Negra y Malva – Guadalajara
Del 1 al 4 de julio de 2018
Preparar una ruta, un viaje, es una de las cosas que más me gustan. Sea largo o corto, no importa la distancia, lo que me gusta es trazar rutas, imaginar lo que veremos y dejar que los destinos nos embauquen o nos hagan exclamar “si lo sé no vengo” (aunque esto pocas veces nos ocurre). Con Guadalajara, a la hora de preparar la ruta con “San Google” tuve que afinar la búsqueda varias veces si no quería acabar en la ciudad homónima mejicana. Curioso, normalmente las ciudades americanas que tomaron el nombre de las españolas (tomaron o mejor dicho las nombraron así, por “decreto colonizador”) suelen ser de menor tamaño que las originales. No hemos estado, por ejemplo, en la Pamplona colombiana, ni en la Córdoba argentina, pero sí en la Valladolid y en la Mérida mejicanas y nos gustó mucho la versión mejicana de Mérida, en el mismo Estado de Yucatán.
Guadalajara la manchega, era una asignatura pendiente de las tantas veces que hemos pasado de largo en nuestras idas y venidas a Madrid. “Ciudad dormitorio”, no tiene nada especial… son comentarios que no provocan precisamente las ganas de ir, y sin embargo, ha sido un acierto, especialmente el norte de la provincia, y por supuesto la Alcarria. La capital es pequeña pero tiene algunos rincones con encanto, volvería a pasear una y mil veces por su Paseo de San Roque y a perderme en uno de sus parques. Pero vamos a ello Don Camilo…
Domingo 1 de julio – Sigüenza – Iriépal – Guadalajara
Desde Castellón en dirección a Teruel por la Autovía A23 y saliendo en Monreal del Campo, llegamos a Sigüenza en más o menos cuatro horas y media, con parada para comer en Monreal incluida. Justo a tiempo del inicio del partido de octavos de final del Mundial de Fútbol entre España y Rusia. Calles desiertas, calor a plomo y una ciudad monumental a patear. Aparcamos en la parte alta, muy cerca del Parador, junto al Portal Mayor, acceso principal de los 9 que tenía la ciudad en el siglo XV. A los pocos minutos de empezar a callejear ya escuchamos el primer gol y los gritos del personal perforando los anchos muros de piedra de las casas. El acceso del Parador estaba en obras pero conseguimos entrar y refrescarnos en la cafetería con sendos cafés con hielo. Casi no conseguimos mesa, estaba toda la clientela mirando el partido en la tele, rodeados de mobiliario castellano y decoración medieval. Un contraste muy patrio.
El Parador está ubicado en un castillo del siglo XII, en una alcazaba árabe. Residencia de obispos, cardenales y reyes, lo que impacta nada más entrar a la recepción es su Patio de Armas. Sólo por ver el patio, si no tienes la suerte de alojarte en una de sus habitaciones, merece la pena escalar hasta la parte más alta de Sigüenza. En esta vida todo lo que sube baja, así que después del café con hielo, la cuesta era descendente y pudimos soportar mejor el “calorazo” durante la bajada por la calle Mayor con todos los comercios cerrados a cal y canto. En una de las calles colindantes que en Sigüenza se conocen como travesañas, vimos una pequeña plaza donde se encuentra la Casa del Doncel, justo en frente de la Iglesia de San Vicente. De origen gótico civil, la Casa alberga los archivos municipales y dos o tres exposiciones temporales, pero lo que realmente merece la pena ver son los salones mudéjares en la planta baja. El Doncel es el protagonista histórico de Sigüenza, todo gira en torno a él.
http://www.siguenza.es/index.phpoption=com_content&view=article&id=312%3Am&catid=51%3Amonumentos&Itemid=579
Otra Plaza interesante es la Plazuela de la cárcel, una plaza que en la Edad Media fue la Plaza Mayor por contar con los edificios civiles más relevantes, tales como la antigua cárcel, el Ayuntamiento y la posada del Sol, unos edificios que aún se conservan y que preceden a la parte baja monumental de Sigüenza con su actual Plaza mayor, su majestuosa Catedral y su paseo a orillas de un arroyo que cuando llegamos estaba seco no, lo siguiente… Más tarde descubrimos que sin embargo, Sigüenza sí tiene un río, el Henares que pasa muy cerca, y un bonito Parque de la Alameda, muy verde y muy espacioso que discurre en paralelo a la vega de este río tan castizo.
La plaza Mayor de Sigüenza es una de las plazas castellanas más bonitas. De estructura rectangular, tiene uno de sus flancos porticado que llega hasta la Puerta del Toril. Al otro lado hay una serie de casas para nobles: la casa del Mirador y la casa de la Contaduría erigida por el Cardenal Mendoza a fines del siglo XV. Por el Norte la plaza limita con la Catedral, donde se abrió la denominada puerta del mercado y por el Sur se eleva el Palacio de los Deanes, con doble hilera de arcos y galería, convertido en sede actual del Ayuntamiento. Cuenta el anecdotario local que unos americanos quisieron comprar la Plaza Mayor para llevársela piedra a piedra a Estados Unidos.
