¡Graná, no ni ná!


¡Graná, no ni ná!
Del 22 al 25 de noviembre de 2021

Claro que sí, Granada merece un titular a su medida, grande, inigualable… pero resulta que esta vez me ha dado por una expresión local, muy de la tierra granaína, que significa algo así como:  no, ¡qué va! . Puede resultar contradictorio, porque desde luego que sí merece la pena descubrir la provincia más montañosa de Andalucía. Así que vamos a dejarlo en ¡La vin compae! Mira que es bonita Granada!. Resulta difícil encontrar montañas y pueblos como los que hay en Alpujarras, un palacio más bello que la Alhambra o un “tapeo” más generoso que el que se prodiga por estas tierras. Ya se lo dijeron a Boadbil cuando tuvo que entregar las llaves de la ciudad, “Llora como mujer lo que no pudiste defender como hombre”.

Lunes 22:  Alpujarras : Lanjarón- Órviga-  Soportújar – Pampaneira – Bubión – Capileira-Salobreña
Amaneceres hay de todos los tipos, pero el que tuvimos la suerte de vivir, desde la terraza del noveno piso de nuestro apartamento de Almuñecar frente al mar, eso no tiene nombre, eso es puro éxtasis vital. No tengo video del momento pero si un enlace a la foto, ahí lo dejo: https://photos.app.goo.gl/BsvCbTER2xwR6dbYA. La verdad es que viendo ahora la foto no me impresiona tanto, pero en directo, fue un chute de energía bestial. No había excusas para dar el paseo tempranero con Tuca y Lola por la playa, mientras un grupo de jubilados franceses jugaba a la petanca. Para coronar, encontramos una cafetería donde nos atendió una chica majísima y desayunamos como reyes, unas tostadas con tomate natural, aguacate y atún y dos cafés por barba, buenísimos. Almería ya quedaba atrás, ahora nos tocaba regresar a Granada y conocer más a fondo la provincia.

Teníamos dos opciones, adentrarnos en el Valle de Lecrín (recomendación de un cliente de Masía Aitona) ó volver a las Alpujarras, que se nos quedó muy corta la ruta cuando vinimos por primera vez. En las noticias anunciaban una terrible DANA que iba a recorrer todo el país. En Granada la Doña Dana no era bienvenida, al menos en ese día, así que optamos por subir montañas y llegar hasta las cumbres alpujarreñas.

El primer pueblo, que digamos es la puerta al Parque Nacional de Sierra Nevada, es Lanjarón, sí, el mismo que aparece en las botellas de agua que se envasan allí. El eslogan de la marca no puede ser más convincente: “Lanjarón nace en las cumbres de Sierra Nevada, donde la nieve más pura llega al corazón de la montaña y recoge los minerales que tu cuerpo necesita. ¡No ni ná!!! . En la falda del Cerro del Caballo se asienta este pueblo blanco, mejor dicho esta ciudad-balneario, que cuenta con las termas más frecuentadas de Andalucía. Desde el mirador de la Cañona, llamado así porque aquí se conservan varias piezas de la artillería utilizada en la Guerra de la Independencia contra las tropas francesas, las vistas sobre Lanjarón son las mejores. También paramos en el centro del pueblo y recorrimos una parte de su avenida principal con sus tiendas de artesanía alpujarreña. Lanjarón es una mezcla de ciudad pequeña, capital de comarca y de pueblo alpujarreño con su barrio típico, el “Hondillo”, de calles estrechas, casas encaladas y mucha vegetación. No es un pueblo tan emblemático como otros que vimos a continuación pero sí que augura algo bonito, bonito por ver.

A partir de Lanjarón la cosa empezaba a subir y a “curvear”. Órviga fue nuestra segunda parada. Pueblo grande, le ha “robado” la capitalidad de las Alpujarras a Lanjarón. Cuando llegamos con un sol espléndido, el ambiente era de día festivo, las terrazas llenas a rebosar, nada que ver con la soledad que se respiraba en Lanjarón. Mucho “rastafari” de piel blanca, babuchas, pantalones abombados y jerseys de lana gorda. Las Alpujarras, ya se sabe, escondite y retiro lejano de muchos anti-sistema (odio esta descripción), de muchos bohemios y hippies trasnochados que se retiraron del mundanal ruido al ritmo de la Joplin ó del Hendrix. EL “San Francisco” patrio, Alpujarras “peace and love”.

Dicen que a los habitantes de Órviga se les conoce como los “güeveros”, por dos teorías, la primera es que es un término que se acuña a la tradicional venta de huevos en el pueblo y la segunda, en cambio, se le vincula al hecho de haber adornado con miles de cáscaras de huevo de colores las calles de la localidad, para recibir la visita del rey Alfonso XIII. Sea como sea, el pueblo en sí no es tan bonito como Pampaneira ó cualquiera de los pueblos alpujarreños que se esconden en las montañas pero tiene su encanto, y mucho ambiente. Nos tomamos un café en una terraza viendo la vida pasar, (nuestro pequeño placer cuando viajamos), pero Tuca y Lola no nos dieron mucho respiro, querían seguir descubriendo. Las perras exploradoras no dan tregua. Al levantarnos para ir al coche y seguir con la ruta, nos llamó la atención una escultura de dos tipos bajitos, cogidos del brazo. Y ¿Quiénes eran? Pues ni más ni menos que Federico García Lorca y su amigo Manuel de Falla, que al parecer visitaron varias veces la comarca de la Alpujarra y se fotografiaron en varios lugares como Órviga. Un historiador local, Juan González recuerda en su libro “Falla y Lorca en la misteriosa Alpujarra” que Falla compuso una mazurca dedicada a Carmen García-Trevijano y que la estrenó al piano el propio García Lorca. Una caja de sorpresas este pueblo. Antes de llegar a la plaza de la Alpujarra, también vimos una enorme escultura con la cara del Quijote. Existe un lugar de la Alpujarra… de cuyo nombre sí quiero acordarme que alberga una de las más importantes colecciones que existen en España sobre el Quijote. Sí aquí, en Órviga en la sala cervantina Agustí Martín Zaragoza de la Biblioteca local. ¿Alguien da más? Dudo que haya muchos pueblos como éste con tantos referentes culturales.

