Padre Nilo, madre pirámide


pirámides

Del 18 al 26 de octubre de 2018
Dedicado a vosotr@s, l@s que habéis hecho posible cumplir este sueño.

No sé por dónde empezar. Ha sido un viaje tan deseado que ahora que han pasado unos días desde nuestro retorno, aún tengo la cabeza en Karnak, los oídos en el Cairo y el corazón en el Nilo y resulta muy difícil poner orden en los recuerdos para intentar relatar todo lo vivido. Pero es cuestión de tiempo, lo conseguiré. Además, este diario lo dedico a todos y cada uno de vosotros que habéis hecho posible cumplir este sueño. Cumplir 50 años y recibir un viaje como este de regalo, no lo olvidaré nunca, ni cuando cumpla 50 más…

Jueves 18: gota fría
Normalmente todos mis diarios viajeros comienzan con el mismo viaje de ida pero esta vez, las horas previas a la llegada al hotel de Madrid para hacer noche, fueron cruciales. Cuando en la tele veíamos que se acercaba una gota fría catastrófica por el litoral norte de la provincia, pensamos que no podía ser para tanto. La tercera vez que intentaba viajar a Egipto no me lo iba a estropear una gota fría. Pero sí, casi no lo contamos. Al salir de casa a las tres de la tarde, caía agua pero no de forma apocalíptica. Conforme fuimos avanzando hacia la costa la cosa se puso fea, fea. Durante 40 kilómetros desde Castellón a Almenara por la autovía hubo momentos en los que mantuve la sangre fría y los nervios de acero porque si no, me hubiese parado y no sé lo que habría pasado. Horroroso, no se veía nada, más que lluvia que caía violentamente sobre nuestras cabezas. El coche respondió, no nos dejó tirados como a otros que iban quedándose inmovilizados en las cunetas. Cuando por fin llegamos a Valencia, fue disminuyendo la potencia de la lluvia y aún así, hasta que no salimos a la autovía hacia Madrid, no nos libramos de la pesadilla. Aún tengo esos momentos anclados en mi memoria, me costará olvidarlos. A las diez de la noche llegamos a Barajas, cuando teníamos que haber llegado dos horas antes.

Al hotel B&B Aeropuerto, https://www.hotel-bb.es/es/hotel/madrid-aeropuerto, un hotel que pese a estar a escasos metros de las pistas del aeropuerto, no podía estar mejor insonorizado. Llegamos justo con tiempo de cenar una de las pizzas que todo el mundo recomienda. De rúcula, jamón y queso provolone, con pasta fina. ¡¡Buenísima!!! . Nos merecíamos un final feliz, prueba superada, ¡adiós gota fría!

Viernes 19: rumbo a Aswan
Desayunamos con unas noticias que única y exclusivamente hablaban de las inundaciones en la Comunidad Valenciana. Locales anegados, viviendas incomunicadas, un auténtico desastre que dejábamos atrás.
Con tiempo suficiente llegamos al aparcamiento “low cost” de larga estancia: aparca and go: https://www.aparcandgo.com. (Parking vigilado de larga estancia muy cercano a la T1 de Barajas y con precios imbatibles). La cola del despacho de facturación de Air Cairo era larga, menos mal que llegamos con tiempo suficiente, la pesadilla del día anterior ya era historia. A las dos de la tarde embarcamos, teníamos más o menos cinco horas de vuelo por delante. A las cuatro de la tarde nos sacaron la comida. Hambre canina! Igual de mala que en otros vuelos pero yo veía a todo el mundo comer como si no hubiese un mañana, comestible sí, en esos momentos “delicatessen”.

A las 19:30 aterrizamos a Aswan. El piloto avisaba que la temperatura ambiente era de 34 grados. Cuando se abrieron las compuertas la sensación de calor no fue tal, teníamos tantas ganas de pisar tierra firme que nos daba igual si hacía calor o frío polar, lo que queríamos era llegar a la motonave que nos estaba esperando en el Nilo.

Gigantesco mural de jeroglíficos nos dio la bienvenida. Nos agruparon por tour operadores y uno de los guías nos cogió los pasaportes para estamparnos el visado. Si vas en viaje organizado, te hacen pagar una “Tasa de servicio” de 100 euros que incluye el visado y todas las propinas que normalmente te piden en los cruceros. Si vas por libre, el visado se saca en el aeropuerto o bien “on line”, previo al viaje: https://www.egypt-visas.com/ES/.

Desde el aeropuerto hasta la orilla del Nilo en Aswan, tardamos en bus poco menos de media hora. Las calles del centro de la ciudad más sureña de Egipto estaban abarrotadas de gente y de tráfico. Vimos a los invitados de una boda que no dejaban de gritar, cantar y dar bocinazos con sus coches. Cuando por fin llegamos al barco dónde íbamos a pasar los siguientes días, nos esperaban para cenar. Dejamos las maletas en recepción y nos hicieron bajar al restaurante antes de ir a nuestros camarotes. El primer contacto con nuestro grupo fue un tanto particular. Nos tocó en frente una pareja de gallegos compuesto por una rolliza mujer que no callaba ni debajo de las frías y negras aguas del Nilo y un hombre robusto, alto, con pinta de “hombre de la mar”, de los que después de toda una vida solitaria en alta mar,  ya en tierra sigue oyendo los cantos de sirena. Se pasó toda la cena comiendo a dos carrillos mientras hacía gestos de disgusto y aspavientos como si todo lo que iba engullendo por kilos no le gustara en absoluto. El resto del grupo era más “normal”: dos parejas de portugueses, una pareja de gays mallorquines ya talluditos, muy majos, una pareja de Alzira, dos parejas de Tenerife, un soltero de Salamanca y otra parejita de Burgos que no pasaban de los 25 años y que curiosamente, ella había estudiado en la Universidad de Navarra y el era sobrino del dueño de un bar muy conocido en Pamplona.

Después de cenar, bastante bien por cierto, fuimos directos al camarote asignado. Tardamos  menos de un minuto en entrar y salir para pedir que nos cambiaran. El olor a gasolina y el ruido del motor eran insoportables, definitivamente nos había tocado el peor camarote de la motonave. No hubo debate, nos cambiaron a otro menos ruidoso y sin peste a gasolina (olía un poco pero era soportable). Apenas tres horas nos daban de tregua para dormir, mejor dicho para echar una siesta. Cuando sonó el teléfono para despertarnos aún seguía yo pensando en los aspavientos del gallego, inquietante querido Watson….

Sábado 20: Abu Simbel – navegación hasta Kom Ombo
Los caretos del grupo en el bus nocturno eran un primor. ¡Qué pena más grande la del turista que desde el primer día ya sueña con volver a su casa! Casi 300 kms hacia el sur, 3 horas y media de carretera, silencio, cielo estrellado y desierto alrededor. No pegué ojo, tenía tantas ganas de ver Abu Simbel que miraba a los que dormían profundamente con una mezcla de envidia sana y de cansancio acumulado. Cuando por fin llegamos estaba casi amaneciendo. Tan lejos de Alejandría y tan cerca de África. Según nos explicó el guía,  el Faraón Ramsés II, en el siglo XX A.C quiso mostrar su poder ante los vecinos nubios y conmemorar su supuesta victoria en la batalla de Kadesh. Supuesta, porque en realidad, la guerra entre los egipcios comandados por Ramses II y Hattusili III (rey de los Hititas) en la frontera de Siria con Líbano, quedó en empate y firmaron el primer tratado de paz de la historia.

Los templos de Abu Simbel fueron excavados en la roca y en 1968 tuvieron que ser reubicados en una colina artificial a orillas del lago Nasser, un lago artificial creado en la cuenca media del Nilo. La reubicación de los templos para evitar que quedaran sumergidos tras la construcción de la presa de Aswan fue una obra de ingeniería sin precedentes. En este documental se ve en imágenes lo que supuso esta obra colosal, sencillamente impresionante: https://www.youtube.com/watch?v=dS3N80TmynQ.

Ya de por sí la ubicación de los templos a orillas del Lago Nasser, justifica el madrugón, y todas las penas. Con los primeros rayos de un sol implacable el color de los templos iba cambiando de un color arena claro a un tono amarillo muy fuerte, como si los muros lucharan con el sol por su resplandor. Siempre hay turistas en Abu Simbel, pero la escena es tan sobrecogedora que se implanta un silencio generalizado ante tanta belleza. De todos los rincones del mundo, es una de esas maravillas que hay que ver en la vida.  Dos templos saludan al viajero en Abu Simbel: el Templo de Ramsés II o Templo Mayor, dedicado a a Ra, Ptah y Amón, las tres deidades estatales del Antiguo Egipto; con cuatro estatuas colosales de Ramsés II esculpidas en la roca de la fachada y el otro menor, dedicado a la esposa favorita de Ramsés II, la reina Nefertari: https://es.wikipedia.org/wiki/Nefertari.