Cuando cruzamos la Plaza, aún seguía el partido y con el empate 1 a 1 nos metimos a la Catedral. Cuando el calor aprieta, las iglesias y los edificios antiguos de piedra en general, son el mejor refugio para reponer fuerzas. Si a este hecho, le añades la galopante carestía de fe y las pocas ganas de ver piedras del personal, pues resulta que disfrutamos del interior de la descomunal Seo de Sigüenza prácticamente solos. Un museo de arte en vivo y en directo: http://www.lacatedraldesiguenza.com/es/sample-page/
La fachada de esta mole catedralicia, parece la fachada de un castillo con sus dos torres almenadas impresionantes. De estilo románico del siglo XII, la Catedral de Sigüenza también muestra elementos de estilo gótico, barroco, renacentista, plateresco, barroco y neoclásico. Pero si algún lugar reclama la atención de todo el que visita este lugar, es la capilla dónde se encuentra el sepulcro en alabastro del archi famoso Doncel. No es fácil encontrarlo si no sigues una visita guiada, pero es cuestión de perseverancia…. Escondida la Capilla de las reliquias se encuentra en el lado derecho del Altar Mayor. Además, a primera vista no se ve el sepulcro del Doncel ya que está ubicado en la pared izquierda y casi no se ve desde las rejas de la Capilla si están cerradas. Otro de los secretos que aportan más misterio aún a este sepulcro es que se desconoce el autor material de la escultura. No representa una figura mortuoria, como suele ser lo habitual en un sepulcro sino un joven lleno de vida, recostado sobre el lado derecho y leyendo. ¿Pero quién era este Doncel y por qué aparece leyendo? Según parece fue un noble de la Familia Vázquez de Arce que luchó en Granada contra los moros. Cuando iba a morir le dijo a su padre: “Rogad a mi hermano don Fernando que se mire en mi ejemplo y trate de complacer a nuestra madre dándose al estudio, ya que no lo hice yo. Y porque el haberme alejado de los libros me trajo tan prematuramente a rendir tributo a la muerte, quiero yacer en efigie sobre mi sepultura, teniendo a perpetuidad un libro entre las manos, para que se consideren desagraviados aquellos a quienes agravié contrariando en vida su gusto y consejos…».El padre y el hermano cumplieron su voluntad haciendo erigir este monumento. http://www.lacatedraldesiguenza.com/es/portfolio/la-capilla-de-las-reliquias/
Cuando salimos de la Catedral, en los bares circundantes se mascaba la tragedia. Seguía el empate y empezaba la prórroga. Teníamos que seguir nuestro camino hacia la capital y en vez de tele pues nos quedaba la opción de seguir el partido por la radio del coche. Remontamos la calle mayor y a duras penas, añorando el frescor de los muros catedralicios, recuperamos el coche-horno para salir de Sigüenza. ¡Qué tensión, qué nervios! vivir un partido del mundial sin ver las imágenes, sólo escuchando las voces de los locutores es como una tortura china o algo parecido. A mi Santo le daba exactamente igual pero yo confieso que por recuerdos de mi niñez, me trago todos los mundiales de fútbol recordando a mi querida “mamie” con la que cada 4 años vivíamos los partidos en la distancia, ella en Burdeos y yo en Pamplona. Y cuando jugaban españoles o franceses nos llamábamos por teléfono y gritábamos como locas. Ahora, me llama mi tía para seguir con nuestras “tradiciones” y para recordar esos momentos. ¡Cuánto hubiese disfrutado la mamie con este mundial! Aún era pronto, pero días más tarde Francia se proclamó vencedora y yo sé que desde algún lugar aplaudió como una loca!
Al final ganó Rusia en los penalties y cuando llegamos a Iriépal, a 5 minutos de la capital alcarreña, ya no se escuchaban ni gritos, ni petardos, Guadalajara estaba de luto. Iriépal es un pueblo-dormitorio con adosados y poco más. No tiene ningún interés turístico pero es un sitio tranquilo para descansar. Habíamos reservado con AIRBNB una habitación privada con terraza en un duplex en el que vivían una pareja y una niña de 3 años que nos conquistó desde el minuto cero. Luna, así se llamaba la niña, nos hizo olvidar con su sonrisa, el habitáculo donde pasamos las tres noches de nuestra estancia. La verdad es que nos trataron bien, fueron muy majos pero el nivel de limpieza dejaba mucho que desear. Nada que ver con el apartamento de AIRBNB que tuvimos en Bolonia, otro mundo, otra galaxia. Dejamos las maletas y después de una ducha más que merecida, nos fuimos a la “capi” a cenar. Nuestros anfitriones nos recomendaron ir al Paseo de San Roque y allá que fuimos.
Aparcamos junto al Palacio del Infantado, el edificio más emblemático de la ciudad. En la actualidad es la sede del Museo Municipal y del Archivo histórico. Su fachada de estilo gótico Isabelino es una joya del arte gótico civil, con sus puntas de diamante repartidas por toda la superficie y su balconada magnífica en la parte superior como “aperitivo” del Patio de los Leones que se encuentra en el interior. Puro Renacimiento expuesto en un espacio rectangular con doble arquería superpuesta, formada por arcos decorados con leones tallados en piedra. https://es.wikipedia.org/wiki/Palacio_del_Infantado
Justo en frente del Palacio se encuentra la Plaza España y subiendo por la calle Miguel Flutiers, llegamos hasta la Plaza Mayor presidida por un lado por la fachada del Ayuntamiento y, por el resto de su cuadratura, por muchas terrazas de bares y restaurantes que animan esta plaza, que dicho sea de paso, no tiene gran interés arquitectónico. En cualquier pueblo castellano hemos visto plazas mucho más bonitas, pero bueno, si uno quiere tomarse una cervecita bien fresquita y el famoso “perdigacho”, que consiste en una rebanada de pan tostado con tomate natural y/o ali oli, coronada por una anchoa generosa, esta plaza es uno de los lugares recomendados.
A continuación, seguimos por la calle Mayor ascendiendo hasta llegar al Parque de la Concordia. En Guadalajara son conscientes de que no viven en una ciudad monumental pero sí están orgullosos de la cantidad de parques y espacios verdes que tienen. Se comparan con Vitoria, la ciudad más verde del país. Nada más acceder al Parque vimos un templete donde estaba ensayando una banda municipal antes de dar inicio al concierto del domingo por la tarde. Calvas y cardados, el público rozaba la mayoría de edad cumplida en el siglo pasado… Desde este parque cuidado y muy transitado, seguimos hacia el Paseo de San Roque que nos habían recomendado para cenar. Hay tantos bares y terrazas que cuesta decidirse por uno de ellos. Estaba animadísimo el ambiente. Cenamos unas bravas y un par de pinchos con cerveza casi helada que nos supo a gloria celestial. Después del tapeo seguimos paseando, rodeados de parques y jardines, hasta que nos encontramos con un edificio curioso, el Panteón de la Condesa de la Vega del Pozo y Duquesa de Sevillano, nada más y nada menos. En una explanada verde se erige este panteón de estilo ecléctico, muy utilizado a finales del
siglo XIX. Lo mandó construir en honor a su padre y a sus familiares fallecidos en años anteriores para ser enterrados allí. Aristócrata y mecenas, tuvo una vida muy volcada, según parece, en ayudar a los alcarreños pobres. Fue nombrada en 1888 “Hija adoptiva”: https://es.wikipedia.org/wiki/Mar%C3%ADa_Diega_Desmaissi%C3%A8res_y_Sevillano
Sin darnos cuenta, habíamos recorrido muchos de los lugares de interés de Guadalajara. Ya de noche volvimos sobre nuestros pasos y entramos en la heladería Ibense, también en el Paseo San Roque, para catar los helados más populares de Guada (sí, sí Guada que no sólo abrevian en Barcelona con su Barna). Y bueno, tengo que decir que el de Ron y pasas era más bien de pasas y nada más, porque el Ron se lo habían dejado en la bodega. Totalmente sobrios llegamos a la cama, eso sí, caímos rendidos, el día había sido largo.