Al salir, dando varias vueltas por el laberinto de calles de sentido único, cogimos la carretera que seguía ascendiendo. Al llegar al siguiente pueblo, con un nombre algo impronunciable, Soportújar, nos encontramos con varias brujas de todos los tamaños y colores. De los rastas de Órviga habíamos pasado a las brujas de cartón piedra. En este artículo del ABC de Sevilla se cuenta toda la leyenda y el origen de este “aquelarre” alpujarreño: https://sevilla.abc.es/andalucia/granada/sevi-soportujar-pueblo-brujas-plena-alpujarra-granada-202110271823_noticia.html. El resumen es que parece ser que en este pueblo había nigromantes, brujas que ejercían la magia negra. Y ahora, pues el pueblo entero se ha convertido en el “tren chuchú de las Alpujarras”. Tiendas con parafernalia brujeril, dragones por doquier, telarañas más falsas que el peluquín del Dioni, en fin…un buen lugar para ir con niños ó con una cámara de súper 8 y grabar un corto de terror serie B. Caímos en el embrujo, en vez de salir pitando del frikie pueblo, aún tuvimos el valor, mejor dicho el morbo, puro y duro de recorrerlo de punta a punta. Se estaban haciendo esperar los famosos pueblos blancos de las cumbres de Sierra Nevada.

Ya casi eran las dos de la tarde cuando por fin llegamos a Pampaneira. ¡Oh Dios! Qué preciosidad y que poca gente había… estaban todos haciéndose selfies con las brujas. Aparcamos a la entrada del pueblo, en un parking municipal y lo primero que hicimos es abrir los pulmones y respirar a bocanadas el aire puro, bajo el cielo azul y la cumbre nevada, no tan lejana del Mulhacén. Duramente descriptible con palabras lo que sentimos al llegar a este pueblo, que junto a Bubión y Capileira, están considerados como los más bellos de las Alpujarras. Los tres están asentados en el Barranco de Poqueira, pero a diferentes alturas- Los tres con magníficas vistas, los tres a cada cual más bonito.

En Pampaneira, (del latín pampinarius, que significa productor de hojas de parra), lo mejor es perderse por sus calles, esconderse, curiosear y dejarse llevar. Cruzando la calle principal, y atravesando la Plaza de la Libertad, rebosante de jarapas de colores y artesanía local por los cuatro costados, fuimos a dar a un lugar mágico. Un pasadizo con techo de cañizo y madera que acaba en el Paseo de Federico García Lorca, con varias placas decorativas que rememoran sus versos, como éste que me gustó especialmente: “Dice la tarde “tengo sed de sombra”, dice la luna “tengo sed de luceros”. La fuente cristalina pide labios, pide risas el silencio y suspiros el viento”. No sé si se refiere a la Fuente de Sonsoles, de aguas gaseosas, que se encuentra allí también. Las vistas desde este lugar sobre la Sierra Nevada al norte y el valle al sur, con las sombras de las montañas dibujando el perfil del horizonte, son espectaculares. Un remanso de paz, un sitio que quedará en mi memoria por mucho tiempo. El antiguo lavadero, la Iglesia de la Santa Cruz, ó la Fuente de San Antonio, donde cuenta la leyenda que si bebes de su agua encuentras novio/a, son otras de las perlas a descubrir en Pampaneira.

Para regresar a la civilización, después de extasiarnos con las vistas desde el Paseo de Lorca, pasamos por la famosa calle del Silencio. En esta calle las jarapas multicolor se duplican también, el contraste de los colores con el blanco de las casas es fascinante. En las Alpujarras son singulares las chimeneas que asoman en los tejados. Se llaman “chimeneas de altura” y son cilíndricas rematadas con lozas de pizarra y “terraos” (tejados planos). Si el hambre aprieta, en esta calle se ubica la Bodega el Lagar, típica fonda para probar el “Plato Alpujarreño” que consta de huevos, con longaniza, patatas, chorizo y morcilla, y dejarse el colesterol apartadito un rato, ó los tomates de ensalada exquisitos, que tienen fama allende los mares…

Finalizamos nuestro “tour” por Pampaneira de la mejor manera, tomando un vermut alpujarreño con cerveza Alhambra bien fresquita y un par de tapas caseras, preparadas con mucho cariño por la dueña. No recuerdo el nombre del bar, pero es uno que se encuentra frente a la Iglesia de San Antonio. Nos sirvió una tapa callos y otra con aguacate y atún que estaban pa´morirse. ¡Que Dios la tenga en la tierra por muchos años!. Nos hubiésemos quedado mucho más rato allí pero teníamos que seguir…

Por la calle Verónica, volvimos al coche. Una calle por cuyo centro discurre una acequia, como un pequeño arroyo, por la que fluye el agua cristalina de la sierra. Así, hasta el barrio bajo. Nos quedaba por ver aún un par de pueblos, los que se ven más arriba, más cerca del Mulhacén.

El siguiente pueblo en escalada, Bubión, otro de los que figura en la lista de los más bonitos de España. De los tres pueblos, es el más pequeño, pero no menos interesante. Uno de los “must”, como diría una “influencer”, es visitar el Museo Casa Alpujarreña, ubicado en una casa del siglo XVI, con todos los enseres, muebles y decoración típica alpujarreña. La señora que lo atiende, lo vive con pasión y explica al detalle cómo se vivía en el pasado en las Alpujarras. Las vistas desde el mirador de las Eras, los lavaderos, la Iglesia de la Virgen del Rosario, no hay excusas para dejar de visitar Bibón, aunque sea el menos visitado de los tres.

El último del trío lo dejamos para el final: Capileira. Allí ya no pudimos escaquearnos, caímos en la tentación y compramos unas cortinas que me echaron el ojo nada más llegar. En las puertas de las casas, las ponen para proteger del frío y del calor. Yo ya me las estaba viendo en casa, en Masía Aitona, mi alpujarra particular. Capileira, al ser el pueblo más alto y más cercano a las cumbres de Sierra Nevada, fue la última localidad en ser conquistada por los árabes y después por los cristianos. Conserva la bonita arquitectura típica de la Alpujarra. Casas de estilo bereber con callecitas empedradas, estrechas y en cuesta. Al igual que habíamos visto en Pampaneira, también vimos los pasadizos cubiertos, que por cierto, según me documento se llaman “Tinaos” https://es.wikipedia.org/wiki/Tinao. Los hay de paso, en viviendas y adosados.