Al primero, al más grande (33 metros de altura por 38 de anchura) se accede por una especie de rampa de piedra que da paso al recinto cerrado del templo, custodiado por cuatro figuras colosales que como decía representan a los tres dioses más importantes del Antiguo Egipto y al propio Faraón, impulsor de la obra. La primera estatua a la izquierda de la entrada se partió durante un terremoto y solo quedó intacta su parte inferior. Una vez dentro los muros hablan por sí solos. Presentan escenas de batallas en campañas militares peleadas durante el reinado de Ramsés II. Muchas de ellas se refieren a la batalla de Qadesh, en el río Orontes en la actual Siria, en donde el faraón peleó contra los hititas. ​ El relieve más famoso muestra al rey en su carro lanzando flechas contra sus enemigos en retirada, que están siendo tomados prisioneros.

La sala más visitada está al fondo, un espacio transversal que es un santuario donde se encuentran las esculturas talladas en la roca de cuatro figuras sentadas: a-Horajti, el dios deificado Ramsés, y los dioses Amón Ptah. Este último es el Dios relacionado con el inframundo, y por eso cuando los rayos de sol penetran en el templo, la luz cegadora, por la orientación del templo, ilumina a todas las figuras excepto a la del Dios Ptah, que queda siempre en penumbra. De hecho, cada año se produce este fenómeno solar que coincide con los días 22 de octubre y 22 de febrero (61 días antes y 61 días después del solsticio de invierno, respectivamente), de un manera mucho más contundente. Nosotros pudimos ver el efecto ya que casualmente estábamos allí un 20 de octubre. Un vídeo vale más que mil palabras: https://www.elpais.com.co/multimedia/videos/video-asi-ilumino-el-sol-al-faraon-ramses-ii-fenomeno-que-sucede-2-veces-al-ano-en-egipto.html

Estaba lleno de turistas japoneses con mascarillas y me dio por reírme pensando en cómo estarían en los camarotes de las motonaves, con escafandras o trajes de astronauta como mínimo. Después de pasar un buen rato en el templo, fuimos al otro más pequeño, al que Ramsés II mandó construir en honor a su faraona. Apenas había turistas, estaban todos en el gran templo. Está también excavado en la roca y dedicado a su esposa favorita, Nefertari. La fachada está decorada con seis estatuas, cuatro de Ramsés II y dos de Nefertari. Las seis son de igual tamaño, algo poco corriente ya que las estatuas que representaban al faraón solían ser de mayor tamaño. La entrada conduce a una sala con seis columnas centrales, esculpidas con capiteles decorados con la cabeza de la diosa Hathor. Es más pequeño, pero en belleza no le tiene nada que envidiar al otro.

El sol apretaba a fondo, cuando volvimos al autobús para volver a Aswan, la luminosidad malva del amanecer había pasado a una luz amarilla cegadora. Visitar los templos en verano tenía que ser sencillamente una proeza. De vuelta, los que antes dormían ahora estaban exultantes después de maravillarse con Abu Simbel, y yo caí, a pesar de la luz cegadora que se colaba por el cristal, a pesar de las cortinas tupidas, me dormí durante todo el trayecto de vuelta al barco. Cuando llegamos a Aswan, el guía nos dio la oportunidad de ir a las excursiones programadas a continuación pero lo tuvimos claro, directos al camarote, mejor dicho, directos a la piscina de cubierta para seguir durmiendo. Las excursiones opcionales que nos perdimos fueron: el obelisco inacabado: un obelisco inacabado que se encuentra en las canteras del norte de la ciudad (de la ciudad de Asuán salía buena parte de la piedra con la que se hacían los monumentos egipcios). Es un objeto en el que se estaba trabajando y que posiblemente iba a ser la pareja del Obelisco de Karnak (hoy en Roma), que se resquebrajó y se tuvo que dejar sin concluir. Si no hubiera sido así, habría sido la pieza de piedra trabajada más grande del mundo. La Presa de Aswan cuyas obras causaron varios conflictos internacionales: https://www.abc.es/internacional/20150727/abci-canal-suez-presa-asuan-201507261756.html y por último, la visita del pueblo nubio. Esta última excursión sí que la habríamos hecho pero estábamos literalmente “muertos”, dinamitados. Para consolarme, a la vuelta he visto varios vídeos sobre esta excursión para hacerme una idea de lo que nos perdimos y, bueno, queda como asignatura pendiente, habrá que volver a Aswan: https://www.youtube.com/watch?v=h91cFcIglAk

A pesar del sueño, antes de llegar a la motonave vimos a lo lejos el Mausoleo del Aga Khan. No eligió mal el sultán, líder de una de las corrientes del Islam chií que se caracteriza por reconocer solamente a los siete primero imanes chiíes –guías y jefes supremos de la comunidad. En lo alto de una colina y a orillas del Nilo, reposan los restos del Aga Khan y de su última mujer, la Begum. Según me informo, el mausoleo ya no está abierto al público y es una pena porque dicen que es un monumento de gran belleza. https://sobreegipto.com/2008/08/09/asuan-el-mausoleo-de-aga-khan/

La siesta y el baño en la piscina nos dejaron casi como nuevos. Además, dispusimos de la piscina para nosotros, un oasis a orillas del Nilo y a salvo de un calor atosigante. Cuando a media tarde, el barco empezó a calentar motores, nos informaron que por fin íbamos a iniciar nuestro crucero por el Nilo. Empezaba la aventura por el gran río, por el único río del mundo que nace en el sur, en el desierto, y desemboca en el norte del país, en Alejandría.  Desde el camarote, sentada frente al pequeño balcón, me sentí como Agatha Christie escribiendo el diario viajero, mientras el barco avanzaba lentamente, dejando atrás un paisaje de postal navideña. Las orillas pobladas de niños jugando, ganado pastando y mujeres transportando agua en cubos sobre sus cabezas. Un portal de Belén en vivo y en directo. Echando la vista atrás, tengo que decir que los momentos de navegación por el Nilo, fueron de lo mejor del viaje.

Ya era de noche cuando llegamos a Kom Ombo, una población agrícola a orillas del Nilo, a 40 kilómetros al norte de Aswan y con una extensa población nubia desplazada por la construcción del Lago Nasser.  La motonave “aparcó” en tercera fila, en paralelo al dique seco, a pocos metros del templo de Kom Ombo. Para salir del barco, tuvimos que atravesar las salas de recepción de otros dos barcos unidos entre sí. Una pasarela de motonaves estacionadas, cada cual con su estilo más o menos barroco, más o menos “kitsch”. (Los interioristas de barcos egipcios no pasarán a la historia por su buen gusto).  Llegamos muchos turistas a la misma hora para ver el templo. Por eso, nuestro guía muy sabiamente, esperó a que pasaran las hordas y nos quedamos en la cola para ver el templo con tranquilidad. Este templo es especial, insólito. Y ¿por qué? Pues por que sencillamente es un templo doble, y significa que había accesos, patios, salas, capillas y santuarios duplicados para dos dioses: Sobek (Dios Cocodrilo) Haroeris (Orus pequeño).

Fue construido bajo la dinastía ptolemaica, fundada por Ptolomeo I Sóter, general de Alejandro Magno. Esta dinastía gobernó en el Antiguo Egipto durante el período helenístico desde la muerte de Alejandro hasta el año 30 a. C., en que se convirtió en provincia romana. Durante el reinado de uno de sus monarcas (Ptolomeo V) fue cuando se publicó (en el 197 a. C.) un decreto en tres tipos de escritura sobre una piedra negra que se conoce hoy en día como Piedra de Rosetta. (La piedra que facilitó la clave para el desciframiento moderno de los jeroglíficos egipcios).

La mitad sur del templo de Kom Ombo (dunas de oro)  estaba dedicada a Sobek, dios de la fertilidad y creador del mundo, que aparece junto a Hathor y Jonsu. La mitad norte del templo estaba dedicada a Haroeris «Horus el viejo», que figura junto a Tasenetnofret, la «Buena Hermana» (una forma especial de Hathor) y Panebtauy «Señor de las Dos Tierras». El templo es atípico por ser doble y simétrico respecto del eje principal.