Lunes 2: Ruta de Arquitectura Negra
Uno de los objetivos de nuestro viaje, casi el principal, era recorrer la Ruta de los pueblos del norte de la provincia, conocidos como los pueblos de Arquitectura negra. Un buen desayuno en la churrería Dani, en la Avenida de Francia nº 11, nos puso las pilas y anoto aquí la web porque es un BBB de Guadalajara, siempre a tope de gente. (Qué afán por las abreviaturas tan repentino). http://churreriachocolateriadani.com/galeria.html
El primer punto obligado de la ruta es Cogolludo. A unos 40 kms de Guadalajara hacia el norte, esta localidad recibe al viajero con una gran Plaza castellana porticada y uno de los Palacios de los Duques de Medinaceli, con fachada almohadillada, cornisa con dentellones y un patio en su interior impresionante. No nos dejaron quedarnos mucho tiempo en el patio porque estaba en obras, pero mereció la pena colarnos porque al estar tan abierto, las vistas sobre los campos que rodean al pueblo eran espectaculares. Andando y subiendo una cuesta bastante pronunciada llegamos hasta la Iglesia gótica de Santa María del siglo XVI. Estaba cerrada y no pudimos entrar en el interior. Una pena, porque después de la “escalada” hubiese estado bien poder entrar y poder ver el lienzo de José Ribera que representa a Jesús antes de la Crucifixión. Tendríamos que volver a Cogolludo, y de paso, disfrutar de sus fiestas en honor a Santa Águeda el 5 de febrero, cuando las mujeres ocupan los cargos municipales por un día. http://www.turismocastillalamancha.es/fiestas/santa-agueda-de-cogolludo-4677/descripcion/
Con el inicio de la ruta en Cogolludo, ya entramos en la comarca de la Serranía, y por una carretera bastante sinuosa llegamos hasta el Embalse de Vado. Allí mismo quisimos ver el Monasterio cisterciense de Bonaval en un pequeño pueblo llamado Retiendas pero no tuvimos suerte. El camino de acceso al Monasterio estaba cortado; lleva en obras de restauración varios meses, con lo cual no hubiésemos podido ver gran cosa: https://www.eldiario.es/clm/bonaval_0_783572465.html. Nos contentamos con rodear el embalse que toma el nombre del pueblo que está sumergido en sus aguas, recorriendo un camino bastante pedregoso entre helechos y árboles. Bonito el recorrido pero al final se nos hizo un poco tortuoso. Cuando volvimos a la civilización, enseguida iniciamos la Ruta de la Arquitectura negra con la primera parada en una de las pedanías de Campillo de ranas, uno de los puntos principales de la ruta. Las pedanías: Campillejo, El Espinar, Roblecasa y Robleluengo son muy similares entre sí, todas tienen en común la pizarra, el compuesto mineral de tonos grises, plateados o negruzcos con la que se construyen casas, cerramientos, caminos, puentes, cuadras, etc. Bajamos del coche en cada una de las pedanías y nos metimos literalmente en un universo mágico, de cuento de los Hermanos Grimm. Muy pocos turistas, tuvimos la suerte de perdernos por todos los rincones prácticamente solos. Tampoco vimos muchos vecinos, alguno paseando o trabajando en su jardín, en silencio, en un recogimiento casi, casi inquietante.
Una vez vistas las pedanías llegamos a Campillo de Ranas. Era la hora de comer y nos habían recomendado parar en el restaurante La Fragua para degustar sus judiones y su solomillo pero después de pasear por todo el pueblo y de deleitarnos con su plaza mayor, su Iglesia y varios rincones, optamos por seguir hasta el siguiente pueblo: Majaelrayo, el pueblo más famoso de la zona. En junio y, con la cumbre del Ocejón de escolta (le llaman el Fujimori alcarreño, supera los 2000 metros de altitud), el paseo se nos hizo muy llevadero, aunque vistas las casas con sus tejados inclinados de pizarra también, era fácil imaginar el frío que pasa esta gente durante el invierno. Majaelrayo no nos pareció tan bonito como Campillo pero también tiene su encanto. Antes de salir, estuve leyendo un cartel que explicaba las famosas fiestas del Santo Niño de esta localidad. Se celebran el primer domingo de septiembre, y no es el día del orgullo gay pero casi… los hombres del pueblo bailan con sayas blancas adornadas con cintas de colores rojas y verdes y en sus cabezas portan unos sombreros de flores que si Carmen Miranda levantara la cabeza se moriría otra vez de la envidia: http://www.turismocastillalamancha.es/fiestas/fiestas-del-santo-nino-de-majaelrayo-5177/descripcion/.
Llegamos a la hora de comer a Tamajón. Nada más entrar en el pueblo, vimos la Iglesia de Nuestra Señora de la Asunción, del siglo XVI, que conserva sus muros originales y una galería porticada de arcos de medio punto. Quizás, por encontrarse en uno de los extremos de la Ruta como Cogolludo, la arquitectura negra no destaca tanto. Son pueblos de entrada y salida, más impersonales, menos singulares. No había nadie por la calle, sólo vimos a una señora a la que preguntamos dónde podíamos comer. Muy simpática, nos recomendó el “Área de Tamajón” http://www.areadetamajon.com/ . Recomendables el churrasco a la brasa, las berenjenas rellenas y por supuesto, uno de los platos “estrella” de la cocina manchega: la ensalada con perdiz escabechada.
Pegaba el sol a destajo y en vez de ir a pasear después de comer a la ciudad encantada de Tamajón, a tan sólo 1 km de distancia, optamos por echarnos una siesta en un pequeño parque, delante de la Iglesia de la Asunción. Cambiamos el parque de sabinas, enebros, encinas y formaciones rocosas de la ciudad encantada de Tamajón, por una siesta que nos dejó más o menos como nuevos. Y digo casi, porque desde el cielo azul nos llegaba el ruido de aviones sobrevolando la zona. Llegué a contar un vuelo por minuto. Al menos, dejamos pasar la chicharrina para seguir una ruta que aún nos iba a regalar uno de los pueblos más bellos: Valdeverde de los Arroyos.
Solos otra vez, ni un solo turista en el mes de julio. Todas las masas en las playas, y Valverde de los Arroyos enterito para nosotros. Nos podía salir un “hobbit” de cualquier casa de piedra negra, pero nos salió un hombre a vendernos miel casera. Callejeando llegamos a la plaza mayor presidida por una cucaña gigante. Tan bonito todo que no sabíamos por dónde empezar. Las flores de los balcones engalanan y destacan especialmente con los muros de piedra negra. Y la cucaña o “Mayo” que luce en muchos pueblos, también destaca aquí en este pueblo tan especial. ¿Pero qué significa este tronco tan alto, “plantado” en mitad de una plaza? Según me informo: La celebración de las “fiestas mayales” es común en muchos países de Europa donde existen variantes similares de la misma. En la península Ibérica se celebran en casi todas las regiones (tanto de España como de Portugal). La puesta del mayo suele realizarse la noche del 30 de abril al 1 de mayo en numerosos pueblos. El mayo es un tronco o palo alto (árbol de mayo) que se alza en una plaza o lugar público durante el mes de mayo y donde concurren los mozos y mozas a divertirse con bailes y festejos. En algunas zonas y durante épocas, los jóvenes competían por trepar por el árbol hasta llegar a la parte superior donde debían de coger una bandera, mientras las muchachas les animan desde abajo bailando y cantando en torno al árbol. Aquí, también se celebran los mismos bailes de hombres con sayas y tocados floridos que acabábamos de ver en Majaelrayo, pero en vez de festejarse en Septiembre, en Valverde las fiestas se celebran en la Octava del Corpus Cristi (8 días después del jueves de Corpus Cristi).