Hay dos museos para ver en este pueblo, el de “campanario” donde se exhiben entra otras cosas, yugos de campanas del siglo XVIII, bulas pontificias de la misma época y una copia del libro del archivo parroquial con los primeros bautizos de los repobladores de 1573 a 1575 tras la guerra de La Alpujarra. Y el segundo, el museo etnológico, dedicado al escritor granadino Pedro Antonio de Alarcón, quien dedicó su vida y parte de su obra a la defensa de esta región.

Como el aperitivo tan rico ya quedaba lejano, después de visitar el pueblo y antes de quemar la visa en la tienda de las cortinas, hicimos una parada técnica en una zona arbolada donde habíamos aparcado. Respirando aire puro, y con un cielo azul raso, los bocatas de tortilla y jamón nos supieron a gloria bendita. Tuca y Lola, seguían disfrutando del viaje, afortunadamente no había muchos gatos rondando como sucedió en Lérida. Vimos a más turistas en Capileira, algunos rojos como tomates de haber tomado el sol como si no hubiese un mañana. Pusimos en marcha el coche en el momento justo, antes de que las hordas de vikingos nos invadieran y nos enturbiaran nuestro final feliz en las Alpujarras.

Podríamos haber seguido hasta Trévelez, pero no nos daba tiempo a seguir quemando curvas a esas horas del día. Hasta 23 pueblos se pueden visitar en las Alpujarras, no hay que olvidar que Almería también comparte el Parque natural de Sierra Nevada con Granada. Pero nos dimos por satisfechos, habíamos disfrutado de un día inolvidable y ya tocaba bajar del “Olimpo” alpujarreño hacia la costa Tropical. Suena un poco a guasa lo de la “costa tropical”, ¿no? Pero bueno, tendrán también los granadinos derecho a darle nombre a su trozo de costa, digo yo.

Una delicia, el sol del atardecer, conducción suave, sin prisa, tranquilamente, escuchando una radio marroquí, mientras disfrutábamos del paisaje otra vez, dejando atrás la sombra del Mulhacén. Esas pequeñas cosas que le dan sentido a la vida.

Una hora más o menos tardamos en llegar hasta Salobreña, el pueblo que me había impactado por la mañana, cercano a nuestro alojamiento en Almuñécar y que tenía claro que quería ver más a fondo. A primera vista, Salobreña no deja indiferente. Es una montaña de casitas blancas, de pueblo típico andaluz, con su castillo en la cima y caída al mar por su lado sur.

 No me lo pensé dos veces y me metí hacia el pueblo, a subir, a subir hasta el castillo. Esos arranques se pagan. Al cabo de unos minutos entendimos que no había vuelta atrás y que iba a tener que hacer malabarismos para no dejarme las puertas del coche en el intento. Al milímetro pasé algunos tramos y encima, para más inri, en pendiente. Sudor y lágrimas costó llegar a la cima de Salobreña. Cuando por fin llegamos, se hizo la luz, nos encontramos con un mirador que a esas horas del día, con el sol escondiéndose poco a poco, nos regaló unos minutos de puro éxtasis de felicidad. Junto a la casa de la radio, este lugar dedicado al “cantaor” granaíno Enrique Morente, es sencillamente mágico. Nos gustó la frase que se le atribuye “la libertad es el arte de vivir”. Vistas espectaculares sobre la vega de Salobreña a orillas del mar y al fondo, la costa serpenteante que deja ver a los lejos la costa de Almuñécar. Dejo un vídeo aquí porque es realmente un lugar inolvidable: https://www.facebook.com/watch/?v=1105776063576130

Había merecido la pena el sufrimiento para llegar hasta allí. Cuando el sol ya por fin se escondió en el horizonte, aún fuimos por las calles cercanas al castillo hasta su entrada. Lo acaban de cerrar. El castillo alcanza una altitud de 73 metros sobre el nivel del mar y se halla separado de la línea del mar unos 500 metros, lo que no siempre fue así. En la Edad Media, el mar llegaba hasta la base del promontorio sobre el que se asienta la ciudad y el castillo. Una larga historia, merece la pena leerla: https://turismosalobrena.com/es/visita-el-castillo-de-salobrena/

Al bajar del castillo, por una carretera que parecía más transitable, pensé que ya no sufriría más sudores fríos pero qué equivocada estaba…. Justo al llegar a la parte baja, me toco rezar al santísimo para que una vecina que conducía un coche del siglo pasado no me rozara y me dejara sin retrovisor. Al final pasó y yo Bendije al Cristo de los Faroles, a la Virgen de Triana y a San Cucufato. Llegamos a Almuñecar sanos y salvos, eso sí, cansados, exhaustos, no podíamos ni con las tabas… Ni salir a cenar, nuestro alojamiento con vistas de luxe, fue nuestro refugio hasta el día siguiente.

Martes 23: Valle de Lecrín – Granada capital
Un cliente de Masía Aitona, granaíno por supuesto, me recomendó visitar este valle de Lecrín, entre la capital y la costa tropical. Este valle, cuyo nombre en árabe significa “valle de la alegría” se encuentra entre la capital y la costa, con el Mulhacen de Sierra Nevada como telón de fondo. Es una zona verdaderamente privilegiada por su riqueza natural: miradores, castillos, lagunas, ríos, rutas de senderismo, etc… Los pueblos no nos impactaron tanto como los del día previo en Alpujarras pero sí que es un valle a descubrir. Puerta de entrada al reino de Granada desde el mar. https://www.youtube.com/watch?v=shRqczeRYuU&t=48s

El primer pueblo que tomamos como punto de partida fue Mondújar, ya que queríamos ver el Castillo de Zoraya y sus termas romanas. Dimos varias vueltas por el pueblo y alrededores intentando encontrar estos dos enclaves. Las termas resultaron ser 4 piedras abandonadas en un solar lleno de matorrales. Una pena… la vecina que nos indicó por dónde teníamos que ir no daba crédito al interés que teníamos por ver ese lugar. El castillo, más bien las ruinas, a 2 kms del pueblo, también nos pareció un fiasco.