Una de las salas interiores que más nos llamó la atención fue la que muestra una colección de instrumentos médico-quirúrgicos, esculpidos en la piedra. También vimos muchos relieves desfigurados por los coptos que utilizaron en su día el templo como Iglesia. Este fenómeno de tachar los rostros de los jeroglíficos por motivos religiosos lo veríamos en otros templos. Como pintaba Goya en sus “Caprichos”: “el sueño de la razón produce monstruos”…

Otro mural de gran interés en este templo es el “Calendario”, la representación numérica que usaban los egipcios para representar sus días, meses y años. Este calendario se divide en 3 estaciones relacionadas, como no podía ser de otra manera, con el río Nilo: crecida, siembra y cosecha. Cada estación tenía 4 meses y cada mes de semanas de 10 días. Esto daba como resultado 360 días, los 5 restantes hasta alcanzar los 365 se consideraban días olvidados, entre finales de año y principios del siguiente. Estos días eran festivos y podían considerarse como la Navidad egipcia.

Por último, y antes de salir, pasamos por una zona dónde vimos cocodrilos momificados. Hay un pequeño museo donde se exponen las momias de cocodrilos que fueron encontradas en varias excavaciones. Por algo el templo está dedicado en su mitad al Dios Sobek, al Dios representado con cabeza de cocodrilo, creador del Nilo que habría surgido de su sudor; dios de la fertilidad, la vegetación y la vida en la mitología egipcia. Aquí dejo un vídeo con la visita guiada del templo de Kom Ombo con otro guía:  https://www.youtube.com/watch?v=Pwe7uNmcJS0

Nuestro guía Mohamed no está grabado, una lástima porque además de buen historiador y arqueólogo (en el viaje se emocionó contando alguna batallita de sus excavaciones) es un cachondo y nos hizo reír en muchas ocasiones. Ahora que lo pienso, mientras escribo el diario, creo que intercalaba sus bromas y chistes en sus largas explicaciones para despertarnos. Dormir en estos cruceros más de 6 horas seguidas es imposible, los madrugones son bestiales y las explicaciones de las dinastías faraónicas en cada templo requerían golpes de humor. Todo estudiado querido Watson. Al salir del templo, nos sugirió comprarnos chilabas en los puestos que había cerca del barco. La noche temática “árabe” de la cena requería “dress code” autóctono. Pero su sugerencia no cundió efecto. Fuimos a cenar todos los pasajeros tal cual, alguna incluso cambió la chilaba por el vestido más ceñido de su armario. Bueno miento, ahora que lo pienso una pareja sí que apareció con el kit completo. Después de la cena había fiesta en el salón con danza del vientre incluida. Nosotros fuimos directos al catre, de diez a cinco de un tirón. Los timbales y los gritos bereberes los dejamos para otra ocasión.

Domingo 21: Templo de Idfú – navegación hasta Luxor.
A las cinco en punto toque de corneta. Zumito de naranja y directos a la calle otra vez. El desayuno para más tarde. Nos esperaban unas calesas para llevarnos al Templo de Edfu, con unos pobres caballos escuálidos que aguantaban estoicamente la carga de pesados turistas, en el más estricto sentido de la palabra. El trayecto no duró mucho, menos mal, yo sufría viendo cómo los atizaban. Llegamos a una gran explanada y las calesas iban “aparcando” como buenamente podían en una especie de abrevaderos patrocinados por una fundación inglesa “Animal care in Egypt”, que sufraga los gastos veterinarios de estos pobres caballos. Desde la explanada fuimos caminando hacia el majestuoso y colosal templo de Edfu. En el trayecto vimos muchos perros merodeando y le pregunté al guía si estaban abandonados y me dijo que en Egipto sólo las clases pudientes tienen perros en casa. Los perros no son animales mitológicos como el gato pero sí sus ancestros los lobos, representados en el Dios Anubis, guardián de las tumbas. (Probablemente, la forma canina del dios fue inspirado por los antiguos egipcios por el comportamiento de los caninos, a menudo carroñeros paseando por la noche en los cementerios en busca de cadáveres). No estábamos en un cementerio pero los perros, igual de escuálidos que los caballos, nos miraban al pasar y más que carroña lo que buscaban era alguna bolsa de comida.

A medida que íbamos visitando templos y ruinas egipcias lo que más nos impresionaba era el tamaño colosal de las edificaciones. Cómo en mitad de pueblos o ciudades en un estado actual ruinoso, se habían levantado semejantes templos. Milenios de poder faraónico en una tierra que añora el pasado y le cuesta asumir el presente.

La entrada al templo de Edfu, dedicado al Dios Horus, representado por un halcón,  es impresionante. Es el segundo templo más grande de Egipto después de Karnak y uno de los mejor conservados. De la época grecorromana también, su majestuoso tamaño refleja la prosperidad de la época (237 a 57 A.C.). El templo de Edfu cayó en desuso como edificio religioso después del edicto de Teodosio I que prohibió el culto no cristiano dentro del Imperio romano en 391 d. C. Igual que en otros lugares, muchos de los relieves tallados del templo fueron arrasados por los cristianos que llegaron a dominar Egipto. Se cree que el techo ennegrecido del vestíbulo, todavía visible, es resultado de los incendios provocados para destruir imágenes religiosas que en ese momento fueron consideradas paganas. Durante siglos, el templo quedó enterrado hasta una altura de doce metros, bajo la arena del desierto y las capas de lodo depositadas por el río Nilo. Los habitantes del lugar construyeron casas en el terreno del templo. Sólo quedaron visibles en 1798, las partes más altas de los pilonos del templo, cuando fue documentado por una expedición francesa. En 1860, el egiptólogo francés Auguste Mariette, empezó a liberar el templo de Edfu de arena.

Actualmente, Edfu está casi intacto y es el ejemplo mejor conservado de un templo del Antiguo Egipto. Vimos varios jeroglíficos y cartuchos muy bien conservados y bastantes otros con los rostros arrasados por los cristianos que los consideraban paganos. Lo que más me gustó, además del colosal tamaño del templo, fue la figura del gran halcón en piedra que destaca en la entrada del patio grande, es magnífica. A la salida del templo, atravesamos un bazar estratégicamente ubicado, por el que tienes que pasar sí o sí, si quieres volver en la misma calesa al barco. No compré nada pensando que en el Cairo habría más oferta y me equivoqué. El famoso bazar cairota me defraudó bastante, mucho producto chino y pocas cosas auténticas. Nada que ver con otros bazares como el de Estambul o cualquier zoco marroquí. Así que, aviso a navegantes, de compras en Egipto, mejor en cualquier ciudad pequeña que en el Cairo.

Cuando por fin llegamos al barco, fuimos todos a desayunar y arrasamos como los cristianos en los templos egipcios. No quedaron ni las migas. A las 11 más o menos, zarpamos y navegamos durante todo el día hacia el norte, hacia Luxor.

El paisaje iba cambiando, si en Aswan las orillas estaban cercanas, conforme el Nilo se iba acercando al norte, se iba ensanchando y formando un inmenso delta. Las orillas se iban alejando, aunque los palmerales seguían siendo altos y visibles, como guardianes centinelas del Padre Nilo.

A unos cincuenta kilómetros antes de llegar a Luxor, atravesamos la esclusa de Esna, paso obligado para salvar un desnivel de unos diez metros, siendo parada obligatoria para todos los cruceros que navegan por el río. Una vez pasada la esclusa, hasta llegar a Luxor la motonave iba navegando con un ritmo más lento, mientras algunos vendedores se acercaban en barcas a los balcones del barco para vender toallas y chilabas. Las toallas con el rostro de Nefertiti eran de lo más… Lástima que no tuviese hueco en la maleta…

Al final llegamos a Luxor con retraso por la esclusa y tuvimos que cambiar de planes. Dejamos la visita del templo para el día siguiente y volvimos a montarnos en calesas para visitar Luxor by night. Antes de montarnos en una, le regalé a un niño las mochilas que llevaba de regalo (gracias Belén). Los ojos como platos. Hice bien en regalarle estando él sólo, porque si hubiese habido más niños se hubiese montado una batalla campal. Volvió el niño a por más mochilas pero ya no había más y me sonrió. Nos despedimos de Hussein que así se llamaba y nos montamos en la calesa que nos asignaron. El personaje que nos tomó a bordo era de película de Buñuel. Enjuto, arrugado, de color cetrino, aparentaba setenta pero podía tener veinte años menos. Nos presentó a su “caballina” de nombre Assilah. Chapurreaba italiano y nos iba diciendo los sitios por los que pasábamos y le entendíamos un diez por ciento. La ciudad de Luxor no es muy grande, o por lo menos no nos pareció demasiado caótica. Sí que sobró la última parada en un comercio de perfumes donde por idea y comisión de nuestro guía tuvimos que aguantar una chapa sobre las fragancias que allí creaban. Puritito negocio y puritita pérdida de tiempo porque allí no compró nadie nada. Cuando acabó el paseo en Calesa tuvimos que calmar al “Pascualino” que nos quería sablear antes de bajarnos de la calesa. Por más que los guías avisen antes de coger las calesas que ya están pagadas, y que las propinas también, siempre piden más dinero.  Al final, se puso melodramático y le dimos más propina. A su caballina la íbamos a matar de hambre si no le dábamos más dinero y ahí, me tocó en el alma el jodío…. Nos cruzamos a un pobre caballo caído en el suelo, de los latigazos que le daba un chaval joven. Menos mal que le dieron un toque los más veteranos. Los turistas que iban en esa calesa se quedaron con cara de póquer sin saber muy bien cómo reaccionar. La fundación inglesa de protección que vimos en Edfu por la mañana tenía una gran labor en Egipto…

Volver al barco a cenar era como volver a un remanso de paz, a nuestra guarida. Esa noche también había fiesta después de la cena pero nuestros maltrechos cuerpos pedían descanso. Nos esperaba otro día intenso con madrugón incluido.