Caminando, caminando, llegamos a la parte más alta del pueblo, dónde cuentan con una pradera verde muy extensa, rodeada de montañas y más casas de piedra negra. Otro lugar para no olvidar. Lástima que fuese por la tarde porque las noches estrelladas de verano tienen que ser el no va a más desde aquel prado verde. Claro que nos hubiésemos quedado a cenar y a contar estrellas pero nos esperaba el último punto de la ruta que nos habían recomendado: Umbralejo.
Por una carretera de nuevo sinuosa, cruzamos el valle del río Sorbe hasta llegar a un pueblo que fue expropiado durante la dictadura franquista y en el que desde hace varias décadas, el Ministerio realiza proyectos de reconstrucción. Es un poco fantasmagórico, cuando llegamos a la entrada no supimos muy bien qué hacer porque en la entrada vimos un edificio que parecía de oficinas pero no había nadie. Seguimos adelante y cruzamos todo el pueblo que parecía un museo etnográfico al aire libre. De hecho, en la actualidad, y desde los años 80, las casas de Umbralejo deshabitadas y restauradas ahora se utilizan como talleres educativos. Casi idílico, hasta que leí este artículo de un blog que comparto, dónde se explica con que malas artes, por no decir otra cosa, se engañaba a la gente y se les forzaba a dejar sus casas desde el gobierno franquista. España cañí: http://lospueblosdeshabitados.blogspot.com/search/label/Umbralejo
Atrás dejamos la ruta de los pueblos de arquitectura negra en compañía de un grupo de vacas que caminaban lentamente a su ritmo, ocupando toda la calzada. Iban solas, sin pastor que las guiara, nos acompañaron varios metros sin inmutarse. De la naturaleza, sin gente, sin turistas, tuvimos que despedirnos, muy a nuestro pesar. Al llegar a Iriépal, nuestro alojamiento Airbnb, descansamos lo justo para irnos a cenar a la “capi” de nuevo. Aparcamos al lado de la Catedral. No es monumental pero tiene su aquél. Muy rústica, muy sobria, parece una iglesia más bien, a años luz de la monumental que vimos en Sigüenza el día anterior. Para ser exactos se trata de la Concatedral de Santa María de la Fuente la Mayor, construida en el siglo XIV sobre una mezquita del siglo XIII. Mudéjar, renacentista y barroca, su interior está formado por tres naves que enlazan a tres pórticos. anoto un vídeo sobre el interior, dónde está enterrado el tesorero de los Reyes Católicos, y dónde hay que fijarse en el artesonado mudéjar oculto bajo las cubiertas barrocas: https://www.youtube.com/watch?v=yYzB0ztFomc
Muy cerca de la Catedral, nos metimos por unas calles para ir a cenar a uno de los bares “castas” de Guadalajara. Se llama el “Perdigacho”, el nombre de la famosa tapa local de la tosta con anchoa, en la calle Bardales. Estaba cerrado y acabamos en otro bar con terraza cercano, dónde nos atendió un camarero enjuto, que era un calco del torero Manolete. Por fin probamos la dichosa tapa de la anchoa y una tostada de solomillo con foie que sí que nos gustó (el perdigacho no deja de ser un trozo de pan con anchoa, lo pinten como lo pinten…). Esa parte del centro entre la Catedral y el Ayuntamiento está formada por un laberinto de calles, que no es que compongan un casco antiguo pero sí algo parecido. Volveríamos al día siguiente para entrar en el Perdigacho, nos quedamos con las ganas esa noche.
Martes 3: Alcarria
Diez días estuvo Camilo José Cela recorriendo la Alcarria para escribir su libro, nosotros no disponíamos de tanto tiempo pero teníamos por delante un día entero para perdernos por los pueblos y campos de lavanda de esta zona tan seca y tan verde a la vez. Empezamos, después del riguroso desayuno en nuestra churrería particular, por Torija, un pueblo que se encuentra a menos de 20 kms de Guadalajara. Nos topamos con un señor castillo que nos dio la bienvenida en la entrada del pueblo. En este castillo precisamente se alberga el Museo dedicado al libro “Viaje a la Alcarria” de Cela, con una colección de recuerdos personales del escritor usados en su viaje, como un facsímil de su cuaderno de notas. La plaza mayor del pueblo que se ubica justo a los pies del castillo, es muy bonita. Nos encontramos con un equipo de televisión local que estaba grabando un reportaje (en Sigüenza también vimos anuncios de que en unos días se iba a grabar el programa Master Chef). Torija, se la conoce como la “Puerta de la Alcarria” y viendo el perfecto estado de conservación del castillo cuesta imaginar cómo quedó cuando el “Empecinado”, el famoso guerrillero que luchó contra los franceses en la Guerra de la Independencia, lo hizo volar para que no cayera en manos de los gabachos. Quedó totalmente destruido hasta que en el año 1962 fue reconstruido pasando a ser propiedad de la Diputación provincial de Guadalajara.
Una vez traspasada la “Puerta de la Alcarria”, seguimos nuestra ruta hasta Brihuega, la capital de la lavanda. Ver los campos de lavanda en flor era el principal propósito de nuestro viaje. No tuvimos especial suerte, porque con la primavera lluviosa que había hecho, la floración se había retrasado y no pudimos ver tantos campos como hubiésemos querido pero, algo vimos.
Brihuega es un punto y aparte. Parada obligada del viajero que se pierda por la provincia Alcarreña. Aparcamos al lado del Parque de María Cristina y cerca de la Real Fábrica de Paños, también conocida como Real Fábrica de Paños de Carlos III. Es un edificio circular, que recuerda a una plaza de toros y es un ejemplo de arquitectura industrial del siglo XVIII. Entre sus paredes se fabricaban textiles para los uniformes militares. Durante la Guerra de Independencia y la ocupación francesa cesó su producción, siendo saqueada por las tropas francesas y por las partidas guerrilleras. Fue usada como cuartel y en su interior se alojó el general Hugo, padre del escritor Víctor Hugo. En 1840 pasó a manos privadas, siguiendo la fabricación hasta la guerra civil de 1936. Actualmente están abiertos al público los jardines, el edificio sigue en ruinas, una pena.