El siguiente, en la ruta nos gustó más: Nigüelas. Conocido como el balcón del Valle de Lecrín. No sólo es la localidad más elevada del valle, sino también la más montañosa. Su emplazamiento convierte a Nigüelas en un auténtico mirador, un balcón sobre el valle. Sobre el cerro conocido como Zahor, este pueblo es el inicio que remonta hasta las cumbres de Sierra Nevada. Cuando llegamos no había nadie en la plaza de la Iglesia, sólo se escuchaba el caudal del río que atraviesa por acequias todo el pueblo. La iglesia está bien conservada y además, en este pueblo se mantiene la almazara más antigua de España, hoy convertida en museo. No visitamos el centro de interpretación: http://almazaralaerilla.es/ pero sí que compramos un pan y unos dulces riquísimos en uno de los hornos de leña del pueblo.

El siguiente pueblo Conchar no estaba muy lejos. Antes de llegar, atravesamos la localidad de Dúrcal por su avenida principal. Me pareció ver una escultura de Rocío Dúrcal  en la plaza mayor, y no me cuadraba que hubiese nacido aquí. Y no, no nació aquí, eligió su apellido artístico de casualidad, marcando con el dedo al azar un lugar, y ese fue Dúrcal, este pueblo granaíno. Otro punto de interés es el “Puente de lata”, un puente ferroviario que fue trasladado desde otro lugar y que ha estado en funcionamiento hasta el año 1974. Me hizo gracia lo de “lata”, si  Gustavo Eiffel levantara la cabeza…

Para llegar a Conchar, que forma parte del municipio de Villamena, tuvimos que adentrarnos en la profunda garganta del río Dúrcal. Es un pueblo muy bonito, de apenas 350 habitantes, rodeado de naranjos, limoneros, almendros, viñedos y olivos. Es pequeño, pero sólo por ver el entorno natural merece la pena el desplazamiento hasta allí. No probamos sus platos típicos pero leí que el remojón de bacalao con naranjas y sus granadas son de de otro planeta…

Padúl era el último lugar que queríamos visitar en este Valle de la Alegría. Pasamos por el Hotel – Bodega “Señorío de Nevada” que es el sitio donde nuestro cliente, que nos había recomendado el Valle de Lecrín, se iba a casar. https://www.senoriodenevada.es/. Un sitio chulo, rodeado de viñedos y al fondo las cumbres de Sierra Nevada. Paré un momento para ver si podíamos comprar vino en la bodega pero estaba todo cerrado.

Padúl que procede del latín “palus-udis” que significa pantano o laguna, nos recibió con varias calles cortadas por obras y pocos sitios que nos llamaran la atención. El nombre se debe a que a que había al lado del pueblo una gran laguna. Hasta el siglo XVIII tuvo unas grandes dimensiones, parte de este espacio hoy en día es una vega cultivada. No voy a mentir, sí que nos sorprendió dos figuras de Mamuts en la puerta del Ayuntamiento. Resulta que se encontraron por estos lares, restos de Mamuts del pleistoceno medio y claro, hay que explotarlo turísticamente. La “Ruta del Mamut”, es una ruta circular de 5 kms que rodea la laguna y bueno, es una buena excusa para descubrir la laguna de Padúl. https://www.youtube.com/watch?v=LS_TiYIZVAM

Ni el vermut nos pudimos tomar en este pueblo, entre las calles cortadas por obras y la escasa belleza del pueblo en sí. Teníamos dos opciones: o volver a patear y dejarnos las suelas en Granada capital o ir a otro pueblo que sí merecía la pena: Alhama de Granada. Nos dejamos seducir por los cantos de sirena de la Alhambra y dejamos Alhama para el día siguiente.

Un sol radiante nos seguía acompañando desde que llegamos a Granada, mientras el resto del país sufría las consecuencias de un temporal, perdón, de una ciclogénesis explosiva. Entramos por la ronda Sur y salimos al Paseo de la Bomba, que corre paralelo al río Genil. Un boulevard afrancesado con varios palacetes en su lado derecho, simple y llanamente, alucinantes. Hoy en día ya no son viviendas en su mayoría, son sedes de organismos públicos y privados, a cada cual, más espectacular. Hasta el Monumento de Granada dedicado al Flamenco llegamos por inercia, y en vez de seguir dando vueltas, aparcamos en un parking privado para dejar el coche allí todo lo que quedaba del día.

Tuca y Lola tenían ganas de urbe, de ladrar a diestro y siniestro y de llevar nuestra paciencia al límite por momentos. Nuestro objetivo era volver a la Alhambra y sobre todo, volver al Mirador de San Miguel en el Albaicín. Granada como cualquier capital de provincia, tiene su cara A y su cara B. Si tuviese que hacer un ránking de los diez lugares a no perderse en esta ciudad por orden de interés turístico diría que, por supuesto en primer lugar la Alhambra y los Palacios Nazaríes (siendo uno de los lugares más visitados del país, la reserva de la entrada anticipada es de obligado cumplimiento). Esta vez con Tuca y Lola era imposible entrar, pero me atrevo a decir que es la “meca española”, venir a Spain y no visitar la Alhambra es como ir a París y no ver la Tour Eiffel. Nunca olvidaré mi primera vez con Denise y mi tía Maricarmen y por supuesto, la segunda vez con Daniel y su rostro al contemplar por primera vez el Patio de los Leones. Fascinante, increíble, uno de los conjuntos arquitectónicos más bellos del planeta tierra. https://www.alhambra-patronato.es/

En segundo lugar, yo pondría en el ranking,  el mirador de San Nicolás, en el barrio del Albaicín con las mejores vistas sobre la Alhambra. Llegamos al mirador después de comer, cuando empezaba a lucir esa luminosidad del atardecer, la mejor luz del día para fotografiar. Para coronar la escena, el buen rato que estuvimos allí disfrutando de las vistas sobre el Palacio de los palacios, tuvimos de fondo sonoro cante flamenco “improvisado”. Dejo aquí la grabación:https://photos.google.com/search/_p0x9258f79dd3600d72_Granada/photo/AF1QipOxI8SDf1Q3xQTDid2L_shBTg4KXRoIUxI8jNzh

Hay otros miradores como el de San Miguel Alto que está ubicado frente a la Ermita de San Miguel Alto, en el cerro de San Miguel. Para llegar hasta allí la caminata es larga y fatigosa pero realmente, el sacrificio merece la pena. Si no responden las piernas también se puede acceder hasta este mirador, el más alto, en autobús con las líneas C32, C33 o la N9.