Lunes 22: Karnak – Luxor y Valle de los Reyes.
A las 6 fue el toque de queda. Ya íbamos mejorando un poco. El primer templo en la orden del día fue el de Karnak. (El de Luxor que no habíamos visto la noche anterior, lo veríamos a continuación). Lo mismo que íbamos ganando en horas de sueño, también lo hacía el nivel de magnificencia de los templos. De menos a más, siempre superando lo anterior. Sólo con cruzar la gran explanada que da acceso al templo, te haces una idea de lo que puede venir después. Además, este gran templo de Karnak está unido por la avenida de las esfinges al otro templo de Luxor (3kms). Una avenida impresionante, que están restaurando y que no deja indiferente a nadie.  El guía nos explica que en la restauración se han topado con dos iglesias, una copta y otra evangélica que no quieren trasladarse a otra ubicación que les ofrece el gobierno egipcio. De modo, que llevan luchando mucho tiempo para convencerles de que tienen que irse para poder restaurar al completo esta increíble avenida de las Esfinges.

Este templo de Karnak es conocido como el gran santuario dedicado al Dios Amón, el gran Dios del Imperio Nuevo. Ubicado en Tebas, antigua Waset,- la ciudad de las cien puertas según Homero, y la capital del Imperio Medio-, y a unos tres kilómetros al sur de Karnak, este impresionante Templo erigido en honor a Amón, fue obra esencialmente de dos faraones; Amenhotep III y Ramsés II. El templo era el receptor de una procesión anual que trasladaba las barcas de los dioses con las imágenes de culto de la triada tebana (Amón, Mut y Jonsu) desde Karnak a Luxor. Cuando la barca del dios imperial Amón-Ra llegaba al santuario central, comenzaban en las estancias laterales los ritos secretos de la renovación del mundo, la famosa y aclamada fiesta del Opet. https://sobreegipto.com/2009/03/18/la-fiesta-opet-del-antiguo-egipto/

Para visitar todo el templo hace falta tiempo, es fácil perderse entre sus columnas y espacios libres y cubiertos. Una de las estancias más importantes es la columnata monumental de acceso, situada delante del patio y constituida por siete pares de columnas papiriformes con capiteles abiertos. Sus diámetros son tan colosales que el guía nos hizo rodear con los brazos una de las columnas y entre diez personas pudimos abarcarla. Realmente grandioso este templo de Karnak. Al salir de allí, hablamos con el guía sobre la situación actual de Egipto y nos explicó que el turismo ha bajado mucho desde la revolución que tuvo lugar en el 2011. El país está militarizado, de hecho vimos muchos controles del ejército. Tienen abiertos todos los frentes, al Oeste Libia descontrolada, al sur Sudán, y al Este los yihadistas en el Sinaí. Han formado una frontera militar que rodea el país pero aún así, se cuelan los terroristas. De hecho, nos dijo que la semana anterior habían interceptado y matado a cuatro terroristas que querían cruzar la frontera. Esto nos lo contaba en el mes de octubre y dos meses más tarde, en diciembre varios turistas asiáticos murieron en un atentado en las pirámides de Guiza. Una pena, a pesar de los esfuerzos, Egipto lo tiene bastante crudo para recuperar el turismo, una de sus principales fuentes de riqueza.

Al siguiente templo fuimos en autobús. Ojalá hubiésemos podido ir caminando por la avenida de las Esfinges.. algún día… Inshallah! . El templo de Luxor, el que vimos iluminado y de refilón la noche anterior desde la calesa, está ubicado a orillas del Nilo.  Es otro gran templo que merece la pena visitar. La construcción se inició en el año 1390 A.C. cuando reinaba el faraón Amenofis III y no se concluyó hasta un siglo más tarde con Ramsés II. La entrada al templo con la presencia de dos estatuas gigantes de Ramsés II y un enorme obelisco es uno de los espacios más atractivos del conjunto.

Junto al obelisco vemos el pedestal de otro, el obelisco ausente no es otro que el que preside la plaza de la Concordia en París. El guía despotricaba cada vez que podía contra el expolio, contra el saqueo que ha sufrido Egipto durante siglos por parte de los europeos. Está claro que tenía toda la razón de quejarse, ese obelisco en vez de chupar contaminación, estaría mucho mejor conservado allí en Luxor.

Eso sí, también tengo que decir que después de haber visto en qué estado calamitoso se encuentra el Museo de Egipto de la capital, no sé yo si no están mejor conservados algunos restos arqueológicos en el British Museum o en cualquier otro museo europeo. Sé que es muy impopular lo que digo, pero ver a los yihadistas destrozar los templos de Alepo en Siria, o las ruinas de Palmira me impactó tanto, que creo, sinceramente que habría que proteger más estos lugares del terrorismo y de la pobreza.

Una vez traspasamos la entrada entre los dos colosos de piedra, nos adentramos siguiendo al guía y sus explicaciones. En la parte final del templo había un equipo restaurando los murales de jeroglíficos, recuperando los colores originales. En algunos muros y columnas vimos muchas manchas rojas, y según nos explicó el guía son manchas de excrementos de murciélagos, tan abundantes que los relieves se ven muy afectados. Una verdadera plaga. Otras figuras que nos llamaron la atención fueron las estatuas de  la joven pareja formada por Tutankamón y su esposa Ankesenamón. Cuenta la leyenda que la joven viuda, cuando murió Tutankamón esposo y hermanastro, se casó con Ay,  el que había sido consejero de su esposo, y que a su vez decían que era su abuelo materno. Un culebrón de tal calibre que ni los guionistas de culebrones venezolanos podrían imaginar. Ver para creer:https://www.ancient-origins.es/lugares-antiguos-frica/la-tragedia-de-la-reina-anjesenam-n-hermana-y-esposa-de-tutankam-n-002411

Al salir del templo de Luxor, el calor era ya insoportable, pero teníamos que seguir. En esos momentos es cuando entiendes el por qué de los madrugones y de las visitas nocturnas. Nos esperaba otro de los platos fuertes del viaje: El Valle de los Reyes. A una media hora en bus desde Luxor, atravesamos el Nilo por un puente y nos adentramos en la otra orilla, primero por un palmeral y después por una carretera que iba subiendo hasta alcanzar cierta altura, rodeados de desierto, de rocas blancas y ni sombra de vegetación. Este Valle, se divide en dos, el lado Este con las tumbas de los reyes y el lado Oeste, donde están las reinas.  Todo el conjunto es una necrópolis del Antiguo Egipto, donde se encuentran la mayoría de las tumbas de los faraones del Imperio Nuevo, así como de la reina Hatshepsut y de algunos animales.

No es broma, hay que protegerse bien la cabeza e hidratarse adecuadamente. En octubre rozábamos los 40 grados, imagino que en Agosto será sencillamente el infierno.  No dejan fotografiar nada, a no ser que pagues un plus. Los guardas que están dentro de las tumbas están al quite, obsesionados con requisar cámaras y móviles. A mí, por ejemplo, me vino uno sólo por el hecho de tener las manos en los bolsillos… paranoicos totales. De un total de 62 tumbas escarbadas en las montañas, al día se pueden visitar como máximo 3 tumbas y las más especiales son las siguientes: la tumba número 5, que está siendo desescombrada y podría ser la más grande de todo el valle. El hallazgo de algunos cuerpos, parecen indicar que allí pudieron ser enterrados gran parte de los más de ciento cincuenta hijos del faraón Ramsés II el Grande, lo que le convertiría en la tumba colectiva más grande del mundo.

La tumba 55, que aunque ya no tiene ningún secreto que mostrar, despertó el interés mucho tiempo, ya que se ignoraba la identidad del cuerpo hallado en ella y el verdadero destinatario del sepulcro. Tras la tumba de Tutankamón, es la que más ríos de tinta ha vertido. Se ha pensado que la Tumba 55 estaba destinada a la gran esposa real Tiy, pero que el cuerpo allí hallado podría pertenecer al faraón Ajenatón (rey hereje por convertir al dios Atón en la única deidad del culto oficial del Estado, en perjuicio del dios Amón. Y la tumba 63 cuyo hallazgo en 2005 demostró que los secretos del Valle de los Reyes aún no estaban agotados y el descubrimiento de varios sarcófagos vacíos, sirvió para demostrar que se utilizó como un escondrijo de momias.