Para acceder al centro, lo hicimos por una de las Puertas de la muralla que casi rodea todo el pueblo. La Puerta de la Cadena, decorada con muchos detalles en el color “estrella” de Brihuega, el color lavanda que les da vida, y que ahora mismo es la principal fuente de ingresos de la comarca. Me recordó mucho a los pueblos franceses de la Provenza, los habitantes de Brihuega se lo toman en serio, y decoran balcones, escaparates, puertas y macetas con toda la gama de colores que van desde el lila, al morado o violeta, pasando por el malva. Organizan desde finales de junio a finales de julio, anualmente, un programa de actos relacionados con la floración de los campos de lavanda: visitas guiadas a los campos, mercados, charlas, demostraciones de destilación de espliego, conciertos al atardecer, (este año cantaban Pitingo y Café Quijano, entre otros) y un largo etcétera. https://festivaldelalavanda.com/festival-2018
Después de acceder por la Puerta de la Cadena, bajamos hasta la Plaza de Herradores, dónde destaca la Fuente de los 12 caños. Seguimos y llegamos a la calle Mayor, también engalanada de los colores del espliego, y nos encontramos con varios puntos interesantes en la Plaza del Coso. Por un lado, a la izquierda, la Real Cárcel de Carlos III, hoy convertida en la Oficina de Turismo. Allí entramos y no había nadie en el mostrador, pero sí unas mujeres del pueblo que nos informaron de dónde podíamos ver algunos campos florecidos, porque los campos en general tenían retraso en la floración ya que habían tenido una primavera muy lluviosa. Tomé nota de todas las indicaciones porque yo no me iba de allí sin ver aunque sólo fuera una parcela de lavanda en flor. Al salir, justo en frente de la Oficina de Turismo, vimos unas cuevas árabes. Nos acercamos y salió de la carnicería de al lado, un señor muy simpático que nos invitó a visitar las cuevas, pagando una entrada de dos euros por persona. Nos dio la sensación de que ganaba más con las cuevas que, según nos dijo pertenecían a su familia, que vendiendo chuletones. Parece ser que gran parte del pueblo está horadado por cuevas cuya función era la de conservar los alimentos y el vino. También sirvieron para refugios y vías de escape en tiempos de guerras y asedios. La visita es corta, sólo accedimos a 700 metros de cuevas, de los 8kms que discurren por las entrañas de Brihuega.
Seguimos bajando y llegamos a la Puerta Sur, a la Puerta de la Guía que da paso a la parte monumental del pueblo. En un recinto amurallado con unas vistas espectaculares se concentran: el Castillo de la Piedra Bermeja, (s.XII) con una capilla de estilo gótico cisterciense y motivos mudéjares. Y ¿Por qué se llama así? Cuenta la leyenda que una doncella de piel nacarada se bañaba en las aguas del río Tajuña cuando un vecino de la villa, asediado por un deseo irrefrenable ante esa imagen que encarnaba la misma belleza, intentó forzarla. Se negó la doncella, se resistió ante su implacable embate y el ignominioso vecino, herido en su orgullo, consumó la atrocidad cometida arrebatándole la vida con un puñal. La sangre surgió a borbotones del pecho de la muchacha impregnando una piedra que quedó teñida para siempre de un color rojizo. Los brihuegos recogieron esta piedra y la colocaron en los muros del castillo de la villa, pasando a llamarse desde entonces “El Castillo de la Piedra Bermeja”.
Pared con pared, se encuentra la Iglesia de Santa María de la Peña, (s.XIII) otro ejemplo magnífico de arquitectura cisterciense con una talla románica de la Virgen de la Peña (merece la pena meterse por un lateral de la Iglesia al cementerio porque las vistas que tienen los «eternos moradores» son increíbles), el Convento de San José, fundado en 1619, es un convento de franciscanos que tras la desamortización de Mendizabal se convirtió en hospital, cárcel y escuela. Actualmente es la sede del Museo de Miniaturas del Profesor Max, un curioso personaje con una vida de película Hollywoodiense. Este ilustre briocense alcanzó la fama a principios del siglo XX como hipnotizador. Se dice que fue el primero en hipnotizar por teléfono. En sus innumerables viajes por todo el mundo adquiría miniaturas y formó una basta colección de más de 30.000 piezas, entre las que se encuentran desde una selección de casas de muñecas, hasta obras microscópicas como un torero lidiando a un toro sobre la cabeza de una cerilla. http://www.brihuega.org/monumentos/museo_max/museo_max.htm
También en este mismo espacio y justo en frente del Museo, vimos una placa en honor al escritor y periodista Manu Leguineche. La placa está colocada en uno de los muros de la Casa de Gramáticos que compró Leguineche para pasar los últimos días de su vida (cómo saben algunos…). La Escuela de gramáticos fue un centro de estudios propiamente dicho, fundado por un Indiano que hizo fortuna en las Américas, Juan García Barranco en el siglo XVII. Después, en el siglo XIX fue la casa de los alguaciles que cuidaban el cementerio y ya en el siglo XX, antes de que la comprara Leguineche, perteneció a Margarita de Pedroso, amor platónico del poeta Juan Ramón Jimenez.
Nos costó esfuerzo salir de este recinto amurallado, un remanso de tranquilidad y de frescura a la sombra de los árboles. Pero teníamos que seguir y lo hicimos atravesando otra puerta que daba a la plaza de toros que se mimetiza con los restos de muralla. Se llama la Plaza de la Muralla y fue inaugurada en el año 1965. Vimos almohadillas abandonadas en el coso, tenía pinta de estar “fuera de servicio”, y no me apenó ni lo más mínimo….
Y así, poco a poco, fuimos volviendo sobre nuestros pasos, cruzando de nuevo Brihuega para volver a coger el coche que nos llevaría, primero a ver los campos de lavanda que ya habían florecido y después a Masegoso de Tajuña (no confundir con los Masegosos de Teruel y de Albacete). No sé por qué puse este pueblo en la ruta, cuando llegamos nos recibió un poblado de “casas baratas”, de las que construía el Ministerio de la Vivienda en tiempos de Franco. No hicimos ni bajarnos del coche, un pueblo fantasma pintado de un color salmón bastante aberrante. No vimos ni a uno de los 57 habitantes censados. Menos mal que el siguiente pueblo, Cifuentes sí que tenía que estar en nuestra ruta. A tan sólo 9 kms, Cifuentes nos recibió con un calor implacable. Antes de entrar en el pueblo, subimos con el coche hasta el Castillo de Don Juan Manuel, (s. XIV): https://es.wikipedia.org/wiki/Don_Juan_Manuel. Vimos a un equipo de restauradores que sudaban la gota gorda mientras limpiaban literalmente las piedras de polvo y tierra. No quisimos molestar y tal y como subimos, volvimos a bajar al centro del pueblo, donde aparcamos a la sombra de una de las Casonas que se multiplican por las calles de Cifuentes. Quizás en alguna de ellas nació la Princesa de Éboli, personaje ilustre y venerado en estas tierras alcarreñas. Nació en Cifuentes y murió en Pastrana (el último pueblo que íbamos a visitar). Su vida fue un culebrón de intrigas, celos, y misterios, una mata-hari castellana con parche en el ojo incluido; merece la pena leer su biografía, aquí la dejo: https://es.wikipedia.org/wiki/Ana_de_Mendoza_de_la_Cerda
En Cifuentes, capital y corazón de la Alcarria, destaca especialmente la Iglesia de San Salvador y su portada de Santiago, de arco de medio punto románica con ocho arquivoltas esculpidas con esculturas góticas que representan además de los apóstoles y algunas escenas bíblicas, la lucha del bien contra el mal. En la parte alta del pueblo, esta Iglesia parece que ha sido construida para proteger al pueblo, como una atalaya defensiva que cubre con su sombra la Plaza Mayor donde nos tomamos un vermut con todas las letras en uno de sus bares. Me hizo mucha gracia un cartel que decía: “En el vino hay sabiduría, en la cerveza hay libertad y en el agua bacterias”. Con el cuerpo resucitado gracias a las cañitas bien frías, seguimos la ruta hasta Trillo.
