestro tren de regreso a Bolonia lo cogimos a las 16:30, con los pies molidos y con muchas ganas de descansar un rato antes de coger el avión de vuelta a Valencia. Todo salió perfectamente. Recogimos las maletas de la consigna de la estación de trenes de Bolonia y con el autobús de las 6 de la tarde (frecuencia cada diez minutos) que se encuentra justo a la entrada de la estación, llegamos con tiempo suficiente al aeropuerto de Bolonia. Poníamos fin a cuatro días intensos de descubrimiento de una región italiana que teníamos ganas de ver desde hacía tiempo. Misión cumplida.

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