El momento crucial de este valle fue en el año 1922, cuando se descubrió el secreto mejor guardado: la tumba de Tutankamón, el rey-niño de la Dinastía XVIII, llena de tesoros. Las tumbas eran más importantes que los palacios, ya que eran las moradas para la eternidad. Dejo aquí un documental muy interesante sobre el Valle que he encontrado en Internet: https://www.youtube.com/watch?v=KMH9hNMcE7M.

Ya no queda ningún tesoro en el valle. En el 1090 antes de Cristo, tuvo lugar el “año de las hienas”. Una gran quiebra del país, propició el desmantelamiento de las tumbas. Se sucedieron más saqueos a lo largo de los siglos. En las tumbas había toneladas de oro, y no fue fácil sacarlo. Algunos incendiaban el sarcófago para fundir el oro, provocando incendios, quemando las tumbas. A los ladrones que pillaban los empalaban. Los faraones huyeron, y el valle quedó vacío. También afectaron los fuertes diluvios que a veces incluso transformaban el valle en un lago. Muchas tumbas quedaron enterradas.

En el año 1817 un descubridor italiano Belzoni, obró el milagro. Fue el primero que entró en las tumbas desde los saqueos acontecidos 3000 años atrás. La primera que descubrió fue la Tumba de Seti, una de las más grandes del valle con 6 metros de altura. Estaba despojada de oro y metales preciosos pero sí quedaban las figuritas que representaban los siervos que el Faraón  tendría en su vida eterna. En Egipto no tenían valor pero en el mercado de las antigüedades Europeo sí. Se inició la Fiebre del oro: el saqueo de los caza tesoros. Aún no se había descubierto el gran tesoro, hasta que llegó el arqueólogo Howard Carter. Durante siete años descubrió pocas cosas, su mecenas se impacientaba. Pero al final, en la última oportunidad que tuvo, Carter lo consiguió e hizo lo que ninguno había hecho antes: catalogó y fotografió cada objeto de la tumba. Todos los restos se trasladaron al Museo del Cairo dónde allí permanecen y donde allí tuvimos la suerte de verlos dos días más tarde.

Es realmente alucinante lo que hay dentro de esas rocas calizas- Hay que bajar bastantes escalones, y la temperatura no es lo fresca que uno pueda imaginar pero merece la pena, es un lugar único. Después de visitar las 3 tumbas, nos trasladamos al templo de la Faraona Hatshepsut, otro sitio emblemático al que el guía no quiso subir porque presenció en el año 1997 la masacre de los turistas suizos y desde entonces no ha vuelto a subir al templo dedicado a la Reina Hatshepsut. Nos quedamos “congelados” cuando nos relató los hechos. 60 turistas ametrallados, nada más y nada menos… https://www.lanacion.com.ar/el-mundo/masacre-en-egipto-matan-a-60-turistas-nid81031

Dedicado a Hatshepsut, la única mujer que reinó como faraón durante un largo periodo de tiempo cuenta con una parte excavada en la roca y otra zona exterior formada por tres terrazas. Subimos hasta la última terraza para ir luego bajando, con las cabezas tapadas con los fulares que nos habíamos puesto en el Valle de los Reyes. El calor era supino y la luz cegadora. En el templo apenas hay restos de Hatshepsut ya que todo lo referente a ella fue destruido tras su muerte por su hermano Tutmosis III, al que arrebató el trono 20 años atrás. Las terrazas tienen un aspecto austero, aunque en la época de Hatshepsut contaban con árboles de mirra, jardines y fuentes.

Ahora mismo, escribiendo el diario viajero, me doy cuenta de que no nos llevaron al valle de las reinas, a visitar la tumba de la reina Nefertari, la mujer predilecta de Ramsés II. Yo estaba convencida de que el templo de Hatshepsut al que nos llevaron formaba parte del Valle de las reinas pero no, son dos lugares distintos. En fin, otra excusa para volver a la que dicen es la tumba con los murales más bonitos de Egipto. De momento, el vídeo: https://www.youtube.com/watch?v=pZk-yfc7lTA&t=50s

De vuelta hacia el barco, y después de haber tragado literalmente una cerveza congelada, pasamos con el bus por Deir Al Medina, o Valle de los artesanos, donde están enterrados los constructores de las tumbas del Valle de los Reyes, que vivían en un poblado construido especialmente para ellos para mantenerlos apartados del resto de la población y así preservar los secretos de las tumbas reales. También paramos junto a los dos Colosos de Memnón, dos gigantescas estatuas de piedra que representan al Faraón Amenhotep III relajado, mirando al Nilo y al sol naciente. Es una parada obligatoria porque los colosos son fascinantes, miden 18 metros de altura y en el momento de fotografiarlos estaban rodeados de pájaros que volaban a su alrededor. Entre foto y foto me enamoré literalmente de una figura en alabastro verde de un halcón (Dios Horus). Desde el templo de Edfu me perseguía su imagen y el abuelo que lo vendía allí, junto a los colosos, lo vio en mis ojos.  Lo compré sin regatear, con el calor que hacía no tenía fuerzas para pelear por su precio. Aquí lo tengo, cada vez que lo miro me acuerdo de muchos momentos mágicos del viaje.

El guía nos propuso cruzar el Nilo en barca, en vez de volver todo el trayecto en bus. Y claro, no nos opusimos nadie. Esa noche teníamos que volar a la capital, al Cairo, así que serían nuestras últimas horas en el Nilo y el mini crucero en barca motorizada para cruzar de una orilla a otra fue otro momento genial. Duró poco tiempo pero el suficiente para que el hermano pequeño del dueño de la barca bailara con los más animados del grupo. En pocos minutos se montó un sarao egipcio en toda regla: https://www.facebook.com/heraldica/videos/a.10218023920252034/10218098463675573/?type=3

Nos dijeron que vendrían a buscarnos a media tarde para llevarnos al aeropuerto de Luxor. Lo que tenía que ser un vuelo rápido se convirtió en una pesadilla: 5 horas de espera en el aeropuerto. Lo que hubiese dado porque el crucero durara una semana más… Al final llegamos al Cairo a las 12 de la noche, y al hotel casi a la 1 de la madrugada. Dejamos atrás los días apacibles del crucero, nada más aterrizar ya percibimos que los últimos días en El Cairo iban a ser muy diferentes. A toda velocidad nos condujeron por un laberinto de avenidas, un ”scalextric “ con pantallas gigantes de anuncios luminosos, Blade Runner en versión egipcia. Un caos de tráfico “controlado”, no hay semáforos en el Cairo, increíble, no hay palabras,,, hay que vivirlo para creerlo. He estado en ciudades “monstruo” como  México DF o Bombay pero la llegada Al Cairo me dejó totalmente K.O. Además, nos esperaba el último madrugón para el día siguiente. Nos vendrían a buscar para llevarnos a ver las trillizas “Keops” “Kefrén” y “Micerino”, a las pocas horas. ¡Qué ganas de volar por libre, lo de viajar en grupo con horarios prefijados no es lo nuestro… definitivamente no!

Cuando por fin llegamos al que iba a ser nuestra sede en el Cairo, el chófer nos tuvo un buen rato sin dejarnos bajar del microbus, otra prueba de paciencia. No veíamos el momento de poder descansar y dormir. Llevábamos 18 horas sin parar.
El hotel Oasis http://www.oasis.com.eg/#/filter es un complejo que se encuentra en Guiza, la zona más cercana a las pirámides más famosas del planeta. Un 4 estrellas que no está mal, pero bastante alejado de los estándares europeos. La piscina, los jardines se agradecen. Un remanso de paz, un “oasis” cercano al infierno cairota. La limpieza de las habitaciones pasa el aprobado justo, así que si tengo que recomendar un hotel en el Cairo, no dudaría en recomendar mejor otro, como por ejemplo, el Méridien  Pyramids: https://www.marriott.com/hotels/hotel-photos/caimd-le-meridien-pyramids-hotel-and-spa/

Martes 23: Pirámides, Esfinge y tienda de papiros (la frikada del viaje)
Con puntualidad egipcia a las 8 en punto vinieron a buscarnos a todo el grupo para llevarnos hasta las 3 pirámides más famosas del mundo. Calima y contaminación, la combinación perfecta para no ver las pirámides hasta que no las tuvimos en frente a poco metros, a pesar de que el hotel estaba a poca distancia. De las 7 maravillas del Antiguo Mundo, la gran pirámide que mandó construir el faraón Keops para servirle como tumba al morir, es la única que aún se puede ver hoy en día. Data del siglo XXVI A.C. y está compuesta por 2.500.000 bloques pétreos de 2,5 toneladas de peso cada uno, mide 146 metros de altura y 234 de lado. Cuando la ves por primera vez, te sientes una micro micra, echas la vista hacia arriba y la mole no acaba nunca, su límite es infinito. Fue la estructura más alta del mundo por varios milenios hasta que la Torre Eiffel en París fue terminada en el 1887. Cuando Napoléon invadió Egipto, gritó a sus soldados: “Desde lo alto de las pirámides, 40 siglos de historia nos contemplan”.