A orillas del Tajo, Trillo es uno de esos pueblos en los que se escucha el agua allá dónde vayas. Fuimos directamente a la parte del río donde paseaban tranquilamente dos burros y dos perros. El Tajo fluía rápido y caudaloso y a la sombra de los chopos, en una orilla de postal, nos montamos un pic-nic en un santiamén. Ni mesa, ni mantel, ni menú de cinco tenedores, dónde esté un buen bocata, unos chorros de vino y una buena siesta…. Seguro que Don Camilo hizo lo propio al pasar por Trillo en su “Viaje a la Alcarria”. No sé si también le tocó compartir el pan con los burros y los perros pero nosotros sí lo hicimos, ¿qué menos no?
El dueño de los burros estaba vigilando desde la orilla, y cuando salimos nos dio las gracias por los chuscos de pan que les habíamos dado a sus animales. A él le pregunté a ver dónde estaba la famosa cascada del pueblo y nos indicó que al final del paseo. Allá que fuimos y allá que nos tomamos un café en una terraza del Meson Víctor que se encuentra casi, casi, tocando el agua del río Cifuentes que cae con fuerza, como cascada, en su último tramo antes de dar el salto al padre Tajo. En Trillo rodeado de agua, no podía faltar un balneario y sí que lo hay, a unos 3 kms de distancia. Se llama Real Balneario de Carlos III: http://www.realbalneariocarlosiii.com/ . Ha estado en concurso de acreedores pero ha vuelto a abrir sus puertas recientemente. Cuando llegamos para fisgonear no vimos a nadie. Un poco fantasmagórico nos pareció, no sé yo si a pesar del empeño del Ayuntamiento este balneario volverá a funcionar sin pérdidas…
Ahora que escribo este relato me doy cuenta de que más vale que iba relajada, porque hasta el siguiente punto de la ruta nos faltaban 52 kms pero se convirtieron en casi el doble, al pasarnos el cruce que teníamos que coger para ir a al Monasterio de Monsalud de Córcoles. Un copiloto dormido a mi lado y un gps que no estaba operativo, nos brindó la oportunidad de recorrer la Alcarria por partida doble…
Cuando llegamos por fin al Monasterio de Monsalud, nos encontramos con las ruinas del que fue en su día un monasterio cisterciense y un importante centro de peregrinación, debido a la devoción de la imagen de la Virgen de Monsalud, a la que se consideraba abogada, entre otras cosas, contra la rabia, las aflicciones y melancolía del corazón, los endemoniados y el mal de ojo. Santiguados por si las moscas, inspeccionamos el lugar y tardamos poco en volver al coche, Lorenzo en esos momentos caía a plomo. 36 grados marcaba el termómetro del coche cuando salimos de Córcoles hacia Zorita de los Canes.
En el camino vimos la central nuclear de José Cabrera (más conocida como Zorita) junto al río Tajo. Impresionante su tamaño, e impresionante verla tan cerca de algunas localidades como Zorita de los Canes, a dónde nos dirigíamos. Menos mal que a pesar de su apariencia, está desmantelada y cerrada desde el año 2006.
Zorita es el último de los pueblos de la ruta que recorrió Cela. En este pueblo domina en las alturas su Castillo de la Orden de Calatrava, del cual quedan en pie algunos muros, dos o tres arcos y un par de bóvedas. Con el calor que hacía no nos sentimos con fuerzas para subir hasta el castillo, aunque sí que paseamos por la orilla del Tajo que se encuentra en la parte baja del pueblo. Tampoco nos quedamos mucho rato porque el motor de un trailer con remolque frigorífico estaba en marcha, justo a la entrada del pueblo, para mantener el frío, y el ruido era insoportable.
Vimos un cartel que anunciaba lo más atractivo del pueblo: la ciudad visigoda de Recópolis. Construida por el rey Leovigildo en honor a su hijo, fue una de las ciudades más importantes de la España del siglo VII. Hoy convertida en parque arqueológico, ofrece un centro de interpretación y visitas teatralizadas. No era una visita para hacerla con casi 40 grados de temperatura, pero sí que tomé nota porque tiene una pinta muy interesante: https://www.youtube.com/watch?v=gtc5md6B74A
Y casi atardeciendo, llegó el momento del final de nuestro particular viaje a la Alcarria, con la llegada por fin a Pastrana, la ciudad medieval y ducal, dónde están enterrados los Príncipes de Éboli, en la cripta de la Colegiata. Por sus calles paseó Quevedo y Moratín escribió “El sí de las niñas. Iniciamos la visita, aparcando en la Plaza de la Hora, una gran plaza de armas que se abre ante el Palacio Ducal, y cuyo curioso nombre se debe a la época en la que estaba encarcelada la Princesa de Éboli por orden de Felipe II en dicho palacio, y sólo se le permitía contactar con el exterior, saliendo a la reja del torreón del levante durante una hora al día.
“Por la plaza de la Hora se pone el Sol. Enlutada una señora vela al señor Suena triste una campana con suave amor. Por el cielo de Pastrana vuela el Azor” . Camilo José Cela.