El barrio del Albaicín en sí mismo es una joya. Un tercer honroso puesto en mi ranking particular. Es un mundo aparte, una ciudad dentro de la ciudad con una larga y duradera influencia musulmana. Antes de que se construyera la Alhambra, el Albaicín ya existía como corte musulmana. En el siglo XI la dinastía zirí construyó aquí su palacio real, rodeado por suntuosos alcázares, importantes edificios y templos islámicos. También levantaron aquí la Mezquita Mayor de la ciudad. La ciudad descendía por San Nicolás hasta las márgenes del río Darro, poblada de lujosas casas y dotada de espléndidos baños públicos. Aún así, el máximo momento de esplendor del Albaicín tuvo lugar durante la dinastía nazarí, cuando tenía una población de más de cuarenta mil habitantes y treinta mezquitas. Las calles eran muy estrechas y las casas pequeñas y limpias. Contaba con numerosos aljibes, algunos de los cuales han llegado hasta nuestros días. Tras la conquista de los Reyes católicos, el Albaicín fue asignado a la población árabe como residencia y poco a poco se fueron quedando aquí. Tras varias sublevaciones moriscas, los monarcas expulsaron a todos los que practicaban la religión musulmana y todas las mezquitas fueron demolidas. El barrio de las mil mezquitas se convirtió en el barrio de las mil iglesias, y a principios del siglo XVII los moriscos abandonaron definitivamente sus casas en el Albaicín. Para entender y conocer más a fondo la historia de este barrio emblemático de Granada, lo recomendable es visitar, como punto de partida la Casa del Zafra, un centro de interpretación, ubicado en la única casa árabe anterior a los Reyes Católicos que puede visitarse hoy en día. A continuación, toca perderse por sus calles, paseos y plazas. Dejo una guía completa del barrio para no dejarse ni un rincón sin ver: http://www.granadadirect.com/rincones/albayzin-granada/

Y ¿qué sería del Albaicín sin su Sacromonte? Cuarto merecido puesto para el barrio de los gitanos, para las cuevas que se agrupan en torno a barrancos, llamadas Zambras, en donde se celebran los famosos espectáculos de flamenco. Están situadas en las proximidades del camino y son de fácil acceso. Las más populares son la Cueva de María la Canastera o la Cueva de La Rocío. También se puede tapear, Algunos de los más típicos son la Venta El Gallo o el Bar Los Faroles. Esta vez sólo vimos algún turista despistado que merodeaba por allí como nosotros. Siempre digo que me gustaría ver un espectáculo nocturno…. El único tablao flamenco que he visto fue en el Arenal de Sevilla y no me importaría nada repetir aquí en el Sacromonte.

A la subida o a la bajada del Albaicín lo ves, y te atreves a cruzar el umbral de su puerta. Mi quinto puesto para el Palacio de los Córdova en la cuesta del Chápiz. El palacio renacentista y mudéjar, hoy en día propiedad del Ayuntamiento, como sede del Archivo municipal, no deja de ser una edificación austera, sin estridencias pero los jardines que lo rodean son un auténtico remanso de calma, con unas vistas espectaculares sobre la Alhambra.

A este palacio le precede primero el Paseo de los Tristes (cuyo nombre oficial es el Paseo del Padre Manjón) conocido así porque en el siglo XIX solía ser paso de los cortejos fúnebres que iban al cementerio de San José, en la colina de la Sabika. Mucha gente se negaba a subir hasta el cementerio y se despedían del difunto en este paseo, así que la alegría de vivir no era precisamente lo que reinaba en el ambiente. Desde este paseo se oye el susurro de las aguas del río Darro que da paso a la Carrera del Darro. Por una calle adoquinada, caminamos junto al río Darro viendo el Puente de Cabrera y el Puente de Espinosa. Desde los dos Paseos las vistas sobre la Alhambra son espectaculares, la Torre de la Vela y la Torre del Cubo que forman parte de la Alcazaba son dos centinelas colosales, impresionantes.

Cada vez que vuelvo a Andalucía me reitero y sigo creyendo que el legado andalusí me parece la mejor aportación que hemos podido recibir de otras culturas. En Granada existen otros lugares históricos como la Catedral o la Capilla Real que merecen la visita, pero dónde estén los jardines del Generalife o el Patio de los Leones, lo siento, pero me quedo con mis raíces “moriscas”. Sí, sí las mismas raíces que tenemos el 90% de la población después de 8 siglos de peor o mejor convivencia. No lo podemos negar, las rutas del Al-Andalus están marcadas, la historia no se puede borrar. https://www.legadoandalusi.es/las-rutas/.

Claro que me han gustado las iglesias románicas del Valle del Boí en Lérida o el castillo renacentista de Vélez Blanco pero tengo debilidad por la arquitectura islámica, y especialmente, por la arquitectura pictórica nazarí. Por eso, relegar a los últimos puestos de mi lista de favoritos de Granada a dos monumentos cristianos no es una cuestión de religiones o de política, es simple y llanamente por una razón estética.

Para ver la Catedral y el Panteón Real hay que ir al centro urbano, dejar atrás la Alhambra y el Albaicín. Caminando, caminando llegamos a una de las plazas que rodean la catedral y nos tomamos una ronda de cervecitas y tapas de “ropa vieja”, que nos resucitaron en el sentido más estricto de la palabra. La Catedral de Granada está “encajonada” entre edificios y entre dos plazas, la de las Pasiegas y la de Bib-Rambla. Su ubicación que no deja admirar su grandeza por falta de perspectiva, tiene su origen en que se levantó, como la mayoría de las iglesias y catedrales españolas, encima de la antigua mezquita y en un barrio de calles estrechas. Por eso, para verla en su totalidad es mejor hacerlo desde una altura en el Albaicín o desde la Alhambra. Interior colosal, mezcla de estilos gótico, renacentista y barroco. Dejo estos dos vídeos para verla en imágenes:  https://www.youtube.com/watch?v=IRMBklDFnIc y este otro con 10 curiosidades sobre el templo: https://www.youtube.com/watch?v=Qi86pv5zOvQ