Rodeamos la pirámide por el lado izquierdo, dónde cientos de turistas hacían fotos y más fotos, selfies y más selfies sin pararse un minuto a mirar realmente la maravilla que tenían a su alcance. Se calcula que más de 100 hombres estuvieron durante 20 años construyendo la más grande de las 3 pirámides, la que se puede visitar por dentro también si no padeces claustrofobia. Originalmente estaba recubierta por unos veintisiete mil bloques de piedra caliza blanca, pulidos, de varias toneladas cada uno. Mantuvo este aspecto hasta principios del siglo XIV, cuando un terremoto desprendió parte del revestimiento calizo. Posteriormente, los turcos otomanos utilizaron dicho revestimiento para la construcción de diversas edificaciones en El Cairo, como la Mezquita Hassan II.

 No quisimos entrar, la cola era interminable y el agobio imaginable. Pero gracias a Internet aquí queda el vídeo del interior de la gran pirámide con cámara oculta: https://www.youtube.com/watch?v=x2ow9Mm_Jes. Después de un tiempo caminando alrededor de la gran pirámide, el guía nos animó a ir en bus a otro lugar desde donde las vistas sobre las tres pirámides son inigualables. Y la verdad es que tenía razón, nos llevaron a una explanada a menos de un kilómetro y desde allí no nos cansamos de hacer fotos. Por supuesto, los turistas adoptaban todas las posturas para trampear, que si cojo la punta de una pirámide y hago como que me la como,  que si la cojo con los dedos… y nosotros, además de quedarnos ensimismados un buen rato, también nos dimos cuenta que detrás, a una distancia no muy lejana se veía cómo avanzan las construcciones de nuevas viviendas que amenazan con aproximarse demasiado a las pirámides. Eso sí que daba miedo….

Y no nos podíamos ir de la zona, sin visitar la “octava” maravilla del mundo: la Esfinge más famosa del planeta. Aunque parezca mentira es una obra que casi nació de casualidad, porque según nos contó el guía, al construir la gran pirámide de Keops sobró mucha piedra en la cantera que afeaba el entorno. Había dos opciones, o quitarla, o esculpirla. Se optó por la segunda opción afortunadamente. Y no, Napoleón no fue quién rompió la nariz de la esfinge, fue un radical que al hacerlo se rompió la pierna… los mitos de la historia se rompen con hechos más triviales; (La barba se encuentra en el Museo Británico).  Cuando subimos hasta acceder a una zona desde donde casi la puedes tocar, nos quedamos extasiados, es mucho más impresionante de lo que uno se imagina. Un perfil imperfecto pero precisamente por eso, increíblemente bello. La cabeza podría representar al faraón Kefrén, teniendo el cuerpo la forma de un león. En épocas antiguas estaba pintada en vivos colores: rojo el cuerpo y la cara, y el nemes (tocado funerario de tela) que cubría la cabeza con rayas amarillas y azules

A mí personalmente la esfinge con sus 20 metros de altura y 57 metros de longitud me impresionó más que las pirámides. Pero bueno, como todo, es cuestión de gustos. Todo el conjunto arqueológico de Guiza es único y  es uno de los lugares del mundo a visitar por imperativo legal. https://www.youtube.com/watch?v=-fouCoNDbbs

Seguía el sol derritiendo nuestras cabezas. Al volver al bus nos íbamos metiendo por debajo de los toldos del pequeño mercadillo que está instalado en el camino que lleva a la esfinge. Era ya mediodía y el guía nos dijo que a muchos nos daba ya la libertad condicional para seguir descubriendo el Cairo por nuestra cuenta. Antes de regresar al hotel, nos hizo parar en una tienda de papiros en la que íbamos a vivir el momento más frikie del viaje. Una exposición en un bajo comercial dónde lo primero que hicieron al llegar fue darlos una breve explicación de cómo se distinguen los verdaderos papiros de los falsos. Debido a la escasez del papiro y a su elevado precio, muchos papiros están hechos con hojas de plátano. Para detectar los falsos y que no den papiro por liebre, hay que ponerlo al trasluz y ver si tiene las mallas que se originan con el cruce de las tiras de papiro y ver si humedecemos un dedo y tocamos el papiro la humedad no traspasa. El momento frikie llegó cuando apagaron las luces del local y de repente, todos los papiros que tenían trazos de pintura fluorescente, empezaron a brillar en la oscuridad. ¡¡El acabose, yo no daba crédito!! Semejante horterada era de lo más terrorífico que habían visto mis ojos en 50 años de vida. Y cuando encendieron de nuevo las luces, más tremendo fue ver cómo algunos (pocos, menos mal) del grupo se animaron a comprar los papiros “luminosos”. Sin comentarios…

Pirámides, esfinge y papiros luminosos, todo esto era difícilmente asimilable sin un descanso temporal. Nos propuso el guía comer en un restaurante o regresar al hotel. Optamos por lo segundo y menos mal, porque más tarde nos contaron que en el “exquisito” restaurante les habían clavado casi 20 euros por un muslo de pollo con ensalada. Cosas de los viajes en grupo. Los guías por muy buenos que sean, y el nuestro lo era, también viven de las comisiones que les dejan los perfumes, los papiros luminosos y los muslos de pollo a precio de ternera.

Hotel dulce hotel. Siestón, descanso y baño en la piscina. ¡¡¡Por fin!!!! No salimos de la zona bar-piscina-terraza hasta el día siguiente. El wifi, todo hay que decirlo sólo funcionaba allí, y más que una terraza parecía un call center, allí estábamos todos. De colofón por la noche, nos tocó “soportar” a una cantante que más que amenizar el ambiente, la habían contratado para que la gente no calentara demasiado la silla. Al final lo consiguió, la versión que logré descifrar de una canción de Adele me pareció tal crimen que nos fuimos por no secuestrarla.

Miércoles 24: Museo Egipcio, Barrio Copto, Fortaleza de Saladino
Por 600 libras egipcias (unos 30 euros) desde el mismo hotel contratamos a un taxista para todo el día. Es lo más aconsejable porque en la zona de Guiza el transporte público ni se ve, ni se imagina. Al fin y al cabo, Guiza está a casi 20 kms del centro de El Cairo, con lo cual esta opción es la más cómoda y económica. Tráfico intenso, la peor pesadilla para un asmático. Al principio el hombre tenía las ventanillas abiertas pero llegó un momento en que casi a falta de mascarilla, tuvimos que implorarle que pusiera el aire acondicionado y que cerrara las ventanillas. Mierda, calima, suciedad y polución. ¿Bonito no? Casi una hora nos costó llegar a la famosísima Plaza Tahrir, donde se encuentra el Museo Egipcio. La Plaza de la Revolución, la misma en la que se han vivido fechas históricas: en 1952, cuando Egipto pasó de una monarquía a una república, y en 2011 cuando las protestas del pueblo lograron destituir a Hosni Mubarak. Al bajar del taxi, y antes de entrar en el museo, vimos la magnitud de la plaza, mucho más espaciosa de lo que pudimos ver en las noticias, la misma sensación de cuando vimos por primera vez la Plaza de la Revolución de la Havana.

El Museo Egipcio no tiene desperdicio porque en gran medida es todo un desperdicio. Una pena el estado en el que se encuentran las vitrinas llenas de polvo y antiguas, la única sala que mantiene cierto prestigio es la Sala dedicada a Tutankamón.  Custodia la mayor colección de objetos de la época del Antiguo Egipto; posee más de 136.000 objetos clasificados de diferentes épocas de la historia egipcia. Desde el Imperio Antiguo hasta el Período Romano.  Tienen tantas piezas, que en vez de expuestas parece que están apiladas. Para hacerse una idea, cuando abrió tenía 12.000 piezas y ahora cuenta con más de 150.000. La construcción del nuevo museo que vimos cerca de las pirámides se hace esperar. Su apertura está prevista para el año 2020 y será, esperemos, una solución para este lamentable estado en el que se encuentran muchas piezas.