El Palacio Ducal es de estilo claramente Renacentista, en su planta baja se encuentra la Oficina de Turismo. En Pastrana hay tantos puntos de interés que no es fácil saber por dónde empezar. Optamos por seguir por la Calle Mayor hacia la Plaza del Ayuntamiento y la Colegiata. Nos cruzamos con varios tramos en obras y al llegar a la Colegiata con su Museo de Tapices, nos encontramos con un coche funerario y el cortejo esperando a entrar en la Iglesia para la misa. Silencio sepulcral. Esperamos unos minutos hasta que el cortejo entró, y les seguimos unos pasos por detrás para ver el interior de la Colegiata. Merece la pena ver el interior y disfrutar de los retablos, capillas y coro. En el Museo, ubicado en la antigua sacristía se conservan recuerdos de la villa pertenecientes a Santa Teresa de Jesús, a San Juan de la Cruz y a la princesa de Éboli, especialmente. También es digno de visita el Museo de Tapices ya que reúne la serie de tapices gótico-flamencos más importante del mundo de finales del siglo XV, narrando la conquista de las plazas del norte de África por las tropas de Alfonso V de Portugal.
https://www.youtube.com/watch?time_continue=14&v=T-uBr91HsJE
Al salir de la Colegiata, nos dirigimos hacia el Convento de San José, uno de los dos que fundó Santa Teresa de Jesús en Pastrana. Lo tuvo que abandonar por su mala relación con la princesa de Éboli, quien al enviudar quiso ordenarse monja y ocupar el convento con su cortejo. La princesa se salió con la suya y lo ocupó con una nueva comunidad de monjas franciscanas concepcionistas, que a fecha de hoy aún siguen habitando el convento. Para visitar el otro convento que fundó la Santa hay que salir a las afueras, a la entrada de Pastrana viniendo de Zorita. Es el Convento del Carmen, también conocido como el de San Pedro. Para los amantes de la taxidermia, la visita al Convento es obligada porque alberga un Museo de Historia Natural con animales disecados y traídos por misioneros franciscanos de varios rincones del mundo.
Pastrana además, cuenta con varios palacios y Casonas: Casa del Deán, Palacio de Burgos, Casa de Caballero Calatravo, Casa de la Inquisición (lleva este nombre por tener un escudo de armas en el que se ve una cruz, una palma y una espada, un simbolismo elocuente de haber sido la sede en Pastrana del Santo Oficio de la Inquisición), Casa del Concejo, Casa de los Canónigos y la Casa de Moratín, dónde dicen que el autor pudo escribir su obra más famosa: “El Sí de las niñas”.
Pastrana da para mucho más que un par de horas, pero lamentablemente no podíamos quedarnos allí a dormir. Así que volvimos a nuestro alojamiento de Iriépal agotados, después de un día intensísimo recorriendo la Alcarria. Tuvimos fuerzas eso sí para ir a cenar al bar más castizo de la capital, el famoso “Perdigacho” que estaba cerrado el día anterior. La ensalada con perdiz escabechada está de muerte. Dicen que la mejor tortilla de patatas de la ciudad se come en este local. No la probamos pero seguro que la gente no miente, porque lo que cenamos estaba de muerte.
Miércoles 4: Alcalá de Henares – Atienza – Pamplona
Y llegó el día que nunca quiero que llegue, el día de la despedida. A pocos kilómetros, menos de los que pensaba, estábamos de Alcalá de Henares, un sitio al que teníamos ganas de ir. Y allá que fuimos, pronto por la mañana, después del consabido desayuno en nuestro segundo hogar en Guadalajara. Tráfico intenso nos tocó, pero no era de extrañar, tan cerca y tan lejos de Madrid, la capital del reino, Alcalá nos recibió con varias calles cortadas al tráfico. Conseguimos aparcar en un parking cubierto cerca de la plaza Mayor. Aún no hacía demasiado calor y pudimos patear el centro sin deshidratarnos demasiado. Todo el centro es monumental y gira en torno a la Universidad y a Cervantes. Ciudad Patrimonio de la Humanidad, Alcalá engancha desde el primer momento.
Iniciamos el paseo frente a la fachada de la Universidad-Colegio Mayor de San Indelfonso. Se encuentra en la plaza San Diego. El conjunto del Colegio Mayor de San Ildefonso y Rectorado de la Universidad de Alcalá se constituye como centro de la estructura universitaria diseñada por el cardenal Cisneros a partir de 1499. Entre los muros de este edificio, el Colegio Mayor de San Ildefonso, vivieron, enseñaron o aprendieron personajes de la talla intelectual de Nebrija, Quevedo, Calderón, Lope de Vega o Tirso de Molina. Así es como Alcalá de Henares se consagró como un gran centro de cultura y saber mundial. El Colegio Mayor estaba compuesto por varias edificaciones: el Patio de las Escuelas o de Santo Tomás de Villanueva, el Patio de Filósofos, el Patio Trilingüe, el Paraninfo o Aula Magna y la Capilla de San Ildefonso, donde se encuentra el sepulcro en mármol de Carrara del Cardenal Cisneros.
Volvimos a la Plaza Cervantes desde dónde habíamos iniciado el recorrido. Esta Plaza, en honor al autor del Quijote que nació en Alcalá en el año 1547, se llamaba la Plaza del Mercado. En este recinto donde también se celebraban corridas de toros, hay varios puntos de interés: el Monumento a Miguel de Cervantes, la Capilla del Oidor dónde fue bautizado Cervantes, la Torre de Santa María y el Corral de Comedias, en el que gracias a “Peridis” aún se celebran representaciones teatrales, siendo el espacio escénico conservado y en funcionamiento, más antiguo de Europa. La plaza no es tan impresionante como la de Almagro en Ciudad Real, pero sí que se le parece y así la recordamos.
Desde la plaza salimos a la Calle Mayor, la calle con soportales más larga de España, según dicen. Durante la Edad Media fue eje de la judería y en aquel entonces en vez de pilastras de piedra, los soportales eran de madera. Es una calle muy animada, con muchos bares, restaurantes y comercios. Más o menos en mitad de la calle, en el número 48, se ubica la Casa natal de Miguel de Cervantes. Ahora es un museo de entrada gratuita y merece la pena entrar. Recrea distintas estancias de una casa de los siglos XVI y XVII y dedica también varias salas a una exposición muy interesante con algunas de las ediciones más importantes de las obras de Cervantes y muchas fotografías de los rodajes de las películas que se han hecho sobre el Quijote. Hay fotografías increíbles: http://www.museocasanataldecervantes.org/
Siguiendo por la calle mayor hasta el final, nos encontramos con la Catedral Magistral, junto a la Plaza de los Santos niños. Su origen se remonta al martirio de los Santos Justo y Pastor acaecido en este lugar en el año 305. En la portada principal se conjuga el Renacimiento con el Mudéjar. En 1519, el Papa León X la elevó al título de Magistral y es, junto con la de San Pedro de Lovaina en Bélgica, la única en el mundo que ostenta dicho título. Visitamos el interior y el claustro y casi sin darnos cuenta del tiempo pasado en Alcalá, llegó la hora de comer y teníamos aún mucho camino por delante hasta llegar a Pamplona, pasando por Atienza. No podíamos quedarnos a comer en Alcalá, así que nos despedimos y pusimos rumbo hacia el norte.