En un anexo de la Catedral, se encuentra la Capilla Real de estilo gótico tardío o Isabelino. Si el Escorial es la última morada de los Borbones, este sepulcro real es dónde descansan los restos mortales de los reyes católicos y sus sucesores, Felipe el Hermoso y Juana La Loca, el nieto, Emperador Carlos V, su esposa e hijos, es decir, el Panteón real de los Austrias españoles. Felipe II posteriormente trasladó a casi todos al Monasterio del Escorial y sólo dejó en Granada a los Reyes Católicos, a Felipe y Juana y al Infante Miguel de Paz, nieto de los Reyes católicos. Merece la pena la visita, ya que además de las magníficas tumbas en mármol de Carrara, en el interior hay importantes obras de pintura, escultura y orfebrería, muchas de ellas, objetos personales de Isabel y Fernando. Granada su última morada, pero, sobre todo, el símbolo de la Reconquista. https://www.youtube.com/watch?v=j4QJ0GFttwA

Y así, poco a poco fue pasando el día, lleno de emociones, de mucho arte y de mucha belleza. Tuca y Lola seguían ladrando, la “ciudad no es para ellas”. Estaban cansadas al caer la tarde y nosotros también. Un sitio que recomiendo para descansar después de un día de callejear, hasta dejarte las suelas, es tomar un té de hierbabuena en una de las teterías árabes que se encuentran en la Calle de calderería Nueva, aunque popularmente se conoce como la calle de las Teterías. Un viaje a Marrakech sin salir de Granada.

Volver al parking donde habíamos dejado el coche por la mañana no fue tarea fácil. Era de noche y no recordábamos muy bien el camino de vuelta. No sé cómo pero nos dejamos llevar por nuestras guías de cuatro patas y sí, lo logramos,  llegamos al parking sin dejarnos la vida en ello. La noche esta vez la pasamos en un IBIS  a las afueras, al lado de un centro comercial, al más puro estilo francés. En los hoteles Ibis las mascotas son admitidas pagando un pequeño extra. Derrengados los cuatro, cenamos en la habitación y caímos como moscas, el día había sido intenso no, lo siguiente.

Miércoles 24: Alhama de Granada – Montefrío – Alcalá la Real (Jaén).
Amanecimos con un cielo gris plomizo y después del paseo imperdonable con las niñas, decidimos buscar un mejor sitio para desayunar, antes que quedarnos en el polígono. Nos costó salir un poco de Granada, a primera hora del día el tráfico era denso. Adictos al café con leche y mollete de pan andaluz con tomate natural, aceite y jamón, aguantamos unos cuantos kilómetros hasta encontrar un bar de carretera que nos sirvió exactamente eso, en Fuentesanta concretamente. Una parada técnica que nos supo a “kriptonita”, salimos como Superman y Superwoman, ya nada nos podía parar. Bueno, en realidad, sí, paramos a pocos kilómetros porque la ocasión lo merecía y con creces, Alhama de Granada se mostraba ante nosotros, en plena Serranía como un pueblo monumental. Sobre un enorme espolón rocoso y en lo alto de un desfiladero profundo, que bordea el río Alhama, esta localidad granadina es conocida por sus aguas termales, además de por su patrimonio artístico e histórico.

Primero íbera, después fenicia, cartaginense, romana y finalmente los árabes fueron los que le dieron su nombre actual “Al-hammam” (aguas termales o el baño). Se la disputaron moros y cristianos y fueron las tropas de los Reyes Católicos los que la reconquistaron en 1482. Cuando llegamos hacía un frío polar, poca gente, tuvimos el placer de pasear por todo el pueblo sin apenas cruzarnos con nadie, salvo algunos abueletes del pueblo que daban su paseo matutino.

Impresionantes las vistas desde la balconada o mirador que da a los tajos y al desfiladero. Me hubiese quedado allí horas, pese al frío y al aire que no era una brisa precisamente. En la plaza principal entramos en la oficina de turismo y allí me explicó una señora muy canosa y con mucho “tronío” que Alhama era monumental. Me indicó todos los puntos de interés que teníamos que ver en el centro histórico: la antigua cárcel, el caño Wamba, una fuente pública del s. XVI con las armas de los escudos de los Reyes Católicos y de Carlos V, la Casa de la Inquisición de estilo gótico flamígero, el Castillo que se construyó encima de la antigua alcazaba, y en el centro urbano, el Hospital de la Reina, que fue erigido como el primer Hospital de Sangre o militar del Reino de Granada por los Reyes Católicos, la Iglesia Mayor de Santa María de la Encarnación con su imponente torre que destaca sobre todas las edificaciones de Alhama, y el Pósito (granero comunal), ubicado sobre una antigua sinagoga del S.XIII, en la plaza de los Presos, es uno de los edificios más emblemáticos de esta villa medieval. Todos estos enclaves están ubicados muy cerca los unos de los otros, no hay pérdida. Nos gustó mucho Alhama de Granada, tanto nos gustó que antes de marcharnos fuimos a visitar el Balneario que estaba al salir del pueblo, para ver si volvíamos para quedarnos más días en modo “relax” total. Un poco despagados nos quedamos, yo me imaginaba unos baños árabes, y nos encontramos con un balneario setentero, triste, decadente. Eso sí, a Alhama volveríamos, con o sin Hamman, no que quedó la menor duda…
https://www.youtube.com/watch?v=uLvtSIojMss&t=10s

Y si Alhama nos encantó, el siguiente destino ya nos dejó sin aliento. A tan sólo 30 kms hacia la provincia de Jaén, en nuestra subida de regreso a casa, nos encontramos con una joya, Montefrío se llama (la foto que encabeza el diario). De hecho, al llegar, hay un mirador patrocinado por la revista National Geographic, desde el que las vistas son espectaculares. La revista ha elegido este pueblo como uno de los pueblos medievales más bonitos de España, y uno de los 10 pueblos del mundo, con las mejores vistas.