No llegamos a verlo, pero nos contaron que a veces trasladan los sarcófagos por mitad de los pasillos, a hombros. Las salas donde están las momias también merecen la pena verlas, hay que pagar un suplemento pero lo vale. La Sala de Tuntankamón siempre está abarrotada, en 1922 con el descubrimiento de Carter, la colección del Museo aumentó sus fondos con el gran tesoro del joven faraón, de más de tres mil quinientos objetos. Esta sala es lo más interesante del Museo, el resto hay que verlo pero espero volver a ver todas esas miles de piezas expuestas y conservadas de mejor manera en el nuevo museo, que por lo que me informo va a ser único en el mundo: https://cnnespanol.cnn.com/video/egipto-arte-cultura-arqueologia-tesoro-gran-museo-tutankamon-piramide-guiza-pkg/

A las cuatro puntualmente salimos porque el taxista nos esperaba en doble fila a la entrada del Museo, sumido en un caos de bocinazos y tubos de escape contaminantes. Desde la plaza Tahrir hasta el barrio copto en el “Old Cairo” no sé qué distancia habrá, lo que sí sé es que nos costó un buen rato de atascos. Miraba por la ventanilla y observaba mientras estábamos parados a los conductores de cochazos, trajeados sin perder la paciencia pero tragando saliva como todos los demás. Del infierno cairota no se libran ni los ricos ni los pobres. Fuimos por una avenida que bordea el Nilo, dónde se supone que los que viven en esas grandes torres con vistas al Nilo contaminado son gente de pasta. La mugre no perdona, se ha ido extendiendo por todas partes. Con la perspectiva del tiempo, creo como pensé en aquellos momentos, que el Cairo es el infierno en la tierra, ni más ni menos. Por supuesto  que tengo que ver muchas capitales aún para poder opinar, pero hasta la fecha, después de haber pateado Méjico DF o Nueva Delhi, otras ciudades-monstruo, lo del Cairo es difícilmente superable.

Llegar al barrio antiguo fue un descanso de paz y tranquilidad. Son pocas calles pero suficientes para dar un buen paseo y visitar sin prisas el barrio copto. Paramos nada más llegar a comer en un garito de comida rápida a la egipcia. Falafels y humus recién hechos bastante buenos. También nos ofrecieron una especie de Donabs turcos que estaban ricos. Rodeados de cinco gatos color canela que no perdían ojo a todo lo que “caía” de nuestra mesa.

Esta parte de la ciudad está especialmente vigilada, han sido varios ya los atentados contra estos cristianos ortodoxos por parte de los islamistas más radicales.  Según el Evangelio, en esta zona de la ciudad de El Cairo fue donde vivió la Sagrada Familia en su exilio a Egipto, por lo que las calles del barrio copto están llenas de historia cristiana, pero también judía. El Museo de Arte Copto queda en el centro de la zona, y en torno a él se erigen diferentes templos religiosos. Visitamos primero la Iglesia de Santa María, más conocida como la Iglesia Flotante de El Cairo, ya que está construida sobre una de las antiguas puertas de la Fortaleza de Babilonia (a esta zona los antiguos historiadores la denominaban Babilonia). Al entrar en el templo, fue como entrar en cualquier iglesia de Atenas, no es muy grande pero está repleta de obras de arte e iconos. Es una de las iglesias más antiguas de Egipto y merece la pena visitarla. https://www.youtube.com/watch?v=6EBGIEC1EKU

Después, entramos en la Iglesia de San Jorge, que resulta que es la sede del Patriarcado Ortodoxo de Alejandría y también en la de San Sergio, en cuyo interior hay un espacio sagrado, dónde dicen que se refugió la Sagrada Familia en su huida del rey Herodes. Al Museo Copto no entramos, queda pendiente porque es único y muy interesante. De momento, me contento con este vídeo que he encontrado y que documenta muy bien la historia de los coptos y su museo en El Cairo: https://www.youtube.com/watch?v=uXCyP-X336k

Este barrio copto es una isla en el Cairo, cuando volvimos al caos,  nos estaba esperando el taxista para llevarnos a la Fortaleza de Salamina. Por una especie de ronda exterior, nos condujo hasta otra zona, pasando por barrios llenos de basura. Cruzamos cerca de la famosa ciudad de los muertos.  Sí, así es, una gran necrópolis dónde “cohabitan” con los muertos muchos pobres que se vieron obligados a abandonar el centro de El Cairo debido a la demolición de sus casas en los años 50 y otros muchos que quieren vivir y trabajar cerca de sus antepasados. Me recordó mucho a Vanarasi (Benarés) en la India. Esa unión con la muerte de un modo casi natural, como si quemar a los muertos a la vista de todos, echar las cenizas al río Ganges, o vivir en un cementerio fuese algo mucho más normal de lo que pensamos.

A la Fortaleza de Saladino, dónde se encuentra la famosa Mezquita de alabastro llegamos a media tarde, no quedaba mucho tiempo para que cerraran el recinto, pero teníamos que ir, las vistas sobre la ciudad desde sus miradores son impresionantes. Fue construida en el siglo XII como fortaleza para proteger la ciudad de las Cruzadas. Hay varios puntos de interés dentro del recinto amurallado: la imponente mezquita de Mohamed Alí, un museo de carruajes, un museo militar y un museo de jardines, entre otros. La ciudadela también alberga el imponente Palacio Gawhara (el Palacio de las Joyas), que recibe su nombre de Gawhara Hanem, la última esposa de Mohamed Alí. Construido en 1814, era sede de la administración del soberano y fue usada como residencia personal del líder egipcio. Sólo nos dio tiempo a entrar en la gran Mezquita y contemplar las vistas de El Cairo y escuchar el ruido constante del tráfico que no deja de vibrar día y noche. Desde el mirador logras abstraerte un poco, pero es difícil: https://www.facebook.com/heraldica/videos/a.10218023920252034/10218098479435967/?type=3&theater

Al entrar en la Mezquita de alabastro dicen, porque el exterior tiene tanta mugre que no se distingue el material. A los que esperen ver un mármol resplandeciente como en el Taj-Mahal que se olviden, esta Mezquita grande, enorme y colosal es “color polución” como la ciudad, no desentona. Y ya dentro, pues tampoco espere ver el viajero un interior limpio y puro como en las mezquitas de Estambul, aquí huele a pies y a alfombra que no se ha limpiado desde los tiempos de su fundación. No lo describo con ánimo de ofender, pero sí, nos impactó el olor a calcetín usado. En fin, en este país la higiene no es que sea algo destacable y lo digo porque en otros países árabes no me ha pasado nunca, al contrario.  En el interior, había un grupo de niños haciéndose fotos con un palo de “selfies”, mientras otros rezaban dirigidos por un tutor. Esta mezquita construida a instancias del gobernador otomano Mehmet Alí entre los años 1830 y 1848, fue la mezquita más grande construida en la primera mitad del siglo XIX y es también la más visible de la capital egipcia por su elevada ubicación y la altura de sus minaretes.

El patio de la Mezquita con su torre del reloj, recuerda mucho a la Mezquita azul de Estambul y visto que el arquitecto era turco, pues tampoco extraña su parecido. Al salir de la gran mezquita, paseando vimos otra más pequeña y más antigua, o por lo menos lo parecía, la mezquita  de Al Nasir Mohammad Ibn Qalaun, un antiguo sultán mameluco. No había nadie, nosotros y un par de guardas. Yo creo que les extrañó incluso que entráramos. Se nos acercó una chica a entregarnos un folleto y un CD sobre los dogmas del Corán, no lo rechazamos, es más, lo tengo como lectura pendiente porque siempre he pensado que el Corán deberíamos leerlo todos para entender que no es un libro satánico sino todo lo contrario. Otra cosa es cómo se utilice y se interprete para justificar acciones y pensamientos irracionales.

Se acercaba la hora del cierre de la Fortaleza, de regreso al punto de salida, pasamos por delante del Museo Militar. Quisimos entrar a ver el patio pero no nos dejaron, a pesar de que en las guías aparece que se pueden visitar las antiguas celdas de la Fortaleza. Tampoco sufrimos demasiado por la prohibición, seguimos caminando tranquilamente hasta salir de la muralla por dónde habíamos entrado. El taxista tenía que venir a buscarnos para llevarnos de vuelta al hotel y mientras le esperábamos estuvimos un rato viendo las colas kilométricas de coches, carros y autobuses cochambrosos que luchaban por hacerse hueco milagrosamente en la carretera a base de bocinazos y aspavientos. Cuando finalmente vino el taxista, caía ya el sol y empezaba a anochecer. Le pedimos que nos parara en un supermercado, cualquiera que estuviese de camino y después de pararnos en una gasolinera y en una tienda de barrio donde no había casi nada, nos llevó a un Carrefour. No pudimos comprar ni cerveza ni jamón, pero algo sí. Las cervezas ya nos las tomamos en la piscina del hotel, nuestro “oasis” particular. Cayeron unas cuantas, el día había sido largo e intenso y aún nos quedaba otro día completo de aventuras egipcias.