Casi 120 kilómetros recorrimos para llegar a Atienza. Nos perdimos un poco (mi copiloto volvió a fallar) por el camino, pero mereció la pena. Atienza es sencillamente espectacular, otro pueblo medieval, entre las dos Mesetas, entre Castilla y Aragón. No pudimos elegir mejor lugar para rematar la ruta por Guadalajara. Antes de llegar, ya desde lejos se vislumbra el Castillo en lo más alto del cerro. Fue fortificado por los musulmanes, aunque no fue hasta los siglos XI y XII al consolidarse la reconquista cristiana, cuando el castillo adquirió su formato definitivo. Siempre ha tenido un papel estratégico fundamental, frente a los musulmanes y frente a la Corona de Aragón después. Además, económicamente por su situación entre Castilla y Aragón, Atienza ha tenido siempre recursos ganaderos, agrícolas y ha sido un enclave importante para el transporte y la arriería (transporte de mercancías sobre lomos de mulas). Y son precisamente los arrieros de Atienza los que formalizaron una de las cofradías más antiguas de Castilla y los que protagonizaron una hazaña histórica. Su origen se encuentra en el nombramiento del sucesor del Rey Sancho III, después de su muerte en el año 1158. En ese momento, su hijo Alfonso VIII hereda el Reino de Castilla pero su tío Fernando II, Rey de León, quería capturarlo para apoderarse del Reino de Castilla. Unos arrieros sacaron al Rey Alfonso VIII de Atienza cuando su tío la tenía sitiada y como agradecimiento, el que fue ya coronado como rey les concedió un Fuero que rige las órdenes de la Hermandad de la Santísima Trinidad desde hace más de ocho siglos. Esta Hermandad es la que se encarga de mantener y recordar estos hechos, año tras año, en el día de Pentecostés celebrando lo que se conoce como la Caballada. https://www.youtube.com/watch?v=m99XCmpsVwA
Para llegar al centro del pueblo, al llegar a Atienza cogimos la carretera hacia Berlanga y cuando ya parecía que nos íbamos a salir del término municipal, giramos a la izquierda y entramos en la Plaza España. En esta bella plaza rodeada por casonas de piedra y con una fuente con tritones de piedra, se encuentra la Posada del Cordón, una casona del siglo XV que hace las veces de oficina de turismo y de Centro de la Cultura Tradicional de la Provincia de Guadalajara. Era tarde, la hora de comer y la oficina estaba cerrada, así que nos guiamos por nuestra intuición y caminando pasamos por debajo del Arco de San Juan o Arrebatacapas. Este último nombre impronunciable responde al hecho de que el aire que les daba de cara a los cofrades de La Caballada al atravesarlo hacía que sus capas se cayeran al suelo. Es un arco gótico de gran belleza que forma parte de la antigua muralla de Atienza.
Al atravesarlo, llegamos a otra plaza impresionante, la Plaza del Trigo. Plaza castellana, muy austera y muy semejante a otras que vimos en Riaza o Pedraza. No había nadie y pudimos disfrutar del silencio y de su belleza durante un buen rato. Daniel se sentó en uno de los bancos frente a la Iglesia de San Juan, mientras yo me perdí por las calles aledañas y me encontré con la muralla y el Arco de la Virgen. De las catorce iglesias parroquiales que llegó a tener Atienza, cuando su población rondada los cinco mil habitantes, sólo se mantienen elementos románicos en cinco y, además, muy diferentes entre sí: la Iglesia de la Santísima Trinidad, ubicada en uno de los lugares más altos del pueblo, la de Santa María del Rey que forma hoy parte del cementerio, situado en el alto peñasco del castillo, entre las murallas; la de San Gil, una de las más emblemáticas que alberga actualmente el Museo de Arte religioso, la Iglesia de Santa María del Val, con una portada románica única y original con una arquivolta sujeta por diez contorsionistas y, por último, la Iglesia y Museo de San Bartolomé, alejada del núcleo urbano, fue reconstruida en el siglo XVI pero aún mantiene una bella galería porticada de arcos de medio punto y una hermosa portada con decoración geométrica. Para ver las maravillas románicas de Atienza, aquí un video corto pero interesante: https://www.youtube.com/watch?v=rU1nk51gU0g
Con cinco iglesias, tres museos y el pueblo en sí, Atienza da para un mínimo de dos días. Para dormir hay dos opciones básicamente, el Hostal del Mirador que también es restaurante, y el Hotel rural “Convento de Santa Ana”, que pinta muy bien: http://www.hotelconventosantaana.com.
Lamentablemente no entraba en nuestros planes dormir en Atienza pero sí que culminamos el viaje comiendo en el Mirador. Vino de Ribera de Duero y “delicatessen” castellanas como mollejas, canelones de cardo rellenos de morcilla y cordero al horno a la miel. Las vistas del restaurante sobre los campos que rodean Atienza son un plus. Recomendable. Sólo añadiría un servicio más alegre; Como dice mi Santo el comunismo ha hecho mucho daño, y a la camarera rumana le faltaba un poquito de alegría de vivir… http://elmiradordeatienza.com/
Y así acabamos nuestro particular viaje a la Alcarria, brindando con Ribera de Duero y haciendo memoria de todos los lugares que habíamos descubierto. Si Don Camilo levantara la cabeza me diría que tengo que volver, que Guadalajara es la gran desconocida. Pero eso sí, a su ritmo: “Con el morral a la espalda y la cantimplora sujeta a la hebilla del cinturón, el viajero recorre las carreteras y los pueblos de la Alcarria. Es el suyo un caminar lento, con mañanas de atmósfera limpia, mediodías calurosos y noches que se le echan encima, como con susto. De pueblo en pueblo el viajero va viviendo curiosos encuentros, minúsculas anécdotas y sorprendentes conversaciones que, impertérrito, transcribe con una suave prosa que aúna realismo, comicidad y ternura.”.
¡Geniaaaaaaal! Yo sigo sin entender qué coño haces vendiendo azulejos, o lámparas, o hostias. ¿Cómo no ha venido aún nadie a pedirte que escribas una columna diaria? Hay párrafos que parecen salidos de la pluma del escritor que más admiro por su vis descriptiva: el mismísimo Azorín. Me río (churrería Dani), me emociono (mamie), aprendo (profesor Max), disfruto (Dios mío, esa perdiz escabechada!), me entran ganas de leer (Cela), todo con la misma fluidez que ese Tajo «rápido y caudaloso», locus amoenus que describes con tanta gracia (me encanta cómo pasas de lo elevadamente lírico a lo reciamente digestivo: «…a la sombra de los chopos, en una orilla de postal, nos montamos un pic-nic en un santiamén. Ni mesa, ni mantel, ni menú de cinco tenedores, dónde esté un buen bocata, unos chorros de vino y una buena siesta». Como digo yo: a mí me pones un disco de Felipe Campuzano y yo, la mujer más feliz de mundo!). La idea de describir de Guadalajara tomando como hilo conductor el desarrollo del partido de fútbol es de genios. Admirativamente, Fede
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GRACIAS!!!!! mil gracias!!!! con comentarios como este a ver quién no sigue escribiendo… y quién no sigue dándole al gaznate por estas tierras 🙂