Si le tuviese que explicar a un niño cómo carajo se pudo construir la iglesia que corona la cima de la peña montañosa donde literalmente se ubica el pueblo, no sabría ni por dónde empezar. Es increíble, la fisionomía de Montefrío es algo inaudito, alucinante, lo nunca visto. Hasta su conquista por las tropas cristianas, Montefrío sirvió como defensa de la frontera del reino Nazarí de Granada. No tuvimos el valor de subir hasta la Iglesia de la villa pero según me informo, las vistas desde la torre del campanario, después de subir 111 escalones son el no va más. Al templo circular que destaca por su gran cúpula de 30 metros de diámetro y 15 metros de altura, en la parte baja, en la plaza mayor del pueblo sí que entramos. Esta última, la Iglesia de la Encarnación,  se construyó precisamente para acceder más fácilmente. Es grande, enorme, destaca por su tamaño. Está inspirada en el Panteón de Agripa de Roma. Por turnos entramos en el interior, mientras una servidora tomaba la cerveza Alhambra bien fría con una tapita de caracoles y vigilaba a Tuca y Lola, Dani entraba el “panteón granaíno” para ver el interior, que dicho sea de paso no nos sedujo mucho. Un laberinto de calles, una caja de sorpresas guarda esta joyita de pueblo. En el lado opuesto a la Iglesia que parece la proa de un barco, tocando el cielo, se encuentra el Convento e Iglesia de San Antonio, junto a otro mirador con vistas espectaculares. Montefrío es para verlo desde todos los ángulos posibles. Hay varios miradores, y si hay tiempo, recorrerlos sin prisa es una opción más que recomendable. https://www.youtube.com/watch?v=A3zZt8oVOP8

Se nos echó el tiempo encima, ya eran casi las 2 de la tarde cuando el embrujo de Montefrío nos dejó marchar. Teníamos que llegar hasta Alcalá la Real en Jaén para dormir. Por el camino buscamos un sitio para comer pero al final, nos liamos, y el sitio dónde queríamos parar nos lo pasamos y casi sin querer llegamos a Alcalá La Real. Lo primero que hicimos fue buscar un restaurante, las tripas nos rugían. Un menú muy rico en restaurante de cuyo nombre quiero acordarme pero no lo consigo querido Sancho. Las niñas se quedaron en el coche, no había opción a terraza, hacía un bris que cortaba el pis..

Después de comer, hicimos compra para cenar, nos tocaba dormir en una casa en el campo que había reservado en AIRBNB. Quedé con la dueña en ir a la casa a las 5, antes de que anocheciera, y aprovechamos lo que nos quedaba de tiempo para visitar su emblemática Fortaleza de la Mota. https://www.youtube.com/watch?v=Q_UJHo0jymk

De los siglos XII y XIII, entre campos de olivares, la Ciudad medieval amurallada de la Mota es espectacular. Frontera directa entre el Reino de Castilla y el reino Nazarí de Granada, fue reconquistada en el año 1340 por el rey Alfonso XI. Jaén es la provincia con más castillos de Europa y la segunda de todo el mundo, alucinante ¿no?  Más que un castillo o una fortaleza es una ciudad, incluye Torres, Iglesia, Alcázar, cárcel, un nevero y hasta una necrópolis en su interior. Y además de lo visible, resulta que hay “una ciudad oculta”, una red de galerías subterráneas que discurren por todo el cerro de la Mota. Algunas de ellas fueron utilizadas durante la conquista de la ciudad para alcanzar los pozos que abastecían de agua a la ciudad. Se puede visitar, nosotros no lo hicimos por falta de tiempo pero queda anotado en mi lista de “pendientes”.

La parte baja de Alcalá, donde hoy en día vive la gente, es un pueblo andaluz de casas bajas con rincones muy castellanos, se nota que estamos en la frontera de Castilla con Andalucía. El Palacio Abacial, la Iglesia y Monasterio de la Encarnación, la calle comercial de El Llanillo, el Paseo de los Álamos con su fuente de piedra arenisca de 1552, de estilo renacentista con el escudo de la ciudad, la Capilla de Cristo de la Misericordia, el Convento de los Capuchinos, etc… unas cuantas razones para patear el centro histórico de Alcalá la Real.

Llegamos puntualmente a nuestra cita con la dueña de la casa-cortijo a las afueras de Alcalá. Bonito lugar, aunque yo no dormí muy bien, porque a pesar de estar en el campo, la carretera nacional no estaba muy lejos y de noche escuché algún que otro camión. Pero, sí que merece la pena alojarse allí sólo por las vistas que se tienen desde el sofá del salón a la fortaleza de la Mota. (y otra cosa que no me gustó, fue el estado calamitoso y un tanto asqueroso de la cafetera italiana, se lo dije a la dueña en privado, que somos del mismo gremio y como dice la otra, perro no muerde perro). Aquí dejo el enlace: https://www.airbnb.es/rooms/3529179/photos?source_impression_id=p3_1646563290_taugnaoOsSeXRVys

Jueves 25: Moclín- Villanueva de los Infantes – San Carlos del Valle
La misma dueña de la casa nos recomendó visitar un pueblo cercano que se llama Moclín. Por supuesto, otro pueblo con castillo pero, por desgracia, no pudimos ver ni una piedra, ni una almena, la niebla espesa que parecía una manta de paduana, nos impidió ver el famoso castillo de Moclín. Me acordé de cuando quisimos ver en Cádiz el pueblo de Medina-Sidonia y no pudimos ver un pijo de la niebla espesa que había. Gajes del viajero, ¡qué le vamos a hacer!

Con el coche intenté ver el castillo desde todos los lados del pueblo pero fue imposible. Sólo se oía a un hombre subido a una grúa con cesta que intentaba arreglar el campanario de la Iglesia del pueblo, el resto, un pueblo fantasma bajo una capa de niebla espesa. Et pourtant… como dirían los franceses, fue una pena, porque viendo ahora el vídeo y las fotos del pueblo en internet, nos perdimos un pueblo muy bonito. Vídeo de consolación a continuación: https://www.youtube.com/watch?v=TDLos1DQllU

Estábamos realmente en las montañas, a mil metros de altitud sobre el nivel del mar, rodeados de olivares sí, pero a unos cuantos metros de altitud. EL GPS nos llevó por carreteras comarcales de regreso a la carretera principal. Cruzamos bosques, pueblos perdidos, olivares, todo muy bonito pero llegó un momento en el que ya tenía ganas de llegar a la civilización. El último pueblo que atravesamos nos dejó esta frase para la posteridad: “Bébete la vida”. Bonita manera de indicar la fuente de dos caños de aquél recóndito lugar ¿verdad?. Y desde luego que nos la bebemos, a litros, y sobre todo, viajando..