Jueves 25: Necrópolis de Saqqara y Bazar de Jan el-Jalili
Otro momento clave del viaje, un lugar muy recomendable a unos 30 kms de El Cairo. Para llegar a la necrópolis de Saqqara, hay que bordear el Nilo, un paisaje frondoso pero al mismo tiempo triste, por que en las orillas del río se acumulan toneladas de basura. Vimos varias palas que sacaban montañas de residuos del río pero las dejaban en la orilla, una cosa bastante extraña e incomprensible.  Antes de llegar a nuestro destino cruzamos por varios palmerales increíblemente bellos. ¡Qué lejos quedaba el caos de la capital!. Cuando por fin llegamos a la necrópolis paramos en la garita y pagamos por nuestras entradas y por el chófer y el taxi, ya que dentro hay que moverse en coche. Cuando ya cruzas la entrada, te sumerges en pleno desierto, dunas de arena y ni una palmera en kilómetros a la redonda.

La primera parada ya promete. Nos situamos justo en frente de la pirámide más antigua del mundo, una pirámide de 60 metros de altura, escalonada y en honor a Zoser. Es la construcción más notable de la necrópolis de Saqqara, al sur de la ciudad de Menfis, prototipo de las pirámides de Guiza y de las restantes pirámides egipcias. En su época, fue la construcción mas elevada construida por el ser humano. Actualmente, se encuentra en rehabilitación, por eso vimos una de las caras totalmente cubierta por andamios de madera, increíblemente arcaicos e incluso bonitos. Hasta la construcción de la pirámide de Zoser (Dyeser), las tumbas reales consistían en cámaras subterráneas cubiertas por una estructura de adobe en forma de pirámide truncada llamada mastaba. La pirámide de Zoser está hecha en piedra y consiste en seis enormes mastabas, una encima de otra, en lo que fueron cinco revisiones y desarrollos del plan original. La finalidad de los escalones era para que el faraón pudiese ascender al cielo y encontrarse con los Dioses. Cuenta con 14 entradas pero sólo una de ellas no es falsa. Ahora está en obras con peligro de derrumbe y no se puede visitar su interior. https://www.youtube.com/watch?v=JX-yIZ4jX2k

Pero no sólo la necrópolis “vive” de la pirámide de Zoser, hay otras pirámides e incluso un cementerio de animales, el Serapeum. Antes de trasladarnos en coche hasta allí, vimos otras pirámides del recinto, esquivando a los que nos pedían propinas hasta por sonreír. A unos guiris que quisieron hacerse una foto con un par de egipcios que iban con un burro, casi les sale la torta un pan, porque cuando les dieron la propina empezaron a gritarles protestando por la miseria que les habían dado. Los turistas japoneses iban con guarda espaldas, dónde hay papel hay nivel, Maribel…

Soplaba el viento, y la arena del desierto se nos metía por todos los orificios. Pero teníamos que ir hasta la zona del Serapeum, merecía la pena. Primero el chófer paró el coche y nos acompañó andando hasta la entrada a la Mastaba de Ti. Rodeados de desierto en un lugar casi escondido de los turistas se encuentra esta Mastaba en honor a Ti, un alto funcionario del Faraón Niuserre;  la belleza e interés del sitio radica en que presenta unos relieves pintados que suponen uno de los más bellos ejemplos de arte del Imperio Antiguo. De hecho, cuando llegamos había un equipo de televisión alemán filmando y tomando fotografías de las famosas pinturas. Valió la pena tragar arena: https://www.youtube.com/watch?v=1mgh1MwEShU

A continuación fuimos caminando otra vez hasta el Serapeum. Este cementerio de bueyes sagrados que representaban al Dios Apis, ha estado cerrado como consecuencia de filtraciones de agua y corrimiento de tierras. Son impresionantes las galerías subterráneas con sus enormes sarcófagos de granito donde fueron enterrados y momificados estos toros sagrados. No había apenas gente, recorrimos las galerías prácticamente en solitario. https://www.youtube.com/watch?v=pQFgxqrKwpE

Pero no sólo son toros sagrados, en las excavaciones que se realizaron en el año 2011, en la catacumba del perro (dedicada a Anubis) de la necrópolis, un equipo internacional de egiptólogos descubrió allí casi ocho millones de momias de animales. Entre los animales momificados, se encuentran principalmente perros, pero también había gatos y mangostas. Se está estudiando qué tipo de relación podía existir para que en un lugar de culto a Anubis, se encontrasen depositados otros animales diferentes a los caninos.

La última parada antes de dar por finalizada nuestra visita a Saqqara, fue en otra zona donde nos llevó el chófer y donde vimos diferentes templos con pinturas murales sobre diferentes oficios, en uno de ellos vimos esculpidos en la pared una variedad de instrumentos quirúrgicos, en otro templo vimos los oficios relacionados con la pesca, la agricultura, etc… Esta visita a Saqqara es recomendable hacerla sin prisas, si se dispone de todo el día mejor que mejor. Nosotros teníamos que aprovechar las últimas horas que nos quedaban y tuvimos que irnos pero, de verdad que merece la pena pasar el día entero.

Al Bazar de Jan El-jalili llegamos pasadas las 2 de la tarde. Pero antes de comer preferimos perdernos por el bazar más grande de Egipto. Eso sí, nada que ver con el Bazar de Estambul, o el de Marrakech, en este gran mercado prevalecen los productos chinos y pocos productos de artesanía local, una pena. Yo me arrepentí de no haber comprado en Luxor pensando que en este bazar iba a encontrar más variedad y mejores precios. ¡Craso error! . Su origen data del año 1382, cuando  el emir Dyaharks el-Jalili ordenó la creación de un lugar donde los comerciantes pudieran mostrar su mercancía y guardar allí a sus caballos y su cargamento. Más conocido como un caravasar, éste aún pervive en algunas de las calles del Jan el-Jalili como Badestan o Sikka Jan el-Jalili. Además de los puestos, hay teterías y el famoso café Fishawi, conocido como el café de los espejos, frecuentado por Naguib Mahfuz, premio Nobel de Literatura y uno de los autores más conocidos de Egipto.. Al final picas, claro, es imposible irse sin comprar nada pero no quemé la visa como siempre me ocurre en Marruecos…

Animado estaba, no fue fácil encontrar un sitio para comer después del “shopping”. Al final nos sentamos en un café con las mejores vistas a una plaza en la que se condensan: tres palacios mamelucos https://es.wikipedia.org/wiki/Mameluco y la mezquita de Al-Hussain, una de las más grandes del mundo y lugar sagrado para los musulmanes, ya que se conserva en un santuario la cabeza de Hussain, que murió decapitado en el año 680, durante la batalla de Kerbala, en la que luchó contra los adversarios de su padre Alí, el yerno del profeta Mahoma. Esta reliquia está vetada a los no musulmanes, si no procesas la religión, no puedes entrar en la Mezquita.

La plaza es realmente espectacular, el garito donde comimos no tanto, era bastante cutre pero tenía las mejores vistas. Los gatos se acercaron una vez más y el dueño me dijo que tuviese cuidado y que no les tocara. Yo hice lo posible pero la carne de nuestro kebbab estaba tan seca que cuando nos fuimos  se pusieron la botas.

Nuestro amigo taxista vino puntualmente a buscarnos, estaba contento. Pese al tráfico se puso a cantar “Guantanamera” mientras evitaba un accidente más que probable. Nos dijo que jamás en la vida había tenido un accidente. Le creímos, tampoco íbamos a dudar de su palabra… Volvimos a parar antes de llegar al hotel, para comprar dulces árabes. Un pecado capital para las caries pero peaje que tenemos que pagar sí o sí cada vez que viajamos a un país árabe. De lo contrario, no podemos volver a casa. No veía el momento de llegar a la habitación para ducharme y quitarme toda la arena del desierto que se me había pegado al cuero cabelludo. Nos despedimos del chófer prometiéndole dar su nombre a futuros visitantes de El Cairo, la verdad es que nos hizo más fácil la estancia en EL Cairo. Y así acabamos el viaje soñado, con una buena ducha y descansando unas horas antes del último madrugón de las 3 de la mañana para ir al aeropuerto.

 Viernes 26: despedida y cierre
Con 3 horas de antelación, bastante exagerado. Pero bueno, nadie se quedó en tierra, ni la pobre mujer madrileña que iba al baño cada 5 minutos con una descomposición que ríete tú de la maldición de Montezuma. A las 8 de la mañana despegó el avión rumbo a Madrid, ¡qué lejos quedaba el crucero por el Nilo!… Sueño cumplido. SHUKRAN JABIBIS!!!

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