No sé cuántos kilómetros hicimos desde Moclín hasta la autovía, se me hicieron eternos, menos mal que el paisaje era tan bonito que me dio igual conducir a 50 por hora. Después de Jaén y sus castillos (una provincia que ya descubrimos años atrás: https://mimondolirondo.com/2016/03/28/jaen-virgen-extra/),
entramos en la provincia de Ciudad Real, también recorrida años ha: https://mimondolirondo.com/2014/03/31/quijoteando/. Y claro, tenía un sitio “pendiente” en mi lista: Villanueva de los Infantes.

Otro pueblo de “los más bonitos de España”, un pueblo manchego, en mitad de una llanura, de casas arcillosas y un pasado memorable. Declarada Monumento Histórico-Artístico desde 1974, es el más importante conjunto representativo del barroco y del renacimiento manchego. Nada más llegar, a lo que pensamos al principio era la plaza mayor, nos fuimos directamente a un bar, sacado de una película de Alfredo Landa. Cuando la vejiga aprieta querido Sancho, no queda otra, sin miramientos…
Y, ¡qué ricas estaban las papas que nos dieron de tapa! nos supieron a Gloria, a pesar del frío estepario de la Mancha que nos cortaba el cutis a tajos. Compramos pan en una mini panadería y preguntando nos indicaron que no, que esa zona no era el centro del pueblo, la Playa mayor estaba a unos 500 metros. El edificio enorme que allí vimos antes de dirigirnos a la plaza y que nos había despistado es la Hospedería Real de Quevedo, (cerrada por cierto y con unas reseñas malísimas en Internet), una pena… En su interior murió en una celda el ilustre autor Francisco de Quevedo en 1645. Antes fue Convento de frailes Dominicos y es un bello edificio del siglo XVI pero parece ser que está abandonado y en malas condiciones.

Cogimos el coche y dimos varias vueltas hasta encontrar un parking público cerca de la plaza Mayor. Las calles aledañas estaban en obras y sorteando baches y socavones conseguimos llegar a una plaza muy interesante. La vida de la Villanueva gira en torno a esta monumental plaza del s.XVII. Mires dónde mires por los cuatro flancos de la plaza, todo es un conjunto arquitectónico impresionante. Lo que más me impactó es el color de la piedra, un color siena que predomina en todas las casonas palaciegas, Iglesias y edificios públicos. En esta plaza Mayor se encuentran el Ayuntamiento, la Casa Rectoral, la Iglesia de San Andrés y varias casonas con sus blasones en las fachadas (dicen que hay más de 200). Aunque, las protagonistas de la plaza son las esculturas de Don Quijote con Rocinante y Sancho Panza con su asno Rucio.

Como ya nos pasó en Moguer, en Huelva, pueblo natal de Juan Ramón Jiménez, Tuca y Lola se volvieron locas y empezaron a la ladrar a las esculturas de los pobres equinos. En Moguer les tocó a las esculturas del asno Platero. Tardaron unos minutos en ver que no eran reales, que eran esculturas. ¡Trágame tierra! Pensé. Menuda escandalera montaron… Ya más calmadas, seguimos nuestro paseo, recorriendo la calle principal de Villanueva, que como no podía ser de otra manera se llama la Calle Cervantes. En este eje comercial se encuentra la Casa del Caballero del verde gabán, uno de los personajes de Don Quijote, inspirado en el caballero Don Diego de Miranda. La fachada es espectacular. En Villanueva de los Infantes hay varias casas palaciegas, a cada cual más bonita: la Casa del Arco, la Casa de los Estudios, donde antiguamente se enseñaba gramática y Humanidades, entre otras materias, la Casa del Duque de San Fernando, la antigua Casa de la Inquisición, el Palacio del Marqués de Melgarejo, el Palacio de los Fontes y de colofón, el Palacio de los Ballesteros. https://www.youtube.com/watch?v=4sSlSqsJRRk

¡Cómo nos gustó Villanueva de los Infantes!, la verdad es que tuvimos que desviarnos de la autovía pero mereció la pena, sin duda. Otro lugar de la lista de “pendientes” a tachar y a recordar siempre….

Conforme nos íbamos dirigiendo hacia el norte desde Granada, el cielo se iba haciendo más y más plomizo. Con nuestro pan recién comprado en Villanueva, nos paramos en otro pueblo que nos deparó la última sorpresa del viaje. No había oído hablar nunca de este pueblo, San Carlos del Valle, pero “te juro Sancho que en mi alma quedará prendida su plaza, mil maravedíes pagaría yo por ella”. Por un momento pensé que aparecería Dulcinea en la posada que preside la plaza, bueno más bien una Hospedería llamada Santa Helena, con muy buena pinta y unas reseñas muy positivas. Si no hubiésemos tenido ya la comida lista con nuestro pan recién comprado, no me hubiese importado nada comer allí, pero una vez más, Tuca y Lola ganaban la partida, no era cuestión de dejarlas encerradas en el coche.

¡Por Dios Santo Sancho! Qué son esos gigantes ¿molinos ó el mismísimo Papa de Roma?. Mi Señor, dicen los lugareños que este gigante de piedra es el Pequeño Vaticano. Sí queridos, en este pequeño pueblo de la Mancha resulta que a un lado de esta bella plaza, se erige una mega iglesia de estilo barroco con cuatro torres campanario y una gran cúpula central, coronada por una flecha de 47 metros de altura. Flipante, alucinante, esta España mía, esta España nuestra no deja de sorprenderme… Aquí dejo el vídeo, que luego dicen que como Quijote veo alucinaciones: https://www.youtube.com/watch?v=FT1z3DLPH4k

Y así, terminamos nuestro periplo por Granada y la Mancha, con buenos momentos para recordar y como diría Saramago:”el viaje no termina jamás, sólo los viajeros terminan. Y también ellos pueden subsistir en memoria, en recuerdo, en narración. El objetivo de un viaje es sólo el inicio de otro viaje”…. Nosotros siempre dispuestos…

2 comentarios en “¡Graná, no ni ná